Pueblo de Coloma, año 1850
El implacable sol de Arizona podía calentar en segundos el agua de un balde de metal puesto a la intemperie en medio del desierto. De las piedras se podía entrever como el vapor sobresalía de las mismas, acrecentando todavía más el despiadado calor. Andar caminando descalzo sobre el ardiente suelo de tierra y piedra no era una opción.
Pero cuando la vida de una persona estaba en peligro, y tan solo a un salto de la muerte, no quedaba de otra que caminar, así sus pies estuvieran atravesando el mismo infierno. Aun así para cuando esa alma en pena consiguiera ayuda, seguramente sus pies no tendrían salvación, y posiblemente, hasta su cuerpo no soportase tanto calor y dolor.
Rouse, se lo pensaba mucho para dar un paso más por aquel sendero de tierra y rocas afiladas. Ya que cada vez que movía sus pies, sentía como si estuviera caminando sobre un montón de cenizas aún ardientes.
La rubia miró sus pies descalzos sobre la tierra amarillenta, agria y seca, estos estaban sucios, quemados, y muy lastimados. No estaba segura de cuanto más pudiese soportar, bajó aquel inhumano sol, pero daría hasta el último aliento con tal de conseguir a alguien que la ayudase.
Bueno, si no es que la encontraban antes y terminaban por matarla…
La dama levanta la vista, y se da cuenta de que comienza a ver algo borroso. Eso no era bueno, si continuaba avanzando así, se desmayaría en cualquier momento. Y en pleno árido desierto, y con aquel calor tan abrazador, lo más probable es que muriese allí mismo, convirtiéndose en alimento para los buitres.
Intenta tragar saliva, pero le era inútil, su garganta estaba tan seca que le dolía a horrores tan solo hacer la prueba… un poco de brisa caliente se cuela por sus enaguas ya rotas y bastante desgastadas. Por un instante creyó que la corriente de aire aliviaría sus dolores, y apaciguaría el calor, al contrario, solo acrecentó la intensidad de la temperatura.
Rouse se detiene un momento, intentaba tomar un poco de aire para sus pulmones. Estaba tan cansada, le dolía hasta la última hebra de cabello. De pronto, una terrible tos seca la ataca, que la hace doblarse un poco, del impacto, la rubia escupe un poco de sangre que cae directamente en la tierra, la cual es absorbida rápidamente por el desesperado suelo.
—¡Demonios! —Exclama limpiándose los labios con el dorso de la mano.
Eleva el rostro al mismo tiempo que suelta un suspiro, necesitaba atención médica antes de que la consumiera la muerte. Decide emprender el camino una vez más, la joven deja una de sus manos sobre su costilla, la cual no paraba de sangrar. Lo que ocasionaba que el líquido rojizo se deslizará por su cuerpo y terminara dejando huellas en la tierra.
No era bueno que dejará un rastro de sangre a sus espaldas, sería facial dar con ella. Pero no tenía fuerzas para cubrir el camino con la tierra, necesitaba alejarse todo lo posible y encontrar refugio antes de que le cayera la noche. Si eso pasaba, un coyote la podría encontrar, y en su condición… bueno, no habría que ser muy inteligente para saber lo que pasaría.
—Maldita sea, debo salir con vida de este desierto —Insiste, mientras avanza a paso de tortuga.
Cada paso era una tortura, pero al menos la acercaba a algún lugar, donde alguien pudiera atender sus heridas.
Así que, con el sol en su punto, Rouse continuo caminando por aquel sendero de tierra agrietada buscando que alguien la socorriera.
[…]
Los gritos, el bullicio, botellas de vidrios quebrándose y el sonido de golpes, era lo que se escuchaba dentro del Saloon de James Webb. Era el dueño del mismo, y todos los días presenciaba pelea tras pelea de los hombres que frecuentaban el bar.
Esa tarde, un par de tipos se peleaban por la atención de unas de las meseras, a quien si le propinabas unas monedas extras, te hacía favores sexuales. Era muy frecuente que esto sucediera en el Saloon, las mujeres que servían los tragos, también se vendían por algunas monedas para poder sobrevivir.
El lugar no era propio para ciertos caballeros decentes, como aquellos que poseían familias que los esperaban en casa. Sin embargo, no todos los que frecuentaban el bar de James deseaban los favores de estas mujeres que eran despreciadas por la sociedad. Muchos de estos clientes, preferían tomarse un bourbon (el whisky de la localidad) para luego regresar a sus casas.
