ISABELLA RODRÍGUEZLas llamas devoraron todo lo que amaba. Mi hogar, donde crecí y fui feliz, se desmoronó. Corrí buscando a mi padre, a él no lo podía perder. Lo saqué arrastrando antes de que la casa terminara de colapsar, pero justo al atravesar la puerta, explotó, lanzándonos por los aires. Rodé en el suelo, con la cara ardiéndome y, entre gritos y súplicas, me desvanecí en la inconsciencia.Cuando desperté, estaba en una cama de hospital intentando recordar lo que había ocurrido, recuperando fragmentos desperdigados de mi memoria, que carecían de sentido, parecían envueltos en llamas como mi hogar.El doctor me cambió el vendaje del rostro y no fui capaz de reconocerme por ese breve momento ante el espejo. Tenía una horrible marca alrededor de mi ojo izquierdo. La carne viva me palpitaba y había perdido la ceja y las pestañas. Quise tocar mi piel marchita, como si al hacerlo, la herida se fuera a desvanecer, pero solo sentí dolor. ―Fue un milagro que solo tuvieras esa lesión… P
ISABELLA RODRÍGUEZSentada en el asiento trasero de ese lujoso Maybach color plata, movía mi pierna con nerviosismo. El chofer era como un fantasma silencioso que casualmente me veía por el espejo retrovisor. Tal vez curioso por la tela de encaje negro que cubría mis ojos y por supuesto, mi piel quemada.Valentina me había prestado uno de sus vestidos. Tuve que escoger el más conservador, pues todos eran brillosos, escotados y cortos. Al no querer verme vulgar, escogí ese negro que parecía digno de usar en un velorio, consideré que era el más adecuado para la ocasión.No hubo celebración, solo un acta de matrimonio en la mesa del comedor y el abogado del señor Silva, práctico y rápido para formalizar mi unión con su jefe. Me entregó la caja de terciopelo que guardaba mi anillo de matrimonio, y durante todo el camino no dejé de darle vueltas en mi dedo.La mansión a la que llegué era enorme e imponente, con amplios jardines y una arquitectura que presumía de riqueza y elegancia. El cho
ISABELLA RODRÍGUEZNo sé cuánto tiempo estuve viendo los camisones frente a mí, los que no eran demasiado cortos, eran escotados y los que no eran escotados ni cortos, estaban casi transparentes. ¿No había alguna pijama holgada de franela que cubriera más mi cuerpo?En ese momento la mano de Gabriel agarró la tela y sonrió. ―Buena elección para nuestra primera noche juntos.Mi cerebro explotó y mi corazón colapsó. ¿En qué momento salió del baño, que ni lo había escuchado? Tragué saliva en cuanto lo vi usando solo unos pantalones holgados. ¿Pensaba dormir con el torso descubierto, mostrándome esos horribles tatuajes y esos desagradables pero fuertes y firmes músculos, forrados de esa piel asquerosamente tersa y cálida? ¡Carajo! ¿En qué momento había comenzado a morderme el labio? ¡Vamos! ¡Concéntrate, Isabella!―¿No piensas cambiarte? ―preguntó tranquilamente mientras paseaba sus manos por la mesa de noche, organizando sus cosas con solo su tacto―. Puedes hacerlo aquí, no te veré, creo
ISABELLA RODRÍGUEZMientras deshojaba una pequeña flor silvestre del jardín, escuchaba la cantaleta de mi madre. La energía se le iba en solo quejarse y presumir de Valentina. —¡Pero basta de mí! ¿Cómo te ha ido con tu esposo? ¿Se llevan bien?—Algo así… —contesté llena de coraje.―Apuesto a que desearías que este matrimonio nunca se hubiera concretado… ―dijo con tanta lástima que me revolvió el estómago―. Pobre de mi niña. No te preocupes, mamá encontró una solución.De pronto me extendió un documento de manera sutil, mientras sus ojos nerviosos revisaban que nadie nos viera. En cuanto desdoblé las hojas me di cuenta de que era un contrato de transferencia privada de acciones del grupo Silva-Montalvo, la empresa que le pertenecía a Gabriel.—¿Qué es esto? —pregunté confundida y cubrió mi boca con una mano, temerosa de que alguien me hubiera escuchado.—Haz que lo firme… —dijo con los ojos bien abiertos.Le preste más atención al documento, especificaba que Gabriel le daría el cincuen
