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Capitulo 4. Intento de escape fallido

—¿Quién eres? —Tom eleva la punta de su sombrero, y aunque no existiese mucha luz, la sombra de su rostro se podía apreciar considerablemente.

—Quien hace las preguntas aquí soy yo, señorita.

—Pagaré por el caballo.

—No es lo que me pareció ver desde un principio —Contesta dando un paso más hacia ella.

—¿Quién es el dueño? Haré un trato con él.

—¡Soy yo! Y ese caballo nadie lo monta, ni mucho menos está en venta.

Rouse se sentía acorralada, la habían atrapado intentando robar un caballo. Y de paso, que estaba frente al mismísimo dueño. Era una forastera, fácilmente podría pasar por ladrona en aquel lugar.

La colgarían si ese hombre la delataba…

—Yo no quería robarlo, solo tomarlo prestado.

—¿Y hacia dónde se dirige la señorita? O mejor dicho, ¿de dónde viene?

Ella traga saliva, el interrogatorio no era algo que se esperará. O bueno, quizás sí, era una forastera después de todo.

—¿Y quién pregunta? —La rubia se abraza a sí misma, el frío comenzaba hacer mella en ella.

—Tom Wesley —El hombre hace a un lado el sobretodo, dejando al descubierto la chapa de su insignia dorada que colgaba de su cinturón, a pesar de la poca luz, se podía apreciar el brillo de la misma —. Soy el sheriff de este pueblo, señorita.

Todo el cuerpo de Rouse se petrificó, iba a robar un caballo que resulto ser del sheriff y de paso quien la había pillado a punto de escapar era el mismo hombre. Se podría decir que estaba en serios problemas.

—Usted tiene muchas cosas que explicar, y viéndola de pie por sus propios medios queriendo hurtar mi caballo, estoy seguro de que esta acta para responder a todas mis preguntas.

—No —Contesta con arrogancia, lo que sorprende a Tom —. No pienso responder absolutamente nada, yo no he hecho nada malo en este pueblo, estoy en mi derecho de irme.

—¿Eso piensa?

—Sí, sheriff. Conozco mis derechos, y usted no puede interrogarme, si yo decido irme, puedo hacerlo.

Era muy altanera, no era como cualquier otra dama del pueblo. Esa mujer era bastante diferente, aunque aparentara ser una joven inocente. De todas formas, no podía dejarla ir. Y menos estando en esas condiciones, a duras penas lograba mantenerse en pie. Como pensaba montar a su caballo, quien era tan rebelde.

—Lamento infórmale que estando en esa condición no podré dejarla ir, señorita… —Él guardo silencio al darse cuenta de que ni el nombre de esa mujer sabia —. ¿Cómo se llama?

Rouse no podía confiar en nadie, aunque este fuese un sheriff y estuviera siendo amable con ella. Necesita salir de ese pueblo antes del alba, pero con la imponencia de ese hombre le resultaría bastante difícil. Con tan solo un apretujón de ese sujeto, conseguiría romperle los huesos.

De pronto, la rubia entrecierra los ojos, Rouse sintió una especie de mareo que la hizo perder el equilibrio. Algo no iba bien con ella, ¿pero el qué?, de la nada siente que algo tibio corre por la piel de su cuerpo. Inmediatamente, aprieta su cintura, la tela de su camisón se humedeció, pero no supo con qué.

—¡Demonios! —Dice al mismo tiempo que su cuerpo pierde fuerza y equilibrio por completo y va directo al suelo.

Los reflejos de Tom actuaron de inmediato, llego al lado de la rubia en segundos para tomarla entre sus brazos. La mujer se había desmayado.

—Después de todo, parece que no está muy dispuesta para ser interrogada.

El sheriff camina con ella en brazos de vuelta a la casa del doctor, de ahora en adelante custodiaría esa casa. No pensaba permitir que esa mujer intentará escaparse, no sin antes responder a sus preguntas.

