Inicio / Romántica / Una Fea para el CEO Ciego / Capítulo 4: Una mujer fea para un CEO ciego
Capítulo 4: Una mujer fea para un CEO ciego

ISABELLA RODRÍGUEZ

Mientras deshojaba una pequeña flor silvestre del jardín, escuchaba la cantaleta de mi madre. La energía se le iba en solo quejarse y presumir de Valentina. —¡Pero basta de mí! ¿Cómo te ha ido con tu esposo? ¿Se llevan bien?

—Algo así… —contesté llena de coraje.

―Apuesto a que desearías que este matrimonio nunca se hubiera concretado… ―dijo con tanta lástima que me revolvió el estómago―. Pobre de mi niña. No te preocupes, mamá encontró una solución.

De pronto me extendió un documento de manera sutil, mientras sus ojos nerviosos revisaban que nadie nos viera. En cuanto desdoblé las hojas me di cuenta de que era un contrato de transferencia privada de acciones del grupo Silva-Montalvo, la empresa que le pertenecía a Gabriel.

—¿Qué es esto? —pregunté confundida y cubrió mi boca con una mano, temerosa de que alguien me hubiera escuchado.

—Haz que lo firme… —dijo con los ojos bien abiertos.

Le preste más atención al documento, especificaba que Gabriel le daría el cincuenta por ciento de sus acciones a mi familia, específicamente a mi padre. Debía de ser una broma.

—No te será difícil… Es ciego, solo mételo entre los papeles que vaya a firmar, guía su mano. Jamás lo sabrá.

—¿Jamás? No lo sé… Esto no me gusta. No quiero hacerlo. —Le extendí el documento de vuelta, pero ella no lo recibió.

—Escúchame bien, harás lo que te pido y de buena gana. Ya me cansé de que seas tan egoísta con tu familia.

—¡¿Egoísta?! ¡¿Yo?! —Amaba a mi madre, pero a veces parecía que pensaba con los pies—. No haré esto.

—¿Quieres divorciarte de ese ciego y volver con nosotras sin el temor de dejar desamparado a tu padre? —Me tomó por los hombros y clavó su mirada en mí, como si quisiera hipnotizarme—. Con esas acciones no habrá necesidad de que siga dándonos el dinero para cubrir los gastos hospitalarios. Podríamos conseguir una verdadera casa y olvidarnos de este matrimonio por contrato. Solo tienes que hacerlo firmar.

No debía de ser muy inteligente para saber que mi matrimonio había sido una trampa para poder robarle sus acciones a Gabriel. Me sentía asqueada, aun así, guardé el documento debajo de mi blusa, causando una sonrisa llena de orgullo en mi madre. Mi conciencia me decía que no lo hiciera, pero ¿estaba dispuesta a seguir con esto y darle un hijo a ese hombre? ¡Claramente se lo merecía!  

¤

GABRIEL SILVA

―Mi hija me ha dicho que las cosas han estado bien ―dijo la señora Rodríguez paseándose por el despacho, prestando más atención al librero que a mi falta de humor y paciencia.

―¿Eso le dijo? ―pregunté con una sonrisa cargada de rabia―. Difiero con su noción de lo que es «estar bien».

Pude ver como una sonrisa se formó en su rostro. ―¿Hay algún problema con mi pequeña Isabella, señor Silva?

Era fascinante ver de lo que eran capaces las personas cuando creen que nadie las ve. Sus gestos torcidos de desaprobación eran constantes, pues creían que, al ser ciego, no habría manera de que me diera cuenta. Qué equivocados estaban.

―Ella no era a quien esperaba ver entrar a mi hogar…

―No sé a qué se refiere… Me pidió a mi hija más hermosa a cambio de cuidar de mi esposo. Cumplí con su petición.

―Soy ciego, no estúpido. ―Odiaba que esa mujer se sintiera más inteligente que yo.

Antes de perder la vista, conocí a Valentina, una encantadora jovencita, vivaz y alegre. Era el centro de atención dentro del bar y durante toda la noche no pude despegar mis ojos de ella. Su belleza avasalladora me cautivó y supe que sería la clase de mujer que me encantaría mostrar ante los demás.

Hace algunos meses pude recuperar mi vista y decidí guardar el secreto, aún tenía cosas que hacer antes de mostrarme al mundo como un hombre completo, entre esas cosas deseaba que me adularan por mi gran elección al conseguirme una esposa hermosa, en cambio había llegado a mí Isabella, con esa tela en su rostro.

¡Yo había hecho una elección y la señora Rodríguez jugó sucio! ¡Estaba decidido a llenar a Valentina de lujos, comodidades y la mejor versión de mí mismo, y ahora tenía que tolerar a una mujer deforme a mi lado!

―¡Teníamos un trato! ―exclamé iracundo, golpeando en el escritorio, pero sin lograr intimidar a esa mujer abusiva.

―No falté a mi palabra, señor Silva. Isabella es la más hermosa de mis hijas, aunque tenga una lesión en su rostro, era más atractiva que Valentina. Creo que es capaz de ignorar ese pequeño detalle…

―¿Pequeño detalle? Seré la burla de todo aquel que la conozca. ¡Una mujer fea para un CEO ciego! ¡Qué humillante! Suficiente tengo que lidiar con mi discapacidad.

―Pues… si yo puedo olvidarme de demandar al hombre culpable del incendio de mi hogar, creo que usted puede aprender a amar a una mujer como Isabella. Incluso lo creo más que justo.

Sus palabras me dejaron callado. Ahora lo entendía, estaba haciendo un llamado a mi sentido de responsabilidad. La lesión en el rostro de Isabella, así como el estado de salud del señor Rodríguez, eran completamente mi culpa. ¿Había sido atrevido aspirar a tener a Valentina? ¿Era justo que me hiciera cargo de Isabella por el daño que indirectamente le causé?

―Solo necesito que Isabella me dé un hijo, cuando eso suceda, se irá de mi casa. No pienso tolerar su horrible cara y su soberbia bajo mi techo…

―¿Soberbia? ―Por primera vez vi en su rostro algo de confusión―. ¿Isabella? Está bromeando, ella es muy tierna y dócil.

―¿Tierna y dócil? Se nota que no conoce a su hija…

―Tal vez ―respondió restándole importancia―. O… usted no fue agradable. Le recuerdo que se atrapan más moscas con miel que con hiel. Ella es una gran chica, dulce, cariñosa y atenta, si es que sabe como tratarla, pero ya veo que no.

―Largo de mi casa… ―dije entre dientes. Se me había acabado las ganas de discutir. 

―Mi pequeña Isabella puede ser una gran esposa si le da un tiempo. Después de todo, ambos son personas mutiladas. ¿Qué daño le hace aceptar a una mujer buena con el rostro deforme cuando ni siquiera lo puede ver?

―¡Fuera! ―grité furioso, no necesitaba clases de ética ni aprender a sentir lástima por alguien más.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo