Brock
—¿Cómo que no hay sobrevivientes?—
—No señor… hemos revisado cada esquina, sin éxito— me dice un soldado, antiguamente ladrón que mi padre asignó a mi escuadrón. Realmente es cada vez más lamentable mi compañía.
Parecía un gusano y se comportaba como tal, a cada rato tenía que decirle a mi mano derecha Layne que revisara sus bolsillos para constatar que no se robara nada y que tuviera un ojo en él para que no matara de más ni colocara una mano en las mujeres. Era un trabajo difícil, pero necesitábamos soldados, enfocándonos en cantidad y no calidad, así que no tenía mucha opción.
—El castillo Bousquet parece totalmente desolado, como si un grupo de fantasmas hubiese decidido acabar con el lugar —Obviamente no son fantasmas sino soldados de otras compañías, enemigas de seguro, que quieren que el fracaso de emperador que tenemos continúe haciendo sus fechorías.
Temo lo peor, el Duque debe haber caído también y con él el ducado Bousquet, lo cual son pésimas noticias para nosotros. Hay pocos cuerpos, la mayoría han sido quemados y veo un montón de tierra que no debe tener muchos días, un poco de tierra que ha sido movida. Alguien debe haber sobrevivido para hacer esto, un aliado que enterró a sus muertos.
—Areta… ve a buscar si hay alguien vivo— le digo a mi loba. Ella me sigue siempre a donde quiera que voy cuando no está cazando. Me ve atenta y luego sale disparada olisqueando cada rincón. Areta es la mejor rastreadora. Es obvio que fue un enfrentamiento brutal, uno de los peores que vi, muchos soldados han muerto, así que aunque haya sobrevivientes creo que obtendremos muy poco de ellos. Esta masacre parece haber sido hace días, realmente hemos llegado muy tarde.
—Revisemos cerca de las caballerizas— sugiere Layne y me señala a uno de los pocos caballos que sigue apostado, que pareciera ha sido preparado para salir ¿Amigo o enemigo? Quien sabe. Escucho a mi loba Areta gruñir y sé que ha encontrado algo. Mis hombres aparecen de repente a varios pasos de mí, y lo menos que me imagino es que lanzan una chica a mis pies.
Parece una criada, pero hasta la emperatriz parecería una criada en esta situación. La pobre criatura tiembla y cuando Gusano la fuerza a verme, observo el terror en sus ojos, sin duda ha pasado cosas terribles y el hecho de mi nombre no ayuda en lo absoluto. La chica tiene los ojos castaños más grandes que vi en mi vida, su cabello es castaño oscuro con pequeños destellos claros, su rostro es delicado y sus labios se parten en asombro, parece una pequeña flor en medio de un desierto.
Supongo que mi estampa no debe ser la más agradable y mi fama no es consuelo. Tengo meses cabalgando, buscando algo, alguna solución a estos enfrentamientos, como para volver a casa de mi padre con buenas noticias, el Conde de Haggard. Al ser el hijo menor no tengo derecho al título y básicamente a nada más, por ello tengo que labrarme mi nombre y logros por mí mismo, algo que me ha costado, pero que debo decir me gusta lucharlo. Areta ladra como loca de aquí para allá.,
—Muchacha… ¿Has visto lo que sucedió? ¿Dónde está el Duque?— le pregunto y ella solo tiembla. Puedo ver que las lágrimas se arremolinan en sus ojos, quizás era alguien cercano, no una simple sirvienta
—¿Quién eres?— inquiero, pero ella sigue sin responder. De repente veo que los ojos de Gusano se abren de par en par, ha notado algo en la chica, temo que quiera usarla para divertirse, lo cual no sucederá mientras yo esté al mando. Layne también parece haberse dado cuenta de que ella tiene algo.
—Ni lo intentes Gusano…— le dice mi compañero rápidamente y ayuda a levantar a la chica.
