Si hay algo que en verdad le molesta a Giselle es tener que correr.
Toda su mañana estaba planificada, organizada, pero esos imprevistos que detesta le arruinaron su día perfecto.
Ahora le tocaba irse lo más rápido posible a su cita con el senador Smith, quien había despejado su agenda para recibirla y oír su propuesta de relaciones públicas, todo orientado para mejorar su imagen, luego de los escándalos dentro del partido.
Revisa su correo, busca la dirección, la ingresa en el GPS e inicia la ruta para el encuentro con el senador.
El semáforo la detiene en una intersección que se ve casi desierta y su teléfono suena, responde solo porque es Tomy, su asistente y debe ser muy importante.
—Señor Joules.
—Señorita Sparks, acaba de llegar un correo de Lucy Hunter…
—¿Lucy Hunter? ¿La dueña de Hunter Security Solutions? —le pregunta sin esconder su sorpresa—.
—Ella misma, quiere reunirse con usted lo antes posible.
—¿Le respondiste que lo antes posible es en una semana?
—Sí, pero insiste en que quiere verla pronto, al parecer es… muy urgente.
—Mira mi agenda, ve a quién podríamos mover —mira a todos lados antes de doblar en una calle que no tiene semáforo, pero que tiene una señalética de “pare” en la calle que intercepta la ruta por donde viene—. En especial los clientes ya concretados, esos pueden esperar unos días, porque solo es para retroalimentación…
Un golpe seco impacta su vehículo, no sabe de dónde salió aquel auto, solo sabe que es otro contratiempo en su apretado día.
* * *
En otro lado de la ciudad, Max corre a su auto, porque tiene poco tiempo para llegar a la oficina. No tiene nada inmediato, sin embargo, su madre lo ha citado al mediodía y no puede llegar impuntual, porque no le gusta hacer esperar a la mujer más importante de su vida… y porque si llega tarde le halará las orejas.
Prácticamente salta al auto y comienza a comerse la ruta con una velocidad algo sobre la norma. Afortunadamente, las calles se ven vacías y no hay probabilidades de impactar…
Pero un Audi RS Q8 se le cruza, trata de frenar, pero está muy encima y termina impactando con el auto, las bolsas de aire se activan y lo dejan algo aturdido.
Giselle siente que le duele todo instantáneamente, pero se le pasa cuando se da cuenta que un BMW Z4 se ha pasado la señalización. Se baja realmente molesta, tira la puerta y camina con furia con la intención de enfrentar al tipo.
Porque es obvio que es un hombre.
Y así es.
Cuando ve que la figura de un hombre alto… muy alto, se baja del auto escarlata, ataviado con un traje de diseñador, de mirada penetrante, pero algo aturdida, siente que le tiemblan las piernas.
—¿Está bien, señorita?
—¿Que si estoy bien? ¡¿Qué si estoy bien?! ¡¡Te pasaste el alto, idiota!! ¡¡Tengo una reunión super importante y no voy a llegar a tiempo por tu causa!!
—Oye, loca del camino —le dice Max acercándose a ella, pero Giselle no se intimida—, ¿tu mamá no te enseñó a mirar a ambos lados antes de cruzar?
—¡¿Y tu papá no te enseñó a manejar?!
—Mira, no tengo tiempo para discusiones, pasémonos los datos y que los seguros se encarguen de todo.
—¡¿Los seguros?! Querrás decir el tuyo, porque yo no fui quién se pasó la señal, yo iba bien en velocidad…
—Pero no miraste a los lados… ¿y si soy un doctor que va a una emergencia? —Max se acerca un poco más a ella y Giselle queda prendada de esos ojos, pero mueve la cabeza para despertar y lo empuja.
—Aléjate de mí… debes ser uno de esos hombres que soluciona todo haciéndose el galán con la damisela en peligro.
—Tú no eres una damisela en peligro —le dice riéndose.
—Y tú no eres galán, un patán es lo que eres —saca su tarjeta y se la pega en el pecho con fuerza, Max le sostiene la mano unos segundos para recibir la tarjeta y ese leve contacto lo asusta, porque es como si todo su cuerpo reaccionara a ese pequeño cuerpo delicado—. To-toma mi tarjeta, me llamas, no puedo seguir perdiendo mi tiempo contigo.
—¿Y si no te llamo?
—Tengo tu placa aquí —le dice señalando su cabeza—. Más te vale que llames.
Lo sentencia con su dedo índice, mientras camina a su auto, se sube y se mueve con dificultad, para seguir el rumbo a la casa del senador. Le entra una llamada de un número privado y sabe de quién es, por lo que responde de inmediato.
—Senador Smith, tuve un percance, pero estaré allí en menos de diez minutos según el GPS.
—Señorita Sparks, la creí más seria.
