—Doc. ¿Usted la reviso por completo?
—¿A qué te refieres? —El médico le pregunta sirviéndose un vaso con agua.
—Ya sabe, he encontrado a la dama a medio vestir y llena de golpes en medio del desierto. ¿No cree que eso amerita pensar en otras opciones?
—Bueno, ella si está seriamente golpeada, pero… —El doctor relame sus labios —. No es lo que estás imaginando Tom. Simplemente, fueron golpes lo que ha recibido, pero muy graves. Y parece que llevaba caminando horas, sus pies están bastante quemados.
—Entiendo —Contesta poniéndose nuevamente su sombrero —. Sin embargo, este hecho no lo puedo dejar pasar por alto. Si la señorita pasa la noche, tendrá que responder algunas preguntas.
—Solo es una mujer, Tom.
El sheriff observa al doctor seriamente, fuese lo que fuera, la mujer tendría que responder de donde venía y porque estaba tan golpeada. Lo que le preocupaba al castaño, era la posibilidad de que ella trajera problemas al pueblo, llevaban en paz mucho tiempo, no pensaba permitir que una forastera acarreara inconvenientes a los ciudadanos de Coloma.
—Mande avisarme si la mujer pasa la noche, estaré en la comisaria.
—Sheriff, ¿Qué piensa hacer con la señorita?
—Aún no lo sé…
Dichas aquellas palabras, Tom abandona la casa del doctor. Al salir al exterior se percata de que muchas personas merodeaban la casa del doctor. Y la mayoría seguían siendo del bar.
—Regresen a sus labores, señoras.
Les ordena a todas con voz de mando mientras atraviesa la calle manteniendo la seriedad en su rostro. La poca brisa de esa noche, ondeaba el sobretodo de cuero que utilizaba. Tom siempre irradiaba aquella sensación de autoridad, y todos le debían respeto. Parecía como el alcalde de aquel lugar, y lo que él ordenaba, se cumplía.
De camino a la comisaria iba pensando en esa señorita, se preguntaba una y otra vez que pudo haberle pasado, como es que alguien podía golpear a tal extremo a una dama. Bueno, decía que era una dama, ya que su virtud parecía estar intacta. Si fuese una mujer de mala vida, la historia sería otra.
Pero esta mujer al parecer era una dama, y el que la encontrara cerca del pueblo en esas condiciones, complicaba la situación. Necesitaba que se salvará a como diera lugar.
[…]
—¿Cómo sigue la señorita? —Jesey le pregunta a su esposa al verla abandonar la recámara donde yacía la desconocida.
—Le he cambiado sus ropas, y he aseado su cuerpo. Aún seguía respirando cuando he salido.
—Bueno. Seguiremos vigilándola toda la noche, esperemos que logre sobrevivir —Añade, mientras limpia sus utensilios de trabajo.
—¿De dónde crees que haya venido esa mujer?, tiene una piel bastante delicada, y su rostro, a pesar de los golpes, se ve que es suave. No creo que sea una de esas de la mala vida, como las del bar de James.
—No lo es… se ve que es una muchacha fina.
—¿Y por qué andaba en enaguas y camisón? Y en pleno desierto.
—Eso no lo puedo responder, esperemos que sobreviva para que el sheriff la interrogue.
Su mujer asiente al tanto que desecha las gasas manchadas de sangre y la ropa destartalada de la mujer.
[…]
El fuerte dolor que sentía a su costado le impedía moverse con facilidad. Además de eso, su pecho se sentía bastante apretado, tanto así, que era como si la respiración se le estuviera cortando.
Rouse se preguntó, ¿qué demonios le estaba pasando?, ¿porque se sentía tan apretada? Abrió los ojos y lo primero que vio fue un techo. Estaba un poco oscuro, así que bajo la mirada y se fijó que se encontraba en una habitación muy pequeña.
Una vela en un rincón, iluminaba un poco la recámara. No existían muchas cosas en aquel lugar, solo un pequeño clóset de madera vieja y la cama donde ella estaba acostada. ¿Dónde estaba? Se preguntó al tiempo que intentaba incorporarse, pero el mismo dolor de hace rato se lo impidió.
