En cuanto termina, se pone de pie y lleva los platos sucios al fregadero, pero Max se para tras ella y le dice que vaya a terminar de alistarse, que le corresponde lavar. Giselle da unos poco pasos y se gira para peguntarle algo que le llama la atención.
—Max, ¿por qué no tienes alguien de servicio?
—Porque amo mi privacidad —le dice sin dejar de lavar los platos—. Solo una persona viene a limpiar dos veces al mes lo que yo no puedo. Pero no podría tener a alguien fijo aquí… imagina, yo sin poder salir a tomar mi chocolate caliente y desnudo porque llegará una señora temprano.
La chica suelta esa risa que le calienta el corazón a Max y sigue a su habitación.
No es que a Giselle le moleste hacer algunas cosas de la casa, que en realidad es ordenar su cama, lavar su ropa y mantener limpio el baño. Pero eso le extraña de Max, que teniendo dinero y la p
Una vez adentro, el doctor Patts le dice que tome asiento y le pregunta por su semana.—¿Puso seguir mi consejo?—No… se me hace muy difícil hablar con ella, es demasiado perfecta para mí.—Max, debe entender que nadie es perfecto. Nuestra mente tiende a perfeccionar, a idealizar a las personas que no tienen nuestros mismos defectos, pero créame, los tiene.—No quisiera hablar de eso ahora —el doctor asiente y pasa a algo más crítico en la conducta de Max—.—Quiero saber, porque de acuerdo a lo que hablamos la semana pasada, usted es muy dado a las mujeres y a tener intimidad con ellas, ¿ha concretado algo esta semana?—No.—¿Cómo se siente con eso?—Bien… supongo.—¿Ha tenido la necesidad urgente de tener intimidad con alguien?—No… bueno, un poco, pero
Luego de una noche divertida, Max se levanta con ánimo de prepararle el desayuno a Giselle y así sorprenderla. Así que va a la cocina, esta vez vestido para no causar problemas con su chica y comienza a buscar ingredientes.Pero no siempre salen las cosas como piensas y ese día, para Max, sería muy diferente a lo que esperaba.Al tener todo listo, lo coloca en una bandeja y se va a la habitación de Giselle, llama a la puerta, pero no escucha respuesta. Vuelve a tocar y pone el oído en la madera, pero en lugar de oír que entre, escucha unos ruidos que lo asustan.Entra como una tromba, deja la bandeja en donde puede y corre al baño, porque Giselle no está en la cama. Al entrar ella está con fuertes arcadas, con la cabeza en el váter y arrodillada en el frío suelo.—¡Giselle! —se tira en el suelo junto a ella y comienza a acariciar su espalda—. Respira, ya pasará.—No vengas aquí… que vergüenza —le dice cuando consigue reponerse un poco—.—Te hizo mal la comida de anoche, eso es seguro,
La mañana invita a Giselle a despertarse más sonriente, se despereza en la cama y luego se levanta, abre las cortinas para disfrutar esa vista maravillosa que le ofrece Los Ángeles. Se embebe de nuevas energías y de la vista de la ciudad unos segundos, para luego ir al baño y, cuando sale a la cocina, le llega el olor del chocolate de Max.Por pura precaución, baja la mirada y dice tímida.—Buenos días.—Buenos… ¿por qué miras el suelo? —corta el saludo en cuanto se gira a verla—.—¿Estás vestido? —pregunta ella sin apartar la mirada del suelo y jugando con sus manos—.—¿Sabías que es de mala educación responder con una pregunta?—Pues tú también lo hiciste —Max sonríe al ver que su carácter pendenciero regresó—.—Levan
