Dereck Hawk parecía ser un chico cualquiera; por supuesto, si hacías de la vista gorda su increíble atractivo, una gran habilidad para tratar a los animales y ese talento casi mágico con el que jugaba al futbol.
Por supuesto todo eso no era producto del azar, Dereck destacaba por ser lo que era: un hombre lobo. Sin embargo, él en eso tampoco era común.
Para cualquiera de su especie sería lo más raro del mundo verlo mezclarse entre los humanos con tanta facilidad. La mayoría de las manadas prefieren aislarse y vivir en los bosques solo con los de su especie, sin embargo, para Dereck estar entre humanos no era un problema, de hecho, él prefería pasar por un humano común en lugar de tener que llevar la carga de ser el último hombre lobo de su manada.
Luego de que terminó el partido, Dereck sintió el impulso de ir a buscarla, pero se contuvo y en lugar de eso, fue a los vestidores para darse una ducha y sacarse el olor a sudor que tenía en su cuerpo.
Pablo, su mejor amigo humano, lo acompañaba mientras también se cambiaba.
—¿Es verdad lo que andaban diciendo las animadoras? ¿Tienes una acosadora?
Se supone que él debería reírse, ya había aprendido cómo eran las dinámicas con los humanos. Sabía muy bien que entraba en la categoría del chico popular, y por la forma en la que a aquella chica; de la cual desconocía su nombre; la habían tratado, estaba seguro de que no lo era en lo absoluto.
Sin embargo, el instinto de protección hacia ella no lo dejó hacerlo.
—Solo es una chiquilla demasiado fan.
—Esas son las más dispuestas —le aseguró guiñándole un ojo.
Dereck tuvo que hacer un sobre esfuerzo para contenerse y no golpearlo. Pablo era su mejor amigo, pero en realidad no conocía ni la cuarta parte de su verdadera vida. Él llevaba años huyendo de su destino y ocultándose del mundo sobrenatural que no parecía dispuesto a dejarlo ir.
—Ya vuelvo —le dijo con desgana después de cambiarse.
Dereck no podía controlar las ganas por estar cerca de ella otra vez. Así que se coló de vuelta al sitio donde la había visto por última vez. No podía creer que antes no hubiese sido capaz de darse cuenta de su presencia, en cambio ahora podía percibir su aroma casi de manera perfecta.
Ella emanaba un olor como a lavanda y chocolate. Una mezcla curiosa, pero deliciosa. El corazón de Dereck se aceleró y el instinto animal que mantuvo a raya durante tanto tiempo estaba deseoso de liberarse. Todo en lo que podía pensar era en la unión con su mate. Gruñó por lo bajo y se forzó a clavarse las garras en las palmas para tomar nuevamente el control.
—Solo vamos a verla, no pasará nada más —se dijo a sí mismo, o a su lado animal.
La sangre que brotó de sus heridas cayó tan rápido como se curaba su piel, volviendo al estado original.
El chico de cabellera marrón y unos profundos ojos ambarinos, siguió el rastro del aroma que había dejado. El camino lo llevó hasta la zona que colindaba con el bosque en Oak University. Le pareció curioso que fuese hasta allí, como si de algún modo lo supiera.
Dereck sabía el motivo de que ella lo dibujase tanto, y es que, aunque fuese humana, también podía sentir el vínculo, aunque de una forma más leve que él.
Se detuvo en seco cuando escuchó los sollozos de la chica. Trepó a un árbol cercano y agudizó su poderoso sentido del oído para escucharla.
—¿Cómo pude ser tan tonta? ¡Todos se burlaron de mí!
—Tranquila, lo olvidarán en unos días —le respondió Cassandra.
Se sintió mal por escucharla llorar, desde ahí podía ver esas mejillas regordetas y su rostro con algunas pecas, aunque estuviese hinchada por llorar, no dejaba de verse hermosa. En ese momento Dereck quiso echar por la borda todo lo que se había prometido a sí mismo; sintió el impulso de aterrizar frente a ella y decirle…
—Mía, ya no te preocupes, esos tontos son así. Te advertí que no te enamoraras de Dereck Hawk.
—Mía… así que ese es tu nombre —susurró Dereck para sí mismo.
Una sonrisa se formó en su rostro, su nombre era todo lo que quería decirle en ese momento, que ella era suya, y que él sería su mate y su Alfa para siempre… pero, el sentido común se lo impidió.
