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Capítulo 5: El camino incierto

Layne

No he conocido en mi vida hombre más terco, testarudo, desconfiado, con odio por los principios sociales y completamente obtuso en todo mi vida como es mi primo Brock. Desde que éramos pequeños estuve cerca de él, su padre me permitía entrar a sus clases particulares y entrenábamos juntos.

Yo era de una casa más pequeña, de una familia de parte de su madre, que había jurado luchar con los Haggard hace ya cientos de años,. Su hermano mayor, Heral, era todo lo opuesto a él: sonrisa fácil, carismático, abierto a todo, profundamente egoísta y egocéntrico.

Por ello y porque desde pequeño puse de manifiesto que iría con Brock a donde él quisiese, no fui con el hermano mayor como debería, sino con el relegado hermano menor. 

Siempre fué una persona difícil, amando con ferocidad pero odiando de igual manera. Antes era un niño despreocupado, curioso y realmente travieso. Luego pasó a gustarle las armas y pensar siempre en ir a la guerra, en defender, atacar, no le tenía miedo a la muerte ni al dolor, su cuerpo parecía realmente destinado para ello y entrenó por años.

No parecía preocuparse los títulos, ni nada más que ir al ejército, quizás ser un caballero de guardia. Pero la gente de la nobleza tiene que casarse, en caso de que algún hijo mayor que herede el título muera y que quede un vacío en la casa Haggard. Su hermano tenía un solo hijo, así que era deber de él continuar el linaje, así fuera solo por si acaso. 

Ahí vino el problema, que él tuviera que hacer algo en contra de su voluntad, a pedido de su padre, yo solo por su padre lo haría. Brock, como buen soldado, se casó. Y… después de lo que pasó con su matrimonio, se volvió cada vez más salvaje, lleno de dudas, paranoico.

Casi se rebela contra su casa, así que su padre lo sacó de casa, esperando que calmara sus ánimos y volviera en algún momento manso y calmado a cumplir de nuevo lo que la casa quisiera. 

Brock tenía miles de defectos, pero también era el hombre más desinteresado que conocí, al punto de no importarle su propio beneficio. A veces creía que solo le gustaba vivir en la nada, sin duda dormiría bajo las estrellas como el resto de los hombres; vagando por el imperio, sin rumbo fijo, buscando que se podría ganar para nuestra tierra.

Esta guerra le planteaba una maravillosa oportunidad, le daba un objetivo y un fin, cambiar el destino del imperio y labrarse un nombre, por fin ser respetado. 

Mi trabajo consistía en apoyar a la futura Emperatriz, la princesa Naiara la que debería estar en el trono, no como su hermano y emperador. Pero esos cambios requieren esfuerzo, estrategia, planes.

Además de sangre, espadas y muchos hombres. Tenía de mi lado a Brock y a la casa Haggard, pero necesitábamos más, se lo había prometido a una muy joven emperatriz y a su madre hace años. 

Por momentos, creo que mi primo simplemente seguía mi consejo por simple costumbre, para no pensar de más, para no tener que detenerse en esas pequeñeces de la vida, esos dilemas sin importancia, pequeñas moscas en el camino que le impedían ver su logro final, que era la aprobación de su padre, el muy insoportable Vareen.

Si en el fondo, bajo esos kilos de músculo, barba gruesa, ropa de cuero, cara larga y de pocos amigos, fuerza y valentía, estaba un hombre que solo quería ser aceptado, tener un espacio en su familia, tener un valor. 

El Duque de Bousquet era un aliado nuestro, un hombre inteligente y brillante. El castillo que vimos hace días estaba devastado. De casualidad quedó su hija… creemos que es ella, y si no es, no importa, es lo más cercano. 

Brock no entendía que esta chica era una garantía importantísima para nuestra causa. Mi primo odiaba la política, así como los estratos sociales, los eventos de sociedad y todo aquello que estaba por encima de él que le dictase qué hacer y que además involucrara una gran cantidad de personas. 

Mis esperanzas estaban puestas totalmente en la futura Emperatriz, que ahora luchaba por eso, por ese título. Yo la conocía desde que era una niña y estuvo toda su vida preparada para esto, para luchar por su lugar, el lugar que siempre debió tener.

