Capítulo 21: La cortesía de un patán

Tras la primera noche, donde Max se cansó de buscar la manera de escaparse, no le quedó más remedio que acostarse a dormir.

—Pero esa me la pagas… — fue su sentencia antes de cerrar los ojos.

Ahora, el amanecer se cuela por una rendija en la ventana de Giselle y se levanta renovada, con las ganas de tener un día espectacular. Se coloca una bata de seda, las pantuflas que Max le regaló, corta la amarra y sale de la habitación como si nada, con las tijeras listas para cortar la amarra en la puerta de su prisionero… es decir, de su cliente.

En cuanto lo hace, esconde todo en su habitación y luego sale para llamar a la puerta de Max. En poco segundos él abre la puerta, con una cara de pocos amigos, pero se le cambia a una de sorpresa en cuanto ve a su chica del choque en pijama hasta la rodilla, despeinada y sonriente.

—Buenos días, quería saber si tomas desa

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