La rubia toca su costilla dándose cuenta de que llevaba un camisón diferente, aquel no estaba manchado de sangre. Descubre su cuerpo quitándose la manta y confirma que era otro camisón. Luego nota que su muñeca estaba vendada. Inmediatamente, levanta su camisón y se percata que llevaba un vendaje alrededor de su cuerpo.
—¿Dónde demonios estoy?
Se dice mirado hacia el clóset. Con algo de dificultad y dolor se pone en pie y siente que miles de agujas se clavan en sus pies, los observa, fijándose que estaban vendados. Suelta el aliento y decide ponerse en pie y caminar hasta el clóset, encontró muchos frascos pequeños de medicamentos.
—Debe ser la casa de un doctor.
Se dice relamiendo sus labios, allí fue cuando reacciono, estaba muerta de la sed. Gira el rostro y nota una jarra de metal, camina con algo de rapidez hacia ella y lo lamenta, porque le causa un gran dolor en los pies, debía andarse con cuidado.
—¡Con un demonio! —Se queja frunciendo el rostro.
Vuelve a tomar el control de su cuerpo y toma la jarra y bebe directo de ella. La sed que tenía era tan grande, que se tomó todo el contenido de la misma, quedando insatisfecha. Pero luego se ocuparía de eso, lo primero que debía hacer era salir de esa casa.
Ya estaba curada, lo que necesitaba era un caballo y con eso sería suficiente… arriesgándose a que la encontraran, decide salir de la habitación, para su sorpresa se topa con una cocina vacía. Era su oportunidad para escapar, no requería más atenciones.
Se dirige a la puerta sin hacer el menor ruido posible, al salir al exterior, percibe que la noche era un poco fría. Su cuerpo se congelaría, necesitaba abrigarse si quería salir de allí. Traga saliva, estaba muy agotada, tenía hambre y frío. Pero contra todo riesgo, avanzo por el camino arenoso en busca de un caballo.
Primeramente, pensó en la casa del herrero. Todo pueblo tenía un herrero, y ellos siempre poseían caballos. Se llevaría uno de los que tuviera a su cuido, el detalle era que, con esa oscuridad, no conseguiría dar con la casa del maldito herrero antes del alba. Y con esa herida en su costado y los pies palpitándoles, le sería más que difícil montar.
Mientras caminaba con un poco de torpeza, su boca expulsaba vapor. Estaba muy cansada, y no tenía idea donde estaba la casa del herrero. Rouse se detiene un momento, para esas alturas daba grandes bocanadas de aire, pero al hacerlas le causaba un gran dolor en el pecho.
—Maldita sea, ¿Dónde diablos está la casa?
Amusga la mirada al ver un farol encendido y colgado en el techo de una casa… la rubia relame sus labios, mientras avanza en esa dirección. Pero mientras más se aproximaba, más claro se hacía aquel lugar.
Rouse levanta la mirada y mira el cartel de madera que colgaba de un pilar viejo y agrietado… lee el nombre con la tenue luz que brindaba el farol, era la comisaria. Inmediatamente, retrocede, no necesitaba estar cerca de ese lugar. Sigue avanzando de espaldas, cuando escucha el relinchar de un caballo.
La rubia voltea y se fija que un caballo marrón estaba atado a sus espaldas. Aquel animal poseía su silla de montura, solo estaba de subirse y largarse. Seguidamente, y sin pensárselo mucho, camina hasta el mismo, pero al acercarse el caballo se inquieta un poco, lo que la detiene.
—Tranquilo bonito, no pasa nada, solo iremos a dar un paseo.
Le habla con sutileza mientras estira su mano hacia el hocico del animal… pero él seguía inquietándose con su cercanía, ella aplana los labios e intenta acercarse un poco más, necesitaba conseguir montar ese cabello para largarse de ese pueblo.
—No podrás montar ese caballo con esa técnica tan básica —Una fuerte voz resonó a sus espaldas, que la hizo darse la vuelta —. ¿A dónde piensa ir en esas condiciones, señorita?
