Queridas lectoras, hoy he tenido mucho trabajo, por eso les dejo un capítulo. Gracias por su apoyo, sus palabras de aliento, finalizaremos la historia a su debido momento, tranquilas, espero la sigan disfrutando. Aunque nos vamos acercando al final. Por otro lado, se me había olvidado comentarles que Luciana y Juan Miguel tendrán su propio libro. Lo publicaré luego que finalice Un familia para el solitario CEO que espero también la estén leyendo. Linda noche.
Juan Andrés la sostuvo en sus brazos, ella estaba pálida, de inmediato la colocó en un sofá. —¿Qué le pasa a mi mamá? —indagó con los ojos llenos de lágrimas Cris. —Nada, tranquilo, más bien cuídala, mientras voy por alcohol. El pequeño asintió, con su pequeña manita agarró la de su madre. —Despierta mami —suplicó el niño, empezó a sollozar. Juan Andrés volvió con rapidez, pasó un algodón por la nariz de Paula, ella empezó a toser; sin embargo, aún se sentía mareada, entreabrió los ojos, veía borroso. —¿Cómo te sientes? —cuestionó Andrés con la voz agitada. —Mejor —respondió ella. Cuando él la tocó, ella se soltó de su agarre. Juan Andrés sintió un pinchazo en su corazón ante el rechazo de ella, inhaló profundo. —¿Deseas algo? —indagó. —Un poco de agua —respondió ella. Juan Andrés fue a la cocina por un vaso, mientras ella se tocaba la frente, empezaba a sentir el cuerpo caliente, las emociones que había vivido esa noche, eran muchas. —¿Estás bien mami? —indagó con su tier
Juan Andrés subió a la camioneta de Malu, saludó con su cuñado Abel, y también con su hermano Miguel y Luciana, se sentó junto a su hermano. Paula hizo lo mismo y se acomodó al lado de Lu. Inesita se llevó a Cris a la hacienda, iba a pasar el fin de semana con sus abuelos, el niño aceptó feliz, ya era un Duque, y todos lo trataban como un miembro más de la familia. En el camino se notaba la tensión entre Paula y Juan Andrés. Malú para aligerar ese momento tan incómodo conectó a través de BT su playlist al reproductor del vehículo. Malú como era costumbre en ella empezó a cantar la melodía. Abel sonrió y le acarició la mano. —Me encanta este tema —dijo Lu, y miró a Miguel, suspiró y se reflejó en sus ojos. —A mí también —contestó él, la tomó de la mano y con el pulgar le acarició el dorso. «Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era. Y entregaría mi voz a cambio de una vida entera…»Juan Andrés escuchó esa parte de la melodía le llegó hasta el alma. «¿De qué me sirvió ser mejor s
Malú y Abel miraban la interacción de las parejas, sin comprender nada. —¿Crees que debo intervenir? —averiguó Malu a su esposo. —Pues… sabes bien que en temas de pareja es mejor no meterse; sin embargo, no sé si ellos continúen el viaje, no los podemos obligar, la situación está tensa. —Tienes razón, vamos a esperar unos minutos —resopló preocupada—. Me gustaría saber qué está pasando. —Cariño, no seas impaciente, esperemos a que nos cuenten —recomendó Abel, besó los labios de Malú. En eso sonó el móvil de ella, era su hermana Mafer. —¿Por qué tardan? Nosotros ya estamos en las montañas, el sitio está muy bonito. —Tenemos problemas —respondió Malú. —¿Qué pasó? ¿Quieres que mande a Eduardo y Sebas con la camioneta?—No tranquila, más bien el inconveniente son Paula y Juan Andrés, parece que tuvieron una pelea de casados, y tú sabes lo que es eso. —Eso si es un grave problema, ¿habrán discutido como cuando mandamos a Abel y Eduardo al sillón? —indagó. —Más bien como cuando nos
Y luego de unos minutos, los llamaron a salir al jardín. La madre de Sebastián, quien era terapista, les dio la bienvenida a cada uno, les pidió sentarse en el pasto, hacer un círculo, luego de varias dinámicas para relajarlos, habló. —Les voy a entregar un papel en blanco a cada uno, y van a anotar qué es lo que más les disgusta de sus parejas. Cada uno fue escribiendo en la hoja. Entonces le fue preguntando a cada uno,y les pidió que leyeran en voz alta. Eduardo mencionó: —El desorden de Mafer. María Fernanda rodó los ojos, resopló. —Ese es mi orden —comentó. —Un desastre total —añadió Malú. —A ver veamos de qué no más se queja Abel de ti. Entonces le tocó el turno a él. —Malú es muy exagerada con el orden, la limpieza, la perfección. —Ya vez —recalcó Mafer. Malú sonrió. —No puedo ser diferente. —Encogió sus hombros. Enseguida le tocó el turno a Miguel. —Me enfada que Lu cuando tenemos un problema quiera escapar de mi lado. Luciana apretó sus labios,
