Mía se despertó con una tibia manta sobre su cuerpo. Se levantó con un brinco sintiéndose un poco desorientada, no sabía de dónde había salido esa manta, y tampoco vio al deportista odioso que se suponía, debía estar sentado a su lado.
Por un momento pensó que quizá se había dormido de más, que todos se habían bajado y la dejaron sola en el avión que ya estaba de regreso a Oakwood Lane. Pero el miedo se le disipó al ponerse de pie y descubrir que todo el equipo seguía allí y estaban dormidos.
Se asomó por la ventana del avión y se dio cuenta de que todavía faltaba para aterrizar. Era de noche y se podía observar la luna en su fase creciente. Dentro de poco iba a ser luna llena.
La vista era realmente espectacular, se quedó embobada observando el paso entre las nubes y abrió la boca maravillada al observar tantas estrellas en el cielo.
—Majestuoso, ¿verdad?
La voz grave de Dereck le hizo dar un respingo. En su intento por levantarse terminó golpeándose la cabeza con el techo del avión.
Volteó a verlo con ojos asesinos; él estaba aguantándose la risa.
—¿De dónde saliste?
—Estaba en el baño —explicó.
—Oh —susurró sin saber qué decirle en realidad. De pronto el estómago le gruñó. El ruido fue tan evidente que incluso aunque Dereck no hubiera sido un hombre lobo, de todas formas, lo habría escuchado. Las mejillas de Mía se enrojecieron.
—Hace un rato pasó la azafata con el carrito de comida.
—¿Por qué no me despertaste? —se quejó.
—Porque te guardé un plato —dijo sacando la bandeja todavía bien sellada y calientita.
Mía abrió los ojos con sorpresa, el comportamiento tan cambiante de Dereck hacia ella la confundía y eso solo avivaba los sentimientos en su corazón.
—Gracias. —Sonrió.
Dereck le entregó la bandeja y se acomodó para que pudiese comer. La chica abrió la bandeja y el olor a comida le provocó más ruidos de hambre. Mía se sonrojó y con disimulo comenzó a llenarse la boca. La comida no era la cosa más deliciosa del mundo, pero cuando se tiene hambre, todo pasa.
Dereck se concentró en un juego en su celular, pero de rato en rato miraba de reojo la forma en la que ella disfrutaba del platillo y eso le hizo esbozar una sonrisa.
Mía no fue ajena a aquella expresión, sin embargo, la había malinterpretado.
—¿Te estás burlando de mí? —cuestionó con una mejilla llena de carne.
Dereck la vio con una ceja enarcada y ahora sí que no pudo aguantarse la risa.
—No, para nada.
—¡Lo estás haciendo! —reclamó ella—. Seguramente has sido tú el del plan de dejarme sin mi maleta —acusó.
—¿Tus maletas? ¿De qué hablas?
Él realmente no tenía idea de a lo que ella se refería, pero no le costó mucho deducir que eso debía ser otra de las bromas de sus amigos humanos. A veces extrañaba estar entre los de su especie. Le sería todo más fácil si así fuera.
—Claro, hazte el desentendido —reclamó Mía cerrando el cuenco vacío de la comida.
—Te juro que no sé de lo que estás hablando —le dijo con una voz grave y baja. Mía se estremeció y de nuevo los nervios volvieron a ella.
Toda la valentía que le había demostrado se esfumó en un segundo. Dejó de mirarlo a los ojos, sin embargo, Dereck lo percibió. Una vez más, el deseo por acercarse y robarle un beso se hizo presente en él.
El chico la miró fijamente y ella no pudo aguantar más las ganas de volver a fijar sus ojos en los de él. Ambos se mantuvieron la mirada, sin darse cuenta se estaban acercando, hasta que estuvieron a escasos centímetros del otro.
De improvisto el avión dio un sacudón y comenzó a temblar como si estuviese en medio de un terremoto. Por los altavoces anunciaron que se trataba de una turbulencia, y pidieron regresar a los asientos y abrocharse el cinturón.
Dereck estaba calmado, no obstante, Mía era un manojo de nervios. Cerró los ojos y apretó con fuerza el mango del asiento, a la vez que algunos pequeños grititos escapaban de sus labios cada vez que se sacudía con violencia el avión.
Ella no se había dado cuenta, pero estaba clavando sus uñas en la mano de Dereck. Él solo sentía una ligera presión; pues las uñas de mía jamás serían capaces de penetras su piel. Aun así, no le dijo nada y simplemente la dejó hacerlo, si eso la ayudaba a calmarse, entonces dejaría que le enterrase hasta los dientes.