También sabía que no podía acercarse a ella de esa manera, pues una humana frágil como Mía era ignorante a la existencia de las criaturas sobrenaturales.
La chica de cabello castaño muy claro limpió sus lágrimas y se puso de pie.
—Está bien, vamos.
Mía se alejó de él, pero Dereck todavía no estaba dispuesto a dejarla ir. Le siguió hasta las residencias y la vio entrar a su habitación. Quiso dar un paso hacia el árbol que daba a la ventana de la chica, pero su celular vibrando se lo impidió.
—Amor, ¿dónde estás?
Se trataba de Ginger. Dereck no estaba enamorado de ella, pero de alguna forma deseaba obligarse a estarlo porque así sentía que se alejaba más de su naturaleza sobrehumana.
—Estoy ocupado, después te llamo.
Colgó sin esperar una respuesta y se guardó el teléfono una vez más. Trepó este nuevo árbol y desde allí observó a Mía limpiando su cuaderno de dibujo. Con su vista ágil alcanzó a ver un par de retratos de él mismo.
Ni siquiera el más famoso de los pintores habría hecho una imagen tan perfecta de él.
Le escuchó decir que a la mañana siguiente tomaría un curso electivo de historia y cultura. No pudo evitarlo, de inmediato fue a la oficina central y se inscribió junto a ella.
Dereck pasó la noche ansioso esperando a que llegase el día siguiente. Cuando salió el sol, nunca se había sentido tan entusiasmado con algo desde que había comenzado a fingir ser un humano.
Esa mañana, ella ya se encontraba sentada en la mesa. La lección era por parejas, así que él no lo dudó, se sentó a su lado.
Mía giró lentamente la cabeza y cuando se dio cuenta de que se trataba de él casi se ahoga con su propia saliva. Lo miró como una tonta, incapaz de apartar la vista.
—¿Estás buscando un nuevo ángulo para dibujarme? —le preguntó con sarcasmo.
Ella no podía dar crédito a lo que estaba escuchando, no solo se sentó a su lado, sino que, además, le estaba hablando.
—¿Ah?
—¿No eres tú la que se puso a dibujarme durante un partido? —preguntó haciéndose el desentendido.
Mía abrió los ojos hasta que casi quisieron salirse de sus órbitas.
—L-lo siento —tartamudeó.
Ella tenía el cuadernillo ahí a un lado. Lo miraba con ansiedad y el corazón latiéndole a mil por hora dentro de su pecho.
Dereck tomó la libreta sin su permiso deslizándola por la mesa. Mía estuvo a punto de saltar sobre ella y detenerlo, pero no lo hizo. Él la abrió y observó los demás dibujos con genuino asombro.
—No te disculpes por lo que haces, es muy bueno.
—¿D-de verdad? —preguntó sin poder creerlo.
—Sí —dijo con una sonrisa.
Sin embargo, Dereck tuvo que verse obligado a borrar la sonrisa del rostro cuando llegó el profesor. Ese día iban a tratar mitos y folclore. Se preguntó si acaso era una mala broma del destino, pues mencionaron a los hombres lobo.
Mía se estremeció al escuchar los mitos que decían sobre ellos, y se ponía cada vez más nerviosa, pues sentía la mirada intensa de Dereck sobre su hombro.
—¿Tú que piensas sobre ellos? —interrogó cuando el profesor se distrajo.
Mía volteó a mirarlo y se sintió realmente intimidada con esos ojos ambarinos fijos en ella. Su corazón se aceleró a límites insospechados, aunque desconocía la causa de semejante nerviosismo.
Nunca había estado tan cerca de él, ahora que podía hacerlo por fin, percibió el dulce aroma cítrico de su piel, como a piña con naranjas. Sintió ganas de aspirarlo, pero se contuvo.
—¿Sobre quiénes?
—Los hombres lobo.
—Pues, que no existen —dijo entre risitas, pero se puso seria al ver que él no se reía.
—Y si lo hicieran, ¿qué pensarías?
Mía se estremeció. No imaginó que la primera conversación con su deportista favorito fuese así.
—No lo sé, supongo que me alejaría a miles de kilómetros.
Esa respuesta le dolió fuerte en el pecho a Dereck. La clase acabó y entonces él se fue de improvisto, sin conversar nada más, ni con ella ni con nadie.
Estuvo a punto de echar por la borda todo en lo que había trabajado, pero sabía que no podía permitirse perder el control. No podía ceder al vínculo de la luna que dictaba que ella le pertenecía, porque hacerlo significaría arruinar su vida.
