El rey salió de la habitación después de ponerse la armadura dorada, miró a Rahyra como si quisiera decirle algo, pero cerró la boca y Salió.
Un par de doncellas entraron a la habitación y tomaron el vestido de novia que reposaba en el suelo. La sangre sobre el edredón eran apenas un par de gotas, pero significaban toda una vida de castidad y pureza que se habían ido esa noche.
Miles, millones de mujeres, hubieran dado lo que fuera para que su primera vez fuera con el rey del primer mundo, pero ella no, y por la actitud del hombre notó que él lo había detestado tanto como ella, eso la hizo sentir un poco mejor, ambos habían sido obligados por el deber de sus estirpes.
Se vistió en silencio mientras las mujeres le ayudaban y luego salió, con la cabeza alta y respiró profundo antes de entrar al cubículo que los llevaría al banquete. Se preguntó por qué no podrían ir a pie si estaba tan cerca.
El rey no la miró durante el trayecto, casi como si se sintiera avergonzado, pero nunca perdió su gesto huraño. Era atractivo, mucho, la barba corta y el cabello largo, parecía un rey de verdad, y el entrecejo apretado no le quitaba majestuosidad.
— Deja de mirarme — le dijo él después de un momento y Rahyra casi saltó, miró hacia el suelo y así se quedó hasta que los porteadores se detuvieron frente al salón de banquetes.
Rahyra salió, el rey la estaba esperando y ella se sintió avergonzada aún más, no recordaba si él era Máximo o Maxwell. Se agarró del brazo de su esposo, la incomodidad que tenía entre las piernas le impedía caminar bien.
Entraron al salón y la música se detuvo, el sol había caído y solo las antorchas iluminaban el oscuro salón. Las personas aplaudieron y vitorearon al rey y a su mujer, todos sabían de donde venían y de hacer qué y le resulto humillante. Su hermano Raeyron, el mayor, la miraba con un gesto apretado de preocupación desde la mesa principal. Él tampoco sabía que ella ocuparía el lugar de su hermana.
— Con ustedes — dijo un hombre en voz alta, la música se detuvo al igual que todos los ruidos — Maxwell Lévesque, rey del primer mundo y su esposa Rahyra de la estirpe Leroy. Que su mandato sea eterno — toda la sala replicó al unísono:
— ¡Qué su mandato sea eterno!
Caminaron hasta la mesa principal donde estaba la familia real, Rahyra se sentó junto al rey, y le costó encontrar una posición para que el ardor leve que tenía no le incomodara, pero el vestido era estorboso y le impedía moverse.
Ella estaba a la derecha del rey, a su izquierda el consejero de la corona, que era el segundo hombre más importante del primer mundo y tambien la familia del rey, su hermana y hermano y tambien los padres, todos la miraron, unos con resentimiento y otros, como el hermano menor, con curiosidad.
— ¿Dónde está tu hermana menor? — le preguntó el rey y a Rahyra le tembló la voz.
— Está un poco indispuesta este día, majestad, espero que no le moleste — le dijo con elegancia, pero él no contestó nada más.
El banquete continuó, la música de los violines llenó el aire al igual que las risas y las conversaciones calurosas. Un grupo de muchachas de una mesa lejana miraba a Rahyra y se reía, se burlaban de ella y Rahyra entendió las razones, no es que tuviera algo que de verdad produjera risa, solo eran envidiosas de casas menos grandes que la suya y la odiaban por quedarse con el trofeo más grande de todo el primer mundo.
Rahyra levantó la copa que tenía hacia ellas y las muchachas palidecieron e hicieron los mismo, era hora que entendieran que de quien se burlaban era de su reina.
Los regalos comenzaron a llegar, y le sorprendió el ver que la gran mayoría de los líderes de cada estirpe parecía conocer bien su gusto por el arte y la lectura. De seguro en cuanto la vieron aparecer por la puerta de la iglesia idearon un plan de espionaje para ver qué preferiría la nueva reina como regalo.
Le dieron libros del mundo antiguo, telas de colores variados para sus vestidos y tambien muchas joyas representativas de cada estirpe. El rey parecía abstraído en una conversación con su consejero y no le prestó atención a ni uno de los regalos para su esposa.
Un hombre llegó con una canasta llena de frutas del color del sol, parecían frescas y jugosas, las dejó frente a Rahyra.
— Mi reina — le dijo, tenía aspecto fino y ropas caras — frutas de luz de la isla del amanecer — Rahyra había escuchado mucho de esa isla y sus exquisiteces, así que agradeció, tomó una de las frutas y cuando la llevaba a su boca la mano del rey se atravesó y ella mordió suavemente la piel de sus dedos. luego lo miró con duda. Él le habló al hombre que había traído la fruta.
— ¿De qué estirpe eres? — le preguntó y el hombre tragó saliva.
—Horak, mi señor — el rey se inclinó hacia el hombre.
— Qué raro —le dijo, aún no había quitado la mano de la fruta que sostenía Rahyra — los Horak son rubios de ojos azules — el hombre era moreno.
