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2° La serpiente y la rosa.

Las familias o estirpes más importantes del reino se habían reunido para la ceremonia, por eso, cuando las enormes puertas del salón se abrieron, los cuellos de los presentes se estiraron para ver a la querida afortunada.

Rahyra caminaba sola, arrastrando el blanco vestido de novia y apretando la rosa en la mano cuando se encontró con su padre, el hombre palideció al verla y abrió la boca para gritarle algo, pero todo el reino estaba ahí así que se quedó callado.

Cuando ella llegó con él el sonido de los violines inundó el lugar, se colgó del brazo de su padre y comenzaron a avanzar por la fina alfombra de ceda dorada hacia donde el rey la esperaba para hacerla su esposa.

— ¿Qué hiciste, Rahyra? — le preguntó su padre, de seguro tenía la cara roja de la rabia.

—Una hija Leroy debía casarse con el rey — le dijo ella — y no permitiré que mi hermanita Kaeira tenga que pasar por esto — las personas los miraban con asombro, admiración y envidia.

—Nunca pudiste comportarte como una mujer de la alta cuna, la alta sociedad te devorará como un sapo a una mosca —ella levantó la cabeza.

—Seré la reina entonces, quien me cuestione lo enviaré a la horca — su padre la miró asustado, pero ella continuó caminando recta. No le importaba la corona ni el poder que le podía traer, salvar a su hermana era todo lo que quería, después enfrentaría las consecuencias de su decisión.

Al final de la larga caminata la esperaba el rey, Rahyra nunca lo había visto en persona y le sorprendió lo joven que se veía, no más de treinta o treinta y dos. Tenía el cabello largo brillante que le llegaba hasta los hombros, de un color castaño claro que combinaban con los ojos azules que se clavaron en ella.

Tenía un porte altivo y fuerte, era alto y musculoso y tremendamente intimidante, tanto, que Rahyra tuvo el impulso de detenerse y salir corriendo.

Cuando llegaron su padre apoyó una rodilla frente al rey y bajó la cabeza.

—Majestad — le dijo — Lo prometido es deuda, mi hija Rahyra se unirá a usted bajo la bendición de la diosa — el rey permaneció en silencio un momento mirando fijamente a los ojos de Rahyra hasta que ella se vio obligada a apartarle la mirada.

—Pensé que su nombre era Kaeira — dijo el rey, su padre se tensó y ella pensó que se desplomaría en cualquier momento, y quiso hablar, pero no podía. Su padre se puso de pie y encaró al rey.

—Rahyra es más fuerte, majestad, será la digna reina del primer mundo y la gente se doblegará ante su nombre — el rey estiró la mano y su padre depositó la mano de ella sobre la de el y Rahyra no pudo evitar pensar que la estaban vendiendo, luego apretó la mandíbula, claro que la estaban vendiendo, era una moneda de cambio, ahora la familia Leroy tendría herederos con sangre real y eso valdría más que el oro.

El rey jaló a Rahyra con poca delicadeza y la dejó a su lado sobre el altar. La sacerdotisa, con los labios vendados, comenzó la ceremonia de unión matrimonial amarrándolos con fuertes y pesadas cadenas de plata y oro.

La ceremonia fue larga, tanto que Rahyra sentía que las rodillas le temblaban y el peso de las cadenas no ayudaban, y cuando los vasallos se las quitaron supo que había llegado el momento. El rey le ungió la frente con el dedo pulgar y luego la besó ahí, en la frente y sobre el líquido. Rahyra hizo lo mismo, con el ungüento color sangre hecho de frutas y especias y le besó la frente manchándose los labios.

— Ahora digan las palabras — les dijo la sacerdotisa a través del pañuelo, era la promesa de matrimonio, sacado de un libro del mundo antiguo. Rahyra y el rey recitaron al mismo tiempo.

— Toma tú mi corazón, te lo regalo, te lo entrego y te lo da mi propia mano, tuyo es, y también te doy derecho

en hacerlo pedazos en mi pecho. Que no duele el dolor cuando se entrega el corazón por amor y no se niega, que negarse a uno mismo un sentimiento… es marchitarse el alma en un momento.

