Luego de aquel almuerzo tan interesante, todo volvió a la normalidad de cierta manera, porque no se podía llamar normal a aquella tormenta silenciosa que vivía ese par, en especial cuando se encontraban frente a frente.
El resto del domingo y todo el lunes, fue una especie de bajar la cabeza, disculparse por entorpecer el camino y encerrarse en sus despachos o habitaciones. Lo único que pudieron compartir sin huir fue esos chocolates matutinos… y los llantos emocionados de Giselle por el final del libro.
“—Ya tengo en mi lista negra a esas Day Torres y Jeda Clavo, por hacerte llorar tanto.
—Yo las amo, son las mejores.”
Y como siempre que se termina un libro, se espera un tiempo prudencial para asimilar el dolor del fin… cinco minutos después, Giselle estaba buscando qué leer.
Luego de una despedida algo incómoda esa mañana, Giselle decidió manejar
Tiempo después, cuando al fin se le ha bajado un poco el coraje de tener a la McCain, escucha unos murmullos fuera de su oficina, se pone de pie con el ceño fruncido y camina a la puerta, pero esta se abre, dejando ver a Tomy muy molesto, pero a Evan peor.—¿Qué significa esto, señor Joules? —Tomy sabe que no lo está reprendiendo, así que no responde—. Dije claramente que no quería ser interrumpida, tengo mucho que hacer.—Lo siento, señorita, pero el senador insistió.—El senador debería saber que tiene un asesor, al que ha mantenido bastante ocupado, por cierto.—Giselle…—Senador Smith, ¿necesita algo de mí? —le pregunta ella con evidente molestia—.—Ya veo, estás muy molesta… — le dice con una sonrisa avergonzada—. Necesito darte una explicación.
El resto del día pasó para Giselle de la manera más lenta, tediosa y desagradable. Pero aun así, cuando se dio cuenta que debía quedarse una hora más y llevar trabajo a casa, no se quejó, solo hizo lo de siempre, resignarse y nada más.—Tomy —le dice a su asistente, que se encuentra con ella ordenando algunos documentos—, llama a la cafetería de la esquina y pídeles dos sándwiches de pollo, por favor.—Claro —el hombre levanta el teléfono para hacer la llamada y se queda mirando a la nada un momento—. ¿No vas a llegar a cenar?—Dudo que pueda prepararme algo y no tengo tiempo de esperar a que me lleven comida, prefiero llevarme algo yo, así me encierro en el despacho a terminar estas cosas.—Puede que Max te esté esperando con algo para comer —pero Giselle niega con la cabeza—.—L
Max llega y la ve con incredulidad, mientras que Giselle siente que ha triunfado.—No puedes hacer nada con él, dámelo… — la voz de Max es una clara advertencia, pero ella solo sonríe.—No, ya te dije que no vas a salir –dice ella con la voz agitada, con el puño apretado y dejando el sofá entre ellos.—Giselle, dámelo —la voz de Max sale peligrosa, pero además de tragar grueso, Giselle no da ni una muestra de nerviosismo.—No —Max se salta el sofá, ella da un grito y corre directo a la habitación de Ferny.Abre la puerta, el perro levanta la cabeza y ella le tira el zapato.—¡Toma, Ferny, el zapato de papá!El perro mira el objeto y, como si entendiera lo que Giselle quiere de él, lo consigue en el aire y comienza a llenarlo de baba, Max está parado al lado de Giselle, sin poder creer l
Los primeros rayos del amanecer se cuelan por la cortina de la sala, pegando justo en el rostro de Max. Abre los ojos con dificultad, porque la luz le daña la vista, pero sabe que debe moverse para ir a trabajar.Levanta la cabeza, se ve cubierto con una cobija y se deja caer otra vez, cubriendo su rostro con un brazo. No tiene recuerdo de hacerse tapado, además, esa es la cobija de su cama, así que es obvio que ella fue quien lo tapó.De pronto, le llega a la mente un sueño, algo confuso, pero aquella sensación de los labios de alguien sobre los suyos es casi real. Se pasa los dedos por los labios y suspira cansado.—Si tan solo fueran los de ella…Se incorpora con rapidez, le duele un poco el cuello, pero eso es lógico, porque los cojines del sofá no son para dormir. Arrastra la cobija hasta su habitación y se mete a la ducha, solo por hoy pasará de su mantra matutino, el
