La conexión que había surgido entre ellos durante el viaje era innegable. Hasta el más ciego de los ciegos podía darse cuenta de lo que sucedía entre los dos. Aquello no le importó demasiado al equipo, pues estaban volviendo con la copa bajo el brazo y una victoria indiscutible. Durante el vuelo de vuelta tuvieron que reprenderlos pues no paraban de corear la canción del equipo, eufóricos por haber conseguido el primer lugar. Traían honor a su universidad y a todos los estudiantes, y eso tenía de muy buen humor a Dereck, a quien ya se le estaba haciendo muy difícil ocultar sus verdaderos sentimientos por Mía. Se sentó a su lado en el avión y ambos se quedaron dormidos con las manos entrelazadas. Todo eso no pasó desapercibido para Pablo, quien, en secreto, se mensajeaba con Ginger. Por supuesto, no fue tan tonto como para ponerla sobre aviso, pero sí que aprovechó para sembrar la manzana de la discordia. Sus palabras cargadas de cizaña esperaban avivar la duda y el recelo en la pel
La noche se abrió paso en el cielo de Oakwood Lane, trayendo consigo el frío helado del norte y con ello, una soledad abrumadora que reinaba en el campus de la universidad. Todos estaban recluidos en sus habitaciones buscando algo de calor, pero había alguien que no se encontraba en su lugar. Dereck estaba recorriendo el campus en busca de Ginger. La pelirroja se le había desaparecido convenientemente después de que le dijo que hablarían luego de tomarse la fotografía con el equipo. Ni siquiera siguiendo el rastro de su olor había sido capaz de hallarla. Tampoco tenía noticias sobre Mía después de haberla visto irse en la limusina. Para él no fue ninguna sorpresa, pues en el viaje a Italisia ella le había confesado que pertenecía a una de las familias más adineradas de la ciudad. Sin embargo, no era algo que a ella le gustase presumir. El deportista estaba pensativo, tenía un mal presentimiento acerca de todo lo que estaba sucediendo. No supo si se trataba de algo relacionado a su n
Derek se deslizó con cuidado entre las sábanas de la cama, sintiendo la suavidad de las telas acariciar su piel al recostarse junto a la castaña esa noche. Mía, precavida, aseguró la puerta, sabedora de las costumbres de su madre, y se acurrucó a su lado. A pesar de la gélida noche, el calor que emanaba del cuerpo de Derek la abrazaba, proporcionándole una agradable sensación de calidez. Aquella era la primera vez que compartían el sueño juntos, en el sentido más literal de la palabra, y ella se sentía sumida en un éxtasis inigualable. Rendida, apoyó su cabeza sobre el pecho de Derek y se sumergió en un sueño profundo, como si fuese un bebé en brazos cálidos. Sin embargo, el deportista no se había dejado llevar por Morfeo, no por falta de sueño, sino porque quería disfrutar el espectáculo de ver a la chica a su lado en un estado tan sereno. Contemplarla dormir era un placer que desconocía, hasta que notó su suspiro suave y una sonrisa esbozada en el rincón de sus labios, señal de que
—¿Aniversario? ¿Es en serio? —se decía Dereck para sí mismo en voz baja. Le pareció inaudito que Ginger usase esa carta y trajera un show tan lamentable frente a toda la universidad solo para marcar territorio. Se preguntaba si es que acaso ella sospechaba de alguna forma que él ya no estaba interesado en seguir jugando el jueguito de ser su novio. Mientras caminaba con ella hacia un lugar más privado solo podía pensar en Mía. Tal vez guardar las apariencias como humano no era tan importante como los sentimientos de su mate. En ese momento deseó salir corriendo a buscarla y pedirle perdón por haber dejado que Ginger alardeara de una relación que estaba prácticamente acabada. La chica pelirroja bamboleaba las caderas mientras lo jalaba del brazo; lo llevó hasta debajo de las gradas en el campo de juego, donde solían meterse a hacer cosas que estaban muy prohibidas en la universidad. Ginger se detuvo y giró sobre sus talones para encontrarse con su mirada. Ella tenía una gran sonrisa
