Brock
Por supuesto que Layne me decía que de ahora en adelante todo iba a salir bien ¡Una Duquesa ha caído en nuestro camino! ¡Una Duquesa! No una Baronesa, o una condesa, sino una increíble, creída y malcriada, eso sí, Duquesa. Nosotros, unos caballeros, pero que no teníamos ningún título ni algún patrimonio al que sacar provecho, pero que, con todo y eso, veníamos de grandes familias.
Este era el momento que esperábamos, claramente, al menos según Layne. No siempre llegaba una Duquesa en nuestras manos, de un pequeño pero estratégico ducado, y además de todo, huérfana, íngrima y sola. Una joven chica completamente a merced de cualquiera, y francamente tiene suerte de que llegamos nosotros.
Evidentemente, ella no lo sabe, poco nos habla, si acaso nos mira y efectivamente no ha salido de mi tienda en los últimos días. Nos trata como si fuéramos sus secuestradores, poco entiende de que todo pudo haber sido horriblemente peor.
Si “la Duquesa” en cuestión venía a ser un arma para traer más aliados, sin duda también trae bajo el brazo otras consecuencias. Primero, nos obligaba a estar sumamente atentos a todos nuestros movimientos, plantear una seguridad intensa dentro y fuera del campamento.
Segundo y más importante… tener una mujer en el campamento era un completo cambio de planes. Particularmente para mí que francamente no sé cómo andar cerca de ellas. Especialmente después de mi matrimonio no me quedaron ganas de volver a tener otra.
Me incomodan, no sé qué hacer y juzgo cada uno de mis movimientos, qué hago, qué cómo y hasta como huelo. No sé por qué me afectaba que me viera como si yo fuera un jabalí salvaje en medio del bosque.
Si es que me veía del todo. Yo estaba convencido de que a sus ojos yo era el creador de sus desgracias, su carcelero y su verdugo. ¿Por qué esto me molestaba? Francamente no sé.
La damita se alejaba varios pasos de solo percibir mi llegada. Los primeros días no probó un bocado, se sentaba en la especie de cama improvisada, la mejor que teníamos, y contemplaba a la nada misma. Si yo le llevaba la comida, podía estar totalmente seguro de que ni remotamente la probaba.
Sus ojos se veían hinchados de llorar, su piel pálida, su cabello perdiendo brillo, estaba agotada. Poco quedaba de la chica que había golpeado a Gusano defendiéndose, parecía que su espíritu estaba quebrado.
No es que yo la pudiera ver de cerca porque ella daba tantos pasos atrás cuando lo hacía, que la primera vez se cayó y terminó en el suelo, protegiéndose con sus manos como podía ¡Cómo si yo fuera a pegarle!
En mi vida le he pegado a una mujer y jamás lo haría. Ella me veía como una especie de ogro, estoy seguro de que sabía de mi fama, Brock, el salvaje de Haggard.
Yo ya tenía mi parte de sacrificio, dormía al pie de la entrada de la tienda para que nada le pasara, le dejé mis cosas, mis libros, mientras yo era un exiliado de mi propia tienda. Empezaba a sentirme mal, sin entender la razón.
Incluso Atena mi loba se le acercaba, se le recostaba en los pies, en clara señal de aceptación (cosa que por cierto no hace con nadie) y la señorita en cuestión se alejaba con miedo, poniendo la mayor distancia posible entre su hocico y sus pies. Podría jurar que escuchaba como gemía mi loba de tal rechazo.
Por supuesto que esto no fue así. Una noche me levanté de sopetón en el suelo, sintiéndome extraño.
Había escuchado un ruido, era casi imperceptible, pero cuando pasas meses viviendo en el bosque, lejos del camino, ya reconoces cada sonido y este… este no era natural. Areta me busca y me mueve con su hocico, ella también se dio cuenta de algo.
Cuál es mi sorpresa cuando cautelosamente doy una vuelta por la tienda… la damita estaba fuera, arrodillada en el suelo, parándose y limpiándose la tierra, un ojeo rápido me permitió entender que había está cavando un hueco desde adentro para salir.
Cuando me vio su cara era como si fuera sorprendida por un fantasma y empezó a correr, qué tonta.
En menos de lo que canta un gallo, di dos zancadas y ella ya estaba boca abajo en mi hombro. Ella pataleaba lo más que podía, halaba mis cabellos, mientras yo la cargaba como un saco de papas. Por supuesto, despertamos a todo el campamento. Ella me golpeaba con sus pequeñas manos en mi espalda.