Con cuidado toma de sus manos lo que a Gusano estaba obviamente pensando en robar y cuando lo observa me lo da. Yo me quedo viendo estático, es un anillo de oro, y no uno cualquiera, sino que tiene el emblema de Bousquet, una pluma blanca. ¿Puede ser que la chica lo haya robado? Me inclino y me acerco a ella y veo como agacha la cabeza para evitarme a toda costa. Colocó una mano en su brazo y atraigo sus manos a su regazo.
Observo con cuidado sus pequeñas manos, tiene un par de heridas y magulladuras recientes, sus uñas están sucias con algo de tierra y tiene una pequeña lesión, clásica de tomar plumas, por lo que sabe escribir, lo cual no es muy común. Pero nada que indique que ha trabajado como criada algún día de su vida. Ni lavar, ni quemaduras de cocina, ni trabajo en la tierra. Llamo a Layne un momento aparte.
—Vigílenla, pero no la toques Gusano— lo miro con recelo mientras nos vamos afuera, lamento no haberme traído al resto de mi grupo de confianza, pero salimos en apuros.
—¿Qué piensas Layne? Sus manos son de una dama, sabe escribir y sin duda no ha hecho trabajo forzado, quizás solo últimamente— le comento.
Layne Isaac ha sido mi compañero por años, mi primo, su madre era una Haggard, pero lleva el apellido de su padre de una casa pequeña. Me seguía desde que éramos niños. Éramos inseparables, hasta hoy. Somos totalmente diferentes, él es más dado a la moral, las leyes, estrategias y los libros, y yo más a la espada, el rifle y las peleas.
Estuvo conmigo en mis momentos más difíciles, mi oscuro matrimonio, las peleas con mi padre, mis arranques de ira. Siempre presente y fiel. Creo en su palabra más que en las de diosas y sacerdotes. Sus ojos verdes que parecen de serpiente me miran con seriedad y suspira.
—Pocos lo saben pero… el Duque tenía una hija, él esperaba casarla con un buen prospecto. Yo estaba al tanto porque algunas cartas llegaron a ciertos señores, era una joven de aproximadamente la edad de que está que encontramos. Era el futuro de la casa Bousquet. Nadie sabe cómo es y pocos como se llama, pero existía o… existe: Marchelina. Es la única heredera y tiene sentido que jamás dejara el castillo—
—La futura Duquesa—digo pensativo —Sus manos y cara son puras, sus ropas parecen ser adecuadas. ¿Realmente crees que sea ella?— Layne asiente.
—Tiene el anillo. ¿Cómo podría tenerlo si no? ¿Lo robaría? El Duque jamás lo daría si no fuera su hija y preferiría morir antes que se lo quitaran. El anillo no está sucio, sino más bien cuidado y ella lo tenía en su dedo. ¿Viste a la pobre chica? No parecería que robara algo. Y si fuera una criada, robaría otras cosas, no ese anillo, porque ni sabría que significa, estoy seguro de que en el castillo debieron existir cosas más valiosas. Además… se quedó sola aquí, debe ser lo único que conoce— tiene sentido.
—Si es ella… es un barril de pólvora andante a punto de encenderse y explotar. Menos mal que llegamos nosotros y no otros. Quien sabe qué hubiesen hecho— Layne asiente y sopesa mis palabras. Una joven Duquesa en las manos equivocadas puede cambiar drásticamente el curso de la guerra, fácilmente como un timón que cambia el rumbo de un barco.
—Creo que debemos llevarla, para protegerla, obviamente y porque ella es el futuro de este pequeño ducado. También porque ella es la heredera….— menciona él, un dedo acariciando su labio de forma pensativa.
—Una Duquesa en nuestras manos— digo tomando la decisión.
—Una Duquesa en manos de Brock Haggard. Podríamos casarla… y obtener sus tierras. Lograr un matrimonio concertado— repite él de forma intrigante. Yo solo espero que no la casen conmigo, por nada del mundo quiero tenerla cerca… ¿o si? La verdad es que no me agrada pensar que ella se case con otro.
Nuestra conversación se ve interrumpida cuando escuchamos el ladrido de Areta y luego unos gritos y rápidamente supongo que es la chica. Layne y yo volvemos corriendo y la encontramos en el suelo, su vestido desordenado, una manga rota y su labio sangrando.
