—Señorita, será mejor que respondas mis preguntas. Bien sabe que usted es una…
—¿Forastera? Lo sé, sé lo que soy. Pero estoy en todo mi derecho de no decir nada sobre mí, hasta donde sé, no he lastimado a nadie en este pueblo.
—Al sheriff no le agradará que usted se ponga con esa actitud. En este pueblo no son bien recibidos los extranjeros.
—Yo no le debo nada al sheriff. Y si les molesta mi estadía, puedo irme sin ningún problema.
—¿Eso cree?
De pronto el mismísimo sheriff ingresa en el cuarto, toda su presencia llenaba la diminuta habitación. Rouse lo miraba fijamente a pesar de llevar el sombrero puesto, sabía que él también la estaba observando, pero de una manera mucho más intimidante y desafiante.
—Jesey, déjenos solos, por favor.
—Tom, no creo que eso sea adecuado para la señorita —Musita a sus espaldas.
—Por favor, doctor. No pienso propasarme con la señorita —Le contesta al girar el rostro a la altura del hombro —. Soy la ley en este pueblo, no hay nadie más justo que yo —Añade, pero en esa ocasión fijando el rostro en dirección a la rubia.
—De acuerdo, estaré afuera por si me necesitas.
Rouse mantenía la mirada fija en ese hombre, ella pensaba que si él pretendía infundirle miedo, se llevaría una gran sorpresa. La rubia lo detallo de pies a cabeza, la noche anterior no consiguió verlo bien, pero en esa mañana sí que tuvo la oportunidad de hacerlo.
El sheriff era un hombre muy fornido, sus facciones eran duras y hasta se podría decir que un tanto peligrosas. Como llevaba el sombrero tan bajo, no podía detallar a la perfección sus ojos, pero sospechaba que eran tan intimidantes como aparentaba ser él.
De pronto, él sheriff se quita el sombrero dejándolo sobre una pequeña mesa de madera. Y es cuando ella se fija perfectamente en la mirada del sheriff. Por un segundo, su corazón comenzó a latir un poco más rápido, alterando sus sentidos. Nunca antes le había sucedido eso.
Sus ojos eran tan azules como el mismísimo cielo, y su mirada podría derretir hasta la montaña más helada del mundo. De pronto, Rouse se ve teniendo pensamientos irracionales, no debería estar pensando en ese tipo de cosas y menos con un oficial de la ley. Recapacito, y volvió en sí.
Su evidente virilidad podría derretir la montaña más helada, pero no a ella…
—¿Y bien? Me dirá cuál es su nombre.
—No hace falta, ya que no pienso estar mucho tiempo en este pueblo.
—No lo creo, dudo que esté en condiciones de cabalgar. ¡Claro! En el caso de que tenga monedas para comprar un caballo saludable para viajar. Y a juzgar por como la encontré, dudo que tenga alguna.
Diablos, no tenía ni un solo centavo encima, era obvio que lo dijera, si estaba medio desnuda cuando la encontró… ¿cómo rayos pensaba salir de ese pueblo sin dinero?
—Fuera de eso —Tom toma una silla, le da la vuelta y se siente a horcajadas —. Los cuidados que Jesey y su esposa le han ofrecido valen, señorita. Aquí nada es gratis, así que, como ve, usted tiene una deuda con el pueblo.
¡Qué maldito! Le estaba cobrando el cuidado del médico, era un infeliz. Ella llegó al pueblo sin un centavo, era elemental que supiera que no tenía dinero, por esa razón la obligaría a quedarse.
—No me puede exigir que me quede.
—¡Puedo! —Contesta fríamente —. Tengo el poder para hacerlo, nada me cuesta llevarla a la comisaria hasta que busquemos una solución para su deuda.
—Déjeme hablar con el doctor, puedo llegar a un acuerdo con él y…
—¿Qué clase de acuerdo? Le recuerdo que él es casado.
Las mejillas de Rouse se encendieron al instante, le estaba faltando al respeto. ¿Acaso estaba pensando que era una m*****a mujerzuela barata?
—Como se atreve a ofenderme de esa manera, no se supone que es la autoridad en este lugar. ¿Cómo se le ocurre acusar a una dama de esa manera? —Quería levantarse de esa cama y cachetear a ese infeliz.
