La chimenea de la cabaña que compartían Paula y Juan Andrés estaba encendida, sobre la mesa reposaban dos copas de vino, de fondo musical se escuchaba: «Con olor a hierba by Emmanuel»«No te salgas de mis brazos, sigue echada, así, en la hierba. Quiero andarte paso a paso, recorrerte como hiedra…»Los labios de Juan Andrés, tan candentes como el fuego, recorrían la línea de la garganta de Paula, ahí sobre aquella la alfombra la tenía desnuda bajo su cuerpo, la luz de la fogata volvía su piel dorada. La sintió estremecerse ante caricia que le brindaba con su boca. «No te salgas de mis brazos, que hoy mis brazos son cadenas, porque quiero que mis manos, hoy, de ti se queden llenas…»Paula con sus dedos recorría la piel desnuda de la espalda de Juan Andrés, cuando pensó que lo había perdido la vida les regalaba otra oportunidad, pero ¿qué tan larga sería? Se preguntó y no quiso pensar en eso, solo ansiaba disfrutar de ese instante junto al amor de su vida. —Me has hecho mucha falta Pau
Luego Joaquín se aclaró la garganta. —Bueno ya hablando en serio, lo que a nosotros nos ha funcionado siempre, es tener buena comunicación, confiar el uno en el otro, y sobre todo el respeto mutuo, es importante apoyar a su pareja a conseguir sus sueños e ideales, jamás trunquen esos anhelos —recomendó Joaquín. —Y nunca a pesar de los años dejen que la monotonía apague la llama de la pasión, siempre por más hijos que tengan. —Miró a los cinco—, deben darse tiempo a solas para la pareja, y jamás dejen de ser ustedes mismo, no cambien, yo no cambiaría nada de mi Duque, ni su buen sentido del humor, eso es lo que me enamoró. —Lo miró a los ojos—, y bueno que no existe en el planeta un hombre más guapo que él, ¿quién puede resistirse ante esa mirada? —cuestionó suspirando. —Uyyyy —Creo que hay cabañas disponibles suegra —bromeó Eduardo. María Paz carcajeó. —¿Cabañas? En el auto es más divertido. —¡María Paz! —exclamó Joaquín. —¡Mamá! —dijeron a coro sus cinco hijos. La se
Lo que quedó de la tarde Paula y Juan Andrés lo único que hicieron fue consolarse uno al otro, intentando buscar una esperanza, él investigó en internet, encontraron una clínica especializada en enfermedades neurológicas, y decidieron que a la mañana siguiente estarían en consulta. Más tarde un poco más tranquilos, llegaron a la Momposina por Cris. María Paz notó de inmediato el semblante descompuesto de su hijo, el corazón se le estrujó, al no poderlos ayudar. Justo en el salón estaba de visita don Miguel Duque, el abuelo de Andrés.—Me da gusto verte muchacho —dijo el señor—, hace meses que no nos vemos. ¿Cómo estás?Juan Andrés sonrió levemente, le daba gusto ver a su abuelo, el señor Duque solía pasar largas temporadas en México junto a su esposa Mariana, solían vacacionar allá, y aprovechar para visitar a la familia de ella, pero la dicha para el joven Duque no era completa, no cuando ahora sabía que la vida de la mujer a la que amaba pendía de un hilo. —Me ha pasado de todo ab
Luego de dejar a Cris en la escuela, Paula y Juan Andrés, se dirigieron a la clínica que miraron por internet. En el camino ningún de los dos dijo nada, cada uno iba sumido en sus pensamientos, rogándole a Dios por un milagro, y que Sergio les hubiera mentido. Cuando llegaron a aquel blanco edificio, Paula soltó un suspiro, y tomó la mano de Andrés. —¿Qué va a pasar si el doctor Sergio no mintió? ¿Has pensado en esa posibilidad? Juan Andrés giró su rostro, su mirada se volvió a llenar de desesperanza, el corazón le latía desaforado. Inhaló profundo. —Sé que no puedo negarme a esa posible realidad, y no he querido pensar en eso, pero en todo el camino esa duda me viene martillando el cerebro —expuso con la voz llena da abatimiento. Se mordió el labio inferior—, si el diagnóstico de Sergio es el acertado, te prometo que haré de tus últimos días los mejores. —Volteó su rostro conteniendo las lágrimas. Los labios de Paula temblaron, pasó con rapidez la saliva varias veces inten
