Si el cambio de actitud de los paramédicos me pareció sospechoso, el trato en la clínica me pareció aún más sospechoso. He de recalcar que el trato que nos dieron antes de la revelación de su nombre, no estuvo mal, pero este actual, excedía lo común. Hasta me ofrecieron acceso previo a la habitación en la que sería internado al salir de la operación, para descansar, y limpiarme. No hubo autorizaciones, ni llenado de formularios, atendieron a Leandro como si fuera la prioridad de las prioridades.
Sobre descansar y limpiarme, lo haría más tarde. Tenía que contactar con Clara.
Encontré su número del modo esperado y no me ha contestado. Era de esperarse por la hora, hasta que en el cuarto intento lo hace por fin.
—¿Buenas noches? ¿Con Clara? — saludo caminando de un punto a otro en el pasillo fuera de la sala de operaciones.
Escucho un bostezo antes que una respuesta.
—Sí, con ella habla… ¿quién es? — responde la mujer.
—Clara… no te debes acordar de mí, pero… nos hemos conocido antes. Y lo que te diré… quiero que te lo tomes con calma. ¿Estás sentada o acompañada?
—¿Qué está pasando? Si es una broma de mal gusto… — su tono es arisco ahora.
—No es una broma. Presencié un accidente de auto y auxilié al hombre en este, es Leandro Brown. ¿Es tu familiar no?
Hago memoria y Clara era… Clara era la esposa del primo de Leandro. Eso era. Además de buenos amigos por lo que pude notar.
—¿Cómo está Leandro? ¿Dónde está? — eleva la voz.
—En la clínica Hope, lo metieron a quirófano. Pero está estable, aunque su pierna… — dejo al aire la condición de su pierna, no quería alarmarla más — él pidió que contactase contigo. ¿Puedes venir?
—¿Ir? Voy volando — afirma y cuelga.
Bajo mi celular con el pecho más calmado. Había practicado RCP con éxito, había contactado con la familiar que Leandro pidió. Había hecho todo lo que estaba en mis manos para hacerle un bien. Rogaba porque estuviese bien.
Hago memoria de la impresión que me dio Leandro, de su amabilidad y calidez aquella vez que le conocí. Admitiré que hizo acelerar mi corazón la primera vez que nuestras miradas se cruzaron, pero esa reacción quedó en un recuerdo lejano. Creí que nunca más lo volvería a ver en mi vida.
Me desplomo entonces en los asientos cercanos cruzando mis manos acalambradas, y con mi cuerpo sumamente cansado. Mis ojos se van cerrando sin poder evitarlo. Los cierro por lo que creo son unos minutos. En lo que llegué Clara, podré irme a descansar.
—¿Lucía Reyes?
Escucho la voz de un hombre desde arriba. Abro los ojos con dificultad y le miro. Es un oficial de policía.
—¿Sí?
—Acompáñenos a dar su declaración a la estación de policía — indica el hombre.
El sueño se me esfuma, y entro en alerta.
—¿Por-por qué? — digo viendo alrededor y dándome cuenta de que había tres policías más rodeándome.
Estoy asustada. Como es inevitable.
—Necesitamos su testimonio sobre lo ocurrido con Leandro Brown. Fue quien llamó al 911 y el único testigo del accidente — explica este.
Los nervios hacen que mi respuesta sea lenta y más nerviosa de la que debería ser.
—Sí-sí pero ¿tiene que ser ya? Estoy esperando que salga de la operación y que vengan… que vengan… — trago sumamente nerviosa al estar rodeada de policías.
—No es familiar del paciente, no tiene que quedarse.
—No, pero le conozco…
—¿En calidad de qué? — interroga duramente.
Ya decir que éramos amigos del alma en esta circunstancia sería problemático. No obstante, me hacen sentir como una criminal. Más me siento como una cuando el hombre me toma del brazo para levantarme.
—Acompáñenos sin poner resistencia señorita, serán unos minutos… — dice el oficial.
—¡Déjela en paz por Dios! — escucho exclamar a una mujer que se abre paso entre el circulo de policías.
