—¡Cachorra! ¡Sabemos que estás aquí! —canturreó Lupari. El hombre lobo había estado siguiendo el rastro del aroma de la castaña, ignorando el hecho de que estaba acompañada de Dereck. Debido a que él se acababa de duchar, había ocultado todo su olor al olfato de los lobos que querían cobrarse la victoria de los extranjeros. Lupari pertenecía a una manada que se hacía llamar “garra plateada”, y eran especialmente conocidos por ser hostiles con cualquier hombre lobo que no perteneciera a su territorio. Mía abrió los ojos con sorpresa y miró a Dereck buscando alguna respuesta. Estaba segura de que era a ella a quien buscaban, pero no comprendió por qué le decían de esa manera. —¿Es conmigo? —preguntó. Dereck se giró y le cubrió la boca con la mano entera. —¡Shh! No hables —susurró. Si se hubiera encontrado solo, tal vez no hubiese dudado en enfrentarlos, pero ellos eran tres y él, siendo un lobo sin manada, era mucho más débil ante tres Betas sedientos de venganza. Dereck arrastró a
Mía regresó esa misma tarde al hotel, por fortuna no había tenido que aguantarse los cuestionamientos de los chicos del equipo sobre por qué estaba con la ropa toda empapada, pues ellos se habían ido antes. Se metió a su habitación y se quitó la ropa nueva que había comprado. Mientras la exprimía en el lavabo no dejaba de pensar en todo lo ocurrido en los vestidores. Las voces de aquellos sujetos llamándola “cachorra” le provocaban escalofríos, sin embargo, lo que la tenía cabezona no era eso, sino lo que había sucedido después con Dereck. —¿Qué me pasa con él? ¿Por qué no puedo alejarme? —se preguntó en voz alta. Estaba confundida; los sentimientos parecían una tormenta caótica dentro de su pecho. Lo que él le provocaba cada vez que lo tenía cerca era algo que no podía explicar. Su pulso se aceleraba y las piernas le temblaban como gelatina; pero no era solo la atracción física, había algo más, como si de alguna forma Mía lo conociese de toda la vida. Como si supiera que no habría
El campeonato internacional de futbol entre universidades siguió transcurriendo con normalidad. El equipo de “los vampiros” todavía no había jugado su próximo partido, pues debía esperar a que los otros colegios pasasen a la siguiente fase del juego. A Dereck le preocupaba pensar que en cualquier momento tendría que volverse a enfrentar al equipo de Lupari. Se hacían llamar “Guerrieri dell'Università”, que en idioma Italisio significaba “los guerreros de la universidad”. Mientras los días pasaban, se había encargado de evitarlos a toda costa, pero el día se acercaba sin que pudiese detenerlo, al igual que la luna llena. Para él no había sido un problema controlar su transformación, incluso bajo la influencia del gran astro dado por la diosa luna, sin embargo, nada es eterno, y ahora que su mente y su cuerpo estaban agitados, también temía perder la capacidad de mantener a raya su lobo interior. La tarde anterior sería el partido definitorio. Si los Guerrieri ganaban, se tendrían que
El corazón de Mía latía tan rápido que estaba segura de que se saldría de su pecho. Corrió por el pasillo, pero se detuvo a la mitad al darse cuenta de que Dereck no iba tras ella. Por primera vez sintió un verdadero miedo de que a él le sucediese algo malo. Tomó aire y se limpió las lágrimas, estaba dispuesta a volver cuando escuchó a los tres chicos salir corriendo despavoridos. Entonces pensó lo peor; o él les había hecho algo terrible, o ellos lo habían lastimado. Se apresuró a volver y entonces lo encontró apoyado sobre el lavabo como si estuviese sufriendo. Dereck volteó a mirarla y en el momento en que le habló, ella supo que tenía que abrazarlo. No entendía muy bien los mensajes que le daba su propio cuerpo, solo estaba segura de que él la necesitaba en ese momento. Lo rodeó con sus brazos y apoyó la cara contra su pecho. Los latidos de Dereck se regularon casi al instante. Mía era su paz, mía era todo lo que él necesitaba para volver a estar en control. Ella sintió los bra
