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5° La reina del primer mundo.

Rahyra se acarició la mejilla mientras esperaba que su dama de compañía cerrara bien la puerta, miró a Kaeira, su hermana parecía encolerizada y ella la entendió, se había ilusionado realmente por ser la reina y Rahyra se lo había arrebatado de la peor manera, pero lo había hecho por salvarla.

— No pediré disculpas por lo que hice — le dijo.

— Lo sé — le contestó la menor — nunca lo haces — Rahyra negó con la cabeza repetidas veces.

— No lo entiendes, lo hago para protegerte, justo ayer intentaron envenenarme, si hubieras sido tu…

— ¿Sabes cuál es tu problema, hermana? — le dijo Kaeira acercados a ella, estaba más calmada pero su tono era igual de amenazante — siempre me has subestimado, siempre. No finjas que haces esto por alguien más que no seas tu.

— Yo lo hice por protegerte — le insistió y la menor negó con la cabeza.

— No te mientas. Esto no se va a quedar así, me lo pagarás, hermana — dio la vuelta y salió de la habitación cerrando de golpe.

Rahyra se dejó caer en la cama, ni siquiera había sido coronada y ya la habían intentado envenenar y a amenazado dos veces, ¿así sería su vida ahora como reina? Cleo entró cerrando la puerta y comenzó a hacer sus deberes en silencio. Rahyra la miró, era una muchacha atractiva y se veía fuerte.

— ¿Eres entrenada? — le preguntó y ella asintió.

— Si, majestad, conozco seis tipos de artes marciales del viejo mundo y manejo bien la espada y el cuchillo. El rey me escogió personal mente para protegerla — Rahyra se sintió aún más asustada, si necesitaba una dama de compañía de ese calibre ¿Cuánto riesgo estaría corriendo?

Por suerte para Rahyra el desayuno era en la mesa principal, a solas, únicamente estaba el rey y su familia.

Cuando Rahyra entró todos la miraron, menos el rey que parecía estar más concentrado en el vino que tenía en la copa. Caminó hasta su asiento junto a él y se sentó. El hermano menor del rey, Máximo, la miraba fijamente.

— Dime, Rahyra, ¿qué edad tienes? — el rey le dio una mirada asesina a su hermano y él se encogió de hombros. Los Lévesque eran muy parecidos, de ojos claros y cabellos castaños, altos y firmes. Rahyra se aclaró la garganta.

— Veinticinco — dijo con seguridad y Máximo regresó a su asiento. La hermana menor estaba muy concentrada en su comida, y no estaban los padres del rey, pero ella no se atrevió a preguntar.

El padre de Maxwell no había sido el rey, a la muerte de su abuelo y luego su abuela él había heredado la corona ya que su pare era muy viejo para poder hacerlo, Rahyra no recordaba cómo se llamaba. Siempre que hablaban del reino ella se concentraba en otras cosas, ahí entendió que debió de haber prestado atención. 

— La coronación será al atardecer — dijo el rey después de un rato — la guardia real estará por todo el castillo, pero no está demás decir que lleven su protección personal, a nuestros enemigos no les conviene una nueva reina — Máximo se rio.

— No creo que esta reina sea como la anterior — Maxwell lo miró con rabia y el menor cerró la boca, pero aun así con una sonrisa burlona. La menor de los Lévesque, Meixing, levantó la mirada hacia Rahyra, tenía unos ojos grandes y ávidos, tendría unos veinte.

— ¿Cuándo tendré sobrinos? — preguntó y el rey se atragantó con el vino que tenía en el boca, tosió un par de veces y Rahyra se debió de haber puesto muy roja.  

—Es pronto para pensar en eso — dijo y ella ladeó la cabeza.

—¿Crees que papá y la ley te obligaron a contraer matrimonio solo para que tuvieras una esposa? — lo regañó la hermana menor — la línea real de los Lévesque necesita descendencia, así el reclamo a la corona será más firme y Valyor tiene menos crédito — no era la primera vez que Rahyra escuchaba ese nombre, era el hijo del anterior rey, el abuelo de Maxwell, o sea el tío del rey y decía que la corona de piedra era suya e inició una guerra por ella.

— Lo sé, pero ella aún ni siquiera es la reina — le dijo el rey, a Rahyra comenzaba a molestarle que hablaran de ella como su no estuviera ahí.

— Enviaré al curador para que les dé té de cerezo verdoso — dijo y la cara del rey enrojeció — eso los pondrá calientes y así engendrarán a muchos hijos de la serpiente y la rosa — el puño que el rey le dio a la mesa volteó un par de copas de vino.

—¡No lo harás! — le dijo con rabia y se paró de la mesa, luego se giró hacia Rahyra — prepárate, adelantaré la coronación — dijo y salió de la habitación. Rahyra se puso de pie.

— ¿Para cuándo? — le preguntó ella y él le respondió sin volverse.

— Ya — Rahyra se sentó con pesadez, se le había ido el hambre. La muchacha frente a ella bufó.

— Que su actitud agresiva no te engañe — le dijo a Rahyra — es un hombre tierno y dulce.

— Pues no parece — dijo con rabia, Meixing asintió con la cabeza y fue Máximo el que habló.

