Las risas estruendosas y el aroma a café colman nuestra estación de enfermería. Es una noche tranquila en el hospital, tranquila como ninguna otra de lo que va de año. Dicha descripción, es más un elogio que una especie de queja, ya que los últimos meses este centro médico ha rebasado sus capacidades, y sin importar cuántas guardias tomé el personal, no es suficiente.Los cotilleos de mis compañeras sirven para distraerme del dolor de espalda que cargaba por estrés laboral. También a distraer mi mente de las aguas turbulentas en las que sentía me ahogaba noche a noche sin que nadie reparase en mis gritos pidiendo auxilio.—Sacó el anillo y me propuso matrimonio en la boda de su hermana — dice Roberta ante nuestras expresiones asombradas — ¿Pudo ser más egocéntrico y egoísta? Mal novio y mal hermano.—Conociendo a mi ex, sí. Pero la vara es el infierno — ríe encantada con el chisme Teresa — ¿Qué le respondiste?—Tuve que aceptar por la presión social. Después destruí su corazón y ego —
El cuerpo humano tiene de 4.5 a 6.5 litros de sangre. Una hemorragia de este tipo puede acabar contigo en minutos. Analizando su cabeza e inconciencia, necesito actuar ya. Detectar de dónde provenía la sangre y detenerla.Cuelgo el celular, y hago fuerzas para abrir la puerta del auto. No cede con facilidad, pero doy con una forma de hacerlo sin casi lastimar mis propias manos. Había vidrío por todas partes. Puedo abrirla.Mis sospechas son juegos de niños en comparación a lo que corría. La sangre provenía de su pierna izquierda. Era su arteria femoral. Estaba sangrando abundantemente desde esta. Vamos mal, muy mal.Chequeo su respiración, tomo tu pulso, analizo sus pupilas levantando su parpados con la ayuda de la linterna de mi celular y palmeo su rostro. Todo mientras hago compresión en su pierna.—¿Me escuchas? ¿Estás conmigo? Despierta amigo. Tienes que despertar — continúo palmeando su rostro.No responde. Lo que hago no es suficiente. Me quito mi suéter para hacer un torniquete
Si el cambio de actitud de los paramédicos me pareció sospechoso, el trato en la clínica me pareció aún más sospechoso. He de recalcar que el trato que nos dieron antes de la revelación de su nombre, no estuvo mal, pero este actual, excedía lo común. Hasta me ofrecieron acceso previo a la habitación en la que sería internado al salir de la operación, para descansar, y limpiarme. No hubo autorizaciones, ni llenado de formularios, atendieron a Leandro como si fuera la prioridad de las prioridades.Sobre descansar y limpiarme, lo haría más tarde. Tenía que contactar con Clara.Encontré su número del modo esperado y no me ha contestado. Era de esperarse por la hora, hasta que en el cuarto intento lo hace por fin.—¿Buenas noches? ¿Con Clara? — saludo caminando de un punto a otro en el pasillo fuera de la sala de operaciones.Escucho un bostezo antes que una respuesta.—Sí, con ella habla… ¿quién es? — responde la mujer.—Clara… no te debes acordar de mí, pero… nos hemos conocido antes. Y
A tres semanas del accidente de Leandro Brown, estoy comenzando a preocuparme de que la operación no haya salido como esperaba. No había podido contactar con Clara, las veces que la he intentado llamar, un par de veces cada lunes, no han dado resultado. Tampoco ella se ha acercado a mí de ninguna manera. Con el tiempo avanzando, las malas sensaciones han llenado mi cabeza.También mi fijación sobre el estado de salud de Leandro hace que le vea en cada paciente cuyo diagnóstico es desafortunado. Lo veo una y otra vez reflejados en ellos. En aquel paciente del martes que perdió sus piernas, o en aquella paciente que sufrió un derrame cerebral. Sin embargo, mis preocupaciones podrían ser exageradas puesto que sí sabía algo era que continuaba con vida.Hace dos semanas me llamaron para declarar en la estación de policías y no pasó de allí dicha citación. Esta vez no fui tratada como una criminal, pero lo que sí es que se me repitió constantemente que no debía hablar de este accidente con
