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suplicando perdón

Apenas mis tacones rojos tocaron el piso de la empresa, siento una maraña de sentimientos brotar en mi interior. La sensación de solo verlo de nuevo me pone nerviosa, porque sé que el ahora  que sabe que no fui una cualquiera como siempre pensó, estará rogando por mi amor, y ahí, es adónde me voy a desquitar de todo el daño que me hizo, aunque él siga siendo el dueño de mi corazón no lo perdonaré jamás. Fueron muchos años de sufrimiento, años deseando una explicación que nunca llegó, años esperando consideración y no llego, y todo lo contrario a eso tuvo un hijo con Paola y se fue a vivir con ella a mi mansión.

Si, a mi mansión. Estoy harta de dejarle todo a esas cuerda de víboras por miedo. Ya basta, ahora tengo a alguien por quien ser fuerte, a alguien por quién luchar y recuperar  lo que me corresponde, y no voy a permitir que nadie me quite lo que es mío. Si, por mucho tiempo fui tonta, pero después de saber que mi padre e incluso mi abuelo pudieron haber muerto por causa de Paola o de Merlyn, siento las fuerzas para enfrentarlas y tomar lo que es mío, y para eso tengo que tenerlas cercas, vigilarlas y saber de qué son capaz, reclutar pruebas para encarcelar.

Subo el ascensor con el corazón desbocado.

—¿Estás nerviosa por qué lo vas a volver a ver? —pregunta Leah a mi lado.

Asiento con la cabeza mientras muerdo mi  labio inferior. Leah no solo a sido mis oídos y ojos en esta empresa estos diez meses, sino que ha sido mi gran amigo, aunque se que sus sentimientos por mí han cambiado, no me lo ha dicho, lo siento cuando me ve, lo siento cuando me habla y eso me hace sentir mal, porque mi corazón aún le pertenece a Max, aunque ahora mi pensado es hacerlo sufrir hasta verlo sangrar de dolor. Lo sé, puede sonar muy cruel, pero ¿Les parece poco lo que me hizo? Me violó, me dejó plantada , se metió con mi hermana y para colmo pensó que mi hijo no era de él.

—Emilis, Maximiliano no te merece, te ha hecho mucho daño, ya ves que casado contigo se metió con tu hermana —veo a Leah que me habla como siempre de lo mismo.

—Leah, ¡por dios! Lo sé, crees que no se que el es un imbécil —ruedo los ojos —. No voy a volver con él, solo falta un mes para divorciarnos, es lo que haré.

—Eso espero —dice  bajando la mirada y no puedo evitar sentirme miserable por él y por no poder corresponderle a sus atenciones.

Apenas entró a la sala de juntas y la secretaria me anunció, Maximiliano se quedó mirando como si fuera un fantasma.

—¡Emilis! —exclama apenas me siento en la mesa de presidencia que está justo enfrente de él.

—¡Esposo! —digo con una sonrisa.

Su mandíbula se tensa, me mira y luego mira a Leah con una ceja alzada.

—¿Qué haces aquí con él? —se levanta del asiento golpeando la mesa con fuerza.

Los ejecutivos nos miran extrañados. Para nadie es un secreto que lo abandoné hace meses y desaparecí de su vida.

—No es lugar para hablar —respondo calmada sacando una carpeta.

El hermoso rostro de Max está rojo. Sus ojos azules están tan abiertos que siento que saldrán de su órbita y su vena en la sien palpita con rabia.

Sonrió relajada en su dirección para calmarlo, aunque por dentro siendo que me estoy muriendo solo verlo y darme cuenta que mi pequeño Roy es idéntico a él. ¡Joder! ¿Cómo se va a comer  el cuento que no es su hijo?. Pienso en este momento.

—Debemos hablar Emilis, el bebé….

—El bebe…¿ cuál ebebe el que tuviste con 

Paola? —subí la ceja mirándolo directo a los ojos. 

Max se tensa inmediatamente pero no le tomo importancia.

—Ahora, que ya puedo hablar con tranquilidad, puedo mostrar los nuevos avances de la empresa…

Sigo hablando tratando de explicar los avances que hemos tenido últimamente después de la creación de los vehículos eléctricos que sugirió Leah. Maximiliano no deja de mirarme con el ceño fruncido y mirar a Leah con odio. Rio para mis adentros porque le estoy dando a Max una cucharada  de su propia medicina. 

Cuando hemos terminado con la junta explicó que por tener un bebé pequeño no puedo asistir a todas las reuniones, pero, que todo cuánto necesite se lo hagan saber a Leah y el me lo hace saber a mi. Cosa que veo que le molesta aún más a mi querido esposo, pero no importa, está viviendo con Paola en mi mansión, porque salió corriendo a sus brazos. Es lo que me molesta y no estoy dispuesta a perdonarlo jamás. 

—Ahora sin más nada que agregar pueden irse —les digo a todos que comienzan a salir de la sala de junta excepto Maximiliano que se queda sentado esperando hablar conmigo.

Tomo las cosas de la mesa para tomar mi bolsa e irme, pero él me se me acerca tanto que puedo sentir su respiración en mi nuca, al igual que su exquisito olor que me llena por dentro, pero que controlo muy bien.

—Déjame a solas con mis esposa Leah —le pide a Leah que siga sentado sin moverse.

Leah me mira pidiendo mi autorización a lo que le  hago señas con los ojos que se vaya y él con molestias lo hace.

—Deja de pegarte a mi como perro oliendo manjar —le digo con subiendo la mirada. Es más alto que yo y debo hacerlo para poder  verlo a los ojos.

