El camino hacia la dirección se le hizo eterno a Mía. Nunca se había sentido tan confundida como ahora. Dereck, imponente como se veía, andaba a su lado mientras ambos se apersonaban a la oficina de dirección.
Sabía que debería estar pensando en el motivo por el que la han citado a la dirección, pero Mía no podía concentrarse porque tenerlo tan cerca de ella la ponía demasiado nerviosa. Le costaba sacarse de la mente la conversación que había tenido con él en el aula de clases; y le parecía extraña la última reacción.
Sin embargo, lo que la tenía mal era recordar el beso que le estampó en los labios a la pelirroja, como si de alguna forma él supiera lo que ella estaba sintiendo, y lo hubiera hecho con toda la intención de lastimarla.
Ambos llegaron a la oficina y una amable recepcionista los hizo pasar.
—¿Qué habrás hecho? ¿Me dibujaste en alguna pared? —cuestionó Dereck a la chica mientras todavía estaban solos.
—¿Qué? Por supuesto que no —negó sintiéndose avergonzada.
Primero le decía que era muy buena, pero ahora parecía que no le iba a dejar pasar lo de los dibujos.
—Nunca me habían llamado a la dirección, algo tuviste que haber hecho —acusó cruzándose de brazos. Dereck se apoyó en el marco de la puerta y giró los ojos.
Por fuera quizá parecía que demostraba desinterés, e incluso algo de molestia, pero lo que sucedía en su interior era muy distinto. Dereck necesitaba alejarla todo lo posible, porque no estaba seguro de cuánto más iba a ser capaz de resistir oponerse al lazo de luna.
—¡Pues a mí tampoco! ¡Y yo no he hecho nada malo! —se defendió Mía.
No podía creer que él la acusase de algo solo porque los han llamado a ambos. A pesar de la intensa atracción que sentía por él, en ese momento realmente deseó golpearlo.
—Pueden pasar —dijo una voz desde el interior de la oficina.
La directora de la universidad era una señora de mediana edad muy elegante y refinada. Llevaba puesto un vestido de color púrpura entallado y corto hasta las rodillas, con unos tacones de color beige que le combinaban muy bien. Los recibió con una sonrisa a la vez que invitaba a que tomasen asiento.
—Lo del partido fue un incidente, le juro que yo no… —comenzó a decir la castaña creyendo que la llamada había sido por el confrontamiento con Ginger.
—¿De qué habla señorita Sullivan? —interrumpió la directora Kilpatrick.
—Ah…
La risita disimulada de Dereck se escuchó, a pesar de que trató de contenerse. Ella lo miró con ojos asesinos.
—Bueno, la razón por la que los he citado aquí es para una excelente noticia. El equipo de la Oak University se escogió para participar en los juegos internacionales de las universidades más prestigiosas del mundo.
—¿En serio? —preguntó Dereck sin dar crédito a sus palabras.
—¡Sí! —exclamó la directora sin ocultar su emoción—. Como eres el capitán del equipo de futbol imaginé que debías ser el primero en saber la noticia.
Mía sonrió, a pesar de la molestia, estaba feliz por verlo triunfar, sin embargo, no entendía qué tenía que ver ella en todo eso.
—El viaje será dentro de una semana, así que tienes este tiempo para preparar al equipo, decirles la noticia. La universidad correrá con los gastos de viaje y hospedaje.
—Felicidades —habló Mía llamando la atención de ambos.
—Oh, no creas que me he olvidado de ti. La razón por la que te llamé tiene que ver con el viaje.
—No comprendo señorita Kilpatrick.
—Viajarán a Italisia. Sé que usted tiene muy poco tiempo en la universidad, pero estoy muy impresionada con sus notas y los comentarios que dicen los profesores sobre ti son muy buenos. Necesitamos a alguien que hable Italisio y creo que no hay nadie mejor que tú en la universidad para ello.
Mía no pudo evitar sorprenderse, esbozó una gran sonrisa de oreja a oreja.
—¿En serio? ¿Yo?
—Bueno, sale más barato que contratar a alguien profesional —bromeó la directora. Dereck se echó a reír—. La profesora Ferreti no podrá asistir porque la semana que viene tiene una operación que no puede posponer, así que, ¿qué dices?
—Por supuesto que sí, estaré encantada —aceptó poniéndose de pie.
La directora Kilpatrick estrechó la mano de ambos y de inmediato les hizo firmar los respectivos permisos y consentimientos.
Mía salió de allí con el corazón acelerado, estaba emocionada por viajar, hasta que de pronto sintió la mano gruesa de Dereck envolver su brazo y acorralarla contra la pared.
