Los gritos de los niños y sus risas divertidas resonaban en el patio. Rosalin los miraba recargada en una columna con una sonrisa bailando en sus labios. Ella amaba verlos felices mientras saltaban y corrían persiguiéndose unos a otros, por eso había escogido ser maestra, aunque el salario no fuera el mejor, no importaba, ella disfrutaba cada momento que podía compartir con ellos.
—¿No te cansas de verlos? —preguntó su amiga Lilly que llegaba a su lado ofreciéndole un café.
—Nunca, disfruto mucho verlos así de contentos, sus risitas son mi combustible.
—Eso explica que nunca te canses. Ni siquiera te tomaste el permiso por tu luto. Deberías descansar unos días, linda.
Rosalin entendía la preocupación de su amiga, su madre había fallecido una semana atrás y ella era su única familia en el mundo, todos esperaban que estuviera devastada, pero nadie sabía que ella solo sintió alivio con esa muerte.
No podía decírselo a nadie, la tildarían de mala hija, desagradecida, indolente y muchas cosas más, la gente no tenía ni la menor idea de lo que había sido su vida al lado de Rosaura, nadie podría comprenderlo.
—Agradezco tu preocupación, Lilly, pero estoy bien, de verdad, quedarme en casa sola sí me haría sentirme triste, la mejor terapia que puedo tener son estos angelitos que me alegran la vida.
—Está bien. Cuando tengas a los tuyos van a ser los niños más afortunados del mundo, estoy segura de que tú serás una excelente madre.
Rosalin sonrió un poco incómoda, ese era un tema vetado. A sus veintisiete años no había podido tener una pareja con la cual formalizar, su madre era una pesadilla y, aunque ella había querido huir de su lado muchas veces, no había tenido éxito, la mujer siempre encontraba la manera de manipularla y amenazarla; los hombres se fijaban en ella con deseo de poseer su cuerpo y nada más, nadie la amaba de verdad ni la tomba en serio como para sacarla de su infierno.
Su vida era simple, levantarse muy temprano, dejar todo listo para su madre, ir al trabajo y olvidarse de los problemas mientras estaba en la escuela, salir corriendo a su segundo empleo en la pastelería y, luego de un largo día de trabajo, tener que volver a casa para lidiar con los desastres que hubiera hecho su madre alcohólica.
Al final, podía dormir unas pocas horas y el ciclo volvía a empezar. Siempre en la misma rutina agotadora que era su existencia.
Sus sueños giraban en torno a algún príncipe azul en brillante armadura que llegara a rescatarla de su miseria, la llevara a un castillo hermoso y le diera su amor. Bueno, aterrizando sus expectativas, ella quería a un buen hombre que la amara de verdad, que estuviera dispuesto a que juntos construyeran una familia con muchos bebés y que pudiera proveerle una vida digna, de verdad no podía seguir batallando con las uñas para conseguir el sustento.
—Algún día, cuando encuentre a la persona indicada.
—Eres demasiado hermosa, Rosita, tal vez podrías aceptar las invitaciones del profesor José Luis, él es muy guapo.
—Lo es, pero no lo veo de esa manera, para mí solo es un buen amigo, sería injusto darle falsas esperanzas.
—Bueno, no te insisto, tómate el tiempo de procesar tu pérdida y luego nos encargaremos de buscarte un buen partido, eres la chica más linda del pueblo, te mereces lo mejor.
Rosalin no alcanzó a contestar porque la campana sonó anunciando el final de recreo, así que ella se terminó su café de un sorbo largo y corrió para organizar a sus niños en una hilera y regresar al salón de clases jugando al trencito. Todas sus preocupaciones desaparecieron por el resto del día, era completamente cierto que sus angelitos eran la mejor medicina del mundo para su dañado corazón.
Cuando el reloj marcaba las cuatro de la tarde, ella salió corriendo hacia la pastelería, tenía muchos pendientes para ese fin de semana y debía adelantarlos. Hornear la relajaba, le encantaba probar diferentes sabores y decoraciones, pero eso no lo hacía menos pesado, tantas horas de pie en el calor de la cocina eran agotadoras.