—Lo siento, un auto me chocó, se pasó la señalética… pero ya voy llegando, el tráfico está expedito.
—Espero que sea cierto, porque mi tiempo es valioso y una excusa como esa no me parece agradable.
—Yo no tendré que decir ni media palabra, mi auto hablará por sí solo.
El senador corta la llamada y Giselle se sonríe burlona por la poca empatía del hombre.
—Viejo estúpido, con razón necesitas urgente que me haga cargo de tu imagen… «espero que sea cierto», como si chocar fuera una excusa de todos los días.
Continúa el viaje, sin dejar de pensar en ese hombre, en la sensación que le provocó poner su mano en el pecho duro de aquel dios griego. Pero, sobre todo, pensando que esa cara la conoce, que en algún momento la vio y algo le dice que verlo como un dios es una terrible idea.
Mientras que Max se ha quedado parado allí, con la tarjeta de la chica y una sonrisa boba.
—Esa es la mujer que quiero para mí, ¿dónde te encuentro… —mira la tarjeta y sonríe—, Giselle Sparks? Este debe ser mi día de suerte…
Porque precisamente esa era la empresa que su madre quería contratar para que se haga cargo de mejorar su imagen de empresario.
Se sube a su auto y sale de allí, marcándole a su madre para decirle que llegará un poco tarde por un imprevisto que ha tenido.
Su mente no deja de irse a la chica rubia, pequeña y bella. Exuda inteligencia y fuerza, algo que no se encuentra en una mujer desde… ella.
La música suena fuerte, el ritmo se siente hasta en las gruesas paredes de concreto, que vibran ante aquellos sonidos que llaman a los presentes a moverse, dejándose llevar por la sensación de libertad que solo la música les da en ese momento.Pero cuando Max Hunter, CEO de una de las empresas de seguridad más importantes del país pone un pie dentro del lugar, es como su todo se detuviera a su alrededor, permitiéndole el paso.Es uno de los clientes frecuentes y más generosos, por lo que todos los empleados se esmeran en darle un reservado, dejar los tragos que le gustan a su disposición y cuatro chicas que bailan allí, las más bellas, se van directo a esperar al hombre en su refugio.—Buenas noches, señor Hunter —le dice el anfitrión—. Ya está listo su reservado, con todo lo que le gusta.—Gracias.Camina con la seguridad que un hombre de su estatura y posición debe tener, al llegar al reservado, las chicas lo reciben entre bailes, le quitan la chaqueta, la corbata y lo sientan en el
Al abrir los ojos, la luz le dice que es muy temprano, al menos las seis de la mañana.Se levanta con algo de pereza, pero sabiendo que no puede quedarse ni un minuto más en la cama, hoy tiene demasiado por hacer.Se mete a la ducha, deja que el agua la despierte y luego sale para enfundarse en un vestido azul marino ceñido al cuerpo, pero extra cómodo, unos tacones de cinco centímetros del mismo color y un cinturón que rompe con la monotonía, de color dorado.Se peina con una coleta alta, toma sus cosas, su bolso, su carpeta de trabajo y sale de allí directo a la cocina, para un desayuno rápido.Antes de salir de la casa, pasa por el baño de invitados para lavarse los dientes y aplicarse el único maquillaje llamativo que usa, labial rojo. Cuando abre la puerta principal, el auto la está esperando para llevarla a la oficina, en cuanto se sube, le da los buenos días al chofer y comienza a llamar a todos.Del trayecto ni se entera, porque hay demasiadas cosas que hacer.En cuanto el aut
Llega a penas unos diez minutos tarde, la enorme reja metálica se abre, la seguridad la revisa y le pide su identificación, todo va bien hasta ese momento, cuando uno de los guardias mira el costado de su auto y le dice lo evidente.—Aquí la chocaron.—No me diga… —las palabras salen con tanto sarcasmo, que el hombre se encoje y sigue revisando.—Puede pasar, está limpia —sentencia otro y ella lo agradece, porque está comenzando a dolerle el cuello.—Gracias —sisea molesta y sigue el camino hasta la casa.Cuando se estaciona frente a la entrada principal, ve al senador y se queda sorprendida, porque esperaba que fuera alguien mayor. Se dedicó a leer la vida del senador, pero pasó por alto las fotografías y la fecha de nacimiento, porque eso no le interesa, sin embargo, es evidente que se equivocó de no hacerlo.Es un hombre de unos treinta y cinco años o menos, alto, pero no tanto como el destructor de autos, de cabello castaño y unos ojos oscuros penetrantes… pero no como los del irr
