-¿Margaret?, ¿A qué venía ahora hablar de su vecina? No sabía porque su amigo había tocado ahora ese tema, justo cuando iba a casarse y se lo dijo. El nunca le prometió nada a la mujer, sabía que ella estaba muy entusiasmada con él y deseaba más, pero el no podía dárselo, y mucho menos estaba dispuesto. Lo que deseaba ella era casarse y apoderarse de su fortuna para solucionar la ruina de su familia. Ya había caído una vez en una trama parecida, y aunque él hombre dicen que siempre tropieza dos veces con la misma piedra él no estaba dispuesto a pasar otra vez por el mismo trance.-Vale, vale, sólo intentaba hacer un último intento para evitar que hicieras una locura. Suerte compadre.- Reconoció Mike mientras se alejaba dándole unos golpes en la espalda.Dan se alejó de su amigo para tomar a Débora del brazo y guiarla hacia el juez. La muchacha no había abierto la boca desde que habían salido del hotel. Notó que titubeaba y que se estremecía al sentir su contacto-¿Estás muy callada?
No había mucho que celebrar, pero bien debían pasar la noche de alguna forma, y habida cuenta que no habría noche de bodas mejor llegar lo más tarde posible a la habitación. Tras abonar un buen dinero en propinas había conseguido reservar entradas para el espectáculo de Cirque Du Soleil antes de cenar.A pesar de la timidez inicial Débora lucía el vestido nuevo con verdadera elegancia, el tejido vaporoso se ajustaba perfectamente a su delgado cuerpo, el tono claro combinaba de maravilla con su piel y cabello morenos. Se fijó que la gente la admiraba, algunos hombres giraban la cabeza para observarla más detenidamente al pasar por su lado, él también estaba embobado. La chica se hacía mirar ahora que estaba arreglada, no desentonaba nada con las demás mujeres que paseaban por el hall del hotel en dirección a la sala de espectáculos. Se había dejado el cabello suelto. Como le gustaba esa melena, suerte tuvo de poder reprimir un repentino deseo de acercarse para acariciársela. Se dio
Débora escuchaba atentamente, sin intervenir en la conversación, tampoco habría tenido mucha opción de hacerlo puesto que los dos hombres estaban tan enfrascados en sus cosas que casi no se daban cuenta de la presencia de la muchacha. O eso es lo que Daniel quería que ella creyera, puesto que no había dejado de observarla durante toda la cena, y lo que veía le gustaba mucho. Así arreglada se dio cuenta de que era preciosa, poseía una belleza serena y tranquila, con una inmensa sonrisa. No era una chica exuberante, como lo había sido Rebeca, sino todo lo contrario, pero se hacía mirar. El cabello negro, muy oscuro le caía en rizos rebeldes por toda la espalda, lo tenía muy largo. Los ojos eran verdes y enormes, y pasaban de la sorpresa a la admiración con rapidez. El resto de la cara acompañaba perfectamente a esos ojos tan expresivos. Y por lo que se refiere al cuerpo, estaba bastante flaquita, no pudo evitar preguntarse si era producto de la juventud, es decir, que aún le falta
Ella se rehusó apartándose asustada de su abrazo, pero Daniel no le dio opción. Como siempre. La sujetó con suavidad de la mano y la condujo hacía la música. No es que la pista estuviera muy llena, no era el baile lo que atraía a los visitantes a Las Vegas, pero la pequeña orquesta del hotel no lo hacía del todo mal. La muchacha quedó parada en medio de la pista sin atreverse a hacer ningún movimiento. Daniel sonrió mientras la abrazaba, aprovechó para indicarle cariñosamente que pusiera sus manos en su hombro y empezó a moverse al compás de la música. Se acopló al cuerpo del hombre para seguir sus pasos y sin darse cuenta se encontró bailando, siguiendo el ritmo que le marcaba él. Estaban muy juntos. Al abrazarla olió su cabello, mientras con la mano libre lo iba acariciando y le hizo recostar la cabeza en su pecho. Aspiró fuertemente y alabó la suavidad de su cabello y su magnifico olor.-No tiene ningún mérito, es el champú del hotel, señor – Contestó divertida.-¿No usas per
La familia Montrail era la propietaria del rancho colindante con las tierras de Daniel. Aunque su propiedad era mucho más modesta, sus pozos de petróleo no resultaron tan productivos como los suyos y además estaban prácticamente agotados, el poco gas que quedaba resultaba de difícil extracción por lo que económicamente no pasaban por su mejor momento. Eran de nacionalidad francesa, habían regentado un negocio inmobiliario y detentado un buen nivel de vida. La crisis económica se llevó todas sus propiedades dejándolos prácticamente en la ruina. Acosados por los acreedores abandonaron el país y se trasladaron a Texas.La finca en la que vivían perteneció al hermano de la mujer, casado con una heredera norteamericana. Un señor ya mayor y viudo. El tío no había tenido hijos y al morir este, casualmente al poco de llegar ellos a la zona, y en circunstancias un poco extrañas, por ser los únicos parientes se quedaron con la propiedad. No contaban con frágil situación económica del rancho.
