Capítulo 37: Hoy hasta los ángeles me van a envidiar

La mañana invita a Giselle a despertarse más sonriente, se despereza en la cama y luego se levanta, abre las cortinas para disfrutar esa vista maravillosa que le ofrece Los Ángeles. Se embebe de nuevas energías y de la vista de la ciudad unos segundos, para luego ir al baño y, cuando sale a la cocina, le llega el olor del chocolate de Max.

Por pura precaución, baja la mirada y dice tímida.

—Buenos días.

—Buenos… ¿por qué miras el suelo? —corta el saludo en cuanto se gira a verla—.

—¿Estás vestido? —pregunta ella sin apartar la mirada del suelo y jugando con sus manos—.

—¿Sabías que es de mala educación responder con una pregunta?

—Pues tú también lo hiciste —Max sonríe al ver que su carácter pendenciero regresó—.

—Levan

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