—¡Mujer tonta! ¡Realmente no piensas!— le digo echándola en la cama, y presionándola contra el catre, sujetando sus muñecas… y la siento tan cerca…. que suspiro viéndola, mi cuerpo reaccionando a ella. Y de repente me doy cuenta de lo cerca que está… y lo suelto.
Ella está asustada y se arrastra hasta colocarse lo más lejos posible de mí. Su expresión es de miedo, sus ojos castaños están brillosos mientras me mira con pánico, su cabello revoloteando en su cara. Su pecho, moviéndose en su escote, agitado, observo, y me molesta tanto que ella capte mi atención, sin duda no la quiere ni la merece.
—No me toques, ¡Por favor!— dice ella angustiada. ¿Piensa que le voy a hacer algo? ¿De verdad?
—¿Qué sucedió?—pregunta Layne alarmado con cara de sueño entrando a la tienda.
—Su señoría aquí presente estaba por huir, ahí… cavó una salida a la tienda— le digo señalando en el costado de la tienda donde debe haber un hundimiento.
—¡No soy una Duquesa!— es lo único que atina a decir, de repente, con bastante energía. Layne me hace señas y me acerco a ver, ella había cavado con algunos utensilios improvisados, especialmente los cubiertos, así como otras cosas de la tienda. Es una mujer inteligente, se lo concedo. Nos ha engañado completamente, nos hace parecer unos completos tontos.
—¡Por favor! ¡Déjenme ir! ¡Se los suplico!— dice angustiada y de repente, temerosa, como si esperara que la castigáramos.
—Realmente no puede ser tan tonta como para no comprenderlo ¿Qué iba a hacer? ¿Caminar por el bosque de noche? ¿Seguir el camino lleno de bandidos? ¿Acaso no piensa claramente?— le objeto gritando más de lo que debería. Ella palidece.
—Cualquier cosa es mejor que estar con ustedes… —dice en un susurro apenas audible, abrazando sus rodillas contra su cuerpo, sus pequeños pies se juntan sobre la cama.
Pero yo lo escuché. Lo último que veo es que está acurrucada en la tienda como si fuera un animalito. Se ve indefensa, arrepentida, con una expresión lastimera… y me hace sentir mal de repente. Si a mi al gran Brock sin sentimientos, esa pequeña chica me hace dudar si lo que hice fue correcto, especialmente al hablarle así.
—Layne realmente esta idea es muy estúpida. Yo sé que no lo hago bien pero… pero… ¡Es incontenible esta mujer! … ¡Una mujer sola aquí en el medio de la nada! Pero no, ¡nosotros somos los malos!—
—Cálmate Brock, por favor… la necesitamos, recuerda que tenemos que llevarla sana y salva, y casarla, preferiblemente, con alguien de nuestro bando. Está sola y desesperada, no entiende qué hacemos aquí… quizás si le proveeremos una acompañante— dice él pensativo. Sus ojos verdes se ven brillantes y sé que se le ocurrió una idea.
—¿Una acompañante? ¿Qué sugieres?—
—Necesita una criada, todas las damas necesitan alguien que las atienda, no saben hacer nada, me sorprende más bien que ella no haya pedido una. Además, así no se sentirá sola entre tantos hombres, sin duda este entorno le hace mal. Es preciso que ella confíe en nosotros, que esté dispuesta a casarse ¿Lo entiendes?— me pregunta con condescendencia como si yo fuera esta chica tonta.
—Confiaré en tu palabra porque no tengo ninguna idea sobre esto y estoy a punto de dejarla que se escape al bosque y se la coman los pumas— le digo y me retiro.
Toda la noche no pude dormir, temiendo… si temiendo que ella se escape. Como si fuera una niña… como si ella me importara ¡Maldición!
Obviamente, al día siguiente fuimos al primer pueblo que nos quedaba cerca y negociamos por una criada. En vez de estar yo de camino al camino de Miraes y encontrarme con el Conde que es nuestro siguiente aliado a buscar, aquí estoy en un pueblo perdido del camino, buscando criadas en vez de soldados. Soy el orgullo de mi casa, definitivamente.
Lo poco que nos puede ofrecer que se ajusta a lo que necesitamos es una esclava, una chica en una esquina. Es pequeña, tal como la Duquesa, flaca, pero fuerte, con el cabello oscuro lacio peinado en un moño bajo, los ojos grandes, cara fina y de apariencia callada. Dashi es su nombre.
La criada no parece muy feliz de irse de su pueblo, mucho menos después de ver que se iba con tres hombres grandes y con pinta de forajidos. Supongo que no debe haber tenido una muy buena vida. Tampoco es que nosotros tengamos muy buena pinta. Espléndido otra mujer que me tiene miedo, lo que me faltaba.
