El sacerdote se aclaró la garganta, por lo que la pareja dejó los murmullos y enseguida se colocaron en sus respectivos lugares. —Hermanos, estamos reunidos esta mañana de sol radiante para celebrar la unión ante Dios, de Óscar y Samantha, quienes han afirmado venir libre y voluntariamente este día para unir sus vidas —expuso observando a los jóvenes con una cálida mirada, entonces solicitó a los presentes tomar asiento. Sam inhaló profundo, observó a su marido con la mirada iluminada, entonces tomó asiento junto a él, en las sillas vestidas de blanco para escuchar la ceremonia. Luego que el sacerdote empezó a hablar, los novios y los invitados escuchaban atentos las palabras del clérigo. Samantha presionó con delicadeza los dedos de su novio, giró su rostro para mirar a Óscar, entonces dejó que sus azules ojos hablaran por ella: «Nada, ni nadie, podrá separarnos, lo juro» sentenció en su mente. El sacerdote procedió con las preguntas de rigor, hasta que el momento esperado por l
—Ya somos consuegras —gritó Sam, sonriente a Pau y Lolita—. Debemos festejar otra vez —propuso bromeando. Pau sonrió divertida y miró a Carlos Gabriel recordando lo que le había ocurrido con uno de los bebés de Lolita.—Pero esta vez, habrá que entrenar bien a Gabo —refirió bromeando.Alex carcajeó recordando lo sucedido giró su rostro y observó a sus amigos. —No habrá próxima vez, Lolita juró que no volvería a beber —expresó. María Dolores presionó los labios y sonrió. —Hice el juramento de Norita. —Guiñó un ojo a sus amigas, y cruzó sus dedos. —Prefiero aplicar la de más vale pedir perdón, que pedir permiso —Pau bromeó.Óscar se aclaró la garganta.—Tendrá que ser después de la reunión que tendremos nosotros —mencionó—, ahora nos vamos a ir de jarra nosotros —puntualizó.—Lo mismo iba a proponer yo —expuso Gabo y se puso de pie—. Es nuestro turno. —Ya tendremos tiempo de organizarlo —Óscar dijo—, voy a preparar algo muy bueno —mencionó.Sam se aproximó a él. —Me parece que ho
Óscar frunció el ceño con extrañeza al seguirla con la mirada, observó a Sam. —Espero que todo esté bien, gracias por venir a despedirnos —mencionó con cariño—, te invocaremos cuando estemos estrenando tu cama —bromeó. —¿Estás de acuerdo amor? —preguntó a Sam. —Y que pasen otros seis años y no siga reclamando, mejor no —bromeó divertida, y luego se quedó pensativa—, aunque siempre tuve dudas de la resistencia de esa cama, creo que habrá que probarla otra vez. —Carcajeó. —Ni se les ocurra, porque esa cama es sagrada —los señaló a ambos—, ya me tengo que ir —mencionó—, sean felices —expresó con alegría—, no se atrevan a poner sus cuerpos en mi cama —dijo y agitó su mano—, diviértanse mucho y repartan tapones a los huéspedes —carcajeó. Luego de despedirse de doña Ofe se acercaron a Norita quién jugaba con Angelito, Emma y Alexa. —Es hora de despedirnos, cariño —dijo Sam colocándose a su misma altura—, pórtate bien, cuida a tu hermanito. —Besó su frente. Norita parpadeó al escuch
Tres años después. Cabo de la Vela, Guajira, Colombia. Luego de aterrizar en Valledupar, Samantha y Óscar acompañados de sus hijos: Norita y Oscarito, de ocho y tres años respectivamente, subieron al auto que rentaron para llegar a las mágicas playas. En el camino los pequeños miraban el paisaje, y entonaban junto a su madre las notas de: «Qué bonita es esta vida by Jorge Celedón» «Ay, qué bonita es esta vida. Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares. Siempre hay alguien que nos quiere. Siempre hay alguien que nos cuida…» Canturreaban a todo pulmón, mientras Óscar sonreía y conducía. Un par de minutos después llegaron a su destino, ingresaron al lujoso hotel. Los pequeños observaron maravillados la amplia piscina. Samantha agarró con fuerza la mano de Oscarito para que no fuera a correr y lanzarse al agua. —Primero debemos dejar el equipaje y luego comer. ¿Tienen hambre? —cuestionó. —Sí —respondieron los niños a la vez. Enseguida luego de dejar sus respecti
Oaxaca- Oaxaca, México.Oaxaca- Oaxaca, México.Samantha Mondragón se miró de pies a cabeza en el gran espejo que reposaba en una esquina de su habitación, inhaló profundo al verse enfundada en un vestido sastre borgoña. Sacudió su cabeza y ladeó los labios, recordando que hacía años atrás, cuando era una joven irreverente, no usaba ese tipo de atuendos; sin embargo, su vida había dado grandes giros. Su mirada azulada se cubrió de tristeza al recordar los motivos por los que tuvo que abandonar su natal Colombia, y sobre todo la razón por la cual no regresaba a su país, atribuía el haber perdido al hombre que amaba en cierta parte a la intervención de su padre, en ese entonces el presidente de su país.Una grieta se abrió en el corazón de la
Óscar se encontraba revisando unos papeles para firmar el contrato de compra-venta de una nueva cadena hotelera de la que ya habían comenzado a hacer cambios, al ser el antiguo dueño un viejo amigo de su abuela, Doña Ofelia.Buscó en uno de los cajones del escritorio un bolígrafo y su agenda para anotar algunos puntos que deseaba aclarar, entonces encontró una antigua fotografía, que de inmediato llamó su atención. La tomó entre sus dedos y sonrió con ternura al ver la inocencia que denotaba cuando era más joven y deseaba comerse al mundo, cuando su corazón palpitaba con fuerza al sentirse amado por aquella mujer que le robó la razón. Aun siendo un humilde chico de pueblo, a ella no le importó y lo dejó todo con tal de vivir su propia historia de amor. El corazón de Óscar dolió luego de recordarla.<
Matatlán - Oaxaca, México.Samantha llegó al lujoso complejo hotelero, estacionó su jeep en el parqueadero, de inmediato se dio a la tarea de despertar a su hija, pues se había dormido en el camino.—Cariño, ya llegamos —murmuró Sam, y acarició su mejilla.La pequeña Norita parpadeó, abrió sus ojos aún adomercida, estiró sus brazos, y observó por la ventana algo confundida el lugar al que habían llegado.—Es enorme —comentó tallando sus ojos.—Vamos Norita, ven conmigo, tengo el tiempo justo para entrevistarme con el licenciado Espinoza —mencionó y tomó de la mano a la niña, ingresaron al hotel y averiguaron por el gerente general.La recepcionista
Samantha, recorría el sitio donde se iba a construir el palenque, le iba explicando de su proyecto al licenciado Espinoza, cuando de pronto la charla se fue interrumpida por el sonido del móvil de ella.Al responder, la joven sintió que la sangre se le fue al piso, y el corazón se le iba a salir del pecho, de inmediato se puso a temblar y gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas.—¡Mi hija se extravió! —exclamó sollozando—, me dicen que la están buscando por todo el hotel —comentó con la voz llena de desesperación.—Regresemos —sugirió el licenciado y de inmediato subieron al vehículo para volver.Sam en su mente oraba porque su hija estuviera bien, no concebía la vida sin la pequeña, minutos después cuando llegaron a las instala