A varios miles de kilómetros de Oakwood Lane, en los bosques de Fangvale, una manada de hombres lobo se movía entre los árboles con destreza y sigilo. La manada “aullido de luna” disfrutaba cazar de los humanos desprevenidos que tenían la mala suerte de perderse en ese laberinto de árboles y enredaderas. Para cualquiera de esas pobres almas que tenían la desdicha de desorientarse en el mar de pinos verdes de Fangvale, el lugar era un sitio aterrador. Los exploradores más osados lo sabían, sin embargo, se aventuraban, seguros de que no les pasaría a ellos. No obstante, el misticismo y las leyendas del bosque no eran meras palabras. Los lobos de la manada aullido lo sabían y aprovechaban la ingenuidad de los humanos para saciar su sed por cazar. Sin embargo, no todos los lobos de la manada aullaban al unísono, ni mucho menos disfrutaban del sufrimiento ajeno. Había uno en particular que despreciaba la naturaleza de su especie, y pensaba que era mejor convivir con los humanos que comér
El golpe inicial que se había llevado Mía aquel día todavía se sentía como una herida abierta, que no le daba esperanzas de que sanaría jamás. El abandono repentino de Dereck había dejado una especie de agujero negro en su corazón. En esos días de ausencia, su mente se llenó de preguntas sin respuesta, alimentando una sensación de traición que se reflejaba en cada rincón de su ser. Habían transcurrido dos semanas enteras en las que Dereck simplemente se desapareció de la universidad. Ginger también se había ido y para ella fue muy fácil llegar a la conclusión de que él sí había jugado con ella como lo temió todo ese tiempo. Intentó ser fuerte y no llorar, pero no consiguió contener las lágrimas que se agolpaban en las comisuras de sus ojos cada vez que lo recordaba. Él ni siquiera se dignó a darle una explicación, simplemente se fue con ella y ya. Mía no le contó a nadie lo que había ocurrido entre los dos, pero vivía con el miedo constante de que en cualquier momento la universida
¿Cuál era la palabra adecuada para comenzar? Esa era la pregunta que se hacía Dereck en su cabeza mientras se acercaba a la chica castaña, que se encontraba pálida como un papel. Desde ahí podía escuchar los latidos desaforados de su corazón, pues sabía que Mía seguía sintiendo lo mismo por él, así como sus sentimientos no habían mermado ni siquiera un poco hacia ella. El dilema sobre las palabras adecuadas se apoderó de Dereck mientras se acercaba lentamente. Sus pensamientos se enredaban como nudos en su mente, y cada paso que daba hacia ella parecía una eternidad. El peso del silencio entre ellos era abrumador, y a pesar de la certeza de sus propios sentimientos, la incertidumbre atormentaba su voz, dejándolo sin saber por dónde empezar. No obstante, la chica compuso su expresión atónita y la endureció, a Dereck le quedó claro que no iba a ser nada fácil darle una explicación. Aun así, percibió en la expresión de Mía el velo que cubría su verdadero sentir. Sus intentos por manten
Mía estaba a punto de dejarse someter por los sentimientos que gritaban en su interior que lo dejase acercarse, no obstante, su orgullo pareció ser más poderoso, pues consiguió deslizarse entre los brazos de Dereck que la cercaban del tronco y se alejó. —No creas que por decirme cosas bonitas voy a caer tan fácil, si quieres que te crea, deberás demostrármelo —le dijo con firmeza. Dereck peinó su cabello con los dedos y suspiró profundo. Sabía que ella tenía razón, pero ¿cómo se lo demostraba sin revelar toda una verdad de él que deseaba mantener enterrada? Ya había cedido demasiado aceptando el vínculo de luna que lo unía a ella como su Mate. Un embarazo híbrido era lo que menos necesitaba si deseaba seguir manteniendo la fachada de algo que no era. —Está bien, tienes razón —aceptó agachando la cabeza—. Te juro que no descansaré hasta haber solucionado el problema con Ginger. —Ya te lo dije, no me jures ni me prometas nada, solo hazlo —sentenció. Dereck intentó acercarse una vez