El avión continúo balanceándose por un buen rato, Mía no podía abrir los ojos porque se sentía aterrada, estaba segura de que había desarrollado una nueva fobia y se prometió a su misma que no volvería a subirse a una cosa de esas. Sin que se diera cuenta, Dereck puso su mano sobre la suya y eso la ayudó a quedarse profundamente dormida. Poco a poco su cuerpo cayó como un peso muerto, recostada en los brazos de Dereck. Él veló su sueño y acarició su cabello sintiendo una fuerte presión en el pecho.
Sabía que entre más pasase tiempo con ella, más duro se le iba a hacer alejarse. Una vez más olvidó sus promesas, cerró los ojos y él también cayó rendido.
Tres horas después el avión aterrizó en el aeropuerto internacional de Italisia. Dereck se levantó antes que ella para que no se diese cuenta de que había estado abrazándola todo ese rato.
Cuando mía abrió los ojos se halló sola y se sintió de alguna forma, abandonada. Dereck no estaba por ninguna parte. Suspiró y tomó solo el bolso de mano que era lo único que había podido llevar, siguió a las demás personas que desembarcaban el avión. Todavía era de noche, así que corría un viento gélido que daba la sensación de cortar la piel.
Los jugadores del equipo “los vampiros”, se bajaron del avión junto con el entrenador y el profesor, quienes eran los encargados de liderarlos. A Dereck le gustaba pensar que era una burla del destino ponerle ese nombre a su equipo de fútbol, pero lo aceptaba con gusto si así podía llevar una vida normal.
El vaho de sus alientos podía verse cada vez que exhalaban o hablaban. De inmediato sacaron sus abrigos, excepto Mía que no tenía maleta.
Pablo y Anton se reían frente a ella sin que les importase, mientras que Mía frotaba sus brazos titiritando como un pollito mojado.
Dereck giró los ojos, se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros sin pedirle permiso.
—¿Qué haces? —cuestionó Mía.
—Estás temblando, déjate ayudar.
—No necesito tu lástima —espetó mirándolo con desprecio. Mía no estaba dispuesta a dejarse humillar por ninguno de ellos. La desconfianza se había apoderado de ella, y ya no creía en las palabras de Dereck por muy sinceras que pareciesen.
—Ay Dereck, ¿haciendo actos de caridad? —protestó Pablo echándose a reír.
—Si le da un resfriado y se queda ronca nos quedamos sin traductora —argumentó. Eso fue suficiente para que sus amigos se quedasen callados y no volvieran a cuestionar sus actos.
A pesar de lo que había dicho y de que se estaba congelando de frío, Mía se rehusaba a ponerse la chaqueta del futbolista.
—Eso déjalo para tu novia —respondió apartando la prenda de ropa.
Avanzó hasta donde se encontraba el profesor y el entrenador y dejó a Dereck y al resto del equipo atrás. El profesor Moritz la vio con preocupación.
—De verdad te vas a congelar de frío, señorita Sullivan, ¿Por qué mejor no acepta un abrigo de alguno de los muchachos?
—No se preocupe profesor, mejor lleguemos pronto al hotel, yo puedo conseguir un abrigo en alguna tienda.
El profesor asintió, no tenía idea de que la chica contaba con un gran capital de dinero en el bolsillo. Por esa razón Mía no estaba preocupada por la pérdida de su maleta, aunque no estaba en sus planes hacer compras en Italisia.
Enseguida usaron sus dotes con el idioma para ubicarse y conseguir un taxi. La chica le habló con tanta fluidez al hombre que este pensó que era nativa.
Consiguieron cinco autos pues eran demasiados como para entrar todos en uno solo, y estos los llevaron hasta el hotel que la universidad ya había contratado. Quedaba a unas pocas cuadras del estadio donde se llevarían acabo los juegos, así que el transporte no iba a ser un problema.
Una vez ahí, Mía quiso salir a conseguirse el abrigo, tenía la piel como de gallina y sus dedos se estaban congelando, pues el clima en el país en esa época del año era implacable. No obstante, a esa hora no había ni una sola tienda cercana.
Era la única que tenía una habitación solo para ella sola, así que, al ver que no iba a poder abrigarse esa noche, decidió irse de una vez a la habitación para calentarse un poco.
Mía hizo a un lado la cortina y miró a través del vidrio cerrado de la ventana. Los jugadores se estaban organizando en sus respectivas habitaciones, ya los profesores se habían metido en la suya; y entonces vio a Pablo, Anton y Gale salir corriendo con una botella de alcohol entre la ropa. Giró los ojos con fastidio y prefirió echarse a dormir de una vez.