—Juan Andrés, yo…—¡Chicos solo faltan ustedes! ¡Vengan! —interrumpió la terapista. Paula soltó el aire que estaba conteniendo. —¿Vamos o me terminas de confesar ese secreto? —indagó Andrés, la miró atento. Paula observó a su alrededor, miró como las parejas reían, felices, y sintió como su estómago se hacía nudos.«Si hablo en este instante, les arruinaré el momento a todos» pensó, y sobre todo a ella, y quería pasar sus últimos días feliz, por lo que decidió que se lo diría en la intimidad de su hogar, los dos solos, sin testigos. —Puedo esperar, vamos con los demás —indicó, entonces él se puso de pie, y la ayudó a ella a hacer lo mismo. Enseguida se unieron al grupo, la terapista le pidió a cada pareja hablar acerca de los acuerdos a los que habían llegado. Cuando les tocó el turno a Paula y Juan Andrés, ellos se pusieron uno frente a otro como lo hicieron las parejas anteriores, se tomaron de las manos. —No volveré a desconfiar de ti, lo prometo —dijo Paula, su mirada se ref
—Son muchas las cosas que adoro de mi mujer, pero lo que más admiro en ella, es su valentía —expuso Abel. La terapista les había pedido decir en voz alta que les gustaba del otro, o que era lo que más admiraban. —A mí me fascina de Abel, su fortaleza, es un hombre que nunca se rinde, amo su bondad, y admiro su inteligencia —dijo Malú. Ambos se tomaron de las manos, se miraron a los ojos como en el primer día que se conocieron. —Te encanta arder entre mis brazos —susurró Abel. —El infierno se ha convertido en mi sitio favorito, mi diablo —murmuró al oído de él, Malú. La siguiente pareja habló: —Amo de Mafer su inocencia, su locura, admiro que a pesar de los problemas está de buen humor, y siempre me está dando ánimo, es mi mejor compañera. Mafer suspiró al escucharlo. —Yo amo de Eduardo su perseverancia, jamás se da por vencido, así me conquistó, adoro que sigue siendo un caballero conmigo, atento y detallista. —Y que te fascina ir al infierno conmigo —susurró él al oído de e
La chimenea de la cabaña que compartían Paula y Juan Andrés estaba encendida, sobre la mesa reposaban dos copas de vino, de fondo musical se escuchaba: «Con olor a hierba by Emmanuel»«No te salgas de mis brazos, sigue echada, así, en la hierba. Quiero andarte paso a paso, recorrerte como hiedra…»Los labios de Juan Andrés, tan candentes como el fuego, recorrían la línea de la garganta de Paula, ahí sobre aquella la alfombra la tenía desnuda bajo su cuerpo, la luz de la fogata volvía su piel dorada. La sintió estremecerse ante caricia que le brindaba con su boca. «No te salgas de mis brazos, que hoy mis brazos son cadenas, porque quiero que mis manos, hoy, de ti se queden llenas…»Paula con sus dedos recorría la piel desnuda de la espalda de Juan Andrés, cuando pensó que lo había perdido la vida les regalaba otra oportunidad, pero ¿qué tan larga sería? Se preguntó y no quiso pensar en eso, solo ansiaba disfrutar de ese instante junto al amor de su vida. —Me has hecho mucha falta Pau
Luego Joaquín se aclaró la garganta. —Bueno ya hablando en serio, lo que a nosotros nos ha funcionado siempre, es tener buena comunicación, confiar el uno en el otro, y sobre todo el respeto mutuo, es importante apoyar a su pareja a conseguir sus sueños e ideales, jamás trunquen esos anhelos —recomendó Joaquín. —Y nunca a pesar de los años dejen que la monotonía apague la llama de la pasión, siempre por más hijos que tengan. —Miró a los cinco—, deben darse tiempo a solas para la pareja, y jamás dejen de ser ustedes mismo, no cambien, yo no cambiaría nada de mi Duque, ni su buen sentido del humor, eso es lo que me enamoró. —Lo miró a los ojos—, y bueno que no existe en el planeta un hombre más guapo que él, ¿quién puede resistirse ante esa mirada? —cuestionó suspirando. —Uyyyy —Creo que hay cabañas disponibles suegra —bromeó Eduardo. María Paz carcajeó. —¿Cabañas? En el auto es más divertido. —¡María Paz! —exclamó Joaquín. —¡Mamá! —dijeron a coro sus cinco hijos. La se