—¡Vaya! Así que tenemos principios —Tom se pone en pie al ver el rubor en las mejillas de la rubia.
—No sé qué se está pensando de mí, pero le sugiero que no se invente teorías que no vienen al caso.
—Entonces, ¿me dirá como se llama? —Se rasca la incipiente barba que comenzaba a crecer.
Ella guardó silencio, miró hacia otro lado. Tarde o temprano tenía que decirle a ese hombre como se llamaba, y ahora que estaba endeudada mucho más rápido. M*****a sea, y todo por su descuido. Eso no podía volver a pasarle.
—Me llamo, Rouse LeRoy.
Tom la mira seriamente, no estaba seguro de que le estuviera diciendo la verdad, pero tampoco podía asegurar que dijera mentiras. De todas formas, tendría que llamarla Rouse.
—Muy bien, señorita LeRoy. ¿Sabe en qué pueblo se encuentra?
—No. No lo sé.
—Se encuentra en Coloma, ¿de dónde proviene? ¿Por qué ha llegado tan malherida?
—No tengo por qué contestar nada, no he hecho nada malo, sheriff.
—Estoy de acuerdo con usted, pero resulta que este es mi pueblo, y ha existido mucha paz desde hace mucho tiempo. No voy a permitir que una forastera traiga problemas.
—Entonces, deme un caballo y déjeme ir. No volverá a saber nada más de mí.
—Eso no es tan fácil, señorita LeRoy.
La rubia aprieta la mandíbula, ese maldito se tomaba en serio su papel de sheriff. No sería fácil persuadirlo.
—Si es por la deuda del doctor, yo puedo…
—Al doctor no es a quien le debe, señorita LeRoy. Yo he pagado todos los gastos de sus heridas, y por esa razón, a quien le debe es a mí.
Rouse se queda con la boca abierta, le debía al sheriff. Nunca la dejaría libre hasta que le pagará el último centavo, y hasta que le contará todo su maldito pasado. Sin duda alguna, estaba metida en muchos problemas. Y eso que no había hecho absolutamente nada en el pueblo.
—¿Y qué es lo que quiere? Sabe que no tengo dinero, que intente llevarme su caballo, y que no deseo estar en este pueblo, ¿Qué piensa hacer conmigo, sheriff?
Esa era una buena pregunta, la verdad es que Tom no tenía ni idea. De momento buscaba saber de dónde venía esa mujer, y que es lo que buscaba. Pero no pensó en que ella le pusiera tan complicada la situación, tendría que mantenerla en el pueblo, al menos hasta saber de qué o de quien estaba huyendo.
—Estás ocultando muchas cosas, y no pienso dejarte ir hasta que me digas de dónde vienes y porque has llegado hasta este pueblo en las condiciones en las que llegaste.
—Que se lo diga el que me encontró.
—He sido yo, yo la traje hasta el pueblo. Un niño la encontró inconsciente a unos kilómetros y fue a por mí para darme parte de su hallazgo.
—Pues si tanto le pesa el haberme salvado, debió dejarme morir y ser la botana de los buitres.
—¿Eso es lo que está buscando?
Rouse lleva la vista hacia otra parte, por una parte, sí, pero por otra no… de igual forma, la respuesta del sheriff fue bastante arrogante, le dio a entender que no le hubiese importado dejarla en medio del desierto siendo devorada por los zorros.
Era igual, si no le importaba a nadie, mucho menos a ese extraño ante ella.
—Estoy agotada, ¿hemos acabado con las preguntas?
—Solo por hoy. Le recuerdo que mantendré vigilada la casa del doctor, no podrá salir de aquí a menos que yo lo consienta. ¿Le queda claro, señorita LeRoy?
—Déjeme sola, sheriff.