GABRIEL SILVAPor más que lo intenté, no lograba conciliar el sueño, estaba molesto por tener que dejarme manipular por esa mujer y tener que tolerar a su hija deforme como mi esposa. Salí de mi habitación con la plena intención de desenmascarar a Isabella y ver que tan grotesco era su rostro sin esa tela. La mansión estaba a oscuras, desde que recuperé la visión, me volví fotosensible como una de las consecuencias de mi accidente. El doctor me había indicado que gradualmente mis ojos volverían a adecuarse a la luz, mientras eso pasaba, di órdenes estrictas de no encender las luces bajo ninguna condición.Llegué hasta la habitación de Isabella, para mi suerte ya estaba dormida. Me quedé parado en el borde de la cama, viéndola con las sábanas enredadas en los pies, permitiendo que pudiera admirar su cuerpo curvilíneo. Era agradable, no podía negarlo, tenía tobillos finos y piernas torneadas. No era tan voluptuosa como su hermana, por el contrario, sus curvas le daban una apariencia re
ISABELLA RODRÍGUEZEstaba furiosa, enervada, mi corazón no empujaba sangre sino odio. Intenté abrir la puerta y salir corriendo, pero la maldita no cedía. Empujé, jalé, golpeé y parecía inamovible. ―¡¿Qué carajos…?! ―Giré iracunda hacia el mayordomo que retrocedió impresionado por mi furia―. ¡Abre la estúpida puerta! ―exigí dando un golpe en el suelo con mi tacón.―No la abras ―dijo Gabriel detrás de mí, avanzando con paso lento, disfrutando la situación―. Desde ahora cada puerta y ventana estará cerrada a cal y canto para mi encantadora y salvaje esposa.―¡Salvaje tu madre! ―exclamé aproximándome a él como un tren sin frenos. ¡No me importaba que es
GABRIEL SILVACuando recién sufrí el accidente que me dejó completamente ciego, me aferré a tener una vida normal y me sentí capaz de tomar decisiones. Mi socio, Eduardo Montalvo, insistió en que me tomara un descanso, pero me aferré con más fuerza a mi puesto. ¡Nadie me iba a decir lo que tenía que hacer!La empresa Silva-Montalvo, era la número uno en tecnología en todo el país. Se encargaba de crear no solo electrodomésticos inteligentes y fáciles de dirigir por IA, sino que también teníamos un campo dedicado para la industria y el área armamentística, teniendo contratos muy importantes con el ejército del país. De mí dependía la calidad de los circuitos y chips que se usaban. Hice tratos con intermediarios de dudosa proce
GABRIEL SILVAIntentaba mantenerme tranquilo en la estancia, revisando el reloj en la pared cada cinco minutos. ¿Por qué demonios tardaban tanto? ¿De nuevo Isabella estaba haciendo una rabieta? De pronto escuché sus risas y en cuanto levanté la mirada hacia las escaleras, vi a Guillermina a su lado, ambas se sonreían, parecía que se llevaban bastante bien.En cuanto Isabella comenzó a descender por los escalones, me quedé sin aliento. Parecía una hermosa muñeca de porcelana con ese vestido azul marino que se acentuaba en su cintura. Sus faldas amplias me permitían ver esas largas piernas a partir de las rodillas y los tirantes mantenían al descubierto sus suaves hombros.Era una criatura fascinante y divina, con su cuello adornado por d