Rahyra se puso de pie con ayuda del rey, aún seguía viendo oscuro y la luz de las velas de la habitación le impedía poder ver con claridad, pero tenía que verlo por ella misma. Se agarró a los anchos hombros de Maxwell que la ayudó a sostenerse de pie, Rahyra intentó verle la cara, pero las lágrimas se lo impedían. Con pasos trémulos se alejó del cálido cuerpo del hombre y caminó hasta le ventana donde el vencejo esperaba atento a que le dieran de comer para regresar. Rahyra retiró el pergamino delgado que estaba sobre el pequeño gancho sobre el lomo y evitó mirar el emblema de su familia en el pecho del animalito que chilló pidiendo su recompensa. Maxwell sacó de un frasco un par de insectos y se los puso el el alfeizar de la ventana y Rahyra se sentó en una silla, abrió la carta rompiendo el sello, era la letra de su madre. «Rahyra, tengo una noticia importante, mi vida» comenzó diciendo la carta «tu hermana Kaeira dejó la caravana sin que nos diésemos cuenta, tomó al caballo vie
Rahyra ya había movido sus piezas, y esperó con todas las fuerzas de su corazón que el rey no se hubiera dado cuenta, y la esperanza subió cuando esa noche el hombre llegó y apenas si le prestó atención. Se denudó en silencio y se acostó desnudo al lado de Rahyra en la oscuridad. Ella esperó que en cualquier momento los brazos del rey la atrajeran para terminar de consumar la coronación, pero no lo hizo. Consumar el matrimonio era una obligación, pero consumar la coronación nada más una tradición. Rahyra recordó como le costó estar con ella la primera vez y luego una duda se instauró en se pecho «¿y si no le gustan las mujeres? » se preguntó en medio de la noche.Antes, aquella inclinación era castigada con la muerte, pero con el paso de los años el reino se ablandó lo suficiente, y ahora esa comunidad era tan libre como cualquier otra, incluso el mismísimo rey firmó el decreto hacía varios años que indicaba que dos hombres y dos mujeres podían casarse siempre y cuando lograran cont
Rahyra prácticamente corrió por los pasillos del castillo, evitando las miradas que se posaban sobre ella, se encontró con guardias reales que insistieron en que la acompañarían y decenas de lame suelas que intentaron averiguar a donde se dirigía con tanto afán.A Rahyra no le importó que los espías del rey le informaran que corrió hacia el nido de los vencejos, por eso abrió la puerta de golpe y entró bajo la atenta mirada del maestro de los vencejos que dejó caer al suelo el valde lleno de insectos con los que alimentaba a los pequeños mensajeros.—Majestad — le dijo el hombre — me ha asustado —Rahyra caminó hacia la mesa y tomó un pergamino, luego untó la punta de una pluma suave de ganso.—Lo siento, maestro, tengo que enviar un mensaje — el anciano caminó con pasos lentos hacia ella.— Puedo hacerlo por usted, mi reina, para eso estoy — ella negó y se sentó en la incómoda butaca.—No, maestro Lin, yo lo haré — habló con firmeza, era ley que el maestro de los vencejos de cada fami
Rahyra limpió ella misma la sangre del rey de la pared de la habitación, y cuando terminó se sentó en la cama a contemplar la mancha húmeda sobre la roca gris hasta que se secó por completo. Se preguntó cómo podría afrontar al consejo del rey y salir victoriosa y no pudo encontrar la solución. Ante aquellos hombres, miembros importantes del reino, su palabra no valía más que la de cualquiera de sus esposas, ni siquiera el ser la reina les importaría, para ellos, según lo que había escuchado, únicamente la palabra del rey era su palabra, así que no podía llegar con ese argumento, tenía que convencerlos de verdad. Se acostó en la cama mirando el techo adornado con runas extrañas talladas a mano. Las acciones de su hermana no tenían de verdad una explicación que pudiera librarla de un castigo enorme, ya era adulta ante la ley y la carta que le había dejado a su madre era una prueba suficiente para culparla. Rahyra sabía que Kaeira no podía librarse del castigo, pero lo único que quería
