Max la ve y sonríe, porque supo perfectamente que ella no quería una fiesta convencional, una boda de la típica princesa.
No, esa era la boda de una mujer que estaba dispuesta a iniciar de cero con él, que al fin podría ser ella misma, sin esperar la aprobación de los demás.
Los dos se miran con sorpresa, porque Giselle no se esperaba a Max vestido así.
—Yo quiero ese rastreador en el auto de Lucy —le dice Evan a Kevin en un susurro y Max susurra lo mismo.
Embobados, así están los tres, mientras la novia se acerca cada vez más.
Cuando llegan frente a Max, Phil le da la mano de Giselle, pero no la suelta.
—Te entrego uno de mis más preciados tesoros… a Kevin no tuve que hacerle la advertencia, porque me imaginé que Lilly ya le había dejado claro que no es cosa seria y que tendría muchos problema de meter la pata &m
Max y Giselle caminan sin preocupaciones por las calles de Berlín, sin que la gente sepa de quienes se trata, allí solo son dos personas que se aman, que van de la mano y a veces se besan para demostrarse amor.Esa luna de miel ha sido magnífica, sin nada que los preocupe y los atormente. Al fin son felices, esperando a sus gemelas y planificando su nacimiento.—¿Ya te decidiste esposa mía dónde las quieres tener? —le pregunta Max, mientras la abraza frente a la Puerta de Brandeburgo.—Creo que en casa, es más sencillo que los dos vayamos a casa a que todos vengan aquí.—Ese corazón enorme, que no deja de pensar en los demás… a casa de regreso entonces.La verdad era que Giselle no quería estar allí más tiempo, extrañaba su hogar, su familia, a Ferny y también el aire costeño. Era cierto que podían ir
Entre él y la enfermera la ayudan a dar pasos lentos por la cabina, hasta que el piloto les anuncia que ya están por aterrizar.Max la sienta en el puesto más cercano, le coloca el cinturón y se sienta a su lado, tomándole la mano con fuerza.—Estas niñas ya quiere salir… y tú sin ponerles nombre aún.—Ya lo haré, me importa primero llevarte a un hospital para que te atiendan.En cuanto se abre la puerta del avión, entra un equipo médico, la enfermera les da todos los detalles del viaje, de los signos vitales y de la condición de Giselle. La ayudan a bajar con mucho cuidado, al final de la escalera hay una camilla esperando por ella, en donde Max la deja sin ningún esfuerzo.—¡Patán, no me dejes sola, por favor… no nos dejes! —le dice ella sin querer soltar su mano.—No, bonita, no las dejar&eacu
Veinte años después…—Max, deberías dejar que Amelie se las arregle sola, por algo quiso irse a Alemania para estudiar, ¿no crees? —Giselle le dice a su esposo mientras le revisa la tarea a Jamie, su hija menor de diez años.—Pero no puedo dejarla sola… ¡Me estás pidiendo algo imposible, mujer! —le dice Max desesperado.—Max… siéntate —le dice ella poniéndose firme y él le hace caso de inmediato—. Amelie es una joven inteligente, sabrá resolver su problema sin que tengas que ir hasta allá para hacerlo por ella. Además, se supone que para eso contrataste a un séquito.—Es que eso me preocupa más… —Max mira a Jamie, la niña rueda los ojos, toma sus cosas y se va de allí alegando que solo quería crecer para que los adultos hablaran
Si hay algo que en verdad le molesta a Giselle es tener que correr.Toda su mañana estaba planificada, organizada, pero esos imprevistos que detesta le arruinaron su día perfecto.Ahora le tocaba irse lo más rápido posible a su cita con el senador Smith, quien había despejado su agenda para recibirla y oír su propuesta de relaciones públicas, todo orientado para mejorar su imagen, luego de los escándalos dentro del partido.Revisa su correo, busca la dirección, la ingresa en el GPS e inicia la ruta para el encuentro con el senador.El semáforo la detiene en una intersección que se ve casi desierta y su teléfono suena, responde solo porque es Tomy, su asistente y debe ser muy importante.—Señor Joules.—Señorita Sparks, acaba de llegar un correo de Lucy Hunter…—¿Lucy Hunter? ¿La dueña de Hunter Security Solutions? —le pregunta sin esconder su sorpresa—.—Ella misma, quiere reunirse con usted lo antes posible.—¿Le respondiste que lo antes posible es en una semana?—Sí, pero insiste en