Era Clara.
Clara en pijamas.
—¿No ven en el estado en el que está? — reclama y se acerca a mí siendo liberada.
Creo que quiere saludarme forzando amabilidad a través de sus nervios, pero que me detalle de pies a cabeza borra cualquier rastro de sus intenciones. No sé qué tan mal luzco, pero veo lo mismo que ella. Mis zapatos blancos manchados de sangre, mi uniforme en la misma condición, y ni qué decir de la sangre seca en mis manos. Mi rostro tampoco debe lucir muy bien.
Está aterrada.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿De quién es esa sangre? — dice temblorosa.
—No es mía… es de… — rasco mi brazo y no puedo mirarla directamente a los ojos — Salí de mi guardia, iba a mi departamento cuando… vi el choque. Lo auxilié y llamé a emergencias. Están operándolo. Me pidió que te llamase como pudo…
—¿Cómo chocó para perder tanta sangre? ¿Es así de grave como se ve? — pregunta angustiada.
—Tuve que… tuve que practicarle RCP en el sitio… perdió mucha sangre.
Noto que está limpiando sus lágrimas. Al secárselas mira con dureza al policía.
—¿La escuchó no? Ella puede dar sus declaraciones otro día.
—Señora Clara… — el hombre trata de calmarla, le habla tan diferente a mí — Hay pertenencias perdidas del señor Brown, se nos informó desde la clínica. Al igual que desde la escena del incidente por los daños…
Ladrona. ¿Me están acusando de ladrona? Toca una tecla sensible para mí. De mi mayor orgullo, y único. Mi ética profesional.
—¿En cuál momento tuve tiempo de robarle a un hombre en ese estado? — digo ofendida y recordando lo único que tenía de él — si es por su billetera… él mismo pidió que la sacara.
La saco de mi pantalón y se la paso a Clara que está más irritada que antes al entregársela. Más al abrirla y notar que tiene un gran fajo de dólares, junto con muchas tarjetas. No las vi en su momento, estaba enfocada en encontrar una identificación.
—¿Este es el objeto perdido? ¿Quiere que se la entregue también como evidencia? ¡Déjenos tranquilas! — le grita Clara a los hombres que se apartan de nosotras.
A continuación, Clara tira la billetera en los asientos, como si no le importase y se concentra en mí destruida. También descubriendo algo.
—¿Eres enfermera no? ¿Nos ayudaste a buscar información de mi suegra?
—Lo soy… es lamentable que nos volvamos a encontrar de esta forma. Lo siento…
—Estamos en la misma sintonía… — sonríe con pesadez, se cruza de brazos y mira a sus espaldas.
Sin los policías acechando puedo concentrarme en que a la distancia un hombre de aspecto similar a Leandro está hablando con uno de los doctores tratantes. Él no iba en pijamas, aunque sí en ropa arrugada, y su actitud molesta no era disimulada. Estaba peleándole al doctor.
—Te juro que mi marido y yo tenemos mejores versiones de nosotros mismos… — intenta bromear a través del dolor Clara — Él es mi esposo Leonel, es primo hermano de Leandro ¿Recuerdas? Escuchó nuestra conversación, estaba a mi lado durmiendo. Lucía… dime la verdad. ¿Cuán grave es el estado de Leandro? ¿Por qué… por qué Leo está hablando así con el doctor?
La desorientación y vulnerabilidad de Clara me conmueven. También me entristecen.
—No estoy capacitada para dar diagnósticos Clara, pero… pudo ser peor… Está vivo, es un triunfo después de un accidente como ese.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no dices que mejorará rápido? — cuestiona adolorida.
—El estado de su pierna, es… preocupante. Muy preocupante — admito con el mayor tacto posible.
Pero no hay tacto posible para este tipo de situaciones. Ella pone sus manos en su cabeza.
—Está m*****a, esa m*****a fortuna está m*****a. Lo sabía… — se dice a sí misma reprochándose.
Reprochándose algo que sale fuera de mi conocimiento. Voy a consolarla, pero más ruido llega al pasillo. Un ruido distractor y que augura un mayor circo del vivido hace poco.