—¿Quién eres? —Tom eleva la punta de su sombrero, y aunque no existiese mucha luz, la sombra de su rostro se podía apreciar considerablemente.—Quien hace las preguntas aquí soy yo, señorita.—Pagaré por el caballo.—No es lo que me pareció ver desde un principio —Contesta dando un paso más hacia ella.—¿Quién es el dueño? Haré un trato con él.—¡Soy yo! Y ese caballo nadie lo monta, ni mucho menos está en venta.Rouse se sentía acorralada, la habían atrapado intentando robar un caballo. Y de paso, que estaba frente al mismísimo dueño. Era una forastera, fácilmente podría pasar por ladrona en aquel lugar.La colgarían si ese hombre la delataba…—Yo no quería robarlo, solo tomarlo prestado.—¿Y hacia dónde se dirige la señorita? O mejor dicho, ¿de dónde viene?Ella traga saliva, el interrogatorio no era algo que se esperará. O bueno, quizás sí, era una forastera después de todo.—¿Y quién pregunta? —La rubia se abraza a sí misma, el frío comenzaba hacer mella en ella.—Tom Wesley —El h
—Señorita, será mejor que respondas mis preguntas. Bien sabe que usted es una…—¿Forastera? Lo sé, sé lo que soy. Pero estoy en todo mi derecho de no decir nada sobre mí, hasta donde sé, no he lastimado a nadie en este pueblo.—Al sheriff no le agradará que usted se ponga con esa actitud. En este pueblo no son bien recibidos los extranjeros.—Yo no le debo nada al sheriff. Y si les molesta mi estadía, puedo irme sin ningún problema.—¿Eso cree?De pronto el mismísimo sheriff ingresa en el cuarto, toda su presencia llenaba la diminuta habitación. Rouse lo miraba fijamente a pesar de llevar el sombrero puesto, sabía que él también la estaba observando, pero de una manera mucho más intimidante y desafiante.—Jesey, déjenos solos, por favor.—Tom, no creo que eso sea adecuado para la señorita —Musita a sus espaldas.—Por favor, doctor. No pienso propasarme con la señorita —Le contesta al girar el rostro a la altura del hombro —. Soy la ley en este pueblo, no hay nadie más justo que yo —Añ
—¿Qué pudiste obtener de la señorita?—Nada, solo que se llama Rouse LeRoy —Niega —. Jesey, necesito que la vigiles muy bien.—¿Crees que sea capaz de escaparse de nuevo?—Es una posibilidad, no puedo permitir que se marche sin antes saber de dónde viene. Presiento que está ocultando muchas cosas importantes, y sospecho que su estadía en el pueblo nos traerá ciertas complicaciones.—Tom, deberías dejarla marchar. Puede traer problemas si la retenemos aquí, somos un pueblo tranquilo. La gente ya anda comentando sobre la forastera, quizás es mejor que la dejes ir en cuanto pueda montar. No me importa el servicio que le preste.—A mí si me importa, la señorita no sé ira de aquí hasta que yo lo diga —El sheriff toca la punta de su sombrero —. Mándame a llamar si sucede algo.—Hazme caso Tom, lo más conveniente para todos es que esa señorita se marche del pueblo.—Lo pensaré, pero de momento, la señorita LeRoy se queda.El doctor asiente mientras lo ve marcharse, luego aplana los labios
—¿Usted de nuevo?—Le he hecho una pregunta, señorita.—Necesito salir de aquí.—Para ser una dama, me parece bastante resistente. Realmente, tiene la vitalidad que posee un hombre.Rouse se compuso ante el comentario tan insinuante del sheriff, todos en ese pueblo eran muy indagadores, empezando por ese hombre.—¿Eso que tiene que ver con que yo quiera salir de aquí?—He dejado instrucciones de que nadie debe dejarla salir de esta casa, señorita LeRoy.—¿Y quién se cree usted para exigir tal cosa?—Soy quien mantiene a salvo a todos los ciudadanos de este pueblo. No le recomiendo que me lleve la contraria, suelo parecer un hombre paciente, pero la realidad es otra —La mira con aquellos ojos azules tan amenazadores, que le hace hervir la sangre a la rubia.Eso ni tenía que decírselo, ya había experimentado en carne viva su temperamento. Era tan altanero, que lidiar con él podría llegar a ser tan agobiante para cualquier persona, pero no para Rouse. Ella seguía sosteniéndole la mirada.