Cuando Max llega a la oficina, el guardia corre hacia él asustado, para ver en qué condiciones llegó su jefe, si el auto está así de malogrado…—¡Señor Hunter! ¿Se encuentra usted bien?—Sí, tranquilo, no me pasó nada grave, excepto que el airbag se activó y casi me rompe la nariz.—¡Por dios, su madre debería saberlo!—¡No! Yo seré quien se lo diga, gracias… solo deje esa cosa ahí —dice señalando el auto y camina con cierta dificultad para respirar—.Entra al edificio y todos lo saludan con cordialidad, aunque puede notar que algunas de las mujeres lo miran con lascivia, algunas no se cohíben en pasar la lengua por sus labios de manera seductora, lanzarle besos o cerrarle el ojo.—Rayos, sí que me grabaron —dice para sí mismo con remordimientos, se rasca la frente y sigue su camino al ascensor—.Cuando las puertas se abren, sube y aprieta el botón para que se cierren las puertas lo antes posible, esas mujeres le dan miedo precisamente porque pueden convencerlo de hacer algo que no de
Mientras que en aquel lugar se podría cortar la tensión con un cuchillo, Lucy se queda mirando la expresión de ambos hombres, que se observan retadoramente, como si fuera un partido de tenis.Ella pensó que lo de Max era un chiste, tal vez, que solo se trataba de un asunto de ego o que le quitó alguna chica en el pasado, pero lo que veía entre los dos era la mirada de dos hombres que se hicieron daño, que se enfrentaron por algo más que una chica de ocasión.La afrenta de la que habló su hijo es por un amor intenso.El tema era dilucidar de quién había sido el amor y quién se la llevó luego, aunque creía saber quién era el principal afectado y esta vez no se quedaría sin respuestas. Pero, por ahora, debía hacer algo antes de que esos dos hombres se mataran telepáticamente.Se aclara la garganta y Max le suelta la mano a Evan
Max mira a Evan con molestia, ¿por qué tiene que sacarla a ella a colación?—Siempre he sabido dónde está.—Entonces te diré por qué yo me quedé solo, como tú —Max duda un momento y se vuelve a sentar, con la risa más burlona de toda su vida—. Supongo que sigues siendo el mismo chismoso de siempre.—Sí, pero quiero saber cómo el gran Evan Smith terminó tirado… imagino que peor que yo.—No te equivocas —llega el mesero con las entradas, momento que Evan aprovecha para sonreír con cierta tristeza—. Creo que los dos lo tomamos de manera distinta, tú te fuiste por la diversión, yo por alejarme de la gente.—Sí, y para eso te hiciste senador, para estar lejos de la gente.—Contrario de lo que crees, esto te aleja mucho de las personas, porque no te ven de la misma
Los días pasaron para Giselle, sumergida entre el trabajo y su nula vida social.Ya le habían entregado el auto del taller, parecía como nuevo, como si nunca ese patán de ojos grises y cuerpo de dios griego lo hubiese impactado, pero aprovechando la generosidad del hombre, se quedó con el nuevo.Ahora mismo, iba recorriendo la ruta a su trabajo, escuchando su música favorita, que iba entre el pop, el rock y el metal. Sus dedos van tocando al ritmo de la música sobre el volante, hasta que una de las canciones que la desordena comienza a sonar, sube el volumen y comienza a cantar fuerte.—This ain’t a song for the broken-hearted…Mueve la cabeza al ritmo de la música, el cabello se le comienza a soltar de a poco, hasta que ella misma se quita el broche que lo sostiene. Es un verdadero espectáculo para aquellos autos que la rodean, algunos comienzan a grabarla, aprovechando el atochamiento.Ella no se cohíbe, sigue con lo suyo hasta que una llamada le entra y debe detener la música.—¿Al
—Hola, chica del choque… —pero una bofetada lo calla y lo obliga a ponerse la mano en la mejilla.Cuando ve a la cara a Giselle, se da cuenta que su cabello va desaliñado, como si alguien se lo hubiese revuelto.—No puedo creer que fueras tú… por eso te me hacías conocido, ¡patán!—¿Te sirvió el auto que te mandé?—¡Sí! —le dice ella amenazando con un puño frente a su cara—.—Lo siento, ese día no era yo.—¡Por supuesto que no! ¡¡Seguro seguías con la resaca de la fiesta de la noche anterior!!—Disculpen —dice Lucy tímidamente, parándose entre ellos, para evitar que Giselle la deje sin hijo mayor—. ¿Se conocen?—Lamentablemente, sí —responde Giselle, sin dejar de fulminarlo con la mirada—.Su enojo no es por el choque, sino por recordar que Max Hunter es el suripanto más grande de la ciudad… que ciudad, ¡del estado!Y ella pensando todos esos días en él, dedicándole suspiros. Se siente como una perfecta idiota.—Mamá… ella es la chica a la que choqué el otro día.—¡No puede ser! ¡Tú s