— Soy un primo lejano — los guardias reales dieron un paso al frente, dispuestos a atacar al hombre, pero el rey los detuvo con solo un gesto.
— Entonces no habrá ningún problema con que de el primer bocado —el rey le quitó la fruta de la mano a su esposa y se la tendió al hombre.
— Majestad, es un regalo para su esposa — el rey tenía la mano extendida hacia él y el hombre miró alrededor, no tenía salida, tomó la fruta y le dio un gran mordisco — Fin al primer mundo y al rey falso — dijo, era la frase de los enemigos del reino y después blanqueó los ojos y cayó al suelo en medio de convulsiones hasta que se quedó inmóvil. Rahyra miró con la boca abierta la canasta y las apartó de ella, el rey tomó una de las amarillentas frutas y le dio un mordico. Rahyra lo miró sorprendida, pero después de un minuto el veneno no pareció hacerle daño.
— Era un veneno fuerte —dijo él — como Luz de luna o cerezas de bosque — le dijo a su consejero. Rahyra recordó que los Lévesque eran inmunes al veneno, o eso se rumoreaba, por eso el símbolo de su estirpe era una serpiente. Él se volvió hacia ella y le habló con desprecio — espero que seas más cuidadosa para la próxima, el reino está en guerra y tu cabeza ahora es tan valiosa como la mía — Rahyra sintió que le palpitó fuerte el corazón. Volteó a mirar a la mesa de su padre donde él le sonrió con tristeza, entendiendo que las razones que Rahyra tenía para evitar esa vida a su hermana menor eran justificadas.
— Lo siento, majestad, seré más cuidadosa — él rey se volvió de nuevo hacia ella.
— Luego arreglaremos el asunto de que te hiciste pasar por tu hermana —el rostro de Rahyra se debió de poner muy rojo — pagarás por eso.
Rahyra no entendió lo que sucedió después, el hombre envenenado había sido retirado del banquete, el rey había comido de la fruta para averiguar qué clase de veneno era, luego la había amenazado y todo seguía como si nada hubiera pasado.Agradeció que los violines tocaran los vientos cálidos para ponerse de pie y caminar con decisión hacia la mesa de los Leroy donde su hermano la interceptó antes de que llegara y la arrastró hasta la pista de baile.— En esto te metiste — le dijo él — así que no te quejes.— Lo sé — le contestó Rahyra, su hermano Raeyron era alto y atractivo, tenía el cabello rojo de los Leroy un poco más oscuro y era un hábil peleador, ella lo había visto derrotar a hombres el doble de grandes que él — solo que no pensé que me envenenarían antes de ser coronada.— Con la corona de piedra, querrás decir, porque ya te coronaron — bromeó y Rahyra lo golpeó en el brazo — ¿Cómo estuvo? — ella miró alrededor, las personas que bailaban a su lado parecían inmersas en sus pro
Rahyra se acarició la mejilla mientras esperaba que su dama de compañía cerrara bien la puerta, miró a Kaeira, su hermana parecía encolerizada y ella la entendió, se había ilusionado realmente por ser la reina y Rahyra se lo había arrebatado de la peor manera, pero lo había hecho por salvarla.— No pediré disculpas por lo que hice — le dijo.— Lo sé — le contestó la menor — nunca lo haces — Rahyra negó con la cabeza repetidas veces.— No lo entiendes, lo hago para protegerte, justo ayer intentaron envenenarme, si hubieras sido tu…— ¿Sabes cuál es tu problema, hermana? — le dijo Kaeira acercados a ella, estaba más calmada pero su tono era igual de amenazante — siempre me has subestimado, siempre. No finjas que haces esto por alguien más que no seas tu.— Yo lo hice por protegerte — le insistió y la menor negó con la cabeza.— No te mientas. Esto no se va a quedar así, me lo pagarás, hermana — dio la vuelta y salió de la habitación cerrando de golpe.Rahyra se dejó caer en la cama, ni
Continuaron las felicitaciones, pero Rahyra ya estaba harta, le dolía la cara de tanto sonreír y tener que fingir que conocía y apreciaba a cada persona que se le acercaba, y resultó que los grandes lideres de las estirpes y las personas más importantes del primer mundo no eran más que aduladores y lame suelas que querían hacerse el favor de la nueva reina con collares caros y obsequios representativos de cada una de las grandes familias. Al final no era capaz de reconocer los rostros que se le cercaban y tenía la mano babeada de todos los besos que le dejaban sobre ella. Los hombres la miraban con deseo y las mujeres con envidia, de verdad que se había metido en un nido de víboras y eso la asustó, pero ver el rostro apretado de su hermana en la mesa de los Leroy la reconfortaba. Kaeira era una chica frágil y volátil que siempre actuaba según sus emociones y le era complicado controlarse, siendo la reina no hubiera durado ni un día. Rahyra sabía que tardaría en perdonarla, pero lo ha