Vio a Ginger y entonces hizo una estupidez. Esperó que Mía saliera solamente para tomar de la mano a la pelirroja y plantarle un beso en los labios.
Supo que aquello le había dolido, pues apartó la mirada y dio media vuelta para irse por el otro pasillo.
Pero si Dereck pensaba que iba a ser tan fácil ignorar su naturaleza, el destino, o quizá la misma diosa luna se iban a encargar de hacerle saber que no era así.
—“La señorita Mía Sullivan y el caballero Dereck Hawk, por favor, se solicitan en la dirección del campus” —dijo una voz por el parlante.
El camino hacia la dirección se le hizo eterno a Mía. Nunca se había sentido tan confundida como ahora. Dereck, imponente como se veía, andaba a su lado mientras ambos se apersonaban a la oficina de dirección.Sabía que debería estar pensando en el motivo por el que la han citado a la dirección, pero Mía no podía concentrarse porque tenerlo tan cerca de ella la ponía demasiado nerviosa. Le costaba sacarse de la mente la conversación que había tenido con él en el aula de clases; y le parecía extraña la última reacción.Sin embargo, lo que la tenía mal era recordar el beso que le estampó en los labios a la pelirroja, como si de alguna forma él supiera lo que ella estaba sintiendo, y lo hubiera hecho con toda la intención de lastimarla.Ambos llegaron a la oficina y una amable recepcionista los hizo pasar.—¿Qué habrás hecho? ¿Me dibujaste en alguna pared? —cuestionó Dereck a la chica mientras todavía estaban solos.—¿Qué? Por supuesto que no —negó sintiéndose avergonzada.Primero le dec
Mía se fue a su dormitorio esa noche sintiendo un nudo en la garganta y una creciente incomodidad en su estómago. Se sintió envalentonada cuando arrojó el cuaderno a la basura, pero ahora se estaba arrepintiendo de esa decisión. Su compañera de cuarto estaba dormida, así que se levantó con pesadumbre y se asomó a la ventana. Todo se encontraba en completa oscuridad. Lo único que se escuchaba era el canto de los grillos y alguno que otros faroles encendidos que zumbaban con intensidad. Mía sabía que salir a esa hora del campus era una total imprudencia, pero las ganas de recuperar su cuadernillo apremiaban. Lo meditó durante varios minutos. Al final su ansiedad se sobrepuso por encima del sentido común. Se cambió de ropa a toda prisa y salió de la habitación sin despertar a Cassandra. Los pasillos de los dormitorios estaban oscuros y desolados a esa hora; a decir verdad, a Mía le causaban un terror que le helaba los huesos. Tragó en seco e intentó no pensar en historias de fantasmas,
Una semana más transcurrió con normalidad. Mía se había recuperado por completo de su tobillo, sin embargo, no era el recuerdo del dolor físico lo que le seguía molestando, sino las palabras que Dereck le dijo esa noche.—¿Quién se cree que es? —preguntó en voz alta sin poder contenerse. Se encontraba intentando estudiar el idioma para el que serviría como traductora. Ella no tenía ningún problema en hablar fluidamente el Italisio, pero prefirió darle un repaso, solo por las dudas.—¿Con quién peleas ahora?Cassandra había entrado a la habitación y la vio hablar sola, lo que le causó gracia.—Con nadie —dijo más calmada.—Apuesto a que estabas pensando en Dereck otra vez. No quisiste decirme qué sucedió esa noche que te trajo en brazos.Mía rodó los ojos, quiso reservarse lo que había ocurrido, porque de todos modos se habría sentido muy avergonzada.—No fue nada, ya te dije. Solo me caí y me ayudó a llegar.—Con el block que habías botado a la basura —añadió la morena cruzándose de b
Mía se despertó con una tibia manta sobre su cuerpo. Se levantó con un brinco sintiéndose un poco desorientada, no sabía de dónde había salido esa manta, y tampoco vio al deportista odioso que se suponía, debía estar sentado a su lado.Por un momento pensó que quizá se había dormido de más, que todos se habían bajado y la dejaron sola en el avión que ya estaba de regreso a Oakwood Lane. Pero el miedo se le disipó al ponerse de pie y descubrir que todo el equipo seguía allí y estaban dormidos.Se asomó por la ventana del avión y se dio cuenta de que todavía faltaba para aterrizar. Era de noche y se podía observar la luna en su fase creciente. Dentro de poco iba a ser luna llena.La vista era realmente espectacular, se quedó embobada observando el paso entre las nubes y abrió la boca maravillada al observar tantas estrellas en el cielo.—Majestuoso, ¿verdad?La voz grave de Dereck le hizo dar un respingo. En su intento por levantarse terminó golpeándose la cabeza con el techo del avión.