—¿¡MI HIJO!? ¿DÓNDE TIENEN A MI HIJO? — grita una mujer igual de rubia como los primos.
Sus gritos van dirigidos al doctor y a Leonel, el cual ve a la que supongo es su tía con el mayor de los desprecios. La tía no se queda atrás. Quienes se quedan atrás son los dos hombres uniformados que llegaron con la mujer. Parecían guardaespaldas.
—Está en la sala de operaciones señora… — informa el doctor.
La mujer hace una locura, intenta entrar en la sala a la fuerza. Pero es detenida por su sobrino por el brazo. El médico se interpone entre la puerta y ella como precaución, asombrado por su reacción.
—¿Podrías comportarte Leah? Esto ya es lo suficientemente malo como para que lo empeores — exclama Leonel.
Leah se suelta iracunda y mirando con un gran resentimiento al esposo de Clara.
—¿¡Estás feliz de esto no!? ¡Si mi hijo se muere será tu culpa! ¡¿Cómo lo planeaste?! ¿Con quién lo planeaste? — le grita.
Leonel pierde el atisbo de contención que tenía y le grita de vuelta.
—¡La única que ganaría con la muerte de Leandro serías tú!
Bueno.
Es previsible lo que ocurre después. Los ánimos aumentan en toxicidad.
—¡Eres un asqueroso irrespetuoso! ¡Tal cual tu padre!
—Ay por favor, tú tampoco te quedas atrás tía — responde con más saña Leonel.
—Señores cálmense por favor… Mantengan el silencio durante… — el doctor hace su mejor esfuerzo por contener a esos dos.
A mi lado Clara está abochornada y preocupada a partes iguales. Me da un vistazo de lado.
—¿Juan? Acércate — pide a uno de los hombres que llegó a Leah. Este se acerca a nosotras.
—Dígame señora Clara.
—Esto va para largo, así que, ¿podrías hacerme el favor de llevar a su casa a Lucia? Ha sido una larga noche y madrugada para ella. Necesita descansar.
Estoy sorprendida con el ofrecimiento.
—Si es mucha molestia, no es necesario… — digo apenada.
—No es molestia. No después de hacer lo que hiciste por Leandro. Esta vez juro que sí sabremos cómo recompensarte — ofrece esta.
Niego con mi cabeza. Niego una recompensa como aquella vez que nos conocimos.
—No hay nada que compensar. A excepción de…
Sí hay una especie de recompensa que quiero me percato. Sé que somos casi desconocidos, pero… quisiera. Yo quisiera…
—¿Podrías mantenerme informada de la evolución de Leandro? Me gustaría… poder visitarle cuando esté preparado para ello. ¿Habría inconveniente?
Clara contiene sus ojos y boca de reírse. Lo sé. Y ahora la abochornada soy yo. Una abochornada que ve hacia el piso.
—Me comunicaré contigo en lo que esta pesadilla acabe — dice ella viendo a la tía y sobrino pelándose, luego a mí — También llámame si llegas a necesitar de mí. No tengas pena, que esta vez, lo reitero, me pondré creativa en la forma de recompensarte. Gracias por todo Lucia.
Aprieto la mano que Clara está ofreciendo.
Más tarde llegó a mi pequeño departamento a desvestirme y ducharme. Al momento de hacerlo la luz del día estaba inundando mi baño, pero la energía que solía darme, no estaba haciendo efecto en mí. Tan cansada me encontraba que no tallé bien la sangre seca para sacarla de mi piel. Limpié lo mejor que pude, me sequé lo mejor que pude y me lancé a mi cama envuelta en mi toalla.
Me quedé dormida así mismo.
Pensando en los últimos segundos en los ojos de Leandro.
Eran los más cautivantes que hubiese visto en mi vida.