—¿Dónde estabas todo este tiempo? —pregunta oliendo mi cabello como si fuera un adicto cuando lleva a su nariz su consumo.

Camino hasta la mesa simulando tomar los folletos que reparti y para alejarme un poco de él 

—Teniendo un embarazo tranquilo, lejos de ti y de tus acusaciones —le digo sin mirarlo.

El me toma por el brazo para que lo vea y con todo el valor del mundo lo hago sin titubear.

—¿Es mío verdad? ¿Ese bebé que nació de tu vientre es mío? —toca mi vientre con desesperación y siento como una corriente eléctrica sube y se posa en la boca de mi estómago.

Le quitó la mano simulando molestia..

—¡No me toques! —Max frunce el ceño. No le gusta para nada que lo rechace ¿Que pretende? Que deje que me toque como si nada.

—Eres aún mi esposa—susurra en mi odio.

—Si… pero no por mucho tiempo, solo faltan cuarenta y cinco días para que el contrato se disuelva, tú te vayas por tu lado y yo por el mio — le digo con la mirada altiva.

—Emilis —se aclara la garganta —. Déjame recuperarte —pide. Mis ojos brillan en ese momento, no sé si de molestia o de ilusión, pero no, no pienso perdonar al hombre que más daño me ha hecho.

—No —le digo intentando irme pero él me sujeta de nuevo por el brazo. ¡Joder! Estoy a punto de derrumbarme.

—Emilis, siento mucho lo que pasó, no quise dejarte plantada ese día… cariño....

—¡No me llames cariño Maximiliano Brown! —grito molesta quitando mi brazo de su agarre.

—¡Yo pensé que te habías acostado con Mauro! —grita desesperado y yo bufo —. Ese vídeo se veía claramente que estabas desnuda y él te estaba besando…

—¿Qué vídeo?, este, este que tramo Paola para engañarte —saco mi celular y se lo tiendo para que lo vea completo.

Max toma el vídeo para llevar las manos a su boca por la sorpresa. Una lágrima rueda por su mejilla dándose cuenta de su error. Pero no me importa, yo lloré más que él, yo sufrí más que él, y él simplemente no le importo, no confío en mí ¿ Por qué tendría que importarme? ¿por qué tendría que importarme sus malditas lágrimas?

—Paola es un monstruo —dice arrepentido y yo sonrió.

—Si… un monstruo con el que tienes un hijo, un monstruo con el que llevas años de relación, un monstruo con el que sigues y vives en mi mansión.

—Lo hice por mi hijo Emilis, estoy con ella por hijo, pero llevo meses que no la toco. Yo te amo a ti mi amor siempre te ame a ti —toma mi rostro. Quiero llorar pero suspiro fuerte para no hacerlo. He llorado mucho por él, ahora le toca a él hacer lo mismo. 

—No me importa ya Maximiliano. Tal vez hace diez meses cuando me casé contigo por el maldito contrato aún me importaba, pero tu —lo señaló con el dedo —. Me violaste, me despreciaste y ahora quieres que yo actúe como a nada —bufo con ironía—. No, has hecho demasiado.

Max agarra su cabeza frustrado.

—Tenemos un hijo Emilis —susurra.

—No es tuyo —Max sube su mirada que pasa de dolor al odio en un segundo.

—¿Cómo así? —pregunta desconcertado.

—Que no es tuyo, es de otro hombre —le digo con firmeza 

—Tú dijiste…

—Solo quería vengarme de ti y por eso dije que era tuyo, pero la verdad no lo es…—se queda estático 

—¡Mientes mujer! —grita tomándome del brazo mientras me estruja.

—No lo hago, podemos hacerle una prueba de paternidad, pero,  vas a quedar como ridículo, porque mi hijo no es tuyo..

—¿Dime de quién es? —está rojo del coraje. Toma una silla y la lanza. Tiemblo en ese momento asustada pero me repongo..

—¡No es tu problema! —gritó fuerte.

—¡Si lo es! Aún eres mi esposa —me dice molesto.

—¡No me importa! soy tu esposa Maximiliano Brown, ¡más no tu mujer! —Max baja la mirada con desorbita.

Me siento mal, juro que me siento mal por decirle que no es su hijo cuando ningún hombre me ha tocado que no sea él, pero, Max se merece quedarse solo, se merece esto, se merece mi desprecio.

Lo miro de arriba a abajo con lástima.

—Que pena, que pena que la mujer que tildaste de zorra era una que te amaba y la que tienes en casa pensando que te amaba sea la zorra, porque Paola y Mauro se acuestan.

Sube la mirada con rapidez para dirigirse a mi…

—¿Cuando lo supiste? — pregunta tensamente.

—Siempre lo supe, o acaso crees que ella no planeó separarnos desde hace tiempo con él. Mauro y Paola se entienden desde hace tiempo Maximiliano—sonrío—. Y tú, caiste redondito en su trampa, que tonto.

Camino dejándolo pensativo. Lo miro por el rabillo del ojo y está llorando a moco suelto derrotado. Me da pena por él, pero es lo menos que se merece por no cuidar de mi, por no confiar en mí.

Con nudo en la garganta salgo de la sala de junta para encontrarme a Leah afuera 

—¿Qué haces ahí?— le pregunto un poco molesta.

—Solo esperaba —se cruza de hombro.

—Bueno, vamos, ya Britanny me dijo que tenía todo listo para ir a la mansión , es hora que recupere todo lo que me pertenece —camino delante de él.

Hola mis amores. Me gustaría que me comenten que le está pareciendo la historia, al igual que la guarden en la biblioteca y me sigan, estaré montando más historias increíbles y hermosas..besos y abrazos.

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