Cada vez comentan menos, entonces la siguiente actualización será el próximo lunes, gracias por leer.
Lo que quedó de la tarde Paula y Juan Andrés lo único que hicieron fue consolarse uno al otro, intentando buscar una esperanza, él investigó en internet, encontraron una clínica especializada en enfermedades neurológicas, y decidieron que a la mañana siguiente estarían en consulta. Más tarde un poco más tranquilos, llegaron a la Momposina por Cris. María Paz notó de inmediato el semblante descompuesto de su hijo, el corazón se le estrujó, al no poderlos ayudar. Justo en el salón estaba de visita don Miguel Duque, el abuelo de Andrés.—Me da gusto verte muchacho —dijo el señor—, hace meses que no nos vemos. ¿Cómo estás?Juan Andrés sonrió levemente, le daba gusto ver a su abuelo, el señor Duque solía pasar largas temporadas en México junto a su esposa Mariana, solían vacacionar allá, y aprovechar para visitar a la familia de ella, pero la dicha para el joven Duque no era completa, no cuando ahora sabía que la vida de la mujer a la que amaba pendía de un hilo. —Me ha pasado de todo ab
Luego de dejar a Cris en la escuela, Paula y Juan Andrés, se dirigieron a la clínica que miraron por internet. En el camino ningún de los dos dijo nada, cada uno iba sumido en sus pensamientos, rogándole a Dios por un milagro, y que Sergio les hubiera mentido. Cuando llegaron a aquel blanco edificio, Paula soltó un suspiro, y tomó la mano de Andrés. —¿Qué va a pasar si el doctor Sergio no mintió? ¿Has pensado en esa posibilidad? Juan Andrés giró su rostro, su mirada se volvió a llenar de desesperanza, el corazón le latía desaforado. Inhaló profundo. —Sé que no puedo negarme a esa posible realidad, y no he querido pensar en eso, pero en todo el camino esa duda me viene martillando el cerebro —expuso con la voz llena da abatimiento. Se mordió el labio inferior—, si el diagnóstico de Sergio es el acertado, te prometo que haré de tus últimos días los mejores. —Volteó su rostro conteniendo las lágrimas. Los labios de Paula temblaron, pasó con rapidez la saliva varias veces inten
La mirada de Luciana brillaba, sonreía con amplitud al mirar como quedaron esos muebles de mimbre en la terraza de su alcoba. —Nunca pensé vivir en un lugar tan bonito, y que un príncipe como Juan Miguel se enamorara de alguien como yo —susurró hablando sola, suspiró profundo, miró su reloj y bajó corriendo las escaleras, se metió a la cocina anhelaba sorprender a su pareja con una exquisita cena, en su primera noche en su nuevo hogar. Mientras picaba unos vegetales escuchó el ruido del motor de un vehículo, miró desde el ventanal y se dio cuenta de que era el auto que la escoltaba, entonces prosiguió con la cena hasta que escuchó el timbre. Lu se lavó las manos, se secó en el delantal, y contestó por el auricular. —Quien. —Soy el agente Estrada, vengo a presentarle a su nuevo escolta. —Ya le abro. Lu presionó el botón y la puerta se abrió, mientras ella se quitaba el delantal. Estrada y Albeiro ya se encontraban en la sala. Albeiro apretó los puños, miró el lujo y tensó la man
Uno de los días más importantes para Paula había llegado, esa mañana presentaba su examen y por fin se iba a graduar del colegio. Ella despertó minutos antes de la alarma, repasaba en su mente una y otra vez los temas, su estómago revoloteaba ansioso, tenía hasta náuseas, entonces prefirió no ver más los libros, se metió a la ducha. Instantes después cuando volvió a la alcoba Juan Andrés ya había despertado, Paula parpadeó al ver sobre la cama, un hermoso vestido rosa, estampado con flores, acampanado, de cuello en V y manga corta. —Wao, es hermoso —susurró. —Es para ti, hoy debes lucir muy bien —dijo Juan Andrés y la contempló. Paula se mordió los labios, lo observó con la mirada brillante, se acercó a él, y le agradeció el obsequio con un beso. Juan Andrés no desaprovechó la oportunidad para corresponder su caricia, tomarla por la cintura y subirla a la cama con él. Paula no puso objeción, nunca podía resistirse a los besos y caricias de él. Juan Andrés deslizó sus labios por