Rahyra salió de la habitación del concejo y se cruzó apenas con los demás miembros, Cleo la estaba esperando unos metros en un discreto segundo plano y cuando llegó con ella se le colgó del brazo.De una cosa estaba segura, según por lo que había escuchado, Maxwell era un rey que escuchaba mucho a su concejo, y Rahyra estaba segura que ellos escogerían asesinar a su hermana. Dario, haría lo que dijera Sr Donly y el comandante de la guardia quería la cabeza de Rahyra, entonces a su mente le llegaron las palabras que le había dicho Máximo aquella mañana “afuera es el rey, pero dentro de ese cuarto, ahí adentro es tuyo, aprovechalo”—¿Qué sabes de complacer a un hombre? — le preguntó Rahyra a su dama de compañía y la menor la miró con los ojos abiertos.— Bueno, majestad — le dijo la muchacha — no sé mucho, la verdad, pero mamá me ha hablado bastante, y las amigas con las que entrené aún más.—¿Qué me aconsejas para hacer feliz al rey? — a Rahyra no le agradaba mucho esa idea, pero esa n
El rey se acostó a su lado en la cama después de que sus respiraciones se acompasaron, y cuando Rahyra tomó la sabana para cubrirse se sintió extraña, un poco más liberada, como si se hubiera quitado un manto espeso que le impedía moverse bien.Maxwell sopló la única vela que iluminaba la estancia y todo quedó en las tinieblas, pero bajo la sábana Rahyra aún podía sentir el calor de la piel del rey y tuvo el irremediable impulso de acariciarlo nuevamente, pero se contuvo.—¿Ya estoy embarazada? —le preguntó ella y Maxwell se rio un poco, se notaba cansado y un poco adormilado.—La verdad no lo sé —le respondió él —eso se supone que lo saben las mujeres — Rahyra se rascó la cabeza. Cuando una mujer se va a casar, pasa largos ratos con su madre hablando de esas cosas, pero Rahyra había ocupado el puesto de su hermana en último momento y no tuvo tiempo de ninguna charla.—La verdad, no lo sé —se volvió hacia el rey —eso que salió… lo que salió de ti, de allá, ¿es lo que me embaraza? — Ma
Rahyra de verdad imaginó que su papel en el reino sería de utilidad, así lo quería, pero ya llevaba toda la mañana en su habitación rodeada de cientos de pergaminos que se caían de la cama y se esparcían por el piso. Cleo ya tenía los ojos cuadrados de leer todas las cartas de compromiso que tenían que revisar.—Lord Bermin Dorn quiere casar a su hija con el hijo mayor del lord de los bosques negros, estirpe Mardor — le leyó Cleo y Rahyra intentó hacer memoria, los Mardor era la familia más rica de los bosques oscuros y de su capital, Pozos negros, pero por más que intentó recordar no supo quiénes eran los Dorn. Volteó a mirar a Cleo que se encogió de hombros.—No sé quiénes serán los Dorn — le dijo la muchacha. Rahyra lanzó el pergamino que tenía en la mano, la ventana de la habitación estaba llena del excremento de los cientos de vencejos que llegaron ese día con las propuestas de matrimonio.—Esto me parece ridículo — dijo y Cleo asintió con la cabeza.— La mayoría ni siquiera ha l
Rahyra pasó toda la tarde con las viudas silenciosas, y cuando caminó hacia la salida no supo cómo sentirse. La organización de mujeres era bastante peculiar, y le asustó lo dispuestas que estaban para asesinar a su ornen sin consideración, pero al menos se encargarían de los trabajos desagradables como leer y aprobar todos los matrimonios del reino. Cuando salió a la calle la noche ya había caído y Sr Eliver estaba inquieto y con ganas de meter la cabeza dentro del lugar. —Ya estaba ansioso, majestad —le dio y ella le puso la mano en el hombro para que se calmara. —Estoy bien, Sr Eliver, volvamos al castillo —le dijo ella y cuando se volvió hacia la calle no encontró el carruaje — donde está… —Se fueron —le dijo él — el conductor dijo que tenía que hacer un recado del rey y que volvería en quince minutos. —¿Y hace cuanto se fue? —Unas dos horas — Rahyra miró alrededor, las calles estaban comenzando a quedarse vacías y el cielo se oscureció, solo algunas antorchas mal distribuida