Hija mía, en tus ojos veo el futuro y en tu sonrisa, la felicidad.

Así como Leonard luchaba con los recuerdos amargos, a Daniel le estaba por ocurrir lo mismo. Se acercaba otro aniversario de Emily y cuando eso sucedía, los días previos solían ser muy silenciosos; ahora su memoria no era motivo de tristezas, sin embargo, la añoranza se hacía presente.

Daniel iba con sus hijos a visitarla y dejarle flores; ya no iba tanto como los primeros meses, en los que se pasaba el día sentado frente a su tumba, hablándole en sus pensamientos y llorando. Fue una etapa muy difícil de superar porque se sentía abandonado y asustado, aunque no lo reconociera.

Desde que Deanna se incorporó a su familia el ritual solo cambió un poco, era ella quien buscaba las flores más bonitas para dárselas a los niños y que las llevaran a su madre. Era una manera de agradecerle, en el corazón, por los hijos hermosos que le había dado a Daniel y porque fueron su fuerza en muchos momentos difíciles.

Lisianthus azules y rosas, un ramo enorme. Son flores tan bonitas, parecen de papel y
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