Los detalles de Lolita y Alex, los leerán en Señora Bonita.
Justo cuando los invitados veían un promocional sobre el palenque mostrando las amenidades del lugar, las puertas del gran salón se abrieron. A continuación, el Licenciado Héctor Escandón, candidato a la presidencia del país hizo su llegada, en compañía de esposa Emilia y su hijo Renato actual encargado de la secretaría de turismo, acompañado de una comitiva, además de su seguridad personal.—Lamentamos la interrupción —habló el hombre que dirigía la campaña de don Héctor—, llegamos de manera inesperada, porque este evento es muy sonado y quisimos conocer sobre él—refirió—. Sigan disfrutando del momento —expresó guiándolos como si fuesen los anfitriones a una mesa desocupada.La proyección se detuvo en ese instante, Óscar presionó los puños con fuerza y su respiración se agitó.—¿Quién demonios los invitó? —cuestionó a Gabo y a Sam, entonces desde donde se encontraba observó a su padre Álvaro, mirarlo a los ojos con serenidad.—Yo no fui —respondió arrugando el ceño, enseguida se diri
Horas más tarde cuando Samantha y Óscar dormían en su suite, fuertes jadeos, gemidos, palabras de amor, suplicas, se escucharon en el otro lado de la pared. Sam arrugó el ceño, parpadeó un par de veces, y se quedó en silencio, intentando darse cuenta de dónde provenía aquel escándalo, y cuando se despabiló notó que provenían de la suite presidencial, y se llevó la mano a la frente. «Alex y Lolita» pensó, sonrió, y negó con la cabeza, se cubrió con una almohada, para no escuchar. Óscar giró sobre la cama y acercó su mano hacia la pequeña cintura de Sam, buscando que se aproximara más él, hasta que sintió la almohada cerca de su rostro, entonces abrió los ojos con pesadez y se dio cuenta de que ella la tenía sobre su cara. —¿Qué ocurre? —cuestionó adormilado. —¿No puedes dormir? —indagó. Sam rodó los ojos y arrugó el ceño. —¿Acaso no escuchas todo el escándalo? —cuestionó—, estoy a punto de golpear el muro para que se callen. —Arrugó el ceño. —¿No lo podrán hacer en silencio?
Días después.Óscar conducía por las calles de la ciudad en compañía de Norita y con Sam, cada que el semáforo cambiaba a rojo giraba para ver a su pequeña y le sonreía de manera misteriosa. Esperaba con ansias llegar a su destino, tomó de la mano a su esposa y la besó con cariño.—Les agradezco que me acompañen a esta cita, prometo que no tardaremos, y luego las invito a desayunar. —Guiñó un ojo a su pequeña y le sonrió.Sam observó por el rabillo del ojo que padre e hija se miraban con complicidad. —Estoy segura de que algo traman ustedes dos —advirtió—, me gustaría saber de qué se trata. Norita soltó una risilla y se cubrió la boca, observando en complicidad a su papá. —Seríamos incapaces de ocultarte algo —Óscar refirió, mirando a su esposa—. Ya estamos por llegar. —Ingresó por la entrada de visitantes a aquel residencial y luego se estacionó frente a la cochera de una casa. Descendió con rapidez y ayudó a sus mujeres a bajar. —¿Qué te parece la zona? —preguntó a Sam mientras s
Al llegar a su cama se acercó a su esposa y le dio un beso en la mejilla.—Bella durmiente, mi abuela vino a visitarnos —expresó.Sam no puso atención, estaba aún adormecida, giró y cubrió su rostro.—Déjame dormir otro ratito —solicitó—, dile a esa señora que vuelva más tarde —refirió y cerró sus ojos de nuevo.—No creo que mi abuela pueda regresar más tarde —rio divertido.Aquellas palabras retumbaron en la cabeza de Sam.—¡Tu abuela! —exclamó. —¿Está aquí? —cuestionó con extrañeza.—Sí, voy a bañarme rápido, para salir.—¿Qué quiere esa señora? —indagó Sam y se sentó de golpe; sin embargo, presionó con fuerza sus párpados, y se llevó las manos a la cabeza, al sentirse mareada. —No tengo la menor idea —respondió y frunció el ceño al ver que estaba pálida. —¿Todo bien? —cuestionó.Sam abrió con lentitud sus ojos. —Si, solo que del susto me senté de improviso —expresó—, te alcanzo en la ducha, veamos que quiere esa señora. —Frunció los labios. Óscar carcajeó y se metió a la cabina
