Capítulo 46: Una mujer cobarde

De más está decir que Giselle está como agua para chocolate, hirviendo de la rabia y casi echando humo por las orejas. Pero se la va a cobrar de la mejor manera que se le ocurre. No entiende cómo un hombre en poco más de una hora pudo terminar así de ebrio, pero lo que menos logra comprender, es qué o quién lo puso así.

Lo oye balbucear palabras ininteligibles y eso le causa algo de gracia. Al menos no es de esos borrachos llorones, sino de los divertidos.

Al llegar al estacionamiento, lo tira de uno de los pies para obligarlo a bajar y con ayuda del chofer logra sacarlo de allí.

—¿Quiere que la ayude a subirlo?

—No se preocupe, seguro que desde ahora podrá caminar solo. Gracias.

Max comienza a caminar, con ella rodeando su cintura para guiarlo hasta el ascensor. Las puertas se abren y entran en él, Giselle marca la clave y espera que nadie se suba, pero este se detiene en el primer piso y suben dos mujeres, una mayor y otra tan joven como Giselle.

Una de las mujeres no deja de mirar
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