Zisa ladraba sin parar, estaba cansando a Tom con sus quejidos de angustia. Él ya estaba todo preocupado, como para que viniera su loba a empeorar las cosas con sus constantes ladridos.La loba caminaba de un lado para el otro en la sala de la casa, mientras que él no paraba de golpear el piso con su bota, miraba a su loba y se estresaba aún más. En una de esas, la loba detiene los ladridos y las vueltas, eleva las orejas en lo alto y mira exactamente hacia la puerta.El sheriff hizo lo mismo elevando la mirada… segundos después, la esposa del Jesey abandona la habitación cargada con mantas sucias.—Iré a por más agua.Tom vuelve los ojos en blanco, al mismo tiempo que la loba continua caminando de un lado para el otro. Y sin parar de chillar.—Zisa, ya basta, ya basta —La perra lo mira, pero decide ignorarlo —Por dios, me tienes más preocupado que nunca —Tom se pone en pie y abre la puerta de la salida de la casa —. Sal, aquí no estas ayudando en nada.La loba al ver la puerta abier
Pueblo de Coloma, año 1850El implacable sol de Arizona podía calentar en segundos el agua de un balde de metal puesto a la intemperie en medio del desierto. De las piedras se podía entrever como el vapor sobresalía de las mismas, acrecentando todavía más el despiadado calor. Andar caminando descalzo sobre el ardiente suelo de tierra y piedra no era una opción.Pero cuando la vida de una persona estaba en peligro, y tan solo a un salto de la muerte, no quedaba de otra que caminar, así sus pies estuvieran atravesando el mismo infierno. Aun así para cuando esa alma en pena consiguiera ayuda, seguramente sus pies no tendrían salvación, y posiblemente, hasta su cuerpo no soportase tanto calor y dolor.Rouse, se lo pensaba mucho para dar un paso más por aquel sendero de tierra y rocas afiladas. Ya que cada vez que movía sus pies, sentía como si estuviera caminando sobre un montón de cenizas aún ardientes.La rubia miró sus pies descalzos sobre la tierra amarillenta, agria y seca, estos est
O la vista le estaba fallando, o simplemente estaba viendo un espejismo. Rouse se detuvo para luego amusgar los ojos, aquello no parecía un espejismo. Realmente lo que estaba viendo era un maldito pueblo, su salvación, o posiblemente su perdición.Sea lo que fuese, necesitaba llegar a él… Pero al dar un paso al frente, sus rodillas fallaron y de pronto el cuerpo de la rubia cae de bruces en la tierra. A raíz del impacto del golpe, Rouse golpea su cabeza con algunas rocas. La chica se queja al instante, entreabre los ojos y observa el pueblo a la distancia.Parecía tan cercano, pero tan lejano a la vez… el contraste del vapor caliente de la tierra lo hacía ver como si estuviera a punto de arder en llamas. Rouse supo que era muy posible que ese fuese su fin, ya no tenía fuerzas para ponerse en pie y caminar hasta allá.Y por lo lejos que se encontraba, dudaba que alguien la encontrase en ese lugar. Sin poder evitarlo, cierra los ojos para luego soltar el aliento. Tal vez, lo mejor era e
—Doc. ¿Usted la reviso por completo?—¿A qué te refieres? —El médico le pregunta sirviéndose un vaso con agua.—Ya sabe, he encontrado a la dama a medio vestir y llena de golpes en medio del desierto. ¿No cree que eso amerita pensar en otras opciones?—Bueno, ella si está seriamente golpeada, pero… —El doctor relame sus labios —. No es lo que estás imaginando Tom. Simplemente, fueron golpes lo que ha recibido, pero muy graves. Y parece que llevaba caminando horas, sus pies están bastante quemados.—Entiendo —Contesta poniéndose nuevamente su sombrero —. Sin embargo, este hecho no lo puedo dejar pasar por alto. Si la señorita pasa la noche, tendrá que responder algunas preguntas.—Solo es una mujer, Tom.El sheriff observa al doctor seriamente, fuese lo que fuera, la mujer tendría que responder de donde venía y porque estaba tan golpeada. Lo que le preocupaba al castaño, era la posibilidad de que ella trajera problemas al pueblo, llevaban en paz mucho tiempo, no pensaba permitir que un