Su repentina cercanía la puso realmente nerviosa. Él la cercaba con ambos brazos y estaba a escasos y peligrosos centímetros, sin embargo, Dereck le llevaba una cabeza y media de altura. Se sintió diminuta e indefensa, no supo cómo reaccionar. Mentiría si dijese que ella no había fantaseado con algo así, pero no era lo mismo.
—¿Qu-qué haces…?
—¿Qué es lo que has hecho tú?
—N-no… no sé de qué…
—Nunca me había cruzado contigo y ahora de la nada apareces en todas partes. Algo hiciste para que la directora te considerase para el viaje, ¿te inscribiste en una lista o algo así?
Mía no comprendía por qué él estaba tan molesto, mucho menos los motivos de su reclamo sin sentido. En cambio, Dereck estaba enloqueciendo. ¿Cómo demonios iba a poder controlarse si la iba a tener a pocos metros en un viaje de varios días?
Se le estaba haciendo realmente difícil y tenerla así de cerca no ayudaba a que su bestia interna se mantuviese bajo control.
—Yo no he hecho nada.
—No me mientas, estás obsesionada conmigo —atacó.
Mía sintió una punzada de dolor en el pecho, frunció el ceño y apretó los puños. No estaba dispuesta a dejar que él la humillase. Se armó de valor y lo empujó poniendo ambas manos en su pecho.
Por los breves segundos en los que sus cuerpos se tocaron, Mía sintió que una intensa fuerza de gravedad lo atraía hacia él, pero se contuvo y lo empujó.
—¡Estás loco! Solo te dibujé, no creas que eres el centro de mi universo.
—Pues entonces no vayas al viaje.
Mía abrió la boca, lista para gritarle una sarta de insultos. ¿Quién se creía él para prohibirle ir a cualquier parte?
En su mente, Dereck solo suplicaba que se alejara.
—Si te molesta mi presencia, entonces no vayas tú —espetó, dio media vuelta haciendo un gran uso de su autocontrol y fuerza mental para no voltear a verlo o echarse a correr.
Dereck se quedó pasmado en el pasillo viendo su silueta alejarse hasta que dio media vuelta en la esquina. Gruñó con fuerza y por primera vez en mucho tiempo, sus ojos ambarinos se tornaron de un intenso rojo escarlata. El color de los Alfas.
Hacía mucho tiempo que no se transformaba, pero en ese momento todo lo que deseaba era darle paso al lobo interior que había tenido encerrado durante tantos años y correr libre en el bosque.
Estaba confundido entre la ira y el deseo que sentía por ella. Era claro que, a pesar de ser humana, era terca y testaruda.
El timbre sonó y taladró en sus oídos, lo que provocó que saliera disparado hacia afuera. Hizo caso omiso a los amigos que lo llamaban y se adentró en el bosque que colindaba con el edificio en la parte de atrás.
Por su cabeza pasaron muchas ideas, incluso pensó en renunciar, tomar sus cosas y volver a huir como siempre terminaba haciendo. Había oído que los bosques en Urbanwood estaban habitados por manadas que recibían a hombres lobos solitarios como él, pero ir hasta allá significaba cruzar el océano y dejar toda su vida en Oakwood Lane.
A pesar de que se decía a sí mismo que no quería saber nada sobre el mundo sobrenatural, Oakwood era su hogar, y su mate estaba ahí.
No podía irse, no ahora que sabía que ella existía.
—¡Maldit4 sea! —renegó—. No voy a huir —se dijo a sí mismo—. Una simple humana no va a arruinar todo mi esfuerzo —dijo con determinación.
Respiró profundamente y regresó a la universidad donde estaba reunidos sus amigos del equipo.
—¡Ey, ahí viene Dereck! —avisó Pablo.
—Y les traigo excelentes noticias.
Todo el grupo se reunió alrededor de la mesa de madera. Ginger llegó a su lado y se sentó en sus piernas.
—¡Nos vamos de viaje a Italisia! —anunció con emoción.
Los chicos del equipo gritaron vítores de emoción. Ginger lo abrazó con fuerza y le dio un beso para felicitarlo. Él le sonrió, pero en cuanto percibió el aroma de su mate, fue imposible no voltear a mirarla.
Mía pasó por allí con Cassandra y otro chico. Lo miró a los ojos mientras él sujetaba con firmeza las caderas de su novia.
—Ya deja de mirarlos —reprendió su amiga.
—Es un idiota, no sé por qué me obsesioné con él en primer lugar —le respondió a su amiga.
—Pues, ya sabes lo que dicen: “nunca conozcas a tus ídolos” —dijo Cassandra citando el famoso refrán.
El muchacho que los acompañaba, Ambrose, se echó a reír.
—Te obsesionaste con él porque está jodidamente sexy, obviamente. Si me dejara yo lo volvería gay —bromeó mordiéndose el labio.
Las dos chicas se echaron a reír con el comentario y tomaron asiento en una mesa que daba directamente frente a la del grupo de los futbolistas.
—No es el único hombre del planeta. Lo olvidaré y ya.
—¿Cómo se supone que harás eso con el viaje que tienen dentro de una semana? —cuestionó Cassandra.
Mía se encogió de hombros y cuando terminaron de comer, se puso de pie y caminó directo hacia la mesa, no obstante, se detuvo como a un metro, al lado de la papelera y viéndolo a los ojos, arrojó el block de dibujo a la basura.
Dereck no necesitaba escucharla decir ni una palabra para comprender lo que eso significaba: ella ya lo estaba odiando, y no sabía si sentirse bien o mal con el rechazo de la única mujer que estaba destinada para él.
Mía se fue a su dormitorio esa noche sintiendo un nudo en la garganta y una creciente incomodidad en su estómago. Se sintió envalentonada cuando arrojó el cuaderno a la basura, pero ahora se estaba arrepintiendo de esa decisión. Su compañera de cuarto estaba dormida, así que se levantó con pesadumbre y se asomó a la ventana. Todo se encontraba en completa oscuridad. Lo único que se escuchaba era el canto de los grillos y alguno que otros faroles encendidos que zumbaban con intensidad. Mía sabía que salir a esa hora del campus era una total imprudencia, pero las ganas de recuperar su cuadernillo apremiaban. Lo meditó durante varios minutos. Al final su ansiedad se sobrepuso por encima del sentido común. Se cambió de ropa a toda prisa y salió de la habitación sin despertar a Cassandra. Los pasillos de los dormitorios estaban oscuros y desolados a esa hora; a decir verdad, a Mía le causaban un terror que le helaba los huesos. Tragó en seco e intentó no pensar en historias de fantasmas,
Una semana más transcurrió con normalidad. Mía se había recuperado por completo de su tobillo, sin embargo, no era el recuerdo del dolor físico lo que le seguía molestando, sino las palabras que Dereck le dijo esa noche.—¿Quién se cree que es? —preguntó en voz alta sin poder contenerse. Se encontraba intentando estudiar el idioma para el que serviría como traductora. Ella no tenía ningún problema en hablar fluidamente el Italisio, pero prefirió darle un repaso, solo por las dudas.—¿Con quién peleas ahora?Cassandra había entrado a la habitación y la vio hablar sola, lo que le causó gracia.—Con nadie —dijo más calmada.—Apuesto a que estabas pensando en Dereck otra vez. No quisiste decirme qué sucedió esa noche que te trajo en brazos.Mía rodó los ojos, quiso reservarse lo que había ocurrido, porque de todos modos se habría sentido muy avergonzada.—No fue nada, ya te dije. Solo me caí y me ayudó a llegar.—Con el block que habías botado a la basura —añadió la morena cruzándose de b
Mía se despertó con una tibia manta sobre su cuerpo. Se levantó con un brinco sintiéndose un poco desorientada, no sabía de dónde había salido esa manta, y tampoco vio al deportista odioso que se suponía, debía estar sentado a su lado.Por un momento pensó que quizá se había dormido de más, que todos se habían bajado y la dejaron sola en el avión que ya estaba de regreso a Oakwood Lane. Pero el miedo se le disipó al ponerse de pie y descubrir que todo el equipo seguía allí y estaban dormidos.Se asomó por la ventana del avión y se dio cuenta de que todavía faltaba para aterrizar. Era de noche y se podía observar la luna en su fase creciente. Dentro de poco iba a ser luna llena.La vista era realmente espectacular, se quedó embobada observando el paso entre las nubes y abrió la boca maravillada al observar tantas estrellas en el cielo.—Majestuoso, ¿verdad?La voz grave de Dereck le hizo dar un respingo. En su intento por levantarse terminó golpeándose la cabeza con el techo del avión.