Dereck parecía una sombra en la oscuridad, acechando el sueño de Mía, como un loco acosador. Él sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero en las noches de luna se le hacía más complicado controlar a su lobo interior.Después de que ella se despertó, prefirió regresar a su habitación. Sus compañeros de equipo roncaban escandalosamente después de haberse bebido una botella entera de ron. Ni siquiera sabía de dónde la habían sacado. Giró los ojos e intentó conciliar el sueño en la cama que le asignaron. No obstante, se mantuvo despierto hasta el día siguiente.Ese mismo día tendrían un partido inaugural contra la universidad local, así que debía prepararse y despertar a sus amigos si quería tener alguna oportunidad de ganar.El entrenador parecía tener el mismo pensamiento, pues fue muy puntual a las seis de la mañana a tocar todas las puertas de los chicos. Media hora después, casi todos ellos estaban listos, aunque somnolientos.Mía se asomó con la misma ropa de la noche an
—¡Cachorra! ¡Sabemos que estás aquí! —canturreó Lupari. El hombre lobo había estado siguiendo el rastro del aroma de la castaña, ignorando el hecho de que estaba acompañada de Dereck. Debido a que él se acababa de duchar, había ocultado todo su olor al olfato de los lobos que querían cobrarse la victoria de los extranjeros. Lupari pertenecía a una manada que se hacía llamar “garra plateada”, y eran especialmente conocidos por ser hostiles con cualquier hombre lobo que no perteneciera a su territorio. Mía abrió los ojos con sorpresa y miró a Dereck buscando alguna respuesta. Estaba segura de que era a ella a quien buscaban, pero no comprendió por qué le decían de esa manera. —¿Es conmigo? —preguntó. Dereck se giró y le cubrió la boca con la mano entera. —¡Shh! No hables —susurró. Si se hubiera encontrado solo, tal vez no hubiese dudado en enfrentarlos, pero ellos eran tres y él, siendo un lobo sin manada, era mucho más débil ante tres Betas sedientos de venganza. Dereck arrastró a
Mía regresó esa misma tarde al hotel, por fortuna no había tenido que aguantarse los cuestionamientos de los chicos del equipo sobre por qué estaba con la ropa toda empapada, pues ellos se habían ido antes. Se metió a su habitación y se quitó la ropa nueva que había comprado. Mientras la exprimía en el lavabo no dejaba de pensar en todo lo ocurrido en los vestidores. Las voces de aquellos sujetos llamándola “cachorra” le provocaban escalofríos, sin embargo, lo que la tenía cabezona no era eso, sino lo que había sucedido después con Dereck. —¿Qué me pasa con él? ¿Por qué no puedo alejarme? —se preguntó en voz alta. Estaba confundida; los sentimientos parecían una tormenta caótica dentro de su pecho. Lo que él le provocaba cada vez que lo tenía cerca era algo que no podía explicar. Su pulso se aceleraba y las piernas le temblaban como gelatina; pero no era solo la atracción física, había algo más, como si de alguna forma Mía lo conociese de toda la vida. Como si supiera que no habría
El campeonato internacional de futbol entre universidades siguió transcurriendo con normalidad. El equipo de “los vampiros” todavía no había jugado su próximo partido, pues debía esperar a que los otros colegios pasasen a la siguiente fase del juego. A Dereck le preocupaba pensar que en cualquier momento tendría que volverse a enfrentar al equipo de Lupari. Se hacían llamar “Guerrieri dell'Università”, que en idioma Italisio significaba “los guerreros de la universidad”. Mientras los días pasaban, se había encargado de evitarlos a toda costa, pero el día se acercaba sin que pudiese detenerlo, al igual que la luna llena. Para él no había sido un problema controlar su transformación, incluso bajo la influencia del gran astro dado por la diosa luna, sin embargo, nada es eterno, y ahora que su mente y su cuerpo estaban agitados, también temía perder la capacidad de mantener a raya su lobo interior. La tarde anterior sería el partido definitorio. Si los Guerrieri ganaban, se tendrían que