-Tráeme una botella de coñac Rafaela – vociferó Jacques desde su despacho, arrugando con rabia unas cartas que había recibido y tirándolas con furia a la papelera. - Malditos acreedores. Ya nos han encontrado. No tardaran en aparecerse por aquí y no tendremos escapatoria.Su esposa al oír sus gritos se acercó a la puerta del despacho para detener a la criada que entraba con la botella. – Llévate eso de aquí, y empieza a servir la cena. – Le ordenó tajantemente-¿Qué ocurre Jacques? Malas noticias ¿cómo siempre? – Ironizó a su marido-Puedes reírte todo lo que quieras, pero estamos en las últimas. Como va el asunto del vecino – Preguntó.-Muy lento, demasiado – se lamentó la mujer.-Pues lo que no tenemos es tiempo. Acabo de tirar un montón de notificaciones de acreedores. Nos han encontrado y no tardaran en presentarse aquí. – Confesó el viejo. Oye – recordó – si no resulta el tema de Daniel, el tipo ese… ¿No tenía una hermana más pequeña?, creo recordar…Sí, la hermana existía,
-¡Marcia, Marcia, ya estoy en casa! - Gritó Mike al tiempo que se apeaba del coche a las puertas de una sencilla casa de dos plantas con un porche que la rodeaba y en el que se oían las risas de unos niños. Se oyó enseguida una voz que salía de la casa llamando a sus hijos que correteaban por el jardín. Los esposos se encontraron al pie de la escalera y se besaron efusivamente, dos niños revoloteaban a su lado, gritando papa, papa, regalos, regalos… Soltó a su mujer, cargó a sus dos hijos y entró en casa.-Te he echado mucho de menos cariño, ¿creí que sólo ibais a pasar una noche fuera?-Bueno, se complicaron un poco las cosas-¿Nada grave supongo?-No mujer, luego te cuento, ahora por favor sírveme una limonada de esa deliciosa que tu preparas cariño, llego sediento, este calor aún no cede, y eso que estamos ya en otoño… – Le pidió amablemente con una sonrisa.Marcia entró en la cocina y salió con un vaso lleno de limonada, mientras se lo daba aprovechó para preguntarle algo más sobr
El la miró unos momentos y sonrió por su candidez, ¿Trabajar? No tenía por qué trabajar, a no ser que deseara lo contrario. Evidentemente su madre siempre había ocupado un puesto de responsabilidad en las empresas, pero eso no podía hacerlo Débora, por falta de preparación y aunque la tuviera por descontado que no le dejaría meter las narices en sus negocios al menos hasta que no estuviera seguro de que no era una embaucadora, esa seguridad temía que no llegara nunca.Por otro lado, no se vería con buenos ojos que se metiera a hacer faenas en el campo, así que pocas opciones quedaban. De joven deseó siempre encontrar una mujer parecida a su madre, que se complementara a él tanto en los negocios como en la vida privada. En la corporación había tanto que hacer que le hubiera gustado poder compartir todo con la compañera de su vida, deseó haber sucumbido a los cantos de sirena que le lanzaban algunas compañeras de universidad, pero en esa etapa de su vida se sentía joven, no quería con