—¿Quién eres? —Tom eleva la punta de su sombrero, y aunque no existiese mucha luz, la sombra de su rostro se podía apreciar considerablemente.—Quien hace las preguntas aquí soy yo, señorita.—Pagaré por el caballo.—No es lo que me pareció ver desde un principio —Contesta dando un paso más hacia ella.—¿Quién es el dueño? Haré un trato con él.—¡Soy yo! Y ese caballo nadie lo monta, ni mucho menos está en venta.Rouse se sentía acorralada, la habían atrapado intentando robar un caballo. Y de paso, que estaba frente al mismísimo dueño. Era una forastera, fácilmente podría pasar por ladrona en aquel lugar.La colgarían si ese hombre la delataba…—Yo no quería robarlo, solo tomarlo prestado.—¿Y hacia dónde se dirige la señorita? O mejor dicho, ¿de dónde viene?Ella traga saliva, el interrogatorio no era algo que se esperará. O bueno, quizás sí, era una forastera después de todo.—¿Y quién pregunta? —La rubia se abraza a sí misma, el frío comenzaba hacer mella en ella.—Tom Wesley —El h
—Señorita, será mejor que respondas mis preguntas. Bien sabe que usted es una…—¿Forastera? Lo sé, sé lo que soy. Pero estoy en todo mi derecho de no decir nada sobre mí, hasta donde sé, no he lastimado a nadie en este pueblo.—Al sheriff no le agradará que usted se ponga con esa actitud. En este pueblo no son bien recibidos los extranjeros.—Yo no le debo nada al sheriff. Y si les molesta mi estadía, puedo irme sin ningún problema.—¿Eso cree?De pronto el mismísimo sheriff ingresa en el cuarto, toda su presencia llenaba la diminuta habitación. Rouse lo miraba fijamente a pesar de llevar el sombrero puesto, sabía que él también la estaba observando, pero de una manera mucho más intimidante y desafiante.—Jesey, déjenos solos, por favor.—Tom, no creo que eso sea adecuado para la señorita —Musita a sus espaldas.—Por favor, doctor. No pienso propasarme con la señorita —Le contesta al girar el rostro a la altura del hombro —. Soy la ley en este pueblo, no hay nadie más justo que yo —Añ
—¿Qué pudiste obtener de la señorita?—Nada, solo que se llama Rouse LeRoy —Niega —. Jesey, necesito que la vigiles muy bien.—¿Crees que sea capaz de escaparse de nuevo?—Es una posibilidad, no puedo permitir que se marche sin antes saber de dónde viene. Presiento que está ocultando muchas cosas importantes, y sospecho que su estadía en el pueblo nos traerá ciertas complicaciones.—Tom, deberías dejarla marchar. Puede traer problemas si la retenemos aquí, somos un pueblo tranquilo. La gente ya anda comentando sobre la forastera, quizás es mejor que la dejes ir en cuanto pueda montar. No me importa el servicio que le preste.—A mí si me importa, la señorita no sé ira de aquí hasta que yo lo diga —El sheriff toca la punta de su sombrero —. Mándame a llamar si sucede algo.—Hazme caso Tom, lo más conveniente para todos es que esa señorita se marche del pueblo.—Lo pensaré, pero de momento, la señorita LeRoy se queda.El doctor asiente mientras lo ve marcharse, luego aplana los labios
—¿Usted de nuevo?—Le he hecho una pregunta, señorita.—Necesito salir de aquí.—Para ser una dama, me parece bastante resistente. Realmente, tiene la vitalidad que posee un hombre.Rouse se compuso ante el comentario tan insinuante del sheriff, todos en ese pueblo eran muy indagadores, empezando por ese hombre.—¿Eso que tiene que ver con que yo quiera salir de aquí?—He dejado instrucciones de que nadie debe dejarla salir de esta casa, señorita LeRoy.—¿Y quién se cree usted para exigir tal cosa?—Soy quien mantiene a salvo a todos los ciudadanos de este pueblo. No le recomiendo que me lleve la contraria, suelo parecer un hombre paciente, pero la realidad es otra —La mira con aquellos ojos azules tan amenazadores, que le hace hervir la sangre a la rubia.Eso ni tenía que decírselo, ya había experimentado en carne viva su temperamento. Era tan altanero, que lidiar con él podría llegar a ser tan agobiante para cualquier persona, pero no para Rouse. Ella seguía sosteniéndole la mirada.