Capítulo 2:

Forcejeando y luchando para soltarse del agarre de sus captores, ella fue llevada por el bosque, en momentos a la fuerza y otros aceptaba caminar, sobre todo cuando los brutales empujes del capitán y sus hombres se volvían demasiado bruscos.

—¿Cuánto falta?—escupió ella con los dientes apretados, evitando hacer contacto visual con el hombre.

—¿Preguntas porque estás ansiosa de conocerlo o porque quieres saber cuánto tiempo aún te queda para escapar?—ronroneo el hombre con arrogancia.

—Pregunto porque se me da la jodida gana, perro faldero—siseo ella con sus azules ojos de centro dorado inyectados de rabia y veneno.

El capitán la observó, su rostro volviéndose aún más rojizo debido a la rabia que luchaba por contener dentro suyo.

La correa de autocontrol que aún extendía sobre sí mismo volviéndose débil, casi inexistente.

—Tienes valor, mujer—ronroneo el hombre sin dejar de caminar—. Solo espero que esté te abandone antes de entrar al castillo, de lo contrario no duraras mucho.

—¿Intentas asustarme?—respondió ella intentando mantener el ritmo de los hombres, pero sus fuerzas comenzaban a flaquear.

—No. Solo trato de advertirte… eres la primera mujer que tiene el valor y coraje suficiente como para intentar escapar, yo valoro eso—respondió el capitán pasando una mano por su cabello castaño.

La hermosa mujer de cabello dorado y mirada azul con iris color oro lo observó durante varios segundos, antes de obsequiarla una media sonrisa ladeada.

—¿En algún momento me dirán sus nombres o simplemente debo imaginarme uno?—preguntó ella intentando trotar a su lado, pero ninguno de los hombres respondió—, que maleducados, mi nombre es…

—No nos digas tu nombre. No queremos saberlo—advirtió uno de los soldados que la escoltaba de forma hosca y algo hostil.

Los ojos de la hermosa chica se expandieron ante la sorpresa y el peso de autoridad que colgaba de aquel tono de voz.

Sin embargo no protestó, ella se dió cuenta que había intentado transgredir una delgada e invisible línea que separaba sus mundos; está era una barrera tan delgada que cualquier intento de amabilidad podía llegar a estar mal interpretado.

En silencio y con la vista fija en el suelo del bosque, ellos avanzaron varios metros, antes de que el capítulo hablara en tono demasiado bajo.

—Ya sabemos tu nombre, Lyra, nuestros superiores nos lo informaron cuando nos asignaron la misión de escoltarte durante el primer trayecto del viaje—comenzó a explicar el hombre evitando hacer contacto visual con ella—. Mi equipo y yo decidimos hace tiempo evitar cualquier tipo de relación, incluso amistosa, con los objetivos.

Conforme las palabras salían de los labios del hombre, ella comenzaba a comprender cada vez menos al respecto.

—¿Porque? No está prohibido que las elegidas se relacionen con otras personas e incluso hombres… siempre y cuando su virginidad se mantenga intacta, claro—respondió Lyra con sorpresa.

Durante muchos años, ella había asumido que la diferencia de sus clases sociales era lo que marcaba aquella barrera invisible que los separaba; sin embargo en aquel momento se dió cuenta que había otro motivo, uno que ella desconocía por completo.

El hombre a su lado pasó una mano por su cabello, mientras mordisqueaba un poco su labio inferior, en su mente se debatía la idea de abrir la boca y revelar cierta información, o simplemente callar, dejando aquel ser de alma libre a merced de su suerte.

—Escucha, niña, él tiene mil años en esta tierra… mil años sin esposa ni compañera—susurro él, dejando las palabras colgando entre ellos con la esperanza de que ella comprendiera el mensaje encriptado.

—¿Él es gay?—respondió ella.

Al instante todos los hombres que la rodeaban estallaron en una carcajada de risas que atravesaron su delgado y delicado cuerpo.

Sintiendo algo de vergüenza, se encogió un poco, mientras mordía nerviosa su labio inferior.

—No, niña, estamos seguros de que él no es gay—continuó hablando el capitán, lanzando miradas lascivas llenas de odio a sus compañeros, antes de volver la vista hacia ella—. Sin embargo hay un motivo por el cual él sigue solo.

Lyra espero, observando con paciencia y algo de ansiedad el rostro anguloso de su escolta.