Tom toma su sombrero para calárselo, echa un último vistazo a la rubia y luego sale de la recámara, encontrándose afuera con el doctor con una expresión de preocupación
—¿Qué pudiste obtener de la señorita?—Nada, solo que se llama Rouse LeRoy —Niega —. Jesey, necesito que la vigiles muy bien.—¿Crees que sea capaz de escaparse de nuevo?—Es una posibilidad, no puedo permitir que se marche sin antes saber de dónde viene. Presiento que está ocultando muchas cosas importantes, y sospecho que su estadía en el pueblo nos traerá ciertas complicaciones.—Tom, deberías dejarla marchar. Puede traer problemas si la retenemos aquí, somos un pueblo tranquilo. La gente ya anda comentando sobre la forastera, quizás es mejor que la dejes ir en cuanto pueda montar. No me importa el servicio que le preste.—A mí si me importa, la señorita no sé ira de aquí hasta que yo lo diga —El sheriff toca la punta de su sombrero —. Mándame a llamar si sucede algo.—Hazme caso Tom, lo más conveniente para todos es que esa señorita se marche del pueblo.—Lo pensaré, pero de momento, la señorita LeRoy se queda.El doctor asiente mientras lo ve marcharse, luego aplana los labios
—¿Usted de nuevo?—Le he hecho una pregunta, señorita.—Necesito salir de aquí.—Para ser una dama, me parece bastante resistente. Realmente, tiene la vitalidad que posee un hombre.Rouse se compuso ante el comentario tan insinuante del sheriff, todos en ese pueblo eran muy indagadores, empezando por ese hombre.—¿Eso que tiene que ver con que yo quiera salir de aquí?—He dejado instrucciones de que nadie debe dejarla salir de esta casa, señorita LeRoy.—¿Y quién se cree usted para exigir tal cosa?—Soy quien mantiene a salvo a todos los ciudadanos de este pueblo. No le recomiendo que me lleve la contraria, suelo parecer un hombre paciente, pero la realidad es otra —La mira con aquellos ojos azules tan amenazadores, que le hace hervir la sangre a la rubia.Eso ni tenía que decírselo, ya había experimentado en carne viva su temperamento. Era tan altanero, que lidiar con él podría llegar a ser tan agobiante para cualquier persona, pero no para Rouse. Ella seguía sosteniéndole la mirada.
El instinto llevó a Tom a posar la mano en su arma, el alborotador estaba armado, junto con sus compañeros. La intuición le decía que no podía bajar la guardia con esos tipos, ya sabía que le iban a traer muchos inconvenientes.Lo mejor que podía hacer era acabar con el problema de raíz. —Váyanse de mi pueblo, y no vuelvan.—No puede prohibirnos no venir, sheriff Wesley. Coloma es libre de recibir a quien sea, y nosotros no seremos una excepción —El hombre contesta, para luego escupir saliva negra, termino por limpiarse los restos de su bigote con el dorso de la mano.—No se los volveré a repetir, hasta hoy toleraré su presencia en el pueblo.—¿Y qué piensa hacernos, sheriff?El sujeto sonríe mostrando lo amarillento y putrefactos que estaban sus dientes. Sus compañeros, al verlo sonreír y burlarse del sheriff, sus hombres lo imitan.Tom no estaba dispuesto a tolerar ese grado de insolencia. Su paciencia había llegado al colmo.Mientras que el sheriff y el forastero discutían, la gen
—Entonces eres la señorita que encontraron en las afueras del pueblo —Rouse observo a la tal Lauren, tan solo era una niña —. Dicen que estuviste al borde de la muerte, debió ser terrible. ¿Qué fue lo que te paso?—¿Eres Lauren?—Sí, soy yo.—Eres muy joven para trabajar en este lugar, ¿y tus padres?—Ya conociste a mi madre, es Hilary. Y mi padre, quien sabe, nunca lo conocí. Pero si la tal Hilary era bastante joven, y era la madre de esa muchacha. Se podría decir que no se llevaban mucho en la edad.—¿De verdad es tu madre?—Todos preguntan lo mismo —Contesta la joven recogiendo las mantas de la cama —. Mi madre no habla mucho sobre cómo se quedó embarazada de mí, pero lo que sí sé, es que lo hizo a muy temprana edad.Eso explicaba por qué siendo tan joven ya tenía una hija, lo que le extrañaba a Rouse era que la mujer del doctor mantuviera tratos con ella. Hasta donde se daba cuenta no parecía tener marido.—Bueno, si mi madre te dio trabajo, tienes que ayudarme. Tenemos que recog