Cuando el chofer le dice que ya llegaron, debe darse la vuelta para ver por qué ella no le responde, pero la verdad es que le causa una mezcla de diversión y ternura ver a aquella chiquilla con la cabeza apoyada en el respaldo del asiento, con la boca medio abierta y un papel desparramado en el asiento.Le envía un mensaje al jefe y en menos de un minuto, el teléfono de Giselle suena, despertándola algo desorientada, mira a todos lados y busca en su bolso el sonido insistente. Cuando lo saca, se da cuenta que está fuera del edificio.—¿Aló? —contesta mientras ordena sus cosas para bajar, sij saber quién le responderá—.—Giselle, quiero invitar a mi madre a cenar esta noche, a casa, ¿te molesta si lo hago?—No, por supuesto que no, ¿acaso olvidas que es tu casa? —le dice algo distraída y bajando del auto—. Puedes invitar a qu
No se puede negar que esa afinidad entre Rob y Giselle es fuerte, ambos tienen temas muy comunes, interesantes y profundos. Resulta que aquel hombre entiende muchas de las cosas que habla Giselle, algo que ella aprecia, porque por primera vez en mucho tiempo puede entablar una conversación seria con un hombre que no se Tomy.Uno que no le hace escenas de celos ni se toma las cosas como broma.—Y dime, Giselle, ¿qué piensas hacer de aquí a cinco años? ¿Te ves con familia, hijos o en el mismo lugar?—¿Sabes? Esa es una pregunta que jamás me he hecho —dice ella bebiendo de aquel té que pidió para alargar más el momento—. Y ahora que me la haces tú, me hace pensar que en cinco años estaré a puertas de los treinta.—Seguro te verás igual de bella que ahora.—Jajaja, eso no es lo que me preocupa… por el traba
De más está decir que Giselle está como agua para chocolate, hirviendo de la rabia y casi echando humo por las orejas. Pero se la va a cobrar de la mejor manera que se le ocurre. No entiende cómo un hombre en poco más de una hora pudo terminar así de ebrio, pero lo que menos logra comprender, es qué o quién lo puso así.Lo oye balbucear palabras ininteligibles y eso le causa algo de gracia. Al menos no es de esos borrachos llorones, sino de los divertidos.Al llegar al estacionamiento, lo tira de uno de los pies para obligarlo a bajar y con ayuda del chofer logra sacarlo de allí.—¿Quiere que la ayude a subirlo?—No se preocupe, seguro que desde ahora podrá caminar solo. Gracias.Max comienza a caminar, con ella rodeando su cintura para guiarlo hasta el ascensor. Las puertas se abren y entran en él, Giselle marca la clave y espera que nadie se suba, pero este se detiene en el primer piso y suben dos mujeres, una mayor y otra tan joven como Giselle.Una de las mujeres no deja de mirar
El jueves pasó como si nada, al menos por parte de Max, porque Max cargaba la culpa en todo el cuerpo.Aunque durante el día trabajó como loca, para agotarse y poder dormir, por la noche no puedo sino dormir un par de horas, porque la consciencia y las ganas de ir con Max, enterrarse en sus brazos y besarlo como si no hubiera un mañana, eran tremendas.Pero ya era viernes, y ese día era el concierto. Aunque quería ir, no le había dicho nada a Max sobre aquellas entradas, especialmente porque no sabía si él iba a querer ir con ella.En realidad, no le había dicho a Max sobre nada, lo de ellos se había convertido en una relación de trabajo muy silencioso y solo se dijeron los buenos días, que tal el día y las buenas noches.Sale de su habitación, pensando en la rueda de prensa del día anterior, donde desmintió cualquier relación que