El instinto llevó a Tom a posar la mano en su arma, el alborotador estaba armado, junto con sus compañeros. La intuición le decía que no podía bajar la guardia con esos tipos, ya sabía que le iban a traer muchos inconvenientes.Lo mejor que podía hacer era acabar con el problema de raíz. —Váyanse de mi pueblo, y no vuelvan.—No puede prohibirnos no venir, sheriff Wesley. Coloma es libre de recibir a quien sea, y nosotros no seremos una excepción —El hombre contesta, para luego escupir saliva negra, termino por limpiarse los restos de su bigote con el dorso de la mano.—No se los volveré a repetir, hasta hoy toleraré su presencia en el pueblo.—¿Y qué piensa hacernos, sheriff?El sujeto sonríe mostrando lo amarillento y putrefactos que estaban sus dientes. Sus compañeros, al verlo sonreír y burlarse del sheriff, sus hombres lo imitan.Tom no estaba dispuesto a tolerar ese grado de insolencia. Su paciencia había llegado al colmo.Mientras que el sheriff y el forastero discutían, la gen
—Entonces eres la señorita que encontraron en las afueras del pueblo —Rouse observo a la tal Lauren, tan solo era una niña —. Dicen que estuviste al borde de la muerte, debió ser terrible. ¿Qué fue lo que te paso?—¿Eres Lauren?—Sí, soy yo.—Eres muy joven para trabajar en este lugar, ¿y tus padres?—Ya conociste a mi madre, es Hilary. Y mi padre, quien sabe, nunca lo conocí. Pero si la tal Hilary era bastante joven, y era la madre de esa muchacha. Se podría decir que no se llevaban mucho en la edad.—¿De verdad es tu madre?—Todos preguntan lo mismo —Contesta la joven recogiendo las mantas de la cama —. Mi madre no habla mucho sobre cómo se quedó embarazada de mí, pero lo que sí sé, es que lo hizo a muy temprana edad.Eso explicaba por qué siendo tan joven ya tenía una hija, lo que le extrañaba a Rouse era que la mujer del doctor mantuviera tratos con ella. Hasta donde se daba cuenta no parecía tener marido.—Bueno, si mi madre te dio trabajo, tienes que ayudarme. Tenemos que recog
Así que el sheriff era todo un misterio, bueno, tampoco se tenía que ser muy astuto para fijarse que ese sujeto no era muy amable. Sí, cuidaba al pueblo de los forajidos y hasta de los mismos forasteros, pero se le notaba que era bastante reservado.Sin embargo, a ella le tenía sin cuidado como fuese ese Tom. Mientras menos tratos tuvieran, mucho mejor. No estaba dispuesta a caer en las redes de ese sheriff, para dejarse sacar información que no deseaba contar.—Bueno, basta de charla. Será mejor que nos pongamos a cocinar ya se está haciendo tarde. Si mi madre se da cuenta de que solo hemos estado conversando, se enojara mucho.Rouse asiente, era conveniente no meterse en problemas…[…]—He revisado en todo lo ancho de tus dominios Joy, el rastro se pierde en el horizonte.—Ese camino conduce a Tombstone, se fueron a la ciudad con mi ganado.—Pudieron haberse ido a cualquier parte, Joy. Ese camino lleva a muchas partes —Tom se cala su sombrero mientras observa que el sol estaba a pun
Ese sheriff sí que era altanero, si creía que le iba a estar dando detalles de cada uno de sus movimientos o decisiones estaba muy equivocado.—Sheriff Wesley, no creo que sea correcto que sujete de esta manera a una dama —La mirada de Tom se oscureció en el acto —. No es propio de un caballero tan respetado en este pueblo.Del impacto, Tom se puso en pie empujado la silla hacia atrás bruscamente y quedando a muy poca distancia de Rouse. Esa cercanía tan inapropiada sí que llamo la atención del huésped sentado a dos mesas de ellos. Pero eso no le importo a Tom, si con ello conseguía sacarle información a esa mujer.—¡¿Dama?! De verdad, ¿usted es una dama? —Susurra sin quitarle los ojos de encima.Rouse le mantuvo la mirada, pero por dentro sospecho que ese hombre no se rendiría con tal de sacarle toda la información posible. Aparte, ¿Qué demonios con esa cercanía? Estaban demasiados íntimos, y eso no era bien visto, aunque el público fuese escaso.—¿Sheriff? —De pronto la voz de Hilar