Pero justamente, ese día, a un par de borrachos se les ocurrió fijarse en la misma mujerzuela. Y ambos terminaron cayéndose a los golpes, para ver quien se ganaba el favor de dicha mujer. Las mesas de maderas viejas y casi destartaladas, eran destrozadas por estos sujetos que no paraban de darse golpes en la cara. El resto de los clientes, al ver la pelea, decidieron unirse en vez de detener la trifulca.
Desde luego, esto era muy común en el Saloon…
Entonces, todos los hombres comenzaron armar un alboroto y todo por las faldas de las mujeres.
En ese instante, cuando las chicas comenzaron a gritar con desespero y algo de drama incluido, las puertas del Saloon fueron abiertas. El sonido estruendoso que producía las bisagras oxidadas de la puerta resonó por toda la cantina, llamando la atención de todos los presentes. Menos de los dos primeros camorreros que comenzaron la pelea.
En eso, el fragor de la detonación de un revólver, consiguió que los sujetos dejaran de golpearse.
—¡Es el sheriff Wesley! —Musita una de las mujeres que se encontraba con las demás acorraladas en un rincón del bar.
—Les he dicho miles de veces, que no quiero más peleas en este lugar —Habla mientras guarda su arma en la funda atada a sus vaqueros —. ¿Acaso no me explique bien? —Eleva un poco su sombrero, pero sin dejar a la vista sus ojos —. James, ¿Cuál de estos ha comenzado?
—Fue este, sheriff.
Tom observa al hombre que se ponía en pie, el sheriff niega mientras mira su atuendo todo andrajoso.
—Conoces las leyes, pasarás la noche entera en la celda. Así que andando.
—No me puede llevar solo a mí, este también me ha buscado pelea, sheriff —Tom mira los dientes amarillentos del sujeto.
—No pretendo que armen un escándalo en mi comisaria, te llevaré solo a ti. Andando.
Con un toque en la punta de su sombrero, Tom Wesley se despide de James el cantinero. Luego toma al alborotador por el hombro y lo encamina fuera del Saloon a empujones.
Tom era un tipo correcto, no se dejaba intimidar por nadie, era justo, y lo mejor de todo es que no era un sheriff corrupto. Todos los anteriores lo habían sido, convirtiendo al pueblo en un lugar lleno de forajidos y bandidos, por esa razón el pueblo de Coloma opto por hacer unas nuevas votaciones y elegir a otro sheriff.
Wesley termino por ganar, y desde entonces, se convirtió en el mejor sheriff que el pueblo pudiese tener. Era respetado, y desde que él estaba al mando, ningún bandido se le ocurría aparecer por el pueblo a molestar o extorsionar a nadie.
Todos los habitantes sobrevivían de la cría de reses, muy pocos eran los que se aventuraban a trabajar en las minas en los pueblos lejanos. Y cuando se iban, jamás regresaban. Pero los que residían en Coloma subsistían del ganado y los pocos huertos que algunos ciudadanos poseían y lograban mantener.
La tierra era tan seca, que muy pocas eran las hortalizas que se daban. Hasta que al menos la época de sequía se fuera, cuando las lluvias aparecían, las cosas pitaban mejor para el pueblo.
Tom llevaba al prisionero directo a la única celda que tenía en su comisaria, era un pueblo algo pequeño, pero se cometieran muchos delitos, por ende, los prisioneros tenían que conformarse con compartir la misma celda. Por esa razón, no pudo llevarse al otro tipo de la pelea, no ganaba nada con separarlos en el Saloon, si en la celda sería la misma historia.
—Sheriff, escúcheme, no es necesario que haga esto.
—Camina, no quiero escuchar tus quejas —Empuja al hombre.
Ambos iban por el centro de la estrecha calle, de lado a lado se podía conseguir ver los pocos establecimientos. La comisaria se encontraba al final de la misma calle arenosa, Tom llevaba a su prisionero para encerrarlo al menos por un día, le daría un escarmiento por andar buscándole pelea a otro sujeto.
El sheriff opinaba que las leyes se hicieron para obedecerlas, no para desobedecerlas… y dado que esas mismas leyes fueron las que él impuso, todo se haría tal cual como él mismo había dispuesto.