Gusano y los otros dos imbéciles que los acompañan se ríen mientras ella intenta contener las lágrimas, cuando nos ve llegar se tapa el rostro intentando protegerse, sin duda esperando un nuevo golpe. Tiembla aún más y se ve como si preferiría morir antes que estar en esta situación, en el suelo, con cinco hombres parados frente a ella, con su ropa rota.
—¿Qué demonios hacen?— grita Layne y los imbéciles se callan
Veo lo que hace Layne, no dice quién es ella, o quién creemos que ella es al menos, pero dice que es la única sobreviviente. Voltea a mirarme y sus ojos me dicen todo: debemos protegerla y no debemos decir quién es, al menos por el momento. Yo me acerco a la pobre criatura y se arrastra en la tierra con desesperación, como si yo fuera una lanza con fuego.
Debo reconocer que me agrada ser temido, me hace sentirme importante y respetado, pero por esta chica… me hace sentir… no lo sé explicar, como si no me gustara ser temido por un ser que parece tan delicado.
—¡Ella me atacó!— contesta Gusano con la mano tapando su mentón.
—Por supuesto, esta chica pequeña te atacó a ti, junto con dos tontos más. Debería darte vergüenza— digo en voz alta para que ella me escuche, pero veo que de hecho, el estúpido tiene en el mentón un enrojecimiento.
No me gusta pensar que otro hombre la toque.
«¿Qué te pasa Brock? Deja de pensar en ella, no es tuya». Pero podría serlo…
—¿Por qué la tocan? ¡No la toquen! Y si hubiese sido cierto, no me queda duda de que te lo buscaste, sino como explicas el roto en su vestido— digo y procedo a acercarme más a ella. Está acorralada y es obvio que ella espera lo peor, veo su vestido roto… y ella se ve tan… tentadora. ¡Demonios Brock! Deja de pensar en ella. Me quito mi capa para colocársela encima.
Ella da un respingo de susto, pero veo que sus finos dedos toman la gran capa para sí y se la acomoda sobre los hombros. Sigue evitando verme, pero siento que respira con alivio. Layne se arrodilla a mi lado y le ofrece un pañuelo blanco que ella toma casi sin vacilar si lo observa a él. Rápidamente, se lo coloca en el labio roto, haciendo una mueca de dolor.
—Ustedes y todos los demás, escúchenme claramente— digo levantándome del suelo y gritando a todo pulmón —No importa lo que todos digan, no somos unos salvajes, no herimos a los más débiles y mucho menos a las mujeres. ¿Quedó claro?— digo repitiendo un par de veces la pregunta hasta que escucho unas cansinas respuestas afirmativas.
—Debes venir con nosotros— le digo de forma autoritaria. Ella inmediatamente levanta la cara y esos ojos castaños me miran con sorpresa y completo terror, niega con su cabeza de forma desesperada.
—No no no no por favor, esta es mi casa— dice angustiada, es la primera vez que habla y su voz es clara y tiene un tono sutil. Hace que mi corazón salte.
—No hay otra opción, es peligroso para ti, yo estoy al mando y mi deber es ponerte a resguardo— ella empieza a desesperarse..
—Ni pienses en huir— le digo dándole la mano, pero ella la ve y no hace ningún movimiento para tomarla. Layne se acerca a ella nuevamente hablándole con dulzura.
—Señorita, corre usted gran peligro aquí sola y sin protección. Permítanos cuidarla, le prometo que no vendrá ningún daño— dice con voz suave, inclinando su cabeza para verla mejor. Ella mira al resto de los hombres, tiene miedo de ellos y seguramente de nosotros, no la culpo.
—Tienes mi palabra de caballero— Es obvio que con él y sus palabras dulces ella reacciona diferente.
—Toma tus cosas— espeto yo, de pronto con rabia —Salimos en una hora—.
