Capítulo 25

Rubén caminó hacia una larga mesa que se ubicaba contra la pared, llena de diferentes tipos de herramientas y sustancias, era evidente que ese sitio se usaba para cosas mucho más interesantes que solo almacenar el licor. Se puso un delantal impermeable de color azul, muy similar al que usaban los cirujanos y que protegería su impecable traje. En otra oportunidad no le molestaría que le salpicara la sangre caliente, pero, esta vez, no podía dejar ninguna evidencia sobre su cuerpo.

Rubén se acercó al primer hombre y sonrió macabro al verlo mearse en los pantalones con su proximidad, el sujeto se retorcía demasiado y dos de sus hombres se acercaron para sujetarle la cabeza mientras Víctor le instalaba un blefaróstato en cada ojo; luego, le entregó un cautín con mango de madera y la punta metálica al rojo vivo.

A Rubén le hubiera gustado tener el tiempo para ser un poco más artístico con sus condenados, pero tenía demasiadas ganas de volver con su esposa y olvidar el mal rato con su preci
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