O la vista le estaba fallando, o simplemente estaba viendo un espejismo. Rouse se detuvo para luego amusgar los ojos, aquello no parecía un espejismo. Realmente lo que estaba viendo era un maldito pueblo, su salvación, o posiblemente su perdición.Sea lo que fuese, necesitaba llegar a él… Pero al dar un paso al frente, sus rodillas fallaron y de pronto el cuerpo de la rubia cae de bruces en la tierra. A raíz del impacto del golpe, Rouse golpea su cabeza con algunas rocas. La chica se queja al instante, entreabre los ojos y observa el pueblo a la distancia.Parecía tan cercano, pero tan lejano a la vez… el contraste del vapor caliente de la tierra lo hacía ver como si estuviera a punto de arder en llamas. Rouse supo que era muy posible que ese fuese su fin, ya no tenía fuerzas para ponerse en pie y caminar hasta allá.Y por lo lejos que se encontraba, dudaba que alguien la encontrase en ese lugar. Sin poder evitarlo, cierra los ojos para luego soltar el aliento. Tal vez, lo mejor era e
—Doc. ¿Usted la reviso por completo?—¿A qué te refieres? —El médico le pregunta sirviéndose un vaso con agua.—Ya sabe, he encontrado a la dama a medio vestir y llena de golpes en medio del desierto. ¿No cree que eso amerita pensar en otras opciones?—Bueno, ella si está seriamente golpeada, pero… —El doctor relame sus labios —. No es lo que estás imaginando Tom. Simplemente, fueron golpes lo que ha recibido, pero muy graves. Y parece que llevaba caminando horas, sus pies están bastante quemados.—Entiendo —Contesta poniéndose nuevamente su sombrero —. Sin embargo, este hecho no lo puedo dejar pasar por alto. Si la señorita pasa la noche, tendrá que responder algunas preguntas.—Solo es una mujer, Tom.El sheriff observa al doctor seriamente, fuese lo que fuera, la mujer tendría que responder de donde venía y porque estaba tan golpeada. Lo que le preocupaba al castaño, era la posibilidad de que ella trajera problemas al pueblo, llevaban en paz mucho tiempo, no pensaba permitir que un
—¿Quién eres? —Tom eleva la punta de su sombrero, y aunque no existiese mucha luz, la sombra de su rostro se podía apreciar considerablemente.—Quien hace las preguntas aquí soy yo, señorita.—Pagaré por el caballo.—No es lo que me pareció ver desde un principio —Contesta dando un paso más hacia ella.—¿Quién es el dueño? Haré un trato con él.—¡Soy yo! Y ese caballo nadie lo monta, ni mucho menos está en venta.Rouse se sentía acorralada, la habían atrapado intentando robar un caballo. Y de paso, que estaba frente al mismísimo dueño. Era una forastera, fácilmente podría pasar por ladrona en aquel lugar.La colgarían si ese hombre la delataba…—Yo no quería robarlo, solo tomarlo prestado.—¿Y hacia dónde se dirige la señorita? O mejor dicho, ¿de dónde viene?Ella traga saliva, el interrogatorio no era algo que se esperará. O bueno, quizás sí, era una forastera después de todo.—¿Y quién pregunta? —La rubia se abraza a sí misma, el frío comenzaba hacer mella en ella.—Tom Wesley —El h
—Señorita, será mejor que respondas mis preguntas. Bien sabe que usted es una…—¿Forastera? Lo sé, sé lo que soy. Pero estoy en todo mi derecho de no decir nada sobre mí, hasta donde sé, no he lastimado a nadie en este pueblo.—Al sheriff no le agradará que usted se ponga con esa actitud. En este pueblo no son bien recibidos los extranjeros.—Yo no le debo nada al sheriff. Y si les molesta mi estadía, puedo irme sin ningún problema.—¿Eso cree?De pronto el mismísimo sheriff ingresa en el cuarto, toda su presencia llenaba la diminuta habitación. Rouse lo miraba fijamente a pesar de llevar el sombrero puesto, sabía que él también la estaba observando, pero de una manera mucho más intimidante y desafiante.—Jesey, déjenos solos, por favor.—Tom, no creo que eso sea adecuado para la señorita —Musita a sus espaldas.—Por favor, doctor. No pienso propasarme con la señorita —Le contesta al girar el rostro a la altura del hombro —. Soy la ley en este pueblo, no hay nadie más justo que yo —Añ
