Queridos lectores espero hayan disfrutado de estos capítulos, ahora sí cada vez más nos acercamos al final. No olviden sus comentarios.
—Juan Andrés, yo…—¡Chicos solo faltan ustedes! ¡Vengan! —interrumpió la terapista. Paula soltó el aire que estaba conteniendo. —¿Vamos o me terminas de confesar ese secreto? —indagó Andrés, la miró atento. Paula observó a su alrededor, miró como las parejas reían, felices, y sintió como su estómago se hacía nudos.«Si hablo en este instante, les arruinaré el momento a todos» pensó, y sobre todo a ella, y quería pasar sus últimos días feliz, por lo que decidió que se lo diría en la intimidad de su hogar, los dos solos, sin testigos. —Puedo esperar, vamos con los demás —indicó, entonces él se puso de pie, y la ayudó a ella a hacer lo mismo. Enseguida se unieron al grupo, la terapista le pidió a cada pareja hablar acerca de los acuerdos a los que habían llegado. Cuando les tocó el turno a Paula y Juan Andrés, ellos se pusieron uno frente a otro como lo hicieron las parejas anteriores, se tomaron de las manos. —No volveré a desconfiar de ti, lo prometo —dijo Paula, su mirada se ref
—Son muchas las cosas que adoro de mi mujer, pero lo que más admiro en ella, es su valentía —expuso Abel. La terapista les había pedido decir en voz alta que les gustaba del otro, o que era lo que más admiraban. —A mí me fascina de Abel, su fortaleza, es un hombre que nunca se rinde, amo su bondad, y admiro su inteligencia —dijo Malú. Ambos se tomaron de las manos, se miraron a los ojos como en el primer día que se conocieron. —Te encanta arder entre mis brazos —susurró Abel. —El infierno se ha convertido en mi sitio favorito, mi diablo —murmuró al oído de él, Malú. La siguiente pareja habló: —Amo de Mafer su inocencia, su locura, admiro que a pesar de los problemas está de buen humor, y siempre me está dando ánimo, es mi mejor compañera. Mafer suspiró al escucharlo. —Yo amo de Eduardo su perseverancia, jamás se da por vencido, así me conquistó, adoro que sigue siendo un caballero conmigo, atento y detallista. —Y que te fascina ir al infierno conmigo —susurró él al oído de e
La chimenea de la cabaña que compartían Paula y Juan Andrés estaba encendida, sobre la mesa reposaban dos copas de vino, de fondo musical se escuchaba: «Con olor a hierba by Emmanuel»«No te salgas de mis brazos, sigue echada, así, en la hierba. Quiero andarte paso a paso, recorrerte como hiedra…»Los labios de Juan Andrés, tan candentes como el fuego, recorrían la línea de la garganta de Paula, ahí sobre aquella la alfombra la tenía desnuda bajo su cuerpo, la luz de la fogata volvía su piel dorada. La sintió estremecerse ante caricia que le brindaba con su boca. «No te salgas de mis brazos, que hoy mis brazos son cadenas, porque quiero que mis manos, hoy, de ti se queden llenas…»Paula con sus dedos recorría la piel desnuda de la espalda de Juan Andrés, cuando pensó que lo había perdido la vida les regalaba otra oportunidad, pero ¿qué tan larga sería? Se preguntó y no quiso pensar en eso, solo ansiaba disfrutar de ese instante junto al amor de su vida. —Me has hecho mucha falta Pau
Luego Joaquín se aclaró la garganta. —Bueno ya hablando en serio, lo que a nosotros nos ha funcionado siempre, es tener buena comunicación, confiar el uno en el otro, y sobre todo el respeto mutuo, es importante apoyar a su pareja a conseguir sus sueños e ideales, jamás trunquen esos anhelos —recomendó Joaquín. —Y nunca a pesar de los años dejen que la monotonía apague la llama de la pasión, siempre por más hijos que tengan. —Miró a los cinco—, deben darse tiempo a solas para la pareja, y jamás dejen de ser ustedes mismo, no cambien, yo no cambiaría nada de mi Duque, ni su buen sentido del humor, eso es lo que me enamoró. —Lo miró a los ojos—, y bueno que no existe en el planeta un hombre más guapo que él, ¿quién puede resistirse ante esa mirada? —cuestionó suspirando. —Uyyyy —Creo que hay cabañas disponibles suegra —bromeó Eduardo. María Paz carcajeó. —¿Cabañas? En el auto es más divertido. —¡María Paz! —exclamó Joaquín. —¡Mamá! —dijeron a coro sus cinco hijos. La se
