Para cuando Max consigue abrir los ojos, se siente algo mareado, siente que la cabeza le fue aplastada y no es para menos. El rohypnol no es algo para jugar y precisamente eso es lo que la mujer le metió a Max a través de un beso.
Aunque la luz natural le daña los ojos, se obliga a despertar, aunque no reconoce muy bien el lugar, puede imaginarse dónde está. Gira la vista para terminar de reconocer el lugar, pero, para su sorpresa, se encuentra con aquella silueta que conocer a la perfección.
Trata de incorporarse, porque la cabeza de Giselle reposa en una manera poco natural. Pero el mareo le impide moverse, acentuándose más y decide recostarse otra vez, solo para no darle más problemas a la chica.
—Gi-giselle… — le dice con la voz rasposa, por su garganta reseca, ella levanta la cabeza como aturdida y se pone de pie para acercarse a Max—. ¿Qué pasó?
Sin decirle nada a Giselle, trata de bajarse de la cama, pero su cuerpo está algo aturdido todavía y la chica debe sostenerlo.—Necesito ir al baño.—Me estás…—No.Suspira irritada, pero lo lleva al baño, una vez que se asegura que no se caerá, se para de espaldas a él, en el umbral de la puerta y de brazos cruzados.—Si sientes que te vas a caer, dímelo.—¿Aunque esté…?—Sí, ya qué.Pero no pasó nada de eso. Así que Max se lava las manos, Giselle lo lleva a la cama de nuevo y comienza a sacar la ropa del bolso, dejando la ropa interior sobre todo lo demás. Él se queda mirando la ropa y luego trata de ponerse un calcetín, pero se va con todo y cuerpo hacia adelante, por lo que Giselle decide que en eso lo puede ayudar.—Gracias, señorita niñera.—Cállate —le responde de mala gana, en parte porque no se esperaba que le tocaría hacer algo como eso y en parte porque tiene sueño—.Y todos saben que las mujeres con sueño se ponen de muy mal genio en algún momento.Le pone los calcetines y
Tras el incidente con la mujer del local nocturno las cosas se mantuvieron muy calmadas durante los siguientes días. Pero lo mejor de toda aquella noche fue lo ocurrido con los medio de comunicación.Y es que ninguno se enteró.Giselle se encargó de manejar esa situación de raíz, no dio la oportunidad de que nadie grabara a Max al salir, cubriéndole el rostro y haciendo que en el hospital firmaran un acuerdo de confidencialidad.Por supuesto, Max no sabía nada de eso, así que se sentía extraño de llegar al lunes sin verse en los tabloides sensacionalistas.Pero Giselle se volvería otra cosa.Como no quería dejar solo a Max, canceló la cita del domingo con Evan y quedaron en verse durante la semana para almorzar en algún lugar discreto. Evan insistió que fuera en su casa, pero la mujer alegó que no tenía tanto tiempo, así que finalmente el senador eligió un restaurante modesto, discreto y alejado de la parafernalia de Los Ángeles, si es que eso es posible.El chofer la deja frente al l
Llega a la fábrica de Hunter Security Solutions, allí Max la está esperando en la entrada. Ella corre para entrar, mientras se arregla un mechón de cabello que se le escapó.—Disculpa, estaba almorzando con un amigo.—¿Amigo? —le pregunta él con amabilidad, aunque por dentro se muere de celos—.—Con Evan, el senador Smith…—Menudo amigo —dice entre dientes y Giselle lo mira—.—¿Dijiste algo?—Nada, los chicos nos esperan.Cabe decir que el reencuentro de Giselle con Austin y Peter fue muy efusivo, pero esta vez iban todos los chicos del orfanato, así que los saludó a todos super emocionada. Una asistente de la fábrica los invita a ponerse los implementos de seguridad a todos, incluidos los cascos.Giselle se desarma la coleta, dejando su cabellera suelta, para que no le moleste el casco