Así que el sheriff era todo un misterio, bueno, tampoco se tenía que ser muy astuto para fijarse que ese sujeto no era muy amable. Sí, cuidaba al pueblo de los forajidos y hasta de los mismos forasteros, pero se le notaba que era bastante reservado.Sin embargo, a ella le tenía sin cuidado como fuese ese Tom. Mientras menos tratos tuvieran, mucho mejor. No estaba dispuesta a caer en las redes de ese sheriff, para dejarse sacar información que no deseaba contar.—Bueno, basta de charla. Será mejor que nos pongamos a cocinar ya se está haciendo tarde. Si mi madre se da cuenta de que solo hemos estado conversando, se enojara mucho.Rouse asiente, era conveniente no meterse en problemas…[…]—He revisado en todo lo ancho de tus dominios Joy, el rastro se pierde en el horizonte.—Ese camino conduce a Tombstone, se fueron a la ciudad con mi ganado.—Pudieron haberse ido a cualquier parte, Joy. Ese camino lleva a muchas partes —Tom se cala su sombrero mientras observa que el sol estaba a pun
Ese sheriff sí que era altanero, si creía que le iba a estar dando detalles de cada uno de sus movimientos o decisiones estaba muy equivocado.—Sheriff Wesley, no creo que sea correcto que sujete de esta manera a una dama —La mirada de Tom se oscureció en el acto —. No es propio de un caballero tan respetado en este pueblo.Del impacto, Tom se puso en pie empujado la silla hacia atrás bruscamente y quedando a muy poca distancia de Rouse. Esa cercanía tan inapropiada sí que llamo la atención del huésped sentado a dos mesas de ellos. Pero eso no le importo a Tom, si con ello conseguía sacarle información a esa mujer.—¡¿Dama?! De verdad, ¿usted es una dama? —Susurra sin quitarle los ojos de encima.Rouse le mantuvo la mirada, pero por dentro sospecho que ese hombre no se rendiría con tal de sacarle toda la información posible. Aparte, ¿Qué demonios con esa cercanía? Estaban demasiados íntimos, y eso no era bien visto, aunque el público fuese escaso.—¿Sheriff? —De pronto la voz de Hilar
Tom fue directo a la parte de atrás del hotel, su misión era que nadie lo interrumpiera mientras interrogaba a la supuesta señorita LeRoy… inmediatamente divisa al fondo el cuarto donde se hospedaba Rouse, se aproxima al mismo completamente decidido a la mujer; el sheriff halló la puerta abierta y sus instintos los llevan a entrar en la habitación, descubriendo que estaba vacía.—Demonios, se ha escapado —Masculla, justo al tiempo que escucha un ruido en las afueras del cuarto.El sheriff desenfundó su revólver, y caminó despacio hacia dónde provenía el ruido, el castaño observo una gruesa sabana de color blanco en medio del camino, así que la hizo a un lado bruscamente para ver quién estaba detrás de la misma, pero, para su sorpresa, lo que yacía atrás de la sabana no era lo que él esperaba ver.—¡AHHH! —El grito y la presencia de esa mujer petrifico al sheriff.—¡Rouse! —Exclama sobresaltado.—¿Pero qué demonios está haciendo? —Pregunta ella cubriendo su desnudo cuerpo con su camisó
Rouse no pretendió quedarse para ver la reacción del sheriff, así que abandono el cuarto de baño inmediatamente, y corrió al cuarto pasándole el seguro a la puerta. La rubia soltó el aliento mientras recostaba su espalda de la puerta.Estuvo muy cerca, eso fue bastante vergonzoso y humillante, pero al menos le sirvió para quitarse de encima a ese sheriff molesto.—Qué sujeto más irritante.La rubia mira sus pies sucios, al final no consiguió darse ese baño. Tendría que esperar mucho más tarde para hacerlo, al menos hasta que ese sheriff se retirara a su cuarto. Y entonces, de la nada, volvió a vivir ese momento que experimento con él, su mano puesta en su cintura, aquel apretón y esa maldita arrogancia con la que le hablaba.Era muy demandante ese Tom, bueno, la mayoría de los hombres lo eran. Pero él, poseía algo que lo volvía diferente al resto. Ella muerde sus propios labios, al pensar en los labios de Tom. Eran tan fuertes, y…—¿Qué mierda estoy diciendo? —Niega, mientras endereza