Un encuentro de dos almas que se reconocieron en el camino.

Deanna no permaneció mucho tiempo en el hospital, cuando todos los exámenes extra que Daniel le pidió al médico le demostraron otra vez que ella y las niñas estaban más que bien, regresó a casa.

Quien más sintió su corta ausencia fue Jonathan. Aun entre sus dudas, la extrañó terriblemente; quizá por eso cuando la vio entrar se desesperó tanto. Deanna ya no podía cargarlo, pero Daniel si y lo hizo para que pudiese abrazarla del cuello y besarla.

La calidez de su pequeño saltamontes la necesitaba siempre, durante un momento se había enfriado, pero ahora parecía que el niño ya había tomado una decisión. Aun sabiéndolo por su esposo, ella permaneció en silencio, no lo apuró, no le preguntó; entendió que Jonathan tenía que procesar muchas cosas y reconciliarse con su propia madre.

Regresar a casa se sintió como un alivio, allí estaba segura y tranquila. Oír los ruidos de los niños ir y venir, la voz de Daniel y los aromas conocidos la daban paz. Esa mañana se sentó en la habitación de sus
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