Capítulo 4: La criada

Brock

Por supuesto que Layne me decía que de ahora en adelante todo iba a salir bien ¡Una Duquesa ha caído en nuestro camino! ¡Una Duquesa! No una Baronesa, o una condesa, sino una increíble, creída y malcriada, eso sí, Duquesa. Nosotros, unos caballeros, pero que no teníamos ningún título ni algún patrimonio al que sacar provecho, pero que, con todo y eso, veníamos de grandes familias. 

Este era el momento que esperábamos, claramente, al menos según Layne. No siempre llegaba una Duquesa en nuestras manos, de un pequeño pero estratégico ducado, y además de todo, huérfana, íngrima y sola. Una joven chica completamente a merced de cualquiera, y francamente tiene suerte de que llegamos nosotros.

Evidentemente, ella no lo sabe, poco nos habla, si acaso nos mira y efectivamente no ha salido de mi tienda en los últimos días. Nos trata como si fuéramos sus secuestradores, poco entiende de que todo pudo haber sido horriblemente peor. 

Si “la Duquesa” en cuestión venía a ser un arma para traer más aliados, sin duda también trae bajo el brazo otras consecuencias. Primero, nos obligaba a estar sumamente atentos a todos nuestros movimientos, plantear una seguridad intensa dentro y fuera del campamento.

Segundo y más importante… tener una mujer en el campamento era un completo cambio de planes. Particularmente para mí que francamente no sé cómo andar cerca de ellas. Especialmente después de mi matrimonio no me quedaron ganas de volver a tener otra.

Me incomodan, no sé qué hacer y juzgo cada uno de mis movimientos, qué hago, qué cómo y hasta como huelo. No sé por qué me afectaba que me viera como si yo fuera un jabalí salvaje en medio del bosque.

Si es que me veía del todo. Yo estaba convencido de que a sus ojos yo era el creador de sus desgracias, su carcelero y su verdugo. ¿Por qué esto me molestaba? Francamente no sé. 

La damita se alejaba varios pasos de solo percibir mi llegada. Los primeros días no probó un bocado, se sentaba en la especie de cama improvisada, la mejor que teníamos, y contemplaba a la nada misma. Si yo le llevaba la comida, podía estar totalmente seguro de que ni remotamente la probaba.

Sus ojos se veían hinchados de llorar, su piel pálida, su cabello perdiendo brillo, estaba agotada. Poco quedaba de la chica que había golpeado a Gusano defendiéndose, parecía que su espíritu estaba quebrado. 

No es que yo la pudiera ver de cerca porque ella daba tantos pasos atrás cuando lo hacía, que la primera vez se cayó y terminó en el suelo, protegiéndose con sus manos como podía ¡Cómo si yo fuera a pegarle!

En mi vida le he pegado a una mujer y jamás lo haría. Ella me veía como una especie de ogro, estoy seguro de que sabía de mi fama, Brock, el salvaje de Haggard.

Yo ya tenía mi parte de sacrificio, dormía al pie de la entrada de la tienda para que nada le pasara, le dejé mis cosas, mis libros, mientras yo era un exiliado de mi propia tienda. Empezaba a sentirme mal, sin entender la razón.

Incluso Atena mi loba se le acercaba, se le recostaba en los pies, en clara señal de aceptación (cosa que por cierto no hace con nadie) y la señorita en cuestión se alejaba con miedo, poniendo la mayor distancia posible entre su hocico y sus pies. Podría jurar que escuchaba como gemía mi loba de tal rechazo. 

Por supuesto que esto no fue así. Una noche me levanté de sopetón en el suelo, sintiéndome extraño.

Había escuchado un ruido, era casi imperceptible, pero cuando pasas meses viviendo en el bosque, lejos del camino, ya reconoces cada sonido y este… este no era natural. Areta me busca y me mueve con su hocico, ella también se dio cuenta de algo.

Cuál es mi sorpresa cuando cautelosamente doy una vuelta por la tienda… la damita estaba fuera, arrodillada en el suelo, parándose y limpiándose la tierra, un ojeo rápido me permitió entender que había está cavando un hueco desde adentro para salir.

Cuando me vio su cara era como si fuera sorprendida por un fantasma y empezó a correr, qué tonta. 

En menos de lo que canta un gallo, di dos zancadas y ella ya estaba boca abajo en mi hombro. Ella pataleaba lo más que podía, halaba mis cabellos, mientras yo la cargaba como un saco de papas. Por supuesto, despertamos a todo el campamento. Ella me golpeaba con sus pequeñas manos en mi espalda.

—¡Mujer tonta! ¡Realmente no piensas!— le digo echándola en la cama, y presionándola contra el catre, sujetando sus muñecas… y la siento tan cerca…. que suspiro viéndola, mi cuerpo reaccionando a ella. Y de repente me doy cuenta de lo cerca que está… y lo suelto. 