La habitación en la que se encontraban se convirtió en un remanso de emociones, impregnado de una atmósfera embriagadora de romance. Mía y Dereck se hallaban inmersos en un silencio cargado de significado, donde cada mirada sostenida encendía la chispa de una conexión profunda. La tensión entre ellos era tangible, como si la habitación entera se hubiera impregnado con la electricidad de su complicidad. Sus corazones latían al unísono bailando al compás de una melodía secreta que solo ellos podían escuchar. En el aire flotaba un deseo inmenso, un anhelo que se expandía como un huracán contenido a punto de desatar su furia. Cada gesto, cada suspiro, parecía un preludio a la erupción de sentimientos que los consumía. Mía podía percibir la mirada ardiente de Dereck, la intensidad de sus ojos que la recorría con una calidez inconfundible. Era como si en aquel momento el mundo se hubiera detenido para concederles un espacio donde solo existían ellos dos. El magnetismo entre ambos era inneg
Mía se despertó la mañana siguiente con una sensación renovada. Abrió los ojos con lentitud y se vio envuelta en las sábanas de la habitación de hotel entretanto miraba hacia la ventana. Los recuerdos lujuriosos de la noche anterior azotaron su mente, las caricias de Dereck todavía estaban impregnadas en su piel, al igual que su delicioso aroma cítrico. Ahora su piel ya no solo tenía ese olor a lavanda y chocolate, pues se había mezclado con el de él. Suspiró y sintió cómo su piel se erizaba, creyendo que todo eso seguía siendo parte de un sueño, pues cuando se dio vuelta, él no estaba a su lado. No obstante, las dudas se despejaron cuando se incorporó sobre la cama y descubrió que seguía desnuda. En ese momento escuchó la ducha del baño abrirse y entonces su corazón se aceleró. «¿De verdad lo hemos hecho?», se preguntó en su cabeza, a la vez que se ponía de pie con un salto. El efecto del alcohol se le había pasado, así que toda la vergüenza que había suprimido anoche le llegó de
Al principio, Dereck se debatía internamente entre su deseo de proclamar al mundo su relación con Mía y la complejidad de su situación. La había marcado como suya, una sensación que lo impulsaba a gritar al mundo su amor por ella. Sin embargo, sabía que las visiones de ambos sobre su relación eran totalmente contrarias. Mía, con una perspectiva más humana, no compartía la misma idea de una unión eterna o un vínculo mágico que la ligase a él como su único compañero de por vida. Para ella, el presente y las posibles repercusiones sociales importaban más que cualquier compromiso. Sus preocupaciones eran palpables. ¿Qué pensarían personas como Cassandra o incluso Ambrose si se enterasen de lo que estaba sucediendo entre ella y Dereck? Esas inquietudes la atormentaban, provocándole dudas constantes. No obstante, todo se desvanecía cuando se sumergía en la profundidad de la mirada de Dereck, esa mirada que parecía disolver todas las preocupaciones y miedos. La fecha de regreso a casa se a
La conexión que había surgido entre ellos durante el viaje era innegable. Hasta el más ciego de los ciegos podía darse cuenta de lo que sucedía entre los dos. Aquello no le importó demasiado al equipo, pues estaban volviendo con la copa bajo el brazo y una victoria indiscutible. Durante el vuelo de vuelta tuvieron que reprenderlos pues no paraban de corear la canción del equipo, eufóricos por haber conseguido el primer lugar. Traían honor a su universidad y a todos los estudiantes, y eso tenía de muy buen humor a Dereck, a quien ya se le estaba haciendo muy difícil ocultar sus verdaderos sentimientos por Mía. Se sentó a su lado en el avión y ambos se quedaron dormidos con las manos entrelazadas. Todo eso no pasó desapercibido para Pablo, quien, en secreto, se mensajeaba con Ginger. Por supuesto, no fue tan tonto como para ponerla sobre aviso, pero sí que aprovechó para sembrar la manzana de la discordia. Sus palabras cargadas de cizaña esperaban avivar la duda y el recelo en la pel