AzaleiaEl viaje a caballo es agotador y mientras el tiempo pasa, mi cuerpo se siente agotado y mis piernas acalambradas, veo los caminos de tierra, las colinas y montañas, me doy cuenta de que mi escapada nunca iba a tener éxito. El viaje que emprendía era a un mundo desconocido. Pero sentirme tan ajena del mundo, uno que tenía a metros del castillo y que desconocía, me hacía sentir frágil, débil y absolutamente perdida. Tú querías viajar a Azaleia ¿No?—¿Estás bien?— pregunta el hombre de cabello oscuro y ojos verdes que me protegió hace unos instantes. Su traje es de color negro de cuero y tiene varios anillos en sus manos. Yo cabeceo suavemente y le doy a entender que estoy bien. —Soy Layne Isaac, por cierto, primo de Brock y consejero de los Haggard. El rubio de atrás con cara de molesto es el hijo menor de Conde de Haggard, el líder de esta compañía— menciona a modo de una breve presentación. Yo asiento de nuevo, evitando presentarme. No sé qué quieren de mí, pero decir que soy
BrockPor supuesto que Layne me decía que de ahora en adelante todo iba a salir bien ¡Una Duquesa ha caído en nuestro camino! ¡Una Duquesa! No una Baronesa, o una condesa, sino una increíble, creída y malcriada, eso sí, Duquesa. Nosotros, unos caballeros, pero que no teníamos ningún título ni algún patrimonio al que sacar provecho, pero que, con todo y eso, veníamos de grandes familias. Este era el momento que esperábamos, claramente, al menos según Layne. No siempre llegaba una Duquesa en nuestras manos, de un pequeño pero estratégico ducado, y además de todo, huérfana, íngrima y sola. Una joven chica completamente a merced de cualquiera, y francamente tiene suerte de que llegamos nosotros. Evidentemente, ella no lo sabe, poco nos habla, si acaso nos mira y efectivamente no ha salido de mi tienda en los últimos días. Nos trata como si fuéramos sus secuestradores, poco entiende de que todo pudo haber sido horriblemente peor. Si “la Duquesa” en cuestión venía a ser un arma para trae
LayneNo he conocido en mi vida hombre más terco, testarudo, desconfiado, con odio por los principios sociales y completamente obtuso en todo mi vida como es mi primo Brock. Desde que éramos pequeños estuve cerca de él, su padre me permitía entrar a sus clases particulares y entrenábamos juntos. Yo era de una casa más pequeña, de una familia de parte de su madre, que había jurado luchar con los Haggard hace ya cientos de años,. Su hermano mayor, Heral, era todo lo opuesto a él: sonrisa fácil, carismático, abierto a todo, profundamente egoísta y egocéntrico.Por ello y porque desde pequeño puse de manifiesto que iría con Brock a donde él quisiese, no fui con el hermano mayor como debería, sino con el relegado hermano menor. Siempre fué una persona difícil, amando con ferocidad pero odiando de igual manera. Antes era un niño despreocupado, curioso y realmente travieso. Luego pasó a gustarle las armas y pensar siempre en ir a la guerra, en defender, atacar, no le tenía miedo a la muert
Azaleia Cómo sobreviví al ataque, a los hombres que mataron a Marchelina y al Duque, cómo me mantuvieron con vida estos soldados, es para mí un misterio. Sin embargo, no me quedaban dudas de que Brock me salvó hoy, a mí y a Dashi. Vi como se puso delante de nosotras, como hizo que su cuerpo fuera como una pared de piedras cuidando nuestro frente. No lo dudó ni un segundo. Literalmente Brock era como una pared. Sus mechones rubio oscuro brillaban bajo la luz del día, su capa revoloteaba con el viento que pasaba entre los árboles, su presencia era imponente. Me daba miedo, muchísimo, aún todavía, pero a la vez… me reconfortaba que él estuviera ahí, frente a nosotras. Su semblante era serio pero realmente preocupado. Veía su rostro, casi que por primera vez, realmente lo veía, lo detallaba: sus ojos claros, sus cejas espesas y rubias oscuras, su nariz recta, su barbilla fuerte y marcada con una barba rubia espesa, y dentro unos labios carnosos. Jamás lo había visto sonreír, y siemp