A tres semanas del accidente de Leandro Brown, estoy comenzando a preocuparme de que la operación no haya salido como esperaba. No había podido contactar con Clara, las veces que la he intentado llamar, un par de veces cada lunes, no han dado resultado. Tampoco ella se ha acercado a mí de ninguna manera. Con el tiempo avanzando, las malas sensaciones han llenado mi cabeza.También mi fijación sobre el estado de salud de Leandro hace que le vea en cada paciente cuyo diagnóstico es desafortunado. Lo veo una y otra vez reflejados en ellos. En aquel paciente del martes que perdió sus piernas, o en aquella paciente que sufrió un derrame cerebral. Sin embargo, mis preocupaciones podrían ser exageradas puesto que sí sabía algo era que continuaba con vida.Hace dos semanas me llamaron para declarar en la estación de policías y no pasó de allí dicha citación. Esta vez no fui tratada como una criminal, pero lo que sí es que se me repitió constantemente que no debía hablar de este accidente con
Estoy alegre de tener a Clara conmigo, de poder hacerle miles de preguntas sobre la salud de Leandro. Pero es complicado procesar lo que acaba de decirme, es absurdo lo que acaba de decirme, mejor dicho. —Clara… — analizo la mejor forma de rechazarla sin sonar grosera — no puedo renunciar a mi trabajo de años para ir con ustedes. Me gusta mi trabajo.Era una confesión sincera. Amaba mi trabajo en este hospital, tenía buenas compañeras, la mayoría de los pacientes eran agradecidos y era mi lugar seguro. Había sido el primer y único trabajo que había tenido.—Lucía… — imita los mismos movimientos que yo hice — No dudo de lo que dices, pero, es imposible que en este sitio te paguen más de lo que nosotros estamos dispuestos a pagarte como enfermera a domicilio.—¿Quieres que me interne en la casa de Leandro? — hablo extrañada — Han pasado tres semanas de su operación. ¿Qué tipo de asistencia necesita con el tiempo transcurrido?Es sospechoso que un hombre joven necesite de asistencia per
Pensar que con una recomendación directa iba a entrar en la mansión Brown como Pedro por su casa, fue ingenuo. Esta propuesta laboral no es una ordinaria como esperé, dando como resultado que, al siguiente día de mi llamada con Clara, fuese citada para una entrevista formal con la compañía encargada del equipo médico.Atravesé más que una entrevista exhaustiva y complicada, también me hicieron pruebas de sangre, examinaciones físicas y hasta un test psicológico. La peor parte no fue lo anterior, fue el examen oral al que fui sometida cuestionando mis conocimientos en enfermería. Las cejas levantadas comenzaron desde que mencioné de dónde me había graduado y dónde había trabajado.Me daba la impresión de que sus estándares eran elitistas porque sí, me había graduado de una universidad comunitaria, y había trabajado en un hospital en una zona pobre. No estaba acostumbrada a lidiar con pacientes de alto perfil, llegaron a recriminarme que no supiese inglés avanzado y que no hubiese traba
Evito demostrar mi desconcierto y procedo a entrar con la bandeja de medicinas. Saludo al doctor.—Buenos días doctor Smith. Buenos días Leandro — digo a ambos.—Buenos días Lucía. Un gusto tenerte en nuestro equipo — responde este.Es el único que responde, Leandro no ha dejado de ver por la inmensa ventana a su lado. Aquí me cuesta dejar de mirarle preocupada. ¿Es que no escuchaba?—¿Te explicaron la condición mental de Leandro?—¿Condición mental?—Suele recurrir a la disociación en momentos de confrontación con su familia. Especialmente en la presencia de su madre. Si estabas fuera y pudiste escuchar sus gritos, entenderás qué tipo de comportamiento ha adoptado.El profesional lo describe con suma paciencia, como si fuese una costumbre que esa señora le gritase. Su actitud es asombrosa considerando que se nota es mayor que la madre de Leandro, y en el interminable proceso de selección no pararon de remarcarme lo ridículamente bien capacitados que estaban en el equipo.—¿Sale de la