Cuando las chicas se abrazan tan emocionadas, Kevin escucha a Giselle decirle «hermanita» y allí entiende mejor, pero no mejora las cosas.—Pero… — dice Kevin, hasta que Lilly se separa de su hermana y baja la mirada—. Me dijiste que eras Lilly Anderson.—¿Lilly Anderson? —dice Giselle sin entender—. Ese es el apellido de soltera de nuestra madre.—Yo… lo siento, pero estaba tan enojada con papá por lo que hizo, que no quería usar más su apellido —se acerca a Kevin y le toma las manos, pero este la rechaza—. Es lo único que te oculté, todo lo demás es cierto.—Dime, Giselle —le dice Kevin alejándose de Lilly—. ¿Es cierto que es restauradora de arte, que le gusta jugar rugby, los animales, que no come pavo y odia los diarios?—Sí, todo eso es verdad.—Amor &m
Luego de aquel almuerzo tan interesante, todo volvió a la normalidad de cierta manera, porque no se podía llamar normal a aquella tormenta silenciosa que vivía ese par, en especial cuando se encontraban frente a frente.El resto del domingo y todo el lunes, fue una especie de bajar la cabeza, disculparse por entorpecer el camino y encerrarse en sus despachos o habitaciones. Lo único que pudieron compartir sin huir fue esos chocolates matutinos… y los llantos emocionados de Giselle por el final del libro.“—Ya tengo en mi lista negra a esas Day Torres y Jeda Clavo, por hacerte llorar tanto.—Yo las amo, son las mejores.”Y como siempre que se termina un libro, se espera un tiempo prudencial para asimilar el dolor del fin… cinco minutos después, Giselle estaba buscando qué leer.Luego de una despedida algo incómoda esa mañana, Giselle decidió manejar
Tiempo después, cuando al fin se le ha bajado un poco el coraje de tener a la McCain, escucha unos murmullos fuera de su oficina, se pone de pie con el ceño fruncido y camina a la puerta, pero esta se abre, dejando ver a Tomy muy molesto, pero a Evan peor.—¿Qué significa esto, señor Joules? —Tomy sabe que no lo está reprendiendo, así que no responde—. Dije claramente que no quería ser interrumpida, tengo mucho que hacer.—Lo siento, señorita, pero el senador insistió.—El senador debería saber que tiene un asesor, al que ha mantenido bastante ocupado, por cierto.—Giselle…—Senador Smith, ¿necesita algo de mí? —le pregunta ella con evidente molestia—.—Ya veo, estás muy molesta… — le dice con una sonrisa avergonzada—. Necesito darte una explicación.
El resto del día pasó para Giselle de la manera más lenta, tediosa y desagradable. Pero aun así, cuando se dio cuenta que debía quedarse una hora más y llevar trabajo a casa, no se quejó, solo hizo lo de siempre, resignarse y nada más.—Tomy —le dice a su asistente, que se encuentra con ella ordenando algunos documentos—, llama a la cafetería de la esquina y pídeles dos sándwiches de pollo, por favor.—Claro —el hombre levanta el teléfono para hacer la llamada y se queda mirando a la nada un momento—. ¿No vas a llegar a cenar?—Dudo que pueda prepararme algo y no tengo tiempo de esperar a que me lleven comida, prefiero llevarme algo yo, así me encierro en el despacho a terminar estas cosas.—Puede que Max te esté esperando con algo para comer —pero Giselle niega con la cabeza—.—L
Max llega y la ve con incredulidad, mientras que Giselle siente que ha triunfado.—No puedes hacer nada con él, dámelo… — la voz de Max es una clara advertencia, pero ella solo sonríe.—No, ya te dije que no vas a salir –dice ella con la voz agitada, con el puño apretado y dejando el sofá entre ellos.—Giselle, dámelo —la voz de Max sale peligrosa, pero además de tragar grueso, Giselle no da ni una muestra de nerviosismo.—No —Max se salta el sofá, ella da un grito y corre directo a la habitación de Ferny.Abre la puerta, el perro levanta la cabeza y ella le tira el zapato.—¡Toma, Ferny, el zapato de papá!El perro mira el objeto y, como si entendiera lo que Giselle quiere de él, lo consigue en el aire y comienza a llenarlo de baba, Max está parado al lado de Giselle, sin poder creer l