Al salir, el contraste contra el frío viento de la noche la hizo estremecerse y acomodar su abrigo, el invierno llegaría pronto y Rosalin comenzó a pensar en lo costosa que sería la reparación del techo de su vieja casa, tal vez podría venderla y mudarse a otro sitio que no tuviera recuerdos dolorosos de las palizas que recibía y las palabras hirientes que acompañaron su crianza.
De repente, un auto frenó a su lado y el conductor la llamó.
—¡Rosalin! ¿Quieres que te lleve? Voy camino a casa.
Era el buen José Luis con su sonrisa amable, Rosalin podría jurar que ese encuentro no era casual, ella ya se había dado cuenta de que, cuando llovía o la noche estaba muy fría, él aparecía en su camino para salvarla, a veces le resultaba aterrador el pensamiento y otras veces lo encontraba muy romántico, José Luis era un buen hombre, pero no le provocaba nada a su corazón.
—Gracias. Siempre llegas como un ángel a salvarme. —contestó la chica al subirse al cálido automóvil.
—Entonces digamos que soy tu ángel de la guarda, qué bueno que iba pasando por aquí, hace mucho frío.
Rosalin dejó escapar una risita, claro que sí, José Luis solo iba pasando por ahí, una calle casi al otro extremo de su casa. Lo miró con diversión y le respondió:
—Gracias al cielo por esta afortunada casualidad.
El camino a casa no era largo, al cabo de veinte minutos ya habían llegado y Rosalin tuvo que reconocer que José Luis la había salvado porque los vidrios del auto se empañaban por el frío de la noche, ella se hubiera congelado esperando el autobús.
—Descansa, Rosita, si quieres puedo recogerte en la mañana, me queda de paso.
—Eres muy amable, pero no te preocupes, debo salir muy temprano porque me corresponde el saludo de bienvenida.
—Entiendo. Entonces duerme bien. Nos vemos en la escuela.
El hombre se había desanimado notablemente, Rosalin no entendía cómo es que no se rendía en su intento de conquistarla, aunque tampoco era muy explícito, José Luis se esforzaba en ser un buen amigo más que cualquier otra cosa, nunca había intentado propasarse ni nada por el estilo, era muy respetuoso y por eso la chica le permitía acercarse, de verdad esperaba que eso no cambiara porque ella no sabría cómo rechazarlo sin romperle el corazón y perder esa amistad.
—Muchas gracias por traerme, José Luis, eres un ángel.
Rosalin le dio un rápido beso en la mejilla como pago por su amabilidad y bajó del auto, el hombre la esperó hasta que abrió la puerta y justo antes de cerrarla le dijo adiós con la mano, el auto no se marcharía hasta que ella estuviera a salvo dentro de su vivienda, así que encendió la luz y se asomó por la ventana para decirle nuevamente adiós, José Luis sonrió y también se despidió con la mano. Rosalin se quedó allí mirando el auto alejarse y pensando en que, tal vez, si se esforzaba un poco y le daba una oportunidad, con el tiempo podría enamorarse.
No era mala idea, José Luis era el director de la escuela, tenía un mejor salario y ninguna responsabilidad, también estaba solo en el mundo y era un hombre considerado, amable, generoso y respetuoso, de esos que ya no quedaban en el mundo.
Tampoco podía negar que era muy apuesto, aunque ahora no le hiciera ni cosquillas, quizá en un futuro tuvieran uno de esos amores tranquilos que duran toda la vida. Además, a él también le gustaban los niños, sería un padre dedicado y amoroso. Definitivamente debía dejar de esperar un romance apasionado que le hiciera vibrar la piel y buscar algo más seguro para su futuro, ya no era tan joven como para seguir esperando.
El frío se sentía aun dentro de la casa, así que ella se encaminó a la cocina para prepararse un té caliente antes de dormir. Rosalin no tenía dinero para reparar el techo, todo lo había gastado en el sepelio e incluso tenía deudas por este motivo, pasaría el resto del año limitándose en gastos para poder pagar todo, no había forma de comprar nada nuevo.
Su efímera alegría se desvaneció de nuevo y quiso llorar, ella estaba tan cansada de todo.
Al encender la luz de la cocina, se llevó un susto de muerte que la hizo gritar de manera aguda y caer de nalgas al suelo, Rosalin cerró los ojos esperando que el espejismo desapareciera, pero una voz idéntica a la suya le hizo creer que no se trataba de una alucinación.
—Vaya, eres muy torpe, entonces sí hay diferencias entre nosotras.
