Cuando al fin llega al observatorio Griffith, camina por el costado y deja salir su rabia en forma de lágrimas. Sollozos fuertes y lastimeros, como un animal herido. Y por supuesto que está muy herida, porque la persona a la que más ama en este mundo, en la que más confiaba, la usó para esconder sus porquerías.—Creo que es momento de tomar muchas decisiones, Giselle…Tras un tiempo indeterminado así, tomando decisiones, siente que puede regresar a su vida para enfrentarse a su padre y a todas las consecuencias que traerán las malas decisiones de su progenitor. Ve la hora de su reloj, su padre debería estar por llegar, por lo que se limpia el rostro y regresa a su auto, para luego salir con dirección al aeropuerto.Ni siquiera llama a Lilly, porque su hermana se pondrá de parte de su padre y lo que ella quiere es enfrentarlo en cuanto el hombre se baje del avión.
Max se ve forzado a abrir los ojos producto de un gran chorro de agua fría y hielo que le cae a la cara. Se sienta en la cama… o al menos creía que allí estaba durmiendo, y ve a su madre sentada sobre la mesita de noche.—Pero que buena noche que tuviste, ¿verdad hijo mío?—Mamá…—No, la vecina a la que le tiraste el macetero al lado de su puerta —le dice con sorna y Max se pasa las manos por la cabeza, frunciendo el ceño para tratar de recordar cómo llegó allí—.—Yo no tengo vecinos… — le dice cuando recuerda que vive en el ático del edificio—.—En este piso, pero sí que tienes en los pisos de abajo y te diré, en los tres pisos donde te bajaste equivocado, dejaste tu huella.—Me voy a disculpar con ellos —hace ademán de ponerse de pie, pero Lucy le hace el ge
Los tres siguen hablando de ciertas cosas, hasta que Max decide que es suficiente, necesita irse a su departamento para descansar.—Prométeme que irás a dormir, hijo, por favor —Lucy lo obliga a bajar y apoya su frente con la de él—. No quiero que sigas bebiendo de esa manera, terminarás enfermo de algo.—Y desde ya te digo, yo no te voy a donar parte de mi hígado o un riñón —Lucy le da un golpe en el brazo que no le duele—. ¡¿Por qué me golpeas a mí?!—Porque dices cosas malas.—Tranquila, hoy solo quiero ir a casa a dormir —le da un beso en la frente a su madre, luego un abrazo a su hermano—. Éxito en Inglaterra, me mantienes informado.—Y tú te mantienes sobrio, porque puedo llamarte en cualquier momento.—Claro, sabes que siempre estoy disponible para dar consejos a mi hermanito
Para cuando se llegan las tres cuarenta y cinco, Giselle está fuera de la mansión, entregando sus datos porque al parecer ellos tienen más seguridad de lo que creía.—Pase, señorita. La señora Hunter la espera en la entrada.—Gracias —recibe su licencia de conducir y avanza al interior de la bella mansión.Es digna de una estrella de cine, un prado verde en la entrada, con algunas jardineras naturales con bellas flores de colores fuertes. La casa es enorme, fácilmente podrían vivir tres familias sin toparse los unos con los otros ni por casualidad.Todo lo que hay allí le da la impresión de que, más allá de los escándalos de Max, esa familia se ama. Porque, a pesar del lujo, allí se respira un ambiente familiar, agradable. Un verdadero hogar.—Entonces, si no es la familia… ¿por qué el patán es
Max lleva unos jeans que marcan sus piernas, una playera blanca que deja ver sus bíceps y en la que se marcan esos músculos de su abdomen. Si, muchas deben estar imaginándose al patán y sintiendo las mismas mariposas que Giselle siente en este preciso momento.Max se acerca para darle suaves golpecitos en la espalda y, cuando ella deja de toser, le ofrece un poco de jugo.—Hijo… ¿qué haces aquí?—¿No puedo venir a visitarte, madre?—¡Tú nunca vienes de visita! Si llegas aquí es porque te traigo de las orejas.—Bueno, esta vez vine por un libro —le muestra el libro que lleva en la mano—. Lo necesito para el sistema del idiota. Me dijeron que estabas aquí, con una visita y quise pasar a saludar, no imaginé que tu visita fuera tan importante.—Pensé que te habías llevado todas tus cosas —
Luego de que Giselle sale de la mansión de los Hunter, solo consigue avanzar unos metros, se detiene al lado del camino y se baja del auto.—¡Estúpida! ¿Cómo se te ocurre dar ese espectáculo? ¡¿Cómo se te ocurre proponer irte a vivir con él?!Era algo que había pensado como último recurso, en caso de que Max siguiera saliendo por las noches a hacer sus desastres. Pero algo pasó durante la reunión que la hizo cambiar de parecer.Si Max no hubiese llegado a la negociación, ella le habría dicho a Lucy exactamente eso, que si el hombre no dejaba sus escándalos nocturnos, ella se mudaría a un departamento en el edificio…Sin embargo, verlo allí, con esa ropa, tan sexy. Imaginarlo desnudo por el departamento, con una taza de café mirando por la ventana… ¡¿Quién no querría irse de una vez a meter a la boca del lobo?!—Tú no eres así, Giselle. Desde que lo conociste, te comportas de una manera muy extraña, especialmente con él.Deja salir un suspiro, mira el cielo y respira profundo un par de
El hombre camina con esa misma seguridad de siempre, provocando más de un suspiro a su paso, y llega hasta Giselle, le da la mano y se pone frente a los micrófonos.—Ayer hemos afinado las condiciones de trabajo con la señorita Sparks y desde hoy seremos uno de sus muchos nuevos clientes.—Con todo respeto —dice uno de los periodistas, sin ocultar su risa—. Pero usted no es de los mejores clientes.—Por supuesto que sí, soy un desafío —dice Max con orgullo—. Y la señorita Sparks, a pesar de que no quería trabajar conmigo, finalmente aceptó bajo ciertas condiciones confidenciales que ella propuso. Pero, no solo yo respaldo el trabajo de la señorita Sparks, sino que todo Hunter Security Solutions.—Disculpe, pero usted no es el más serio de los empresarios.—Pero yo sí —Lucy llega en gloria y majestad, con su presen
Cuando las puertas del ascensor se abren, Giselle recuerda que envió a Evan a la sala de juntas y corre a buscarlo, pero no lo encuentra.Sale de allí, ve a su asistente y le pregunta.—Señor Joules, ¿ha visto al senador?—Sí, pasó a su oficina luego que la dejara junto a los Hunter. La está esperando allí.—Gracias.Se apresura en entrar y lo ve mirando por la ventana hacia la ciudad. Ella se acerca algo avergonzada, porque olvidó completamente que lo envió a esperarla.—Senador… —él se gira—. Lo lamento, había olvidado que usted subió con nosotros.—Giselle, por favor, no me digas senador.—Sí, lo siento —ella se mira las manos y le dice con una sonrisa—. Muchas gracias por lo que hiciste, en verdad agradezco que me apoyaras de esa manera.—Creí