Leandro quiere ir a la cama, pero no se lo iba a dejar tan sencillo luego de horas de espera para interactuar con él. Se lo impido tomando el mando de su silla de ruedas. Mis misiones me las tomaba en serio, muy en serio.—¿Qué haces? — protesta.—Acompáñame a comer. Eres de los pacientes más silenciosos que he tenido en mucho. Me aburro — digo cualquier tontería para acomodarlo en la mesa que da con la ventana que me gustaba. Esa donde está la comida que nos trajeron hace horas.Ocupó un lugar en esta, dejo a un lado la sopa fría, y descubro el emparedado. Los olores que desprende son dignos de admiración. Una admiración exagerada que doy al picarle por la mitad.—El queso fundido y la salsa César se ven… — doy un mordisco dramático y gesticulo como no lo suelo hacer — Saben mejor de lo que esperaba. Whoa.Mi histrionismo da el resultado que esperaba.Si Leandro podía razonar, e ir al baño por su cuenta. ¿Por qué no habría de tener apetito? Moderado, pero apetito. Su carita de que el
Me la pasé cada minuto de la mañana maquinando conspiraciones entre Leandro y Clara mientras mi cuerpo hacía su trabajo. El asistir en el gimnasio a Manuel y Hugo con los masajes/ejercicios a nuestro paciente. No podía parar de relacionar cualquier comentario con la relación de ambos. Por ejemplo, los elogios sobre lo animado que parecía hoy, o lo bueno que sería que así fuesen todas las mañanas.¿Tanto había sido el cambio que le había propiciado la compañía de Clara? ¿Esta inyección de energía era común de recibir de una amiga o familiar? ¿Por qué le miraba de esa forma? Aparentaba lo que aparentaba ser, un hombro idiotizado por una mujer.Una mujer ajena.¿Ella le correspondía? ¿Habían tenido algo en el pasado o era en el presente o nada y aquí estaba yo mintiéndome donde no me incumbía?—¿Subimos? — me pregunta Hugo sacándome de mis dramas mentales injustificados.No era mi problema si esos dos tenían una aventura, yo era una empleada más. Una empleada a la que le tocaba hoy estar
La mañana está preciosa, así de preciosa que ando hipnotizada por su belleza mientras bebo de mi taza de café. Estoy enfocada en apreciar su belleza desde la ventana que da con el lavaplatos de la cocina de servicio, de fondo está el bullicio habitual de esta área de la mansión Brown de costumbre. —Hoy será mejor que ayer — me consuelo con una firme convicción. No podía dejar que mis sentimientos personales se interpusiesen en mi trabajo, este trabajo que había decido cambiaría mi vida para mejor. Leandro era mi paciente, yo era una de sus enfermeras. Era tan claro como el agua. —¿Qué se te ocurre para el almuerzo del patrón esta vez? — pregunta Suzy mientras se pone a mi lado con una tabla sobre la encimera para picar champiñones. —¿Sabes preparar hamburguesas? — le pregunto de vuelta con una sonrisa divertida. —¿Qué es lo siguiente? ¿Preguntarme si puedo freír un huevo? — responde sumamente ofendida en juego — Obviamente sé hacer hamburguesas. —No es que desconfié de tus habili
Leandro temiendo a apariciones era ridículo considerando que sus principales problemas estaban en condiciones físicas y reales. Por ejemplo, el estado de su pierna. Por ejemplo, esa fijación que tiene por Clara. Clara, la esposa de su primo.Pensando en ello, golpeo con más fuerza de la que debería la tostada con el cuchillo con mermelada. Esa que estoy untando para comer de cena en la cocina de servicio. Es de noche, como las diez. Más tarde de lo que debería cenar con un horario tan cómodo como el de hoy, sin embargo, al salir de mi turno con Leandro, me fui derecho a ver series en mi celular tirada en mi cama.—¿Fantasmas? Mis polainas — susurro como una viejita cascarrabias.Escucho un ruido de metal cayendo en el suelo. Volteo en automático.No había nadie. Lo que había caído era una bandeja de metal, estaba en el piso.De fondo, el pasillo que interconectaba con la estancia común, en la oscuridad tenue que había notado invadía la casa muy entrada la noche. Dejo la tostada en el