Estoy alegre de tener a Clara conmigo, de poder hacerle miles de preguntas sobre la salud de Leandro. Pero es complicado procesar lo que acaba de decirme, es absurdo lo que acaba de decirme, mejor dicho. —Clara… — analizo la mejor forma de rechazarla sin sonar grosera — no puedo renunciar a mi trabajo de años para ir con ustedes. Me gusta mi trabajo.Era una confesión sincera. Amaba mi trabajo en este hospital, tenía buenas compañeras, la mayoría de los pacientes eran agradecidos y era mi lugar seguro. Había sido el primer y único trabajo que había tenido.—Lucía… — imita los mismos movimientos que yo hice — No dudo de lo que dices, pero, es imposible que en este sitio te paguen más de lo que nosotros estamos dispuestos a pagarte como enfermera a domicilio.—¿Quieres que me interne en la casa de Leandro? — hablo extrañada — Han pasado tres semanas de su operación. ¿Qué tipo de asistencia necesita con el tiempo transcurrido?Es sospechoso que un hombre joven necesite de asistencia per
Pensar que con una recomendación directa iba a entrar en la mansión Brown como Pedro por su casa, fue ingenuo. Esta propuesta laboral no es una ordinaria como esperé, dando como resultado que, al siguiente día de mi llamada con Clara, fuese citada para una entrevista formal con la compañía encargada del equipo médico.Atravesé más que una entrevista exhaustiva y complicada, también me hicieron pruebas de sangre, examinaciones físicas y hasta un test psicológico. La peor parte no fue lo anterior, fue el examen oral al que fui sometida cuestionando mis conocimientos en enfermería. Las cejas levantadas comenzaron desde que mencioné de dónde me había graduado y dónde había trabajado.Me daba la impresión de que sus estándares eran elitistas porque sí, me había graduado de una universidad comunitaria, y había trabajado en un hospital en una zona pobre. No estaba acostumbrada a lidiar con pacientes de alto perfil, llegaron a recriminarme que no supiese inglés avanzado y que no hubiese traba
Evito demostrar mi desconcierto y procedo a entrar con la bandeja de medicinas. Saludo al doctor.—Buenos días doctor Smith. Buenos días Leandro — digo a ambos.—Buenos días Lucía. Un gusto tenerte en nuestro equipo — responde este.Es el único que responde, Leandro no ha dejado de ver por la inmensa ventana a su lado. Aquí me cuesta dejar de mirarle preocupada. ¿Es que no escuchaba?—¿Te explicaron la condición mental de Leandro?—¿Condición mental?—Suele recurrir a la disociación en momentos de confrontación con su familia. Especialmente en la presencia de su madre. Si estabas fuera y pudiste escuchar sus gritos, entenderás qué tipo de comportamiento ha adoptado.El profesional lo describe con suma paciencia, como si fuese una costumbre que esa señora le gritase. Su actitud es asombrosa considerando que se nota es mayor que la madre de Leandro, y en el interminable proceso de selección no pararon de remarcarme lo ridículamente bien capacitados que estaban en el equipo.—¿Sale de la
Leandro quiere ir a la cama, pero no se lo iba a dejar tan sencillo luego de horas de espera para interactuar con él. Se lo impido tomando el mando de su silla de ruedas. Mis misiones me las tomaba en serio, muy en serio.—¿Qué haces? — protesta.—Acompáñame a comer. Eres de los pacientes más silenciosos que he tenido en mucho. Me aburro — digo cualquier tontería para acomodarlo en la mesa que da con la ventana que me gustaba. Esa donde está la comida que nos trajeron hace horas.Ocupó un lugar en esta, dejo a un lado la sopa fría, y descubro el emparedado. Los olores que desprende son dignos de admiración. Una admiración exagerada que doy al picarle por la mitad.—El queso fundido y la salsa César se ven… — doy un mordisco dramático y gesticulo como no lo suelo hacer — Saben mejor de lo que esperaba. Whoa.Mi histrionismo da el resultado que esperaba.Si Leandro podía razonar, e ir al baño por su cuenta. ¿Por qué no habría de tener apetito? Moderado, pero apetito. Su carita de que el