—¿Qui-quién e-eres tú?
El corazón de la chica corría en una carrera desenfrenada impulsado por el miedo, todo su cuerpo estaba frío e inmóvil mientras sus ojos no podían moverse de esa persona frente a ella que se veía exactamente igual. Si no fuera por la ropa elegante, juraría que estaba viéndose al espejo.
—Mi nombre es Rosanna. Y soy tu hermana gemela.
—¡¿Qué?! Pe-pero… Yo… Yo no…
—¿No tienes hermanas? Sí, yo también creía lo mismo hasta hace unas semanas. La historia es larga, será mejor que te sientes en un lugar más cómodo —Rosanna dio una mirada periférica a la pequeña cocina, todo estaba impecable, pero era tan sencillo que casi le daba asco—. Si es que tienes algo cómodo en este lugar.
—¿Eres real?
—Bastante. Me dijeron que eras una chica lista, pero estoy inclinada a creer que no es muy cierto.
Rosalin se levantó del suelo y solo en ese momento se percató de que había otra presencia, un hombre moreno, muy alto y fornido estaba recargado en la puerta que daba al patio.
La sonrisa de lado que le dio la hizo estremecer de miedo, con esa chaqueta de cuero y las cadenas que le colgaban por todo lado parecía un pandillero de película. Sus ojos desorbitados y la respiración agitada le indicaron a Rosanna que de verdad la habían asustado mucho. Tal vez debió ser más sutil.
—Él es mi novio, tranquila, no va a hacerte nada malo, solo vino como soporte emocional para mí, no todos los días conoces a tu gemela perdida, ¿verdad?
El tono de Rosanna era divertido, casi pícaro, como si todo aquello fuera una pilatuna de niñas y no una noticia que cambiaba drásticamente el curso de sus vidas.
—¿Estás hablando en serio?
—Mírame, ¿crees que es casualidad que haya dos de estas bonitas caras en el mundo?
—Pero…
—Ven, te lo contaré todo.
Rosanna avanzó hacia la pequeña sala de estar, solo había un sillón viejo con una tela a cuadros llena de manchas y otra silla un poco más decente contra la pared adyacente, justo bajo la ventana, así que ella limpió un poco la superficie con cara de desagrado y se sentó, recargando la espalda y cruzando las piernas como si se tratara de una reina en su trono.
Rosalin la siguió sin quitarle los ojos de encima a sus movimientos y se sentó en el borde más lejano del sofá. Se lamentó por no tener su morral a la mano, allí tenía el gas pimienta de defensa personal.
—Yo tampoco tengo muchos detalles, así que te contaré la versión resumida. Descubrí que soy adoptada hace un par de años y desde entonces estuve buscando a mi familia biológica, ya sabes, curiosidad sobre mis orígenes. Lamentablemente no obtuve nada. No hay absolutamente ningún registro de la adopción y mis padres se negaron en redondo a decirme la verdad.
—Vaya, lamento eso…
—Hace poco localicé a la supuesta partera de mi madre, porque se supone que yo nací en la hacienda de mi familia, resulta que ella sí sabía la verdad.
—¿Eres hija de mi madre?
—Sí, así se supone que funcionan los gemelos, duh. —Rosanna se burló de su hermana, era tan hermosa como ella, pero deslucía demasiado con esa ropa horrible y el cabello despeinado y grasoso.
—Lo siento, es que todo esto es… —Rosalin se pasó las manos por el rostro como para despejarse y sacudió la cabeza—. Difícil de digerir.
—Lo sé. El punto es que, bueno, tu madre es nuestra madre biológica, ella básicamente me vendió a una familia adinerada que no podía tener hijos. Lo cual agradezco porque no me imagino haberme criado en este lugar. No te ofendas, pero no se ve como la vida ideal.
—Y no lo fue. Llegaste un poco tarde, mamá murió la semana pasada.
—También lo sé, por eso vine a buscarte. No me interesaba conocerla, por lo que vi era todo un desastre y no quería a alguien así en mi vida.
—Sabia decisión, probablemente te hubiera pedido dinero para…
—Beber hasta ahogarse.
—Sí. Yo… Supongo que me alegra conocerte.
Rosalin por fin sonrió más animada, descubrir que no estaba sola en el mundo le daba un increíble alivio a su alma.
