Meses después. Los jardines de la Momposina volvieron a vestirse de blanco, varias carpas fueron colocadas encima de las mesas para los invitados, el altar de los novios estaba decorado con hermosas flores blancas. El camino por el cual iba a transitar la novia era una alfombra de rosas rojas. Todos los invitados estaban acomodados en sus sillas, la marcha nupcial se entonó, el novio suspiró profundo, miró como ingresaban sus hijos abriendo el cortejo, Cris y Maripaz de la mano llevaban los anillos, Thiago y Mariluz llevaban un canasto con pétalos de flores, al igual que Juliana y Joaquín Jr. Entonces los ojos de Juan Andrés brillaron, su corazón se aceleró, Paula apareció vestida como un ángel, con un vestido blanco en corte princesa, el corset estaba adornado con fina pedrería, su cabello estaba recogido en un moño, y su cabeza adornada con una tiara, su maquillaje era muy natural, caminaba con lentitud agarrada del brazo de su suegro: Joaquín. El corazón de Paula también se acel
Queridos lectores paso a agradecerles por llegar al final de este libro, para quiénes me han preguntado por la historia de Miguel y Luciana, les informo que varias veces dejé en notas de autor en varios capítulos que ellos tendrás su propia historia, y paso a darles la buena noticia de que ya está disponible aquí en Buenovela, publicada, sus tres primeros capítulos. Se titula: No sabía que tuvimos dos hijos. Por otro lado, espero le den la oportunidad a Una familia para el solitario CEO, se vienen capítulos intensos, misterios por descubrir, si aún no la leen los invito a hacerlo, si les encantan las historias de mujeres que son madres solteras y luchan por sacar a sus hijos adelante, este es uno de esos libros. Sin más espero verlas leyendo mis libros, dejando reseñas, comentarios, y sobre todo no olviden recomendar mis historias. Muchas gracias, queda pendiente el epílogo de Una esposa de mentira, y quizás un extra, en esta semana lo publicaré.
Un año después. —Paula date prisa —gritó desde la sala Juan Andrés a su esposa, esa mañana tenían una importante reunión. Con el dinero que Paula recibió como indemnización, decidió construir un albergue para madres solteras, era cierto que la cantidad apenas le sirvió para comprar el terreno; sin embargo, Mariela decidió apoyarla con la construcción y de igual forma la familia de su esposo. —No me grites —gruñó caminando con lentitud con la mano en la cintura—. No me digas nada —refunfuñó—, me veo horrible, parezco un globo. —Frunció los labios haciendo un puchero. Juan Andrés la observó con ternura, la contempló embelesado, ella lucía un hermoso vestido de seda de maternidad en color uva, su cabello sedoso y negro lo llevaba recogido en una media cola, su maquillaje como siempre era muy natural, y calzaba zapatos bajos. —Te ves preciosa —comentó, se aproximó a ella, y colocó su mano en el abultado vientre de su mujer, sintiendo los movimientos de sus bebés—, además aquí están c
Paula rodó los ojos resopló, de nuevo tomó el cojín y se lo lanzó como pudo.—¡Cálmate! ¡Deja de ser payaso! ¡Me duele! —Se quejó encogiendo su cuerpo. —Tranquila, respira, inhala y exhala como aprendimos —recomendó, intentando calmar su nerviosismo. —¿Qué ocurre? —preguntó Inesita entrando a la alcoba, entonces se dio cuenta de lo que pasaba—, yo me quedo con los niños, ya les ayudo con las cosas de los bebés —comentó. Enseguida Juan Andrés ayudó a su esposa a bajar las escaleras, y luego a subir al auto. —¡Duele! —volvió a quejarse Paula, apretó el brazo de él con fuerza—, date prisa —gruñó, las contracciones eran muy dolorosas, sentía que se le fragmentaba la cadera. —Ya voy, ya voy —repitió él, encendió el vehículo y pisó a fondo el acelerador—, respira por favor. Paula restregaba su cabeza en el asiento, apretaba el brazo de él, se quejaba del dolor y eso lo ponía más nervioso. —¡Apúrate! —gritó Paula—, ya no resisto más —jadeó apretando sus dientes—, duele horrible. Con M