[…]

—¡¿Pero qué es lo que ha pasado?! —Exclama el doctor recibiendo a Tom en la puerta de su casa.

—Se ha salido de casa, la he encontrado intentando escapar en mi caballo.

—¿Pero por qué está sangrando? ¿Ha discutido con ella?

—Solo se desmayó mientras conversábamos.

—Llévela a la habitación, la revisaré.

Tom se quedó esperando noticias del doctor, esperaba que la señorita aguantara pasar lo que quedaba de la madrugada. Parecía un poco pálida cuando la acostó en la cama…

Mientras esperaba por el médico, recordó cuando la observo merodeando su caballo. Le resultó extraño que una dama anduviera a esas horas de la noche por la calle, pero al acercarse más hacia la mujer se fijó que no era una de las mujeres del pueblo, sino más bien la forastera.

En ese momento pensó que la teoría del doctor estaba bastante errada, esa señorita era bastante resistente. Mira que querer robar su caballo en esas condiciones, se hubiera muerto a pocos kilómetros del pueblo. Era obvio que no estaba en sus cabales cuando opto escaparse de la casa de Jesey.

Tuvo suerte de que siempre se retirara al hotel tarde, si no hubiese estado a esas horas en la comisaria, seguramente, esa rubia se hubiera marchado. Aunque dudaba que con su caballo, a Belze nadie lo cabalgaba, a menos que fuese él mismo.

Tom rememoró el delicado rostro de ella en medio de la oscuridad, luego su manera tan altanera de contestar, esos índices le indicaba muchas cosas. Podía ser una dama, pero era de temer.

No sería un caso fácil… y seguía sin saber el nombre de esa mujer.

En eso, la puerta de la recámara donde estaba la desconocida se abre. Y por esta sale el doctor.

—Estará bien, se le han ido los puntos. Se desmayó por lo débil que se encuentra.

—¿Sobrevivirá?

—Se ha puesto de pie por sí sola, creo que soportará esta noche sin problemas.

—Me quedaré para vigilarla.

—Como usted guste, sheriff. Le diré a mi esposa que le prepare una cómoda.

—Jesey, pagaré los gastos de atención de la señorita.

—De acuerdo —El hombre asiente.

No volvería a escaparse, si la veía salir por esa puerta, la regresaría a la cama y si era preciso la ataría a la misma con tal de mantenerla quieta.

[…]

En cuanto el sol comenzó a calentar, los rayos del mismo se filtraban por la ventana de la habitación de Rouse. Lo que provoco que la rubia frunciera el ceño, segundos después, abre los ojos y se da cuenta de que estaba en un cuarto. Era el mismo de la noche anterior.

—¿Qué diablos paso? ¿Por qué regrese aquí?

Se incorpora un poco y de inmediato siente una punzada en la costilla que la hace acostarse de nuevo. Se sube el camisón y se fija que tenía un vendaje nuevo. No recordaba nada de lo que paso anoche después de que aquel sheriff la interrogara.

Mira por la ventana, percatándose que tenía barrotes gruesos. Parecía que esa habitación estaba hecha para que nadie se escapara. Rouse suelta el aliento, ¿Cómo demonios se iba a escabullir de ese pueblo? Pero sobre todo, como pensaba esquivar las preguntas de ese sheriff.

Justo en ese momento, cuando trataba de buscar respuestas para sus preguntas, la puerta se abre dejando entrar a un hombre algo mayor.

—Me da gusto que haya despertado, señorita. Lo que hizo ayer no estuvo bien, se ha hecho mucho más daño. Pero hoy ya tiene mejor semblante.

—¿Quién es usted?

—Soy Jesey Webb, el médico del pueblo. ¿Usted cómo se llama?

Rouse gira el rostro hacia otro lado, si no confiaba en el sheriff, menos lo haría con el doctor del dichoso pueblo. No deseaba decir nada de su vida a esas personas, aunque estuvieran siendo amables con ella.

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