Lo que quedó de la tarde Paula y Juan Andrés lo único que hicieron fue consolarse uno al otro, intentando buscar una esperanza, él investigó en internet, encontraron una clínica especializada en enfermedades neurológicas, y decidieron que a la mañana siguiente estarían en consulta. Más tarde un poco más tranquilos, llegaron a la Momposina por Cris. María Paz notó de inmediato el semblante descompuesto de su hijo, el corazón se le estrujó, al no poderlos ayudar. Justo en el salón estaba de visita don Miguel Duque, el abuelo de Andrés.—Me da gusto verte muchacho —dijo el señor—, hace meses que no nos vemos. ¿Cómo estás?Juan Andrés sonrió levemente, le daba gusto ver a su abuelo, el señor Duque solía pasar largas temporadas en México junto a su esposa Mariana, solían vacacionar allá, y aprovechar para visitar a la familia de ella, pero la dicha para el joven Duque no era completa, no cuando ahora sabía que la vida de la mujer a la que amaba pendía de un hilo. —Me ha pasado de todo ab
Luego de dejar a Cris en la escuela, Paula y Juan Andrés, se dirigieron a la clínica que miraron por internet. En el camino ningún de los dos dijo nada, cada uno iba sumido en sus pensamientos, rogándole a Dios por un milagro, y que Sergio les hubiera mentido. Cuando llegaron a aquel blanco edificio, Paula soltó un suspiro, y tomó la mano de Andrés. —¿Qué va a pasar si el doctor Sergio no mintió? ¿Has pensado en esa posibilidad? Juan Andrés giró su rostro, su mirada se volvió a llenar de desesperanza, el corazón le latía desaforado. Inhaló profundo. —Sé que no puedo negarme a esa posible realidad, y no he querido pensar en eso, pero en todo el camino esa duda me viene martillando el cerebro —expuso con la voz llena da abatimiento. Se mordió el labio inferior—, si el diagnóstico de Sergio es el acertado, te prometo que haré de tus últimos días los mejores. —Volteó su rostro conteniendo las lágrimas. Los labios de Paula temblaron, pasó con rapidez la saliva varias veces inten
La mirada de Luciana brillaba, sonreía con amplitud al mirar como quedaron esos muebles de mimbre en la terraza de su alcoba. —Nunca pensé vivir en un lugar tan bonito, y que un príncipe como Juan Miguel se enamorara de alguien como yo —susurró hablando sola, suspiró profundo, miró su reloj y bajó corriendo las escaleras, se metió a la cocina anhelaba sorprender a su pareja con una exquisita cena, en su primera noche en su nuevo hogar. Mientras picaba unos vegetales escuchó el ruido del motor de un vehículo, miró desde el ventanal y se dio cuenta de que era el auto que la escoltaba, entonces prosiguió con la cena hasta que escuchó el timbre. Lu se lavó las manos, se secó en el delantal, y contestó por el auricular. —Quien. —Soy el agente Estrada, vengo a presentarle a su nuevo escolta. —Ya le abro. Lu presionó el botón y la puerta se abrió, mientras ella se quitaba el delantal. Estrada y Albeiro ya se encontraban en la sala. Albeiro apretó los puños, miró el lujo y tensó la man
Uno de los días más importantes para Paula había llegado, esa mañana presentaba su examen y por fin se iba a graduar del colegio. Ella despertó minutos antes de la alarma, repasaba en su mente una y otra vez los temas, su estómago revoloteaba ansioso, tenía hasta náuseas, entonces prefirió no ver más los libros, se metió a la ducha. Instantes después cuando volvió a la alcoba Juan Andrés ya había despertado, Paula parpadeó al ver sobre la cama, un hermoso vestido rosa, estampado con flores, acampanado, de cuello en V y manga corta. —Wao, es hermoso —susurró. —Es para ti, hoy debes lucir muy bien —dijo Juan Andrés y la contempló. Paula se mordió los labios, lo observó con la mirada brillante, se acercó a él, y le agradeció el obsequio con un beso. Juan Andrés no desaprovechó la oportunidad para corresponder su caricia, tomarla por la cintura y subirla a la cama con él. Paula no puso objeción, nunca podía resistirse a los besos y caricias de él. Juan Andrés deslizó sus labios por