Cuando las puertas del ascensor se abren, Giselle recuerda que envió a Evan a la sala de juntas y corre a buscarlo, pero no lo encuentra.
Sale de allí, ve a su asistente y le pregunta.
—Señor Joules, ¿ha visto al senador?
—Sí, pasó a su oficina luego que la dejara junto a los Hunter. La está esperando allí.
—Gracias.
Se apresura en entrar y lo ve mirando por la ventana hacia la ciudad. Ella se acerca algo avergonzada, porque olvidó completamente que lo envió a esperarla.
—Senador… —él se gira—. Lo lamento, había olvidado que usted subió con nosotros.
—Giselle, por favor, no me digas senador.
—Sí, lo siento —ella se mira las manos y le dice con una sonrisa—. Muchas gracias por lo que hiciste, en verdad agradezco que me apoyaras de esa manera.
—Creí
Max le quita el bolso y lo cuelga en un perchero que está al lado de la puerta, se agacha, apoya una rodilla en el suelo y le toma un tobillo a Giselle, ella lo mira con el ceño fruncido, pero ve que Max sostiene una pantufla y se queda sorprendida.—Eres mi huésped, quiero que te sientas cómoda —le dice quitando el tacón de su pie y dejándolo en un pequeño zapatero—. En casa no es necesario usar zapatos.—Gracias —es todo lo que le sale—.Max le quita el otro zapato y luego la toma de la mano, a Giselle se le van los ojos por todo el lugar. Pensó que encontraría un caos, o un perfecto departamento de soltero, sin embargo, se ha encontrado un hogar en todo su esplendor, solo que demasiado masculino.—Por aquí está el baño común, más que nada para las visitas —le señala una de las puertas—. Y por aqu
Tras la primera noche, donde Max se cansó de buscar la manera de escaparse, no le quedó más remedio que acostarse a dormir.—Pero esa me la pagas… — fue su sentencia antes de cerrar los ojos.Ahora, el amanecer se cuela por una rendija en la ventana de Giselle y se levanta renovada, con las ganas de tener un día espectacular. Se coloca una bata de seda, las pantuflas que Max le regaló, corta la amarra y sale de la habitación como si nada, con las tijeras listas para cortar la amarra en la puerta de su prisionero… es decir, de su cliente.En cuanto lo hace, esconde todo en su habitación y luego sale para llamar a la puerta de Max. En poco segundos él abre la puerta, con una cara de pocos amigos, pero se le cambia a una de sorpresa en cuanto ve a su chica del choque en pijama hasta la rodilla, despeinada y sonriente.—Buenos días, quería saber si tomas desa
Llegada la hora de almuerzo, Tomy entra a su oficina con algunos papeles.—Señorita Sparks, estos papeles le sugiero que los lea antes de firmarlos, son reportes de los colaboradores y algunas propuestas para algunas cuentas.—Bien, las dejaremos en mi maletín, hoy me lo llevaré a casa con todo lo pendiente y por favor, necesito que compre una impresora y una laptop, las envías al departamento del señor Hunter.—Muy bien… y algo más, un señor de edad me dice que ha sido enviado por el señor Hunter, para llevarla a almorzar y luego a las instalaciones de Hunter Security Solutions a reunirse con su asistente.—Puedo manejar, creo que se le olvida al señor Hunter —dice denotando la molestia en su voz—.—Me parece un lindo gesto, considerando los malos ratos que le puede ocasionar en el futuro.—Bien, solo confirme con el asisten
Son casi las seis de la tarde cuando llega al departamento, tan solo media hora le tomó llegar de la empresa de Max al departamento, eso le permitió trabajar un poco y ahora puede estar tranquila por el avance. Con algo de comida china y un pijama cómodo, seguro podrá terminar el resto de trabajo que le queda.Vuelve a mirar documentos que revisó en el trayecto y los guarda en un compartimiento de su maletín para no mezclarlos. Cuando entran al estacionamiento del edificio, el guardia le dice que hay un paquete esperando por ella fuera de la entrada del departamento, seguro es el favor que le pidió a Tomy, le agradece al hombre e ingresan al estacionamiento.Sube al ascensor, marca el código del pent-house y se queda pensativa, analizando el cambio tan radical de su vida los últimos días. No se puede negar a sí misma que extraña a su padre y su hermana, pero sigue muy dolida y no echar&