Días después.Eran las seis de la mañana cuando Doña Esperanza se encontraba en la terraza del apartamento retirando las hojas secas de sus plantas, luego de finalizar una hora después las comenzó a regar. Luego de acabar con la jardinería, se encaminó hacia la cocina para tomar una veladora y encenderla en el retrato de su hija Nora.—Visité a tu nieta —comentó—, se llama como tú. —Sonrió sin poder evitarlo—, estoy segura de que debes estar muy orgullosa de todo lo que tu hijo ha logrado —refirió y limpió un par de lágrimas—, ojalá la señora Alondra nunca se hubiera cruzado en tu camino. — Cerró sus ojos y comenzó a rezar como todas las mañanas—. Te pido por favor que no le quites los ojos de encima a tu hermana, que ya bastantes errores ha cometido en el pasado, está tan molesta conmigo que se ha alejado por completo de mi vida, yo que solo he deseado llevarla por el buen camino, primero con esos escándalos en las revistas —resopló—. No sé cómo pudo caer tan bajo —reseñó—, y luego m
Luego de salir del ascensor, Norita corrió a la puerta donde vivía Angelito y tocó con emoción el timbre. Segundos después Gaby abrió la puerta y le sonrió al verla. —Estás muy guapa —expresó con alegría. —¿Quién te ayudó a lucir de esta manera? —observó al instante a Sam y ladeó sus labios. —Hola tía Gaby —expresó sonriente—, mi mamá me ayudó a ponerme bonita para impresionar a Angelito —comentó modelando su atuendo, tal como solía hacerlo su mamá frente al espejo de la habitación. —Wow, estoy segura de que Angelito quedará impactado con lo hermosa que estás —expresó—. Está en su habitación, recostado, pasa a saludarlo que te espera con impaciencia —solicitó. Gaby recordó el cambio que tenía el pequeña y corrió para evitar que se impresionara. Norita no esperó más, y entró corriendo, abrió la puerta, y se detuvo de golpe, y miró al niño que estaba acostado en la cama, frunció el ceño, y luego giró su rostro y observó a Gaby. —Él no es Angelito —expresó. —¿En dónde está? ¿Te
Una cálida luz apareció en el hogar. —¿Acaso escuché que alguien dijo preciosa abuela, amor de mis amores, te necesitamos? —refirió con una cálida sonrisa. —¿Qué necesitas, mi preciosa muñeca? —indagó. Norita arrugó el ceño y cruzó sus brazos con molestia. —No te diré nada de eso, porque mentiste —reclamó—, dijiste que Angelito volvería, que lo esperara, y no va a regresar, te lo quieres llevar contigo —expuso sollozando—, la tía Gaby se va a poner muy triste, no te vayas con él al cielo, déjalo con nosotros —suplicó. Doña Ofe ladeó su rostro y la miró con ternura. —Vengo de estar con él —mencionó—. Necesitamos que un joven rey venga en su ayuda y te prometo que si en dos días no se aparece yo misma lo llevaré arrastrando de… —presionó con fuerza sus manos—. No desesperes que no depende de mí su recuperación, las personas tienen que enfrentar sus fantasmas y tomar decisiones, pero no lo abandonaré, no olvides que soy el ángel de su mamá y me gusta andar en todo. —Guiñó un ojo.
Sam parpadeó varias veces, pasó la saliva con dificultad, su corazón se disparó dentro de su pecho al escuchar hablar a su esposo, entonces colocó su mano en el hombro de su marido. —No vale la pena discutir con la señora —susurró bajo, inclinando su mirada con vergüenza ante él, tomó una gran bocanada de aire para dirigirse a su abuela—. Ya escuchaste a mi marido, no tienes nada que hacer aquí abuela, es mejor que te vayas y nos dejes tranquilos. —La joven caminó en dirección a la puerta. —¿Lo vas a defender? —vociferó arrugando la frente, ladeando su cabeza de un lado a otro—, a este. —Lo señaló con el dedo—. Solo le interesa la posición social —bufó con sarcasmo—... eres igual de tonta que tu madre, que teniendo mejores oportunidades fue a dejarse embarazar de…—Pausó unos minutos—, deberías averiguar si por tus venas corre la sangre del muerto de hambre de Mondragón, porque estoy segura de que no sos hija de él —soltó llena de ira. —¡Basta! —Óscar exclamó—. Yo no tengo la necesid