Los días pasaron luego de aquellas fiebres tan extrañas y, por supuesto, Giselle aplicó la mejor técnica de todas: la evasión.Evitó hablar de lo sucedido con Max a toda costa, pero él no la forzó, lo que pasó aquella noche lo tenía con un pie en la tierra y el otro en la fantasía, sin embargo, por más que ella lo evitara, había sucedido y punto.Llegan a la cocina, se sientan a desayunar juntos, sin dejar de sonreírse. Pero no es una agradable, es esa tensa, llena de cordialidad y de una necesidad de querer correr, al menos por parte de Giselle, porque la de Max solo gritaba “si te descuidas, te vuelvo a besar”.—¿Alguna novedad para hoy? —pregunta Giselle sin levantar la mirada o terminará colgada del cuello de su patán—.—Nada, solo que luego de la consulta, iremos a un lugar muy discreto, pero entretenido.—¿Adelanto?—Te vas a divertir, te lo aseguro, me lo recomendó una persona muy tranquila. Creo que es nuevo, solo va gente que quiere conversar y bailar, nada de coqueteos.—O d
Una vez en el auto, Max ingresa la dirección del sitio en el GPS del auto y salen rumbo a la diversión, sin saber cuán divertido sería… para Giselle.Buscan un lugar donde estacionar y los dos caminan muy juntos, en la entrada, un hombre de mal carácter los deja entrar y les indica que en el lugar no se admiten espectáculos.Al entrar, el ambiente es tranquilo, la música es suave, no hay olor a tabaco y son muy pocos los que están bailando. Pero sí hay mucha gente sentada, conversando. Caminan a la barra, para poder pedir algo de beber, mientras Giselle canta bajito, Max arruga el ceño, porque hay algo que le parece extraño.Cuando toman asiento, un hombre se acerca a ellos y Max se pone alerta, porque se ve bastante bien parecido y cree que allí pueden ligar con Giselle, pero se sorprende cuando en lugar de ocupar el asiento vacío al lado de ella, ocupa el que est&
Las manos de ese par no se despegaron en todo el viaje de regreso a casa, en cuanto llegaron, Ferny se lanzó sobre Max y Giselle corrió riendo a su habitación, haciendo caso omiso de las súplicas de Max para que le ordenara al can dejarlo en paz.Cuando ella vuelve a salir, lleva un moño alto y descuidado, un pijama suelto de playera y pantalón, y la cara de felicidad somnolienta más tierna que Max pudo ver en su vida.—¿No deberías ir a dormir?—Quiero ver una película romántica… y hablar contigo de esto —dice señalando a ambos—.—Esto… —le dice Max acercándose a ella y tomando sus manos—. ¿Quieres ponerle nombre?—No, quiero poner límites.—Bien, dame diez minutos para ponerme cómodo y te alcanzo en la sala.Le da un suave beso en los labios y se aparta de
Como buen domingo, Max se despierta temprano de todas maneras para hacer sus ejercicios matutinos, igual que siempre, solo con un short. Seguro su Giselle estuviera frente a esa visión, estaría babeando, pero como no es así, los ejercicios de Max fluyen sin contratiempos.Cuando termina, se seca el sudor, se coloca una playera y luego se va a la cocina para sorprender a su chica con el desayuno.Unos minutos después, llama a la puerta de Giselle, pero no se escucha nada, así que entra y sonríe al verla dormir, desparramada en la cama, con el cabello por cualquier parte. Se acerca a la cama, la remueve un poco y le da un suave beso en los labios.—Despierta, flojita, te traigo el desayuno.—Mmm… quiero dormir —abre un ojo y sonríe—. ¿Por qué no te metes aquí y dormimos otro rato?—Tendría que bañarme primero, porque acabo de termi
Las manos de Max se cuelan por debajo de la playera de Giselle y las de ella se van al borde de la playera de Max, levantándola y quitándosela de una vez.—Usted, señorita, si no se detiene, terminaremos saltándonos el límite número uno.La voz de Max sobre su cuello la enloquece, pero sabe que él tiene razón. Se separa de él, moviéndose un poco y sintiendo aquella parte de su anatomía dura como roca, provocando que se ponga roja como la grana.—Yo… yo no me di cuenta, lo siento, no…—No me digas que no debiste, porque me encantó que lo hicieras… ya esa cosa me estaba molestando — le dice con esa sonrisa que a Giselle le encanta, mientras acaricia su rostro—. Si hay algo que te prometo, es que te voy a detener cada vez que esto suceda, porque quiero que cuando llegue ese momento estés muy segura.—Me gu
Los días fueron intensos, pero ya todo estaba listo para aquella gala que prometía ser fantástica, llena de glamur, pero con la clara intención de impresionar a todos, porque una gala de beneficencia como aquella no se había visto jamás.Durante dos semanas Max había sufrido, porque en las tardes Giselle se reunía con Rob para lo que se supone sería la mayor sorpresa de la velada. Pero se aseguró de ir por ella al lugar en donde ellos se reunían, a la hora que se suponía debían terminar, para luego llegar al departamento y pegarla contra la pared en un beso urgente, posesivo y que no dejaba dudas de lo celoso que se sentía.En este preciso instante, Max está apoyado en el respaldo del sofá, con las manos en los bolsillos, enfundado en un traje negro de tres piezas que define cada músculo de su cuerpo, con una pajarita negra y el cabello desordenado.
Tomy se acerca a Giselle, ella le da un abrazo fuerte y se queda con su jefa para apoyarla en lo que necesitara.—Llegó la modeloca —le susurra al oído y ella se gira a la puerta—.—Con permiso…Se despide de uno de los empresarios más importantes de la noche y se va hacia la puerta para saludar a Megan.En cuanto la modelo la ve, abre los brazos como si estuviera viendo a una vieja amiga frente a ella y grita para que le presten atención.—¡Giselle! —la chica llega a ella y acepta esos dos besos en las mejillas y ese abrazo totalmente sobreactuado, porque ella ni siquiera se acercó lo suficiente para recibirlo—. ¡Qué lindo está todo! Te felicito.—Gracias, Megan. Entra, por favor, y diviértete.—Por supuesto que lo haré.Si Giselle supiera cierta parte de la vida del patán con exactitud
—¿Evan? ¿Lucy? —los dos se separan como si se repelieran y la chica solo se queda con la boca abierta—. Pe—pero… ¿qué está pasando…?—No es nada, querida, el senador…—¿Nada? ¡Nos vio besándonos, Lucy, por dios! —dice Evan agitando las manos—. ¡¿Hasta cuándo vamos a seguir con esto solo porque tus hijos son unos egoístas?!—¡No metas a mis hijos en esto! —sentencia Lucy, levantando su dedo índice—.—¡Bien! —dice él, pasándose las manos por el cabello con frustración—. ¿Sabes? Creo que me cansé de todo esto, Giselle… —se gira hacia ella y Lucy lo toma del brazo para que no hable, pero él no se calla—. ¿La mujer misteriosa? Te la presento, era mi novia, nos estábamos ocultando de s