Dereck parecía una sombra en la oscuridad, acechando el sueño de Mía, como un loco acosador. Él sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero en las noches de luna se le hacía más complicado controlar a su lobo interior.Después de que ella se despertó, prefirió regresar a su habitación. Sus compañeros de equipo roncaban escandalosamente después de haberse bebido una botella entera de ron. Ni siquiera sabía de dónde la habían sacado. Giró los ojos e intentó conciliar el sueño en la cama que le asignaron. No obstante, se mantuvo despierto hasta el día siguiente.Ese mismo día tendrían un partido inaugural contra la universidad local, así que debía prepararse y despertar a sus amigos si quería tener alguna oportunidad de ganar.El entrenador parecía tener el mismo pensamiento, pues fue muy puntual a las seis de la mañana a tocar todas las puertas de los chicos. Media hora después, casi todos ellos estaban listos, aunque somnolientos.Mía se asomó con la misma ropa de la noche an
—¡Cachorra! ¡Sabemos que estás aquí! —canturreó Lupari. El hombre lobo había estado siguiendo el rastro del aroma de la castaña, ignorando el hecho de que estaba acompañada de Dereck. Debido a que él se acababa de duchar, había ocultado todo su olor al olfato de los lobos que querían cobrarse la victoria de los extranjeros. Lupari pertenecía a una manada que se hacía llamar “garra plateada”, y eran especialmente conocidos por ser hostiles con cualquier hombre lobo que no perteneciera a su territorio. Mía abrió los ojos con sorpresa y miró a Dereck buscando alguna respuesta. Estaba segura de que era a ella a quien buscaban, pero no comprendió por qué le decían de esa manera. —¿Es conmigo? —preguntó. Dereck se giró y le cubrió la boca con la mano entera. —¡Shh! No hables —susurró. Si se hubiera encontrado solo, tal vez no hubiese dudado en enfrentarlos, pero ellos eran tres y él, siendo un lobo sin manada, era mucho más débil ante tres Betas sedientos de venganza. Dereck arrastró a
Mía regresó esa misma tarde al hotel, por fortuna no había tenido que aguantarse los cuestionamientos de los chicos del equipo sobre por qué estaba con la ropa toda empapada, pues ellos se habían ido antes. Se metió a su habitación y se quitó la ropa nueva que había comprado. Mientras la exprimía en el lavabo no dejaba de pensar en todo lo ocurrido en los vestidores. Las voces de aquellos sujetos llamándola “cachorra” le provocaban escalofríos, sin embargo, lo que la tenía cabezona no era eso, sino lo que había sucedido después con Dereck. —¿Qué me pasa con él? ¿Por qué no puedo alejarme? —se preguntó en voz alta. Estaba confundida; los sentimientos parecían una tormenta caótica dentro de su pecho. Lo que él le provocaba cada vez que lo tenía cerca era algo que no podía explicar. Su pulso se aceleraba y las piernas le temblaban como gelatina; pero no era solo la atracción física, había algo más, como si de alguna forma Mía lo conociese de toda la vida. Como si supiera que no habría
El campeonato internacional de futbol entre universidades siguió transcurriendo con normalidad. El equipo de “los vampiros” todavía no había jugado su próximo partido, pues debía esperar a que los otros colegios pasasen a la siguiente fase del juego. A Dereck le preocupaba pensar que en cualquier momento tendría que volverse a enfrentar al equipo de Lupari. Se hacían llamar “Guerrieri dell'Università”, que en idioma Italisio significaba “los guerreros de la universidad”. Mientras los días pasaban, se había encargado de evitarlos a toda costa, pero el día se acercaba sin que pudiese detenerlo, al igual que la luna llena. Para él no había sido un problema controlar su transformación, incluso bajo la influencia del gran astro dado por la diosa luna, sin embargo, nada es eterno, y ahora que su mente y su cuerpo estaban agitados, también temía perder la capacidad de mantener a raya su lobo interior. La tarde anterior sería el partido definitorio. Si los Guerrieri ganaban, se tendrían que
El corazón de Mía latía tan rápido que estaba segura de que se saldría de su pecho. Corrió por el pasillo, pero se detuvo a la mitad al darse cuenta de que Dereck no iba tras ella. Por primera vez sintió un verdadero miedo de que a él le sucediese algo malo. Tomó aire y se limpió las lágrimas, estaba dispuesta a volver cuando escuchó a los tres chicos salir corriendo despavoridos. Entonces pensó lo peor; o él les había hecho algo terrible, o ellos lo habían lastimado. Se apresuró a volver y entonces lo encontró apoyado sobre el lavabo como si estuviese sufriendo. Dereck volteó a mirarla y en el momento en que le habló, ella supo que tenía que abrazarlo. No entendía muy bien los mensajes que le daba su propio cuerpo, solo estaba segura de que él la necesitaba en ese momento. Lo rodeó con sus brazos y apoyó la cara contra su pecho. Los latidos de Dereck se regularon casi al instante. Mía era su paz, mía era todo lo que él necesitaba para volver a estar en control. Ella sintió los bra