BrockRealmente mi vida va de locura en locura desde que estas mujeres llegaron. No solo tengo que acomodarme a sus pedidos de bañarse, lavar la ropa, buscar unas extrañas hierbas para la criada haga, no sé que, saltar a defenderlas en vez de atacar a los ladrones que nos emboscaron, sino que además, una cree que soy el marido de la otra. ¿Yo? ¿Con esa mujer difícil e insoportable? No podía dejar de pensar en que alguien podría entrar al cuarto de ellas, eran par de mujeres durmiendo solas en una posada llena de soldados. Así que me dispuse a dormir, me recosté en la puerta, cuchillo en mano, preparado para cualquier cosa. Pero, lo que menos pensé es que iba a ser levantada tan estrepitosamente por ella, quien abrió la puerta casi antes del amanecer Me la encuentro, ni más ni menos, a ella con cara de furia, reclamando no sé qué. Cuando yo no me podía ni concentrar… su camisón le llegaba un poco abajo de las rodillas y podía ver más de su piel de lo que nunca había visto, sus pequ
AzaleiaDashi fue mía por unos segundos cuando pedí que redactaran otro documento donde le daba su libertad. Ella, con lágrimas en los ojos, me dijo que seguiría conmigo, sería mi criada el tiempo que yo quisiese y sería fiel servidora de la casa Bousquet toda su vida. Creo que fue uno de los mejores días de mi vida, ganaba una amiga, una familia, una aliada, todo al mismo tiempo.La joya era realmente mía y debía reconocer que me costaba separarme un poco de ella. El Duque me la dio cuando cumplí la mayoría de edad, unos días antes que Marchelina. Lo amaba y lo llevaba siempre conmigo. Ahora estaba lejos de mí, en manos de Brock, quien seguro no lo apreciará como yo, estoy segura que lo desecharía, revendería o tiraría en cuanto pudiese. Imagino el corazón verde en manos de cualquier mercader y me da tristeza. Pero no me arrepentía, sabía que jamás iba a poder vivir sabiendo que estaba conmigo Dashi como esclava. Intentaba evitar a Brock, luego de nuestro altercado en la habitación
Layne—Entonces… ¿no están seguros de que la belleza de cabello oscuro que está en el campamento… sea la Duquesa? ¿Qué necesitamos para poder confirmarlo?... Pero aun así ¿Ustedes creen que puede sernos útil para nuestros planes contra el Emperador?— pregunta Roldán mientras le da un mordisco a una manzana. Para ser un chico tan joven, de un padre tan tonto, realmente salió un buen muchacho. Es inteligente y fundamentalmente práctico. Un poco menos terco que su tío y eso ya es algo. —Gracias, es exactamente lo que a tu tío le cuesta entender— puntualizo sentado ya cansado de esta reunión. Hablar con Brock de algo que no quiere es como hablar con una pared, y una sorda. —La chica es la única sobreviviente del castillo, todo fue arrasado, cientos murieron, tiene la misma edad y por lo que tengo entendido la misma apariencia que Marchelina Bousquet, y, no es un dato menor, y aún más importante, tiene el anillo del Duque que sabemos que no suele estar a la vista de todos. Para los efe
Brock—Duquesa, tenemos que salir lo antes posible. Ya es tarde, no hemos salido aún, las estamos esperando y están demorando todo el día— grito a través de la tienda y me empiezo a desesperar. Me empiezo a preocupar y pienso lo peor. Areta va de aquí para allá, el hocico pegado al suelo y a los bordes de la tienda. —¡Voy a entrar quieran o no! — clamo con el objetivo de darles un tiempo para prepararse, no vaya a ser que la encuentre de nuevo solo en camisón. Solo de recordarlo me hace que apriete fuerte la tela de la tienda, enredada en la palma de mi mano. Su cabello suelto, su hombro dorado sobresaliendo, sus pies descalzos… es un tormento del que no quiero pensar.Pero cuando entro solo veo a la criada durmiendo como si fuera un bebé. Nada de la Duquesa. Llamó a Layne y Roldán que en segundos están dentro, intentando levantar a la criada mientras yo pongo la tienda patas para arriba. Levanto aquí y allá, busco pisadas, pero nada. Están algunas cosas de ella, no es que tuviera m