Rahyra sintió la piel del rey junto a la suya por toda la noche. Intentó entender las intenciones del hombre, pero no pudo hacerlo, la noche de la boda él había llegado directamente a lo que tenían que hacer, pero esa noche le había pedido que tambien lo tocara, y no había podido hacerlo, ¿Por qué? Se preguntó por varias horas.No lo hizo porque no hubiera podido, Rahyra lo había visto, vio como creció y se puso grande y rígido y cuando estaba en su entrada lo sintió aún más duro, no había sido por el alcohol que les impedía a algunos hombres llegar a estar listos.«Es porque me veía a la cara» se dijo después de mirar por horas a la oscuridad. Cuando consumaron la boda, él la había volteado de espaldas para no verla, de seguro la veía fea o poco excitante. Él era el rey, Rahyra no se imaginó todas las mujeres con las que él debía de haber estado, cientos. Era un hombre en sobre manera atractivo, todo aun adonis millonario y rey, ella debería de ser un simple bagazo para él, de seguro
Rahyra se puso de pie con ayuda del rey, aún seguía viendo oscuro y la luz de las velas de la habitación le impedía poder ver con claridad, pero tenía que verlo por ella misma. Se agarró a los anchos hombros de Maxwell que la ayudó a sostenerse de pie, Rahyra intentó verle la cara, pero las lágrimas se lo impedían. Con pasos trémulos se alejó del cálido cuerpo del hombre y caminó hasta le ventana donde el vencejo esperaba atento a que le dieran de comer para regresar. Rahyra retiró el pergamino delgado que estaba sobre el pequeño gancho sobre el lomo y evitó mirar el emblema de su familia en el pecho del animalito que chilló pidiendo su recompensa. Maxwell sacó de un frasco un par de insectos y se los puso el el alfeizar de la ventana y Rahyra se sentó en una silla, abrió la carta rompiendo el sello, era la letra de su madre. «Rahyra, tengo una noticia importante, mi vida» comenzó diciendo la carta «tu hermana Kaeira dejó la caravana sin que nos diésemos cuenta, tomó al caballo vie
Rahyra ya había movido sus piezas, y esperó con todas las fuerzas de su corazón que el rey no se hubiera dado cuenta, y la esperanza subió cuando esa noche el hombre llegó y apenas si le prestó atención. Se denudó en silencio y se acostó desnudo al lado de Rahyra en la oscuridad. Ella esperó que en cualquier momento los brazos del rey la atrajeran para terminar de consumar la coronación, pero no lo hizo. Consumar el matrimonio era una obligación, pero consumar la coronación nada más una tradición. Rahyra recordó como le costó estar con ella la primera vez y luego una duda se instauró en se pecho «¿y si no le gustan las mujeres? » se preguntó en medio de la noche.Antes, aquella inclinación era castigada con la muerte, pero con el paso de los años el reino se ablandó lo suficiente, y ahora esa comunidad era tan libre como cualquier otra, incluso el mismísimo rey firmó el decreto hacía varios años que indicaba que dos hombres y dos mujeres podían casarse siempre y cuando lograran cont
Rahyra prácticamente corrió por los pasillos del castillo, evitando las miradas que se posaban sobre ella, se encontró con guardias reales que insistieron en que la acompañarían y decenas de lame suelas que intentaron averiguar a donde se dirigía con tanto afán.A Rahyra no le importó que los espías del rey le informaran que corrió hacia el nido de los vencejos, por eso abrió la puerta de golpe y entró bajo la atenta mirada del maestro de los vencejos que dejó caer al suelo el valde lleno de insectos con los que alimentaba a los pequeños mensajeros.—Majestad — le dijo el hombre — me ha asustado —Rahyra caminó hacia la mesa y tomó un pergamino, luego untó la punta de una pluma suave de ganso.—Lo siento, maestro, tengo que enviar un mensaje — el anciano caminó con pasos lentos hacia ella.— Puedo hacerlo por usted, mi reina, para eso estoy — ella negó y se sentó en la incómoda butaca.—No, maestro Lin, yo lo haré — habló con firmeza, era ley que el maestro de los vencejos de cada fami
Rahyra limpió ella misma la sangre del rey de la pared de la habitación, y cuando terminó se sentó en la cama a contemplar la mancha húmeda sobre la roca gris hasta que se secó por completo. Se preguntó cómo podría afrontar al consejo del rey y salir victoriosa y no pudo encontrar la solución. Ante aquellos hombres, miembros importantes del reino, su palabra no valía más que la de cualquiera de sus esposas, ni siquiera el ser la reina les importaría, para ellos, según lo que había escuchado, únicamente la palabra del rey era su palabra, así que no podía llegar con ese argumento, tenía que convencerlos de verdad. Se acostó en la cama mirando el techo adornado con runas extrañas talladas a mano. Las acciones de su hermana no tenían de verdad una explicación que pudiera librarla de un castigo enorme, ya era adulta ante la ley y la carta que le había dejado a su madre era una prueba suficiente para culparla. Rahyra sabía que Kaeira no podía librarse del castigo, pero lo único que quería