Si había cambios, había también oportunidades, y eso era lo que nosotros queríamos, una oportunidad para que hombres como yo, segundones en la familia, sin grandes nombres, títulos y tierras, pudiéramos hacer algo con nuestra vida. 

Así que, si esta chica nos servía, pues le daríamos lo que necesitara. Brock no sabía estar cerca de las mujeres, y luego de su matrimonio con Norma, no lo juzgo.

Brock podía luchar con mil hombres armados hasta los dientes, luchar con las manos desnudas contra un oso, y hasta ir a hablar con el mismísimo Emperador desquiciado. Pero estar cerca de una chica… ese era otro tema. 

Mi idea era mantener a Marchelina contenta y de nuestro lado, y cuando sea necesario usarla como un arma: conseguirle un buen esposo, era lo menos que podríamos hacer por el Duque, y si fuera alguno de nuestro bando, mejor. Mi idea es que fuera Brock… pero lo tenía dificil.

Las mujeres de sociedad como ella tiene que tener un esposo, y debe haber un Duque en la casa Bousquet, eso es seguro. Pero sabía que Brock preferiría abandonar a Areta y tener un puma de mascota que tenerla a ella cerca.

Por supuesto, la chica no ayudaba, era taciturna, callada, esquiva y profundamente desconfiada Además ella era del tipo difícil de descifrar, sus expresiones imposibles de leer y así que básicamente era un misterio.

Para colmo no podía dejar de pensar que mi primo se comportaba aún más particular con ella. Se ponía nervioso, lo cual era… sospechoso. Lo encontraba de repente viéndola, casi suspirando.

No me pasaba desapercibido esas miradas de Brock ¿Podría estar interesado en ella? Nunca lo he visto interesado en una mujer, no por lo menos después de lo que pasó con su ya fallecida esposa Norma. 

Brock estaba perdido sin brújula ante ella, aun más que yo. Lo notaba fácilmente, se quedaba en la entrada de la tienda, dudando si entrar o no. La veía a lo lejos de forma intrigada, se preocupaba por ella.

Pero… ella le tenía un miedo irracional, lo que hacía que los peores temores de mi líder se hicieran realidad. Otra mujer que evita su acercamiento, otra que piensa lo peor de él. Tarde o temprano lo iba a terminar odiando y él a ella. Por ello él insistía que ella no era la Duquesa, con tal de deshacerse de ella. 

—Sabes… la Duquesa tiene mejor semblante, ¿no crees? Deja de preocuparte— le digo mientras cabalgamos hacia Miraes, la ciudad de uno de nuestros aliados, aun a varios días de camino de aquí.

Marchelina estaba mejor, comía la comida que la criada cocinaba, esta incluso había preparado un baño, se cambió ropas y lucía… bastante complacida. Yo había tenido razón, necesitaba compañía que hablara su idioma, una compañía femenina en este campamento, en este salvaje mundo. 

—¿Uummm? Si si—me dice él sin quitarles la vista de encima. El vestido de Marchelina cuelga de un lado del caballo y su cabello brilla con los últimos rayos del sol.

—Por cierto… No tienes por qué mirarla todo el tiempo, no se va a desaparecer— le bromeo de repente levantando una ceja. Él me devuelve la mirada con horror. 

—Ya casi se nos escapa una vez, es una mujer muy escurridiza—

—Sabes que la criada está de nuestro lado, tiene estrictas instrucciones de avisarnos de sus planes, además tiene que ganársela para convencerla de que lo mejor es quedarse aquí, con nosotros. —

—No confío en nadie—contesta refunfuñando, si lo sabré yo. 

—No será que… te interesa la joven dama ¿No? No le quitas la mirada de encima y a mí me parece que no es por cuidarla sino porque…— le digo y mi primo para su caballo, de casualidad no se cayó ahí mismo.

Cuando voy a continuar mi broma, ni me da tiempo. Escuchamos un ruido que interrumpe nuestra tranquilidad y todos estamos alertas.

Sale un ataque de entre los árboles, flechas de todas partes como una lluvia y por el alcance, me dan a entender que nos atacaron realmente cerca. Algunas caen en nuestras provisiones, otras en las armaduras y cueros de nuestros hombres.