Cuando la plegaria terminó el salón entero estalló en vítores, aclamando a su nueva reina, pero Rahyra sabía que aún quedaban dos cosas para convertirla en la reina del primer mundo, la ceremonia de coronación y consumar el matrimonio, y supo que el momento había llegado cuando la mano cálida del rey envolvió la suya y la arrastró por el salón.

La última mirada que le dedicó su padre antes de salir fue un claro, «Hazlo feliz»

Rahyra subió a la litera, donde cuatro porteadores a cada lado sostenían para acarrearlos hasta los aposentos del rey, y cuando el hombre subió cerró la puerta de golpe y los hombres se los llevaron.

Atrás quedaron los vítores y aplausos, y dentro de la litera se formó un silencio aterrador. Rahyra miró al rey, la corona de piedra encajaba perfecto en su largo cabello, de una piedra pulida que parecía vidrio.

Los ojos azules se posaron sobre Rahyra y ella dio un salto «¿Cómo se llama? » se preguntó. El rey tenía otro hermano, su apellido era Lévesque, pero Rahyra no recordaba si él era Maxwell o Máximo.

— Majestad — le dijo después de un momento, tenía el pulso acelerado — ¿consumaremos ya el matrimonio? — le preguntó y el hombre la miró de los pies a la cabeza.

— Eso ya debías haberlo sabido — la voz del hombre era fuerte, como un temblor. Rahyra susurró, no quería que los porteadores la escucharan.

— Pensé que podría…

— Saldremos de esto lo antes posible — le dijo él y se acercó para mirarla muy de cerca — esto no es más que un acto social, ni siquiera tenemos que vernos si no queremos, siempre y cuando engendres mis hijos y el apellido Lévesque crezca con el linaje real — regresó de nuevo a su asiento y miró por la pequeña maya hacia el pasillo del palacio — hoy mismo será el banquete y mañana la coronación, así saldremos de esto lo antes posible — la litera se detuvo y el rey bajó de una zancada.

Rahyra bajó tras él, las rodillas le temblaban mientras lo seguía hacia el aposento y cuando entró se quedó asombrada con la ostentosidad del lugar, ni siquiera la habitación de su padre era tan exuberante, pero no tuvo tiempo de detallar nada, el rey cerró la puerta con un golpe seco y se volvió hacia ella, la tomó por los hombros y la giró bruscamente para poder tenerla de espaldas, luego comenzó a soltar los botones del vestido.

Cuando estaba completamente desnuda la empujó sobre la cama y Rahyra se cubrió el rostro, no quería que la viera llorar.

El hombre se desnudó, tenía un cuerpo musculoso y fuerte, un poco pálido por la falta de sol y varias cicatrices que ella no logró identificar.

Sobre la mesita junto a la cama había un aceite que el rey utilizó para consumar el acto, no fue rudo, pero tampoco dulce, parecía que estaba desesperado por acabar con aquello tanto como Rahyra.

Los movimientos de él hacían crujir la cama y el ardor produjo en Rahyra una mueca de dolor que cubrió con sus manos, y al parecer al rey le molestó aquello, la volteó de espaldas y después de un rato acabó con una última fuerte estocada y cuando se alejó el dolor punzó en el vientre de la muchacha.

— No será agradable, lo sé — le dijo él sentado a la orilla de la cama, la espalda ancha subía y bajaba con una fuerte respiración — solo será una vez al mes, y cuando te embaraces menos que eso —se puso de pie y comenzó a ponerse la ropa que tenía debajo de la armadura de oro y plata — Vístete, hay que regresar el banquete — Rahyra intentó moverse, pero tenía el cuerpo entumecido. Los deseos de su padre se habían consumado, las estirpes de la serpiente y la rosa estaban unidas por sangre, la misma sangre que manchaba las sábanas impolutamente bancas de la habitación del rey.      

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