La calefacción de la habitación estaba haciendo efecto, su cuerpo se calentó, así que se metió entre las sábanas con la misma ropa que traía puesta y cerró los ojos.
Cayó en los brazos de Morfeo bastante pronto, sin embargo, sus sueños eran caóticos. Un par de ojos rojos la observaban desde lo profundo del bosque y el gruñido gutural de lo que parecía una bestia le hacía temblar hasta los huesos. Su corazón se aceleró de verdad, incapaz de procesar que todo eso era una pesadilla.
En plena madrugada Mía se despertó con el sudor chorreándole por la frente y el pulso agitado. Por un breve segundo en el que todavía su vista no se adaptaba a la oscuridad, tuvo la sensación de ver una silueta oculta por las sombras de la noche en una esquina del cuarto.
El pánico la invadió, retrocedió asustada y como pudo encendió la lámpara de noche que estaba a su lado. Con la llegada de la luz comprobó que solo estaba adormitada, pues ahí no había nadie.
Dereck parecía una sombra en la oscuridad, acechando el sueño de Mía, como un loco acosador. Él sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero en las noches de luna se le hacía más complicado controlar a su lobo interior.Después de que ella se despertó, prefirió regresar a su habitación. Sus compañeros de equipo roncaban escandalosamente después de haberse bebido una botella entera de ron. Ni siquiera sabía de dónde la habían sacado. Giró los ojos e intentó conciliar el sueño en la cama que le asignaron. No obstante, se mantuvo despierto hasta el día siguiente.Ese mismo día tendrían un partido inaugural contra la universidad local, así que debía prepararse y despertar a sus amigos si quería tener alguna oportunidad de ganar.El entrenador parecía tener el mismo pensamiento, pues fue muy puntual a las seis de la mañana a tocar todas las puertas de los chicos. Media hora después, casi todos ellos estaban listos, aunque somnolientos.Mía se asomó con la misma ropa de la noche an
—¡Cachorra! ¡Sabemos que estás aquí! —canturreó Lupari. El hombre lobo había estado siguiendo el rastro del aroma de la castaña, ignorando el hecho de que estaba acompañada de Dereck. Debido a que él se acababa de duchar, había ocultado todo su olor al olfato de los lobos que querían cobrarse la victoria de los extranjeros. Lupari pertenecía a una manada que se hacía llamar “garra plateada”, y eran especialmente conocidos por ser hostiles con cualquier hombre lobo que no perteneciera a su territorio. Mía abrió los ojos con sorpresa y miró a Dereck buscando alguna respuesta. Estaba segura de que era a ella a quien buscaban, pero no comprendió por qué le decían de esa manera. —¿Es conmigo? —preguntó. Dereck se giró y le cubrió la boca con la mano entera. —¡Shh! No hables —susurró. Si se hubiera encontrado solo, tal vez no hubiese dudado en enfrentarlos, pero ellos eran tres y él, siendo un lobo sin manada, era mucho más débil ante tres Betas sedientos de venganza. Dereck arrastró a
Mía regresó esa misma tarde al hotel, por fortuna no había tenido que aguantarse los cuestionamientos de los chicos del equipo sobre por qué estaba con la ropa toda empapada, pues ellos se habían ido antes. Se metió a su habitación y se quitó la ropa nueva que había comprado. Mientras la exprimía en el lavabo no dejaba de pensar en todo lo ocurrido en los vestidores. Las voces de aquellos sujetos llamándola “cachorra” le provocaban escalofríos, sin embargo, lo que la tenía cabezona no era eso, sino lo que había sucedido después con Dereck. —¿Qué me pasa con él? ¿Por qué no puedo alejarme? —se preguntó en voz alta. Estaba confundida; los sentimientos parecían una tormenta caótica dentro de su pecho. Lo que él le provocaba cada vez que lo tenía cerca era algo que no podía explicar. Su pulso se aceleraba y las piernas le temblaban como gelatina; pero no era solo la atracción física, había algo más, como si de alguna forma Mía lo conociese de toda la vida. Como si supiera que no habría
El campeonato internacional de futbol entre universidades siguió transcurriendo con normalidad. El equipo de “los vampiros” todavía no había jugado su próximo partido, pues debía esperar a que los otros colegios pasasen a la siguiente fase del juego. A Dereck le preocupaba pensar que en cualquier momento tendría que volverse a enfrentar al equipo de Lupari. Se hacían llamar “Guerrieri dell'Università”, que en idioma Italisio significaba “los guerreros de la universidad”. Mientras los días pasaban, se había encargado de evitarlos a toda costa, pero el día se acercaba sin que pudiese detenerlo, al igual que la luna llena. Para él no había sido un problema controlar su transformación, incluso bajo la influencia del gran astro dado por la diosa luna, sin embargo, nada es eterno, y ahora que su mente y su cuerpo estaban agitados, también temía perder la capacidad de mantener a raya su lobo interior. La tarde anterior sería el partido definitorio. Si los Guerrieri ganaban, se tendrían que