»—El ve a las mujeres como juguetes, objetos—las mejillas del capitán se volvieron algo rosadas mientras volvía la vista al frente—, y como tales, las desecha cuando se aburre. Por eso evitamos entablar cualquier tipo de relación.

»—Todos los años llevamos veinticinco chicas para que él escoja una esposa, y sin embargo año tras año el trono a su lado sigue vacío. 

Si nos hiciéramos amigos de cada una de las chicas que llevamos a ese castillo, a estas alturas nuestros corazones no serían capaces de resistir la labor.

Por primera vez, desde que había escapado de ellos y se los había vuelto a topar en el bosque, ella los observaba con otros ojos, unos llenos de admiración, tristeza y compasión.

Sin embargo, una duda insistente surco su mente.

—¿A qué te refieres con eso de que desecha a las mujeres?—susurro ella temerosa de escuchar la respuesta.

El murmullo bajo que emergia del grupo de hombres a su alrededor se sometió ante el terror de sus palabras, mientras que el silencio reinaba entre ellos.

—Nadie está seguro de lo que ocurre en aquella corte de pesadillas—comenzó a explicar el capítulo con la voz afectada—, solo sabemos que las mujeres que entran allí, al poco tiempo desaparecen. No sé las vuelve a ver en el reino, ni siquiera dentro del palacio, como si la tierra se las tragara.

Uno de los hombres, el mismo que la había interrumpido al intentar decir su nombre río de forma abrupta y forzosamente, atrayendo la atención de todos ellos.

—No le mientas, sabemos que le ocurre a las doncellas que entran al castillo—siseo el soldado con asco—. El las débora, bebe cada gota de su sangre arrebatandoles la fuerza vital, es así como logra vivir durante tantos años.

Las palabras golpearon la mente de Lyra igual que un feroz y brutal terremoto conmocionó la tierra, colmado de miedo todo su ser y poniendo a temblar cada músculo de su cuerpo.

—¿Qué es lo que él quiere realmente?—susurro ella con la voz ronca y las lágrimas empañando su campo de visión mientras detenía su paso.

Los hombres a su alrededor no respondieron, se limitaron a observarla con pena.

—Algo que comer o algo que amar—respondió una voz masculina diferente, completamente desconocida para ella, proveniente de sus espaldas.

Por instinto, ella volteó, solo para hallar a un atractivo joven montando un hermoso corcel blanco.

Los símbolos que recubrían la armadura eran gemelos a los de los hombres que la escoltaban, por lo que ella dedujo que se trataba de otro miembro del equipo.

—Teniente Peter—dijo con tono firme el hombre junto a ella, enderezando la columna de forma casi imperceptible—. No esperábamos encontrarlo hasta el cruce del puente.

El atractivo hombre sobre el caballo no desmontó ni hizo ningún ademán de intentar hacerlo, simplemente le dió una pequeña orden al astuto animal para que avanzará unos cuantos pasos más.

—Decidí prestar mi ayuda luego de ser informado de que teníamos a la primera escapista—ronroneo el hermoso chico de cabello oscuro y mirada esmeralda sin soltar las riendas de su caballo, mientras escaneaba a Lyra de piez a cabeza—. Aunque debo decir que me llevo una gran decepción… la imaginé al menos un poco más rellena o tan siquiera con cuerpo de mujer.

El hermoso y atractivo chico del caballo estaba hablando de ella, se estaba burlando de ella y su deplorable estado físico.

Por primera vez, después de escuchar todos los horrores que salían de los labios de sus escoltas, la rabia y el enojo volvieron a apoderarse de su cuerpo.

—¿Sabes que? Idiota, así como estoy, puedo asegurarte que estoy en condiciones de rellenar tu trasero a patadas—escupio ella—. Lo lamento, perdón mis modales… señor teniente idiota.

Los hombres a su alrededor guardaron silencio, mientras miraban con pavor el rostro rígido como la muerte de Peter.

Sin embargo, cuando la rabia comenzó a abandonar el cuerpo de Lyra, llevándose consigo aquella descarga de adrenalina, dándole lugar al pensamiento lógico, el atractivo chico sobre el caballo comenzó a reír a carcajadas.

—Joder, si que tienes una lengua de plata chica—dijo el teniente de mirada esmeralda, mientras intentaba recuperarse del ataque de risas—. Bueno señores, a partir de ahora los liberó de este demonio, desde ahora en más yo seré tu escolta.

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