Es viernes y sus cuerpos lo saben.Max se levanta con una sonrisa radiante, sale de su habitación directo a la cocina por su chocolate, hoy no quiere hacer ejercicio en la mañana y un dios griego como él se lo puede permitir cuantas veces quiera.Toma la taza con el delicioso líquido, le coloca tres malvaviscos y camina a la ventana. Apenas está amaneciendo, pero él se siente radiante y lleno de vitalidad, con ganas de hacer cosas menos auto destructivas y es obvio que en eso tiene que ver Giselle.En la habitación más grande del departamento, la mujer abre los ojos con algo de pereza, se sienta en la cama y deja escapar un bufido al ver que es viernes.—Solo espero que no haga una tontería como la de la semana pasada…Se pone de pie de mala gana y sale con rumbo a la cocina, para beber ese café que al menos la despertará, porque ánimo es imposible en e
En cuanto termina, se pone de pie y lleva los platos sucios al fregadero, pero Max se para tras ella y le dice que vaya a terminar de alistarse, que le corresponde lavar. Giselle da unos poco pasos y se gira para peguntarle algo que le llama la atención.—Max, ¿por qué no tienes alguien de servicio?—Porque amo mi privacidad —le dice sin dejar de lavar los platos—. Solo una persona viene a limpiar dos veces al mes lo que yo no puedo. Pero no podría tener a alguien fijo aquí… imagina, yo sin poder salir a tomar mi chocolate caliente y desnudo porque llegará una señora temprano.La chica suelta esa risa que le calienta el corazón a Max y sigue a su habitación.No es que a Giselle le moleste hacer algunas cosas de la casa, que en realidad es ordenar su cama, lavar su ropa y mantener limpio el baño. Pero eso le extraña de Max, que teniendo dinero y la p
Una vez adentro, el doctor Patts le dice que tome asiento y le pregunta por su semana.—¿Puso seguir mi consejo?—No… se me hace muy difícil hablar con ella, es demasiado perfecta para mí.—Max, debe entender que nadie es perfecto. Nuestra mente tiende a perfeccionar, a idealizar a las personas que no tienen nuestros mismos defectos, pero créame, los tiene.—No quisiera hablar de eso ahora —el doctor asiente y pasa a algo más crítico en la conducta de Max—.—Quiero saber, porque de acuerdo a lo que hablamos la semana pasada, usted es muy dado a las mujeres y a tener intimidad con ellas, ¿ha concretado algo esta semana?—No.—¿Cómo se siente con eso?—Bien… supongo.—¿Ha tenido la necesidad urgente de tener intimidad con alguien?—No… bueno, un poco, pero
Luego de una noche divertida, Max se levanta con ánimo de prepararle el desayuno a Giselle y así sorprenderla. Así que va a la cocina, esta vez vestido para no causar problemas con su chica y comienza a buscar ingredientes.Pero no siempre salen las cosas como piensas y ese día, para Max, sería muy diferente a lo que esperaba.Al tener todo listo, lo coloca en una bandeja y se va a la habitación de Giselle, llama a la puerta, pero no escucha respuesta. Vuelve a tocar y pone el oído en la madera, pero en lugar de oír que entre, escucha unos ruidos que lo asustan.Entra como una tromba, deja la bandeja en donde puede y corre al baño, porque Giselle no está en la cama. Al entrar ella está con fuertes arcadas, con la cabeza en el váter y arrodillada en el frío suelo.—¡Giselle! —se tira en el suelo junto a ella y comienza a acariciar su espalda—. Respira, ya pasará.—No vengas aquí… que vergüenza —le dice cuando consigue reponerse un poco—.—Te hizo mal la comida de anoche, eso es seguro,
La mañana invita a Giselle a despertarse más sonriente, se despereza en la cama y luego se levanta, abre las cortinas para disfrutar esa vista maravillosa que le ofrece Los Ángeles. Se embebe de nuevas energías y de la vista de la ciudad unos segundos, para luego ir al baño y, cuando sale a la cocina, le llega el olor del chocolate de Max.Por pura precaución, baja la mirada y dice tímida.—Buenos días.—Buenos… ¿por qué miras el suelo? —corta el saludo en cuanto se gira a verla—.—¿Estás vestido? —pregunta ella sin apartar la mirada del suelo y jugando con sus manos—.—¿Sabías que es de mala educación responder con una pregunta?—Pues tú también lo hiciste —Max sonríe al ver que su carácter pendenciero regresó—.—Levan