Cuando termina, vuelve a revisar todo, se asegura que esté todo en orden y mete sus cosas en el maletín. En su teléfono hace una lista de cosas que necesita para acondicionar la oficina y deja el papel sobre el maletín, para guardarlo en su chaqueta del día siguiente y pedirle a Tomy que las mande a comprar.—Bien… papel, tinta, lápices… está todo —mira de nuevo el lugar y anota un par de cosas más—. No puede faltar un lindo florero y un cuadro alegre, aunque este tendrá que esperar.Bosteza cansada, sale apagando la luz y se va directo a la habitación. Como ve la puerta cerrada del despacho de Max, asume que él ya se fue a dormir, mira la hora y ve que son las once de la noche.No ve a su tormento por ninguna parte, así que se va directo a la cama, sin pensar si salió o no. Solo quiere dormir, así que se tira en la cama, se tapa, col
Los días pasaron y al parecer Max se ha comportado muy bien, tras el intento de escapar de la primera noche, no volvió a hablar de salidas esas noches.El día de la quemadura, Giselle llegó por la tarde al departamento y se fue directo a su despacho, donde se encontró todo lo que había anotado en la lista de suministros. Por la mañana estaba tan impresionada del detalle que Max había tenido con ella, que olvidó aquella lista.Pero Max no.Se encargó de comprar todo, incluso aquel cuadro que ella pensaba adquirir en un tiempo más.“—Si no te gusta, lo puedes cambiar ahora mismo.”Ella sabía que Max estaba tratando de llevarse bien, de tenerla cómoda y grata, y de alguna manera lo agradecía, porque le hacía olvidar el momento por el que estaba atravesando personal y profesionalmente.Pero tampoco dejaba tener esa sensaci&o
Una mujer de unos cuarenta años entra junto a dos muchachos que no tienen más de quince, Max se pone de pie y estrecha la mano de cada, Giselle hace lo mismo y todos toman asiento.—Muchas gracias por recibirnos —dice la mujer.—Es un gusto poder tenerles aquí —Max se comporta cordial, pero Giselle no sabe si aceptará la propuesta—. Dígame, ¿en qué podemos ayudarle?—Mi nombre es Mary Claire Peck, soy la directora de nuestra fundación, que es sin fines de lucro. Ellos son los Austin y Peter, adolescentes que nuestra fundación acogió desde su nacimiento. Hemos venido para solicitar que su empresa pueda otorgar pasantías o capacitaciones en algún área específica, para que nuestro niños tengan oportunidades de inserción social y laboral.—Bien —Max se cruza de brazos y los mira detenidamente—. T
Al llegar al subterráneo, Max le deja el paso libre a Giselle para que salga. Ella camina mirando a todos lados, buscando al chofer que la lleva, pero no lo encuentra. Va a enviarle un mensaje, pero Max la detiene.—Yo te llevaré.Ella asiente y caminan juntos al auto de Max, que hoy no es el convertible. Le abre la puerta del copiloto y la ayuda a subir, porque es un poco alto. Rodea el auto con gracia, soltando los botones de su saco, se lo quita antes de subirse y se sube las mangas.Cuando se sienta frente al volante, se quita la corbata y se afloja dos botones de la camisa, obligando a Giselle a mirar por la ventana.—Chica del choque, eres la encargada de la música.—Mejor no, mis gustos son un tanto ruidosos y no creo que sean de tu gusto.—Tú elige, que yo no me quejo, a mí me gusta la música, sea cual sea.—Luego no te quejes —conecta su telé