Los días fueron pasando para Giselle, entre papeles, reuniones y llamadas infructuosas a su padre. Es casi cerca del mediodía, el estómago le ruge y ya no puede concentrarse en el trabajo de esa manera, así que decide parar e ir a comer, antes que su estómago la absorba por completo.Guarda los documentos en el computador, arregla un poco su escritorio y toma su bolso. Mientras camina a la salida, coge su teléfono para llamar otra vez a su padre, a ver si esta vez le responde. Cuando sale, le hace un gesto a Tomy y este le sonríe. También es su hora de almuerzo.Como nadie responde del otro lado, guarda su teléfono en el bolsillo y espera el ascensor, balanceándose sobre sus pies y con el dedo índice derecho entre sus dientes, pensando en lo tranquila que ha estado su vida por esos días.Y me refiero a que para ella tranquila, es sin contratiempos.Las puertas se abren, se
—Evan… me contrataste para que te ayudara a mejorar las relaciones con los medios de comunicación y todo el resto de la humanidad, pero yo no veo que tengas problemas para relacionarte. ¿Me dirás por qué llegaste a SPR?—Créeme, con la única persona que me comporto así es contigo, porque siento que puedo relajarme contigo.—¿Por qué?—Porque me pusiste en la cara tu accidente como un reto abierto que habías superado y me dejaste como payaso.—No fue así…—Para mí sí. Creo que nunca me voy a olvidar de la primera vez que te vi, llegaste como si nada, desafiante, con tu mirada me dijiste “aquí estoy, idiota”.—No estaba pensando eso… más bien “no era tan viejo como esperaba”.—¿Creías que era viejo? ¡¿Por qué
Cuando Giselle abre los ojos por la mañana del sábado, sonríe al saber que por fin verá al hombre más importante de su vida después de tantos días. Sale de la cama, se despereza con ánimo y se va al gimnasio en la habitación contigua, se coloca los audífonos y deja que la trotadora se lleve el estrés de toda la semana.Suda cada uno de los problemas que resolvió, los que se están resolviendo y con mayor razón, aquellos que no tienen para cuando solucionarse.El trote es ligero, pero la ayuda a canalizar la energía, a pensar en toda su vida por estos días y qué mejor hacerlo al ritmo de In the Shadows de The Rasmus. Hasta que aparecen esos ojos grises frente a ella, con una mezcla de burla e invitación, esa que se niega a aceptar.Aumenta el ritmo y comienza a correr, tratando de escapar de esos pensamientos, pero mientras más rápido lo hace, es peor.La llamada de su asistente la saca de ese exorcismo fallido, ralentiza el paso y contesta jadeante.—Señor… Joules…—Señorita, disculpe
Cuando al fin llega al observatorio Griffith, camina por el costado y deja salir su rabia en forma de lágrimas. Sollozos fuertes y lastimeros, como un animal herido. Y por supuesto que está muy herida, porque la persona a la que más ama en este mundo, en la que más confiaba, la usó para esconder sus porquerías.—Creo que es momento de tomar muchas decisiones, Giselle…Tras un tiempo indeterminado así, tomando decisiones, siente que puede regresar a su vida para enfrentarse a su padre y a todas las consecuencias que traerán las malas decisiones de su progenitor. Ve la hora de su reloj, su padre debería estar por llegar, por lo que se limpia el rostro y regresa a su auto, para luego salir con dirección al aeropuerto.Ni siquiera llama a Lilly, porque su hermana se pondrá de parte de su padre y lo que ella quiere es enfrentarlo en cuanto el hombre se baje del avión.
Max se ve forzado a abrir los ojos producto de un gran chorro de agua fría y hielo que le cae a la cara. Se sienta en la cama… o al menos creía que allí estaba durmiendo, y ve a su madre sentada sobre la mesita de noche.—Pero que buena noche que tuviste, ¿verdad hijo mío?—Mamá…—No, la vecina a la que le tiraste el macetero al lado de su puerta —le dice con sorna y Max se pasa las manos por la cabeza, frunciendo el ceño para tratar de recordar cómo llegó allí—.—Yo no tengo vecinos… — le dice cuando recuerda que vive en el ático del edificio—.—En este piso, pero sí que tienes en los pisos de abajo y te diré, en los tres pisos donde te bajaste equivocado, dejaste tu huella.—Me voy a disculpar con ellos —hace ademán de ponerse de pie, pero Lucy le hace el ge
Los tres siguen hablando de ciertas cosas, hasta que Max decide que es suficiente, necesita irse a su departamento para descansar.—Prométeme que irás a dormir, hijo, por favor —Lucy lo obliga a bajar y apoya su frente con la de él—. No quiero que sigas bebiendo de esa manera, terminarás enfermo de algo.—Y desde ya te digo, yo no te voy a donar parte de mi hígado o un riñón —Lucy le da un golpe en el brazo que no le duele—. ¡¿Por qué me golpeas a mí?!—Porque dices cosas malas.—Tranquila, hoy solo quiero ir a casa a dormir —le da un beso en la frente a su madre, luego un abrazo a su hermano—. Éxito en Inglaterra, me mantienes informado.—Y tú te mantienes sobrio, porque puedo llamarte en cualquier momento.—Claro, sabes que siempre estoy disponible para dar consejos a mi hermanito
Para cuando se llegan las tres cuarenta y cinco, Giselle está fuera de la mansión, entregando sus datos porque al parecer ellos tienen más seguridad de lo que creía.—Pase, señorita. La señora Hunter la espera en la entrada.—Gracias —recibe su licencia de conducir y avanza al interior de la bella mansión.Es digna de una estrella de cine, un prado verde en la entrada, con algunas jardineras naturales con bellas flores de colores fuertes. La casa es enorme, fácilmente podrían vivir tres familias sin toparse los unos con los otros ni por casualidad.Todo lo que hay allí le da la impresión de que, más allá de los escándalos de Max, esa familia se ama. Porque, a pesar del lujo, allí se respira un ambiente familiar, agradable. Un verdadero hogar.—Entonces, si no es la familia… ¿por qué el patán es
Max lleva unos jeans que marcan sus piernas, una playera blanca que deja ver sus bíceps y en la que se marcan esos músculos de su abdomen. Si, muchas deben estar imaginándose al patán y sintiendo las mismas mariposas que Giselle siente en este preciso momento.Max se acerca para darle suaves golpecitos en la espalda y, cuando ella deja de toser, le ofrece un poco de jugo.—Hijo… ¿qué haces aquí?—¿No puedo venir a visitarte, madre?—¡Tú nunca vienes de visita! Si llegas aquí es porque te traigo de las orejas.—Bueno, esta vez vine por un libro —le muestra el libro que lleva en la mano—. Lo necesito para el sistema del idiota. Me dijeron que estabas aquí, con una visita y quise pasar a saludar, no imaginé que tu visita fuera tan importante.—Pensé que te habías llevado todas tus cosas —