—¿Qué pudiste obtener de la señorita?—Nada, solo que se llama Rouse LeRoy —Niega —. Jesey, necesito que la vigiles muy bien.—¿Crees que sea capaz de escaparse de nuevo?—Es una posibilidad, no puedo permitir que se marche sin antes saber de dónde viene. Presiento que está ocultando muchas cosas importantes, y sospecho que su estadía en el pueblo nos traerá ciertas complicaciones.—Tom, deberías dejarla marchar. Puede traer problemas si la retenemos aquí, somos un pueblo tranquilo. La gente ya anda comentando sobre la forastera, quizás es mejor que la dejes ir en cuanto pueda montar. No me importa el servicio que le preste.—A mí si me importa, la señorita no sé ira de aquí hasta que yo lo diga —El sheriff toca la punta de su sombrero —. Mándame a llamar si sucede algo.—Hazme caso Tom, lo más conveniente para todos es que esa señorita se marche del pueblo.—Lo pensaré, pero de momento, la señorita LeRoy se queda.El doctor asiente mientras lo ve marcharse, luego aplana los labios
—¿Usted de nuevo?—Le he hecho una pregunta, señorita.—Necesito salir de aquí.—Para ser una dama, me parece bastante resistente. Realmente, tiene la vitalidad que posee un hombre.Rouse se compuso ante el comentario tan insinuante del sheriff, todos en ese pueblo eran muy indagadores, empezando por ese hombre.—¿Eso que tiene que ver con que yo quiera salir de aquí?—He dejado instrucciones de que nadie debe dejarla salir de esta casa, señorita LeRoy.—¿Y quién se cree usted para exigir tal cosa?—Soy quien mantiene a salvo a todos los ciudadanos de este pueblo. No le recomiendo que me lleve la contraria, suelo parecer un hombre paciente, pero la realidad es otra —La mira con aquellos ojos azules tan amenazadores, que le hace hervir la sangre a la rubia.Eso ni tenía que decírselo, ya había experimentado en carne viva su temperamento. Era tan altanero, que lidiar con él podría llegar a ser tan agobiante para cualquier persona, pero no para Rouse. Ella seguía sosteniéndole la mirada.
El instinto llevó a Tom a posar la mano en su arma, el alborotador estaba armado, junto con sus compañeros. La intuición le decía que no podía bajar la guardia con esos tipos, ya sabía que le iban a traer muchos inconvenientes.Lo mejor que podía hacer era acabar con el problema de raíz. —Váyanse de mi pueblo, y no vuelvan.—No puede prohibirnos no venir, sheriff Wesley. Coloma es libre de recibir a quien sea, y nosotros no seremos una excepción —El hombre contesta, para luego escupir saliva negra, termino por limpiarse los restos de su bigote con el dorso de la mano.—No se los volveré a repetir, hasta hoy toleraré su presencia en el pueblo.—¿Y qué piensa hacernos, sheriff?El sujeto sonríe mostrando lo amarillento y putrefactos que estaban sus dientes. Sus compañeros, al verlo sonreír y burlarse del sheriff, sus hombres lo imitan.Tom no estaba dispuesto a tolerar ese grado de insolencia. Su paciencia había llegado al colmo.Mientras que el sheriff y el forastero discutían, la gen
—Entonces eres la señorita que encontraron en las afueras del pueblo —Rouse observo a la tal Lauren, tan solo era una niña —. Dicen que estuviste al borde de la muerte, debió ser terrible. ¿Qué fue lo que te paso?—¿Eres Lauren?—Sí, soy yo.—Eres muy joven para trabajar en este lugar, ¿y tus padres?—Ya conociste a mi madre, es Hilary. Y mi padre, quien sabe, nunca lo conocí. Pero si la tal Hilary era bastante joven, y era la madre de esa muchacha. Se podría decir que no se llevaban mucho en la edad.—¿De verdad es tu madre?—Todos preguntan lo mismo —Contesta la joven recogiendo las mantas de la cama —. Mi madre no habla mucho sobre cómo se quedó embarazada de mí, pero lo que sí sé, es que lo hizo a muy temprana edad.Eso explicaba por qué siendo tan joven ya tenía una hija, lo que le extrañaba a Rouse era que la mujer del doctor mantuviera tratos con ella. Hasta donde se daba cuenta no parecía tener marido.—Bueno, si mi madre te dio trabajo, tienes que ayudarme. Tenemos que recog