Una cayó básicamente cerca de las patas de mi caballo. Después de eso, nada más. 

Brock grita a todos que se agachen y busquen alejarse lo más posible. Algunos caballos salen corriendo despavoridos, mientras yo cargo mi arma con pólvora y empiezo a atacar de donde vienen las flechas, disparando a los árboles y arbustos, escucho unos cuantos gritos, desmonto rápidamente para acercarme a ver qué es. Podría ser una trampa.

Brock se dirige rápidamente donde las señoritas y aquieta sus caballos mientras las ayuda a bajar y les pide que se escondan. Una maniobra bastante rápida para unas mujeres que parece no importarle en lo absoluto.

Yo ya estoy en camino y seguido por varios hombres veo un pequeño grupo de ladronzuelos a pie. Unos están heridos y los demás son acabados al instante por nuestros hombres.

Areta los ataca también, yendo directamente a sus piernas y brazos salvajemente y en unos cuantos ataques están listos. Yo cuelgo mi lanza en mi espalda mientras el resto de los hombres revisan qué tenían los ladrones.

Cuando regreso evaluamos las posibles pérdidas que son poco más que nada, algunos caballos que hay que buscar, una que otra herida. 

Brock está aún protegiendo a las señoritas. Marchelina lo mira con susto, su mano temblando sujetando su abrigo, pero creo que más por la situación que por tener al grandote de Haggard cerca de ella, más bien lo mira con asombro.

La criada no parece tan temerosa, y más bien está delante de la Duquesa, con mirada decidida y preparada para el ataque. Creo que si le damos un cuchillo podría protegerla. O rebanarnos la garganta a nosotros, aún no estoy seguro. Pero de que tiene la actitud y quizás la preparación la tiene. Veo cómo sujeta el cuchillo con habilidad.

—¿Qué fue eso?— pregunta Marchelina aun temblando con una voz queda. 

—Eso… eso es lo que se encuentra en el camino Duquesa — contesta Brock de forma ácida, puntualizando, como siempre la palabra Duquesa, como si dudara de ella a cada segundo y se lo hace saber - Para que lo tenga en cuenta su señoría en sus próximos intentos de escapar. Tuvimos suerte, pudieron ser los rebeldes, cazadores que atacan en el camino— dice envainando de nuevo su espada y colgando a su lado su arma. 

—¿Los rebeldes? ¿Que… ¿Quiénes son? ¿Por qué nos atacarían?—pregunta ella, la cara de la chica es un poema, yo sonrío para mis adentros. 

—Si, su señoría, son cazarrecompensas, asesinos a sueldo, pero su especialidad es tomar a almas perdidas y convertirlas en esclavos. Ahh… y también cazan lo que se encuentren, convirtiendo señoritas en esclavas— dice Brock con malicia, su entrecejo completamente arrugado, y ella tiene un pequeño temblor. 

Mi primo la ojea con intensidad, viendo cada detalle. Veo que casi levanta su mano para tocarla, pero se arrepiente al último minuto.

¿Quería confirmar que ella esté bien? Al menos creo que todo esto sirvió para algo, ojalá esto la haga desistir de sus próximos intentos de escape, que vea que está mejor con nosotros. 

—Por la diosa como espero realmente deshacerme de estas mujeres— dice Brock aburrido en el camino a pocos minutos, como si ese ataque fuera algo de hace años.

Son bastante comunes, lo que no quiere decir que no sean peligrosos. La expresión de mi primo es la misma de siempre, gruñona, pero algo me dice, que ahora es diferente. 

—Vaya, vaya… y yo que pensaba que te estabas ablandando, primera vez que no te veo correr de los vándalos, sino a cuidar a unas señoritas— él me mira con la expresión más sarcástica que encuentre.

—La idea sigue siendo usarla a nuestro fin ¿No? No hay que quitarle un ojo de encima. No nos sirve una Duquesa muerta—

—Exactamente primo— le confirmo. Lo miro de reojo, él puede engañar a cualquiera, pero sin duda, no a mí. Él está interesado en ella, claro que primero muerto que aceptar algo así. Esto se acaba de volver más y más interesante,  si que van a ser unos días muy divertidos y fuera de lo común.

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