Layne está en la puerta de la tienda como un carcelero ideal y cuando hago entrar a Dashi, debo decir que noto un pequeño dejo de alegría en la cara de la dichosa Duquesa.
Puede ser que Layne tenía razón… No sería la primera vez. Realmente él tiene un don de gente, entender a los demás. La Duquesa hace una pequeña reverencia de agradecimiento a Layne y obvio me molesta que ella crea que todo esto fue gracias a él.
Bueno, en parte, pero yo también hice algo, pienso refunfuñando. Las dejamos solas y yo suspiro, esperando que la fortuna esté de nuestro lado.
Pagué un buen precio por ella y, que la diosa se apiade de mí, ahora hay dos mujeres en el campamento, mi suerte está echada.
LayneNo he conocido en mi vida hombre más terco, testarudo, desconfiado, con odio por los principios sociales y completamente obtuso en todo mi vida como es mi primo Brock. Desde que éramos pequeños estuve cerca de él, su padre me permitía entrar a sus clases particulares y entrenábamos juntos. Yo era de una casa más pequeña, de una familia de parte de su madre, que había jurado luchar con los Haggard hace ya cientos de años,. Su hermano mayor, Heral, era todo lo opuesto a él: sonrisa fácil, carismático, abierto a todo, profundamente egoísta y egocéntrico.Por ello y porque desde pequeño puse de manifiesto que iría con Brock a donde él quisiese, no fui con el hermano mayor como debería, sino con el relegado hermano menor. Siempre fué una persona difícil, amando con ferocidad pero odiando de igual manera. Antes era un niño despreocupado, curioso y realmente travieso. Luego pasó a gustarle las armas y pensar siempre en ir a la guerra, en defender, atacar, no le tenía miedo a la muert
Azaleia Cómo sobreviví al ataque, a los hombres que mataron a Marchelina y al Duque, cómo me mantuvieron con vida estos soldados, es para mí un misterio. Sin embargo, no me quedaban dudas de que Brock me salvó hoy, a mí y a Dashi. Vi como se puso delante de nosotras, como hizo que su cuerpo fuera como una pared de piedras cuidando nuestro frente. No lo dudó ni un segundo. Literalmente Brock era como una pared. Sus mechones rubio oscuro brillaban bajo la luz del día, su capa revoloteaba con el viento que pasaba entre los árboles, su presencia era imponente. Me daba miedo, muchísimo, aún todavía, pero a la vez… me reconfortaba que él estuviera ahí, frente a nosotras. Su semblante era serio pero realmente preocupado. Veía su rostro, casi que por primera vez, realmente lo veía, lo detallaba: sus ojos claros, sus cejas espesas y rubias oscuras, su nariz recta, su barbilla fuerte y marcada con una barba rubia espesa, y dentro unos labios carnosos. Jamás lo había visto sonreír, y siemp
BrockRealmente mi vida va de locura en locura desde que estas mujeres llegaron. No solo tengo que acomodarme a sus pedidos de bañarse, lavar la ropa, buscar unas extrañas hierbas para la criada haga, no sé que, saltar a defenderlas en vez de atacar a los ladrones que nos emboscaron, sino que además, una cree que soy el marido de la otra. ¿Yo? ¿Con esa mujer difícil e insoportable? No podía dejar de pensar en que alguien podría entrar al cuarto de ellas, eran par de mujeres durmiendo solas en una posada llena de soldados. Así que me dispuse a dormir, me recosté en la puerta, cuchillo en mano, preparado para cualquier cosa. Pero, lo que menos pensé es que iba a ser levantada tan estrepitosamente por ella, quien abrió la puerta casi antes del amanecer Me la encuentro, ni más ni menos, a ella con cara de furia, reclamando no sé qué. Cuando yo no me podía ni concentrar… su camisón le llegaba un poco abajo de las rodillas y podía ver más de su piel de lo que nunca había visto, sus pequ
AzaleiaDashi fue mía por unos segundos cuando pedí que redactaran otro documento donde le daba su libertad. Ella, con lágrimas en los ojos, me dijo que seguiría conmigo, sería mi criada el tiempo que yo quisiese y sería fiel servidora de la casa Bousquet toda su vida. Creo que fue uno de los mejores días de mi vida, ganaba una amiga, una familia, una aliada, todo al mismo tiempo.La joya era realmente mía y debía reconocer que me costaba separarme un poco de ella. El Duque me la dio cuando cumplí la mayoría de edad, unos días antes que Marchelina. Lo amaba y lo llevaba siempre conmigo. Ahora estaba lejos de mí, en manos de Brock, quien seguro no lo apreciará como yo, estoy segura que lo desecharía, revendería o tiraría en cuanto pudiese. Imagino el corazón verde en manos de cualquier mercader y me da tristeza. Pero no me arrepentía, sabía que jamás iba a poder vivir sabiendo que estaba conmigo Dashi como esclava. Intentaba evitar a Brock, luego de nuestro altercado en la habitación