Paula ya había rendido el examen escrito, tomó sus cosas y salió del salón a esperar que la llamaran para el oral. —¿Cómo te fue? —cuestionó Juan Andrés, quién sostenía de la mano a Cris, los dos la estaban acompañando ese día tan importante. —Pues, creo que bien. —Apretó los labios. —Estudiaste mucho, estoy seguro de que vas a pasar —le dijo Juan Andrés le dio ánimos. Treinta minutos más tarde Paula escuchó su nombre, el momento de rendir el examen oral había llegado. Cris y Andrés la acompañaron. —Esperamos llegar a tiempo —dijo María Paz acompañada de su esposo. Paula sonrió complacida, para ella era muy importante estar acompañada de las personas que quería, y los padres de Juan Andrés se habían ganado su cariño. —Gracias por venir, sí en este instante rendiré la prueba oral, pueden pasar si lo desean. —Claro —dijo Joaquín. Los señores Duque se adelantaron con el niño. Juan Andrés detuvo el andar de Paula. —Recuerda que estoy muy orgulloso de ti, lo harás bien. —Rozó sus
Luciana llegó con el semblante lleno de palidez a la oficina, pedirle dinero a Juan Miguel, no era una opción para ella, pero no tenía otra alternativa, no podía hablar, no era tan sencillo como la gente pensaba, no cuando la persona que la estaba extorsionando era un asesino a sueldo, capaz de cometer los peores crímenes. —Te recuerdo que, en unos días, yo dejo el cargo, y tú no has aprendido nada —refutó Isabel—, ser la querida del jefe no es suficiente. —La miró con desdén—, aunque aquí comentan que eres buena para otro tipo de funciones. Lu apretó los puños, se quedó callada, no tenía ánimos de discutir con nadie, no tenía sentido, todos en esa empresa sabían su antigua profesión, murmuraban en los pasillos, los hombres la veían con morbo, las mujeres no se le acercaban, era como si tuviera una enfermedad contagiosa. —Organiza esas carpetas —ordenó Isabel. Justo en ese momento Juan Miguel abrió la puerta de su oficina y salió, frunció el ceño al ver a Lu en el escritorio, y qu
En otra de las chozas los hombres de la tribu realizaron el mismo ritual con Juan Andrés, él se vistió con una camisa tipo guayabera blanca y pantalones del mismo tono. —Estamos listos —indicó un aborigen. Juan Andrés salió de la cabaña, anochecía, y habían prendido varias antorchas para iluminar el ambiente. Entonces su mirada se perdió con la presencia de Paula, ella vestida de blanco no parecía real, sino un ángel, se veía tan hermosa, caminaba hacia él sonriente. —Estás preciosa —le dijo Juan Andrés. —También tú —contestó ella, suspiró al verlo—, pareces un príncipe. —Lo soy —respondió él orgulloso. —No dejas de ser idiota —rebatió ella. La charla se vio interrumpida por el jefe de la tribu, quién los llevó a su santuario, ahí les brindó una charla, explicándoles la importancia de haberse escogido uno al otro. —Nada ocurre por casualidad, sus destinos debían juntarse, nacieron el uno para el otro —habló el sacerdote. Juan Andrés observó a Paula, y ella a él, ambos se refle
Un par de días pasaron luego de que Juan Andrés y Paula volvieron de Santa Marta, y su salud cada día empeoraba, él sabía que el tiempo se iba agotando, pero se negaba a aceptar la realidad. —¿A dónde me llevas? —cuestionó Paula, agarrando con fuerza la mano de Juan Andrés, ya que no podía ver nada porque tenía una venda en los ojos. —No seas impaciente, es una sorpresa —comunicó Andrés, entonces la ayudó a llegar al sitio indicado, y le retiró el pañuelo. Paula parpadeó, arrugó el ceño. —¿Qué hacemos en este galpón? —indagó dubitativa. —En este lugar construiremos un comedor comunitario para todos los indigentes, las personas que no tienen como alimentarse aquí en el barrio —expresó. Los ojos de Paula se cristalizaron, su corazón se conmovió y abrazó a su esposo. —¿En serio? —indagó balbuceando—, no tienes idea de lo que eso significa para todos, hay mucha gente que duerme sin cenar. —Suspiró profundo, y recordó aquellos días en los cuales pasaba sin alimentarse. —Por eso, po