—Voy a ser honesta contigo, Rosalin. No vengo buscando una relación fraternal, nunca tuve hermanos y no necesito una ahora, sin embargo, sí necesito de tu ayuda con un asunto y estoy dispuesta a ser muy generosa al respecto. Mi esposo es un hombre muy adinerado.—¿Estás casada? Qué bien.La sonrisa sincera de Rosalin le hizo fruncir el ceño a su gemela y mirar a Kal con cara de: “¿acaso es idiota?”, de todo lo que le dijo ella solo se quedó con la parte de que tenía un esposo.—Sí, también tengo una hija de seis años.—¿Soy tía? Oh, Dios, esto es tan… Emocionante.Rosalin se movió hacia el otro extremo del sofá, quedando apenas a unos centímetros de Rosanna, la miraba con una sonrisa enorme y parecía que todo el miedo anterior había desaparecido.—Rosalin, concéntrate, tengo poco tiempo para estar aquí y necesito que me escuches atentamente.—Oh, sí, claro, lo siento.—Vengo a proponerte un trato, sé que necesitas dinero y yo puedo darte mucho si me ayudas con algo.—¿Qué necesitas?—
Rosanna le dijo que sí, ella no podía arriesgarse a que Rubén se molestara y le cerrara los chorros de oro que despilfarraba a su antojo, así que solo se dedicó a tener tanto sexo con su esposo como si fueran conejos en celo después de tomar afrodisiacos, esa fue la parte buena del trato.Lo malo vino seis meses después cuando Rubén descubrió que ella seguía tomándose las pastillas anticonceptivas y tuvieron la discusión más grande de sus vidas.Nunca lo había visto tan furioso, lo desconoció por un momento mientras le gritaba y arrojaba contra las paredes las cosas que encontraba a su paso, de verdad le tuvo miedo y no encontró más remedio que ponerse a llorar desconsolada.Rubén jamás podía resistirse a eso, él le bajaría la luna si ella se la pedía para calmar sus lágrimas. Sin embargo, esa vez no funcionó, su esposo no lo quiso ver por casi dos semanas y Rosanna ya se temía que le pidiera el divorcio.Sus padres estaban furiosos también, aunque los Salazar no se permitieran un div
Rosanna no se atrevió a ver a Rubén a la cara, el otro parecía que no estaba ni respirando y ella solo tocó su mejilla con la mano temblorosa, sintiendo la piel caliente y el ardor característico de las palmadas. Dejó que un hilo de sangre bajara por su barbilla y escuchó a Rubén jadear sorprendido al verla.—Amor… Yo… Yo no quería… Perdóname, por favor.—No me toques.La chica se encogió y retrocedió dos pasos levantando los brazos para cubrir su rostro en un gesto de defensa que le rompió el corazón a Rubén, él estaba demasiado acostumbrado a que la gente le tuviera miedo, pero no su preciosa esposa, ella no debería sentir eso jamás.—Lo lamento, de verdad, no sé qué me pasó… Yo…—No digas nada. Solo vete.—No, Rosie, déjame verte, voy a traerte hielo para que no se te inflame. Mi amor, perdóname, por favor, te juro que no sé qué me pasó, yo perdí el control.—¿Quieres saber qué pasó? Acabas de demostrarme que no solo no me amas, sino que tampoco me respetas. Nunca pensé que pudiera
Rubén sabía que había sido una excelente idea invertir tanto dinero en ese sistema, eso le garantizaba saber exactamente dónde estaba su esposa cuando hacía cosas como esta.Se tranquilizó y continuó con el trabajo pendiente, revisando periódicamente el mapa y comparándolo con los informes de Rolando. Al parecer, Rosanna iba rumbo a la casa de sus padres.Allí permaneció por varias horas y Rolando le informó, sobre las cinco de la tarde, que ya iban de regreso a la casa, así que Rubén también se preparó para salir de su oficina, debía llegar a casa con muchas rosas rojas y tratar de pedir perdón. No obstante, justo cuando iba a dejar la oficina, recibió una nueva llamada.—Señor, ¿Puede ver a la señora Rosanna en el rastreador?—¿Otra vez la perdieron?—Lo siento, señor, iba muy rápido y nos detuvo el semáforo.—No sé para qué les pago tanto dinero si yo debo hacer el trabajo.Rubén respondió con buen humor, él mejor que nadie sabía lo escurridiza que podía ser su Rosie cuando se lo p