La música suena fuerte, el ritmo se siente hasta en las gruesas paredes de concreto, que vibran ante aquellos sonidos que llaman a los presentes a moverse, dejándose llevar por la sensación de libertad que solo la música les da en ese momento.Pero cuando Max Hunter, CEO de una de las empresas de seguridad más importantes del país pone un pie dentro del lugar, es como su todo se detuviera a su alrededor, permitiéndole el paso.Es uno de los clientes frecuentes y más generosos, por lo que todos los empleados se esmeran en darle un reservado, dejar los tragos que le gustan a su disposición y cuatro chicas que bailan allí, las más bellas, se van directo a esperar al hombre en su refugio.—Buenas noches, señor Hunter —le dice el anfitrión—. Ya está listo su reservado, con todo lo que le gusta.—Gracias.Camina con la seguridad que un hombre de su estatura y posición debe tener, al llegar al reservado, las chicas lo reciben entre bailes, le quitan la chaqueta, la corbata y lo sientan en el
Al abrir los ojos, la luz le dice que es muy temprano, al menos las seis de la mañana.Se levanta con algo de pereza, pero sabiendo que no puede quedarse ni un minuto más en la cama, hoy tiene demasiado por hacer.Se mete a la ducha, deja que el agua la despierte y luego sale para enfundarse en un vestido azul marino ceñido al cuerpo, pero extra cómodo, unos tacones de cinco centímetros del mismo color y un cinturón que rompe con la monotonía, de color dorado.Se peina con una coleta alta, toma sus cosas, su bolso, su carpeta de trabajo y sale de allí directo a la cocina, para un desayuno rápido.Antes de salir de la casa, pasa por el baño de invitados para lavarse los dientes y aplicarse el único maquillaje llamativo que usa, labial rojo. Cuando abre la puerta principal, el auto la está esperando para llevarla a la oficina, en cuanto se sube, le da los buenos días al chofer y comienza a llamar a todos.Del trayecto ni se entera, porque hay demasiadas cosas que hacer.En cuanto el aut
Llega a penas unos diez minutos tarde, la enorme reja metálica se abre, la seguridad la revisa y le pide su identificación, todo va bien hasta ese momento, cuando uno de los guardias mira el costado de su auto y le dice lo evidente.—Aquí la chocaron.—No me diga… —las palabras salen con tanto sarcasmo, que el hombre se encoje y sigue revisando.—Puede pasar, está limpia —sentencia otro y ella lo agradece, porque está comenzando a dolerle el cuello.—Gracias —sisea molesta y sigue el camino hasta la casa.Cuando se estaciona frente a la entrada principal, ve al senador y se queda sorprendida, porque esperaba que fuera alguien mayor. Se dedicó a leer la vida del senador, pero pasó por alto las fotografías y la fecha de nacimiento, porque eso no le interesa, sin embargo, es evidente que se equivocó de no hacerlo.Es un hombre de unos treinta y cinco años o menos, alto, pero no tanto como el destructor de autos, de cabello castaño y unos ojos oscuros penetrantes… pero no como los del irr
Cuando Max llega a la oficina, el guardia corre hacia él asustado, para ver en qué condiciones llegó su jefe, si el auto está así de malogrado…—¡Señor Hunter! ¿Se encuentra usted bien?—Sí, tranquilo, no me pasó nada grave, excepto que el airbag se activó y casi me rompe la nariz.—¡Por dios, su madre debería saberlo!—¡No! Yo seré quien se lo diga, gracias… solo deje esa cosa ahí —dice señalando el auto y camina con cierta dificultad para respirar—.Entra al edificio y todos lo saludan con cordialidad, aunque puede notar que algunas de las mujeres lo miran con lascivia, algunas no se cohíben en pasar la lengua por sus labios de manera seductora, lanzarle besos o cerrarle el ojo.—Rayos, sí que me grabaron —dice para sí mismo con remordimientos, se rasca la frente y sigue su camino al ascensor—.Cuando las puertas se abren, sube y aprieta el botón para que se cierren las puertas lo antes posible, esas mujeres le dan miedo precisamente porque pueden convencerlo de hacer algo que no de