— ¿Y crees que puede mostrarlo? — le preguntó — él es el rey del primer mundo, doce grandes territorios dependen de él, no puede ser algo más que lo que demuestra — tomó una fruta de en medio y se puso de pie — afuera es el rey, pero dentro de ese cuarto, ahí adentro es tuyo, aprovechalo — se fue y Rahyra se quedó sola con la hermana del rey.

— En cuanto al té…

— Si me das de beber eso sin mi consentimiento — le dijo Rahyra y se puso de pie — haré que te ahorquen mientras duermes — Meixing soltó una carcajada.

—Tal vez sí seas una buena reina — le dijo. Rahyra salió del lugar. Cuando alcanzó a Cleo que la estaba esperando afuera se le agarró del brazo

—Esta familia está loca — la dama de compañía se rio.

Era muy importante para las estirpes mostrar de qué familia viene cada persona, por eso en cada estandarte, cada prenda de ropa y tambien cada objeto, el emblema era lo que más resaltaba. por eso Rahyra se sintió incómoda usando el estandarte de los Lévesque.

Toda su vida usó el emblema de la rosa con espinas de su familia, en la ropa, en las decoraciones y tambien en cada esquina del castillo de su padre, pero cuando la vistieron con un vestido de cola larga de color negro, con una serpiente enroscada sobre sí misma en el pecho, se sintió como si fuera otra persona.

El anillo, los tocados del cabello y también el maquillaje oscuro en los parpados, todo en referencia a la serpiente de escamas negras. Incluso el peinado de cola larga y trenzada.

Cleo la acompañó hasta la entrada del enorme salón, donde el trono del rey remarcaba la superioridad del hombre montado sobre una loza de piedra, y junto él, uno más pequeño y estrecho. Ese era el que ocuparía ella el resto de su vida.

Caminó hacia las escaleras y se arrodilló ante el rey, era el ritual que le habían dicho que tenía que hacer. Él se levantó del trono y la levantó del mentón, los ojos le brillaron y la miró directo, luego con la yema del dedo pulgar le tocó el labio y ella sintió escalofríos.

—Llegó la hora, ¿estás lista? — le peguntó él, era la primera vez que le hablaba en un tono amable. Rahyra asintió con seguridad.

Maxwell la soltó y caminó hacia un pedestal que estaba cubierto de oro y plata y tomó una corona de piedra pulida que estaba sobre cojines de ceda, la levantó en el aire y todos aplaudieron. Esa era la corona de la anterior reina, la abuela de él, y según lo que había escuchado el rey, antes de la muerte de su abuela y que lo coronaran, eran inseparables. Rahyra pensó que aquel ritual sería doloroso para él, pero en su rostro no encontró ningún sentimiento.

Dos hombres vestidos de negro tomaron la corona y la colocaron sobre un cuenco profundo, luego la golpearon con grandes mazos y después de un par de golpes se rompió en varios fragmentos.

Llevaron el cuenco a una fragua bajo la atenta mirada de las cientos de personas que estaban en el gran salón,  mientras la piedra se fundía, uno a uno cada uno de los grandes señores del primero mundo se arrodillaron frente a Rahyra y le juraron su eterna lealtad.

Pasaron al menos tres horas entre una cosa y otra, y Rahyra observaba de reojo como pulían y brillaban la nueva corona que había salido de los restos de la anterior. Hasta que llegó el momento, el salón se quedó en completo silencio.

El rey Maxwell tomó la corona terminada y caminó con ella, subió los escalones hasta donde estaba el trono y cuando llegó hasta donde estaba Rahyra se la enseñó. Era de piedra, pero tan perfectamente tallada y pulida que parecía un cristal grisáceo, era hermosa. El rey la giró para que la viera de frente y ella vio el símbolo que marcaba la frente, era una serpiente que se enroscaba sobre una rosa con espinas y ella lo miró con los ojos abiertos.

— Sé todo lo que significa para ti tu familia — le dijo él — y aunque ahora eres una Lévesque de la serpiente, nunca debes olvidar de dónde vienes, una reina nunca debe — Rahyra se aguantó las ganas de abrazarlo, que le permitiera conservar el símbolo de su estirpe era un detalle sublime, nunca dejaría de ser una Leroy.

Se arrodilló ante el rey y él colocó con delicadeza la corona sobre su cabeza, estaba tibia aún y le quedaba perfecta, claro que sí, la hicieron a medida.

Él dio un paso al lado y la sacerdotisa habló a través de la venda que le cubría la boca.

— Te arrodillaste como una hija de la estirpe Lévesque, los herederos de la rosa — comenzó la mujer, su voz hizo eco por todo el lugar — y levantarás como Rahyra Leroy de Lévesque, heredera de la serpiente — los ojos de Rahyra se llenaron de lágrimas, el rey le había permitido tambien conservar su apellido. Se puso de pie y la mujer gritó — ¡Larga vida a la reina del primer mundo¡ — todo el salón gritó al unísono.

— Larga vida a la reina — Rahyra ya era la reina oficialmente, pero en lo único que pudo pensar en ese momento era que debería consumar la coronación de nuevo con el rey, debía acostarse otra vez con él y eso la puso terriblemente nerviosa. Volteó a mirarlo, el rey la veía con orgullo y algo más que ella no logró explicar.

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