—Rubén, tienes que dormir. —Sergio llegó a su lado para intentar convencerlo una vez más.—No tengo sueño. —Rubén le dio una calada a su cigarro y lanzó el humo con los ojos cerrados y la cara hacia arriba. Estaba muy cansado, pero no podía conciliar el sueño sin pensar en su esposa.—Llevas tres días en vela, claro que tienes sueño. Esto no es tu culpa, si Rosanna no hubiera estado haciendo una de sus pataletas nuestros chicos no hubieran permitido que nadie se le acercara.—Deja de culparla, podría estar muerta para este punto, ni siquiera han pedido rescate.—Hasta que no encontremos su cadáver, ella está viva, ¿entiendes?—Sergio, déjame en paz, no estoy de humor para lidiar contigo.—Pues qué mal, porque, a menos de que me dispares, no hay manera en la que me aleje de ti en este momento.—Eres un maldito dolor de cabeza.—Soy todo lo que quieras, pero no estas bien, Violeta está preocupada porque te vio gritando a los chicos y se asustó. Ve a verla, pero antes tienes que bañarte
El dinero no era problema, las condiciones de la entrega tampoco, así que el rescate se alistó según la solicitud y la maleta llevaba diminutos rastreadores en los ganchos de las correas, no podrían encontrarlos en ese lugar.También había en algunas de las cintas que sujetaban los fajos de billetes, ellos tenían la esperanza de poder localizar la guarida de los delincuentes y rescatar a Rosanna. Rubén estaba dispuesto a seguir las instrucciones, aunque tenía a su gente de encubierto cubriendo todas las posibilidades.La entrega del dinero se pactó cuando se completaban doce días de secuestro y Rubén ya estaba desesperado en ese punto. Tanto que había aceptado la ayuda de Alexander Molina, un conocido empresario naviero radicado en Dusan, quien movía los hilos en el sur del país.Los negocios no podían detenerse mientras Rubén sufría una tragedia personal, los compradores y vendedores no esperaban, el negocio debía mantenerse a pesar de todo.La tensión que había surgido entre las dos
El incesante ruido del celular despertó a Rubén que se encontraba profundamente dormido, ni siquiera abrió los ojos y tanteo con las manos hasta encontrar el aparato y contestar, apenas amanecía y él ya estaba dispuesto a matar a quien lo hubiera despertado después de lo mucho que le costó dormirse.—¿Señor Salazar?—¿Quién es? —gruñó y su voz sonó más ronca de lo normal.—Soy Azucena, señor Salazar. Lamento molestarlo, pero usted me dijo que le avisara cuando su esposa despertara, sin importar la hora.Eso fue suficiente para despabilarse, Rubén se sentó de golpe en la cama con la noticia. Habían pasado tres semanas desde que Rosanna fue rescatada e internada en el hospital, para ese punto, sus lesiones más graves habían mejorado y ya solo le quedaban leves evidencias de los moretones más grandes.Una semana atrás se había retirado la sedación, pero ella continuaba sin reaccionar. Algo normal, habían dicho los médicos, solo debían esperar.—Voy para allá.Dicho esto, Rubén colgó la l
El cuerpo de la chica se estremeció visiblemente con las dos últimas palabras, Rubén estaba seguro de haberlas pronunciado con calma, casi con dulzura, pero ese cuerpo pequeñito se sacudió como si él le hubiera dado un golpe y parecía que ahora le costaba respirar. La agitación fue tal que el aparato que media sus palpitaciones empezó a pitar y Azucena entró en la habitación.—¿Qué sucedió?Azucena vio a su paciente con los ojos desorbitados, hiperventilando y apretando las sábanas con tanta fuerza que sus nudillos se blanqueaban, también se mordió el labio de tal manera que se hizo sangrar. Ella estaba teniendo un ataque de pánico.—No lo sé, ella estaba bien y de repente se puso así.—¿Qué le dijo antes de que se alterara?—Que no llorara.Rubén y la doctora compartieron una mirada conocedora. El alto había torturado a suficientes personas a lo largo de su vida como para saber de traumas, uno de sus chicos tenía por costumbre poner una canción popular en bucle durante todo el proces