Layne—Entonces… ¿no están seguros de que la belleza de cabello oscuro que está en el campamento… sea la Duquesa? ¿Qué necesitamos para poder confirmarlo?... Pero aun así ¿Ustedes creen que puede sernos útil para nuestros planes contra el Emperador?— pregunta Roldán mientras le da un mordisco a una manzana. Para ser un chico tan joven, de un padre tan tonto, realmente salió un buen muchacho. Es inteligente y fundamentalmente práctico. Un poco menos terco que su tío y eso ya es algo. —Gracias, es exactamente lo que a tu tío le cuesta entender— puntualizo sentado ya cansado de esta reunión. Hablar con Brock de algo que no quiere es como hablar con una pared, y una sorda. —La chica es la única sobreviviente del castillo, todo fue arrasado, cientos murieron, tiene la misma edad y por lo que tengo entendido la misma apariencia que Marchelina Bousquet, y, no es un dato menor, y aún más importante, tiene el anillo del Duque que sabemos que no suele estar a la vista de todos. Para los efe
Brock—Duquesa, tenemos que salir lo antes posible. Ya es tarde, no hemos salido aún, las estamos esperando y están demorando todo el día— grito a través de la tienda y me empiezo a desesperar. Me empiezo a preocupar y pienso lo peor. Areta va de aquí para allá, el hocico pegado al suelo y a los bordes de la tienda. —¡Voy a entrar quieran o no! — clamo con el objetivo de darles un tiempo para prepararse, no vaya a ser que la encuentre de nuevo solo en camisón. Solo de recordarlo me hace que apriete fuerte la tela de la tienda, enredada en la palma de mi mano. Su cabello suelto, su hombro dorado sobresaliendo, sus pies descalzos… es un tormento del que no quiero pensar.Pero cuando entro solo veo a la criada durmiendo como si fuera un bebé. Nada de la Duquesa. Llamó a Layne y Roldán que en segundos están dentro, intentando levantar a la criada mientras yo pongo la tienda patas para arriba. Levanto aquí y allá, busco pisadas, pero nada. Están algunas cosas de ella, no es que tuviera m
AzaleiaSi antes tenía pesadillas, esta era peor, la realidad la sobrepasaba. Hice lo que pensé al instante, preparé el té y le di un poco a ella. “Perdóname” susurré cuando la vi por última vez. No era mi criada, era mi amiga, sentía que era mi única familia. Al menos era libre, pensaba, le di algo importante.Salí y afortunadamente Areta no estaba, el animal solía buscarme en la tienda y dormir a mis pies, aun cuando yo no le mostraba ningún afecto. Tenía miedo, terror quizás. Yo… nunca fui tratada como un objeto, como una pieza de un juego que mueven a placer. Y ojalá fuera eso, jugaban con mi vida ¡Sin mi consentimiento! ¡Casarme! Por el nombre de la Diosa que locura era esa. Entiendo que Marchelina tenía el deber de casarse, y seguramente ella lo haría, con toda la disposición del mundo. Pero el Duque jamás le hubiese impuesto esto, no la obligaría, él mismo se dedicaría a ver quien era el mejor candidato. Se aseguraría que su hija cayera en buenas manos. Pero yo no era Marche
Azaleia¡Qué suerte la mía! Vengo teniendo un éxito tras otro. Yo que pensaba que iba a salir ganando, rezando para que no me encontraran, pensando que lo peor que me podía pasar era estar encerrada en la tienda, ser tratada como un kilo de papas o cualquier cosa. Para luego enterarme de que me iba a ser víctima de un matrimonio arreglado, sin nadie que vele por mi bienestar… y terminó así. Frente a mí tenía nada más y menos a un grupo de tres hombres con una apariencia tan salvaje que hacía parecer a Brock y sus hombres emperadores y su guardia imperial. Yo me levanto lo mejor que puedo, es de noche, pero ellos llevan antorcha y observo sus caras, que están en tan malas condiciones como sus atuendos. Sus ropas estaban desgastadas, tenían una combinación de piezas de armaduras, petos, protecciones en brazos y pantorrillas como si hubieran saqueado en una batalla y tomaron un botín de los fallecidos. Uno tiene un parche en el ojo, el otro es calvo y él que me habla se ve mayor y pa