“¡El tumor es maligno, te queda poco tiempo de vida, si te operas hay esperanzas!”Aquella frase retumbó con violencia en los oídos de Paula, e hizo eco en su corazón.«¿Con quién voy a dejar a Cristhopher?»Fue lo primero que pensó, la garganta se le secó y la piel se le estremeció, no podía dejar a su pequeño hijo solo.—¿Y cuánto costaría la operación? —indagó con voz trémula y los ojos vidriosos.—Treinta y cinco millones de pesos —dijo el especialista.Paula palideció por completo, se sostuvo de una silla, jamás en su vida había escuchado esa exorbitante cantidad. Ella no tenía un trabajo estable, había días que vendía en las esquinas de Manizales, lo que podía, en otras ocasiones ayudaba de mesera en restaurantes, limpiaba edificios, casas, pero no conseguía un empleo que le pudiera ayudar a sobrellevar su enfermedad, no tenía un título universitario, y por mala suerte no alcanzó a terminar el colegio, y lo que más le angustiaba era su hijo, el pequeño apenas tenía cinco años.—
Luciana abrió sus ojos de par en par, se estremeció al escuchar esa historia. Abrazó con calidez a su amiga para darle consuelo. —Estamos peor que antes —resopló deglutiendo la saliva con dificultad—, aunque existe una posibilidad, si trabajaras conmigo, podrías reunir con mayor rapidez esa cantidad —propuso la joven—, esta noche uno de los clientes dará una gran fiesta, ha pedido una dama de compañía. —Miró de pies a cabeza a Paula—, con un vestido elegante, algo de maquillaje, unos tacones, no quedarás mal, además no tienes que acostarte con él, no es obligatorio —indicó—, el cliente del cual te hablo es muy lindo y no te obliga a lo que no quieres, pero es muy juguetón con sus manos, y te da unos besotes. —Suspiró profundo.Paula negó con la cabeza, y sus hermosos ojos marrones los abrió con amplitud.—No pienso convertirme en una prostituta, yo tengo dignidad —enfatizó y se puso de pie—, no creo que no te pidan sexo, esos hombres pagan por mujeres, es obvio que quieren algo más —
Paula se levantó con un fuerte dolor de cabeza, cada día su dolencia se acrecentaba, por lo que decidió no salir a laborar, aunque el dinero le hacía mucha falta.—¿Puedes llevar a Cristhopher a la escuela? —pidió a Luciana—, no me siento bien —indicó.Luciana, inspiró profundo la miró con pesar.—Tranquila, duerme un poco, yo me haré cargo del niño —aseguró y le pasó un analgésico a su amiga con un vaso con agua—, toma la pastilla —solicitó.Paula asintió, se tragó la medicina, y luego cerró los ojos con fuerza, intentó dormir.—¡Mami! ¡Mami! —exclamó el pequeño Cris, tocándole las mejillas.—Deja dormir a tu mamá —solicitó Luciana—, está un poco cansada.El pequeño parpadeó, y luego enfocó sus enormes ojos azules en su mamá.—¿Otra vez está enferma? —cuestionó, sus labios formaron una fina línea, haciendo un puchero.Luciana, se aproximó al chiquillo, se agachó a su misma altura.—Solo está cansada, no llores, mejor ven te ayudo con tu uniforme —solicitó.—Yo puedo solo, ya soy gran
Hacienda la Momposina: Manizales, Colombia.Los miembros de la familia Duque se hallaban reunidos en el amplio comedor de la finca, el jefe de la familia se colocó los lentes, miró con seriedad el puesto vacío de su hijo: Juan Andrés.—¿En dónde está tu hermano? —cuestionó a Juan Miguel, el gemelo de Andrew.—No debe tardar papá —respondió el joven.Joaquin Duque el padre de los muchachos, resopló, estaba por ponerse de pie para ir a buscarlo, cuando el joven apareció.—Perdón la demora —dijo, tenía el cabello enmarañado, los ojos rojos de la mala noche que pasó el día anterior en la fiesta que se había prolongado hasta la mañana.—Toma asiento —ordenó el señor Duque—. Los reuní porque pienso hacer cambios importantes en la organización administrativa del negocio.—¿Qué cambios? —cuestionó María Joaquina la menor de la familia.—He decidido nombrar a Juan Andrés el nuevo administrador de la hacienda.El joven de la impresión cayó de la silla. Sus hermanos soltaron una carcajada.—¿Te