El corazón de Mía latía tan rápido que estaba segura de que se saldría de su pecho. Corrió por el pasillo, pero se detuvo a la mitad al darse cuenta de que Dereck no iba tras ella. Por primera vez sintió un verdadero miedo de que a él le sucediese algo malo. Tomó aire y se limpió las lágrimas, estaba dispuesta a volver cuando escuchó a los tres chicos salir corriendo despavoridos. Entonces pensó lo peor; o él les había hecho algo terrible, o ellos lo habían lastimado. Se apresuró a volver y entonces lo encontró apoyado sobre el lavabo como si estuviese sufriendo. Dereck volteó a mirarla y en el momento en que le habló, ella supo que tenía que abrazarlo. No entendía muy bien los mensajes que le daba su propio cuerpo, solo estaba segura de que él la necesitaba en ese momento. Lo rodeó con sus brazos y apoyó la cara contra su pecho. Los latidos de Dereck se regularon casi al instante. Mía era su paz, mía era todo lo que él necesitaba para volver a estar en control. Ella sintió los bra
La habitación en la que se encontraban se convirtió en un remanso de emociones, impregnado de una atmósfera embriagadora de romance. Mía y Dereck se hallaban inmersos en un silencio cargado de significado, donde cada mirada sostenida encendía la chispa de una conexión profunda. La tensión entre ellos era tangible, como si la habitación entera se hubiera impregnado con la electricidad de su complicidad. Sus corazones latían al unísono bailando al compás de una melodía secreta que solo ellos podían escuchar. En el aire flotaba un deseo inmenso, un anhelo que se expandía como un huracán contenido a punto de desatar su furia. Cada gesto, cada suspiro, parecía un preludio a la erupción de sentimientos que los consumía. Mía podía percibir la mirada ardiente de Dereck, la intensidad de sus ojos que la recorría con una calidez inconfundible. Era como si en aquel momento el mundo se hubiera detenido para concederles un espacio donde solo existían ellos dos. El magnetismo entre ambos era inneg
Mía se despertó la mañana siguiente con una sensación renovada. Abrió los ojos con lentitud y se vio envuelta en las sábanas de la habitación de hotel entretanto miraba hacia la ventana. Los recuerdos lujuriosos de la noche anterior azotaron su mente, las caricias de Dereck todavía estaban impregnadas en su piel, al igual que su delicioso aroma cítrico. Ahora su piel ya no solo tenía ese olor a lavanda y chocolate, pues se había mezclado con el de él. Suspiró y sintió cómo su piel se erizaba, creyendo que todo eso seguía siendo parte de un sueño, pues cuando se dio vuelta, él no estaba a su lado. No obstante, las dudas se despejaron cuando se incorporó sobre la cama y descubrió que seguía desnuda. En ese momento escuchó la ducha del baño abrirse y entonces su corazón se aceleró. «¿De verdad lo hemos hecho?», se preguntó en su cabeza, a la vez que se ponía de pie con un salto. El efecto del alcohol se le había pasado, así que toda la vergüenza que había suprimido anoche le llegó de
Al principio, Dereck se debatía internamente entre su deseo de proclamar al mundo su relación con Mía y la complejidad de su situación. La había marcado como suya, una sensación que lo impulsaba a gritar al mundo su amor por ella. Sin embargo, sabía que las visiones de ambos sobre su relación eran totalmente contrarias. Mía, con una perspectiva más humana, no compartía la misma idea de una unión eterna o un vínculo mágico que la ligase a él como su único compañero de por vida. Para ella, el presente y las posibles repercusiones sociales importaban más que cualquier compromiso. Sus preocupaciones eran palpables. ¿Qué pensarían personas como Cassandra o incluso Ambrose si se enterasen de lo que estaba sucediendo entre ella y Dereck? Esas inquietudes la atormentaban, provocándole dudas constantes. No obstante, todo se desvanecía cuando se sumergía en la profundidad de la mirada de Dereck, esa mirada que parecía disolver todas las preocupaciones y miedos. La fecha de regreso a casa se a