Ella está asustada y se arrastra hasta colocarse lo más lejos posible de mí. Su expresión es de miedo, sus ojos castaños están brillosos mientras me mira con pánico, su cabello revoloteando en su cara. Su pecho, moviéndose en su escote, agitado, observo, y me molesta tanto que ella capte mi atención, sin duda no la quiere ni la merece. 

—No me toques, ¡Por favor!— dice ella angustiada. ¿Piensa que le voy a hacer algo? ¿De verdad?

—¿Qué sucedió?—pregunta Layne alarmado con cara de sueño entrando a la tienda.

—Su señoría aquí presente estaba por huir, ahí… cavó una salida a la tienda— le digo señalando en el costado de la tienda donde debe haber un hundimiento.

—¡No soy una Duquesa!— es lo único que atina a decir, de repente, con bastante energía. Layne me hace señas y me acerco a ver, ella había cavado con algunos utensilios improvisados, especialmente los cubiertos, así como otras cosas de la tienda. Es una mujer inteligente, se lo concedo. Nos ha engañado completamente, nos hace parecer unos completos tontos.

—¡Por favor! ¡Déjenme ir! ¡Se los suplico!— dice angustiada y de repente, temerosa, como si esperara que la castigáramos. 

—Realmente no puede ser tan tonta como para no comprenderlo ¿Qué iba a hacer? ¿Caminar por el bosque de noche? ¿Seguir el camino lleno de bandidos? ¿Acaso no piensa claramente?— le objeto gritando más de lo que debería. Ella palidece. 

—Cualquier cosa es mejor que estar con ustedes… —dice en un susurro apenas audible, abrazando sus rodillas contra su cuerpo, sus pequeños pies se juntan sobre la cama.

Pero yo lo escuché. Lo último que veo es que está acurrucada en la tienda como si fuera un animalito. Se ve indefensa, arrepentida, con una expresión lastimera… y me hace sentir mal de repente. Si a mi al gran Brock sin sentimientos, esa pequeña chica me hace dudar si lo que hice fue correcto, especialmente al hablarle así. 

—Layne realmente esta idea es muy estúpida. Yo sé que no lo hago bien pero… pero… ¡Es incontenible esta mujer! … ¡Una mujer sola aquí en el medio de la nada! Pero no, ¡nosotros somos los malos!— 

—Cálmate Brock, por favor… la necesitamos, recuerda que tenemos que llevarla sana y salva, y casarla, preferiblemente, con alguien de nuestro bando. Está sola y desesperada, no entiende qué hacemos aquí… quizás si le proveeremos una acompañante— dice él pensativo. Sus ojos verdes se ven brillantes y sé que se le ocurrió una idea.

—¿Una acompañante? ¿Qué sugieres?—

—Necesita una criada, todas las damas necesitan alguien que las atienda, no saben hacer nada, me sorprende más bien que ella no haya pedido una. Además, así no se sentirá sola entre tantos hombres, sin duda este entorno le hace mal. Es preciso que ella confíe en nosotros, que esté dispuesta a casarse ¿Lo entiendes?— me pregunta con condescendencia como si yo fuera esta chica tonta. 

—Confiaré en tu palabra porque no tengo ninguna idea sobre esto y estoy a punto de dejarla que se escape al bosque y se la coman los pumas— le digo y me retiro.

Toda la noche no pude dormir, temiendo… si temiendo que ella se escape. Como si fuera una niña… como si ella me importara ¡Maldición!

Obviamente, al día siguiente fuimos al primer pueblo que nos quedaba cerca y negociamos por una criada. En vez de estar yo de camino al camino de Miraes y encontrarme con el Conde que es nuestro siguiente aliado a buscar, aquí estoy en un pueblo perdido del camino, buscando criadas en vez de soldados. Soy el orgullo de mi casa, definitivamente. 

Lo poco que nos puede ofrecer que se ajusta a lo que necesitamos es una esclava, una chica en una esquina. Es pequeña, tal como la Duquesa, flaca, pero fuerte, con el cabello oscuro lacio peinado en un moño bajo, los ojos grandes, cara fina y de apariencia callada. Dashi es su nombre. 

La criada no parece muy feliz de irse de su pueblo, mucho menos después de ver que se iba con tres hombres grandes y con pinta de forajidos. Supongo que no debe haber tenido una muy buena vida. Tampoco es que nosotros tengamos muy buena pinta. Espléndido otra mujer que me tiene miedo, lo que me faltaba. 

Layne está en la puerta de la tienda como un carcelero ideal y cuando hago entrar a Dashi, debo decir que noto un pequeño dejo de alegría en la cara de la dichosa Duquesa.

Puede ser que Layne tenía razón… No sería la primera vez. Realmente él tiene un don de gente, entender a los demás. La Duquesa hace una pequeña reverencia de agradecimiento a Layne y obvio me molesta que ella crea que todo esto fue gracias a él. 

Bueno, en parte, pero yo también hice algo, pienso refunfuñando. Las dejamos solas y yo suspiro, esperando que la fortuna esté de nuestro lado.

Pagué un buen precio por ella y, que la diosa se apiade de mí, ahora hay dos mujeres en el campamento, mi suerte está echada. 

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