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Caía la noche y aún seguía encerrado en el despacho, José entró para preguntarle si quería cenar puesto que no había indicado nada al respecto. Comer era lo último que le apetecía en ese momento, la conversación con su hermana había aumentado su malestar, sólo tenía ganas de retorcer el cuello a esas dos jóvenes estúpidas que no paraban de darle problemas, lo que daría por chasquear los dedos y que desaparecieran de su vida. Suspiró antes de responder al fiel empleado que no tenía culpa de nada y esperaba pacientemente su respuesta, le rogó que le trajera algo para picar al despacho, antes de dejarlo ir para cumplir su encargo se interesó por su hijo y por su mujer. De su hijo supo que estaba ya en su cuarto preparado para costarse, que se había pasado la tarde con Remedios y Dora en la cocina, de su mujer que no había salido de la habitación ni tampoco había pedido nada. Ordenó que le subieran la cena a la habitación y se asegurasen que comía, tampoco se trataba de matarla de ham
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