La mirada de Luciana brillaba, sonreía con amplitud al mirar como quedaron esos muebles de mimbre en la terraza de su alcoba. —Nunca pensé vivir en un lugar tan bonito, y que un príncipe como Juan Miguel se enamorara de alguien como yo —susurró hablando sola, suspiró profundo, miró su reloj y bajó corriendo las escaleras, se metió a la cocina anhelaba sorprender a su pareja con una exquisita cena, en su primera noche en su nuevo hogar. Mientras picaba unos vegetales escuchó el ruido del motor de un vehículo, miró desde el ventanal y se dio cuenta de que era el auto que la escoltaba, entonces prosiguió con la cena hasta que escuchó el timbre. Lu se lavó las manos, se secó en el delantal, y contestó por el auricular. —Quien. —Soy el agente Estrada, vengo a presentarle a su nuevo escolta. —Ya le abro. Lu presionó el botón y la puerta se abrió, mientras ella se quitaba el delantal. Estrada y Albeiro ya se encontraban en la sala. Albeiro apretó los puños, miró el lujo y tensó la man
Uno de los días más importantes para Paula había llegado, esa mañana presentaba su examen y por fin se iba a graduar del colegio. Ella despertó minutos antes de la alarma, repasaba en su mente una y otra vez los temas, su estómago revoloteaba ansioso, tenía hasta náuseas, entonces prefirió no ver más los libros, se metió a la ducha. Instantes después cuando volvió a la alcoba Juan Andrés ya había despertado, Paula parpadeó al ver sobre la cama, un hermoso vestido rosa, estampado con flores, acampanado, de cuello en V y manga corta. —Wao, es hermoso —susurró. —Es para ti, hoy debes lucir muy bien —dijo Juan Andrés y la contempló. Paula se mordió los labios, lo observó con la mirada brillante, se acercó a él, y le agradeció el obsequio con un beso. Juan Andrés no desaprovechó la oportunidad para corresponder su caricia, tomarla por la cintura y subirla a la cama con él. Paula no puso objeción, nunca podía resistirse a los besos y caricias de él. Juan Andrés deslizó sus labios por
Paula ya había rendido el examen escrito, tomó sus cosas y salió del salón a esperar que la llamaran para el oral. —¿Cómo te fue? —cuestionó Juan Andrés, quién sostenía de la mano a Cris, los dos la estaban acompañando ese día tan importante. —Pues, creo que bien. —Apretó los labios. —Estudiaste mucho, estoy seguro de que vas a pasar —le dijo Juan Andrés le dio ánimos. Treinta minutos más tarde Paula escuchó su nombre, el momento de rendir el examen oral había llegado. Cris y Andrés la acompañaron. —Esperamos llegar a tiempo —dijo María Paz acompañada de su esposo. Paula sonrió complacida, para ella era muy importante estar acompañada de las personas que quería, y los padres de Juan Andrés se habían ganado su cariño. —Gracias por venir, sí en este instante rendiré la prueba oral, pueden pasar si lo desean. —Claro —dijo Joaquín. Los señores Duque se adelantaron con el niño. Juan Andrés detuvo el andar de Paula. —Recuerda que estoy muy orgulloso de ti, lo harás bien. —Rozó sus
Luciana llegó con el semblante lleno de palidez a la oficina, pedirle dinero a Juan Miguel, no era una opción para ella, pero no tenía otra alternativa, no podía hablar, no era tan sencillo como la gente pensaba, no cuando la persona que la estaba extorsionando era un asesino a sueldo, capaz de cometer los peores crímenes. —Te recuerdo que, en unos días, yo dejo el cargo, y tú no has aprendido nada —refutó Isabel—, ser la querida del jefe no es suficiente. —La miró con desdén—, aunque aquí comentan que eres buena para otro tipo de funciones. Lu apretó los puños, se quedó callada, no tenía ánimos de discutir con nadie, no tenía sentido, todos en esa empresa sabían su antigua profesión, murmuraban en los pasillos, los hombres la veían con morbo, las mujeres no se le acercaban, era como si tuviera una enfermedad contagiosa. —Organiza esas carpetas —ordenó Isabel. Justo en ese momento Juan Miguel abrió la puerta de su oficina y salió, frunció el ceño al ver a Lu en el escritorio, y qu