Introducción. IV Parte.

Samantha, recorría el sitio donde se iba a construir el palenque, le iba explicando de su proyecto al licenciado Espinoza, cuando de pronto la charla se fue interrumpida por el sonido del móvil de ella. 

Al responder, la joven sintió que la sangre se le fue al piso, y el corazón se le iba a salir del pecho, de inmediato se puso a temblar y gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas. 

—¡Mi hija se extravió! —exclamó sollozando—, me dicen que la están buscando por todo el hotel —comentó con la voz llena de desesperación. 

—Regresemos —sugirió el licenciado y de inmediato subieron al vehículo para volver. 

Sam en su mente oraba porque su hija estuviera bien, no concebía la vida sin la pequeña, minutos después cuando llegaron a las instalaciones saltó desesperada del vehículo, envuelta en un manojo de nervios y con el rostro empañado de lágrimas, recorría las instalaciones del hotel, temía tanto que su hija haya sido raptada, intentaba no pensar en esas cosas, pero miles de ideas se le venían a la mente.

—Señora, nos informaron que su niña apareció, está en la oficina de gerencia —informó una chica. 

Sam presionó sus ojos, sintió que el alma le volvía al cuerpo, entonces le pidió a la joven que le indicara el camino, y a toda prisa corrió hacía aquel lugar. 

****

La pequeña ladronzuela estaba sentada en uno de los mullidos sillones. Óscar observaba con ternura como comía otros dulces, enseguida le avisaron por el móvil que la madre de la niña iba hacia allá, entonces le solicitó a Norita no moverse de su sitio, y él se escondió en el baño.

Instantes después la puerta del despacho se abrió, Samantha no miró nada más que no fuera la imagen de su pequeña hija sentada en una de las sillas, corrió hacia ella y la estrechó con fuerza, mientras sollozaba. 

—¿Por qué escapaste? —cuestionó gimoteando—. Casi me muero del susto, pensé que no te volvería a ver —expresó lloriqueando—. Aún no comprendes que vos sos lo más valioso que tengo en la vida —aseguró abrazándola con fuerza. 

—Lo siento mucho, mami —habló la pequeña, sus labios formaron un puchero—, fue el ángel que me dijo que viniera a esta oficina, que aquí encontraría lo que ando buscando. 

Sam resopló y ladeó con la cabeza. 

—Nora, no inventes esas cosas, lo que hiciste está muy mal, te mereces un buen castigo —expuso mirándola a los ojos—. Yo tenía una reunión muy importante con el inversionista del palenque, te lo comenté muchas veces, te dije que de ese proyecto dependía nuestro futuro, y con ese dinero íbamos a ayudar a Gabriela con el tratamiento para Ángel. 

Gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de la niña.

—No me gusta verte triste —balbuceó Norita—, lo lamento. —Abrazó con fuerza a su mamá—, yo solo estaba buscando un novio para ti, ya no deseo que no estés solita, y te pongas triste cuando recuerdas a mi papá. 

Con pasos sigilosos, Óscar había salido de su escondite para mirarla, presionó sus ojos al verla después de tantos años. Su mirada se cubrió de una fina capa de lágrimas al escuchar a la pequeña, además que su corazón se estrujó al verlas llorar, percibiendo una fuerte opresión en él. Colocó una de sus manos en el puente de su nariz para contenerse.

Samantha sintió su corazón estremecerse ante la inocencia de su hija, suspiró profundo. 

—Yo soy feliz, no necesito nada más que tenerte conmigo, si algún día te pasa algo, no lo resistiré, por eso no vuelvas a escaparte —solicitó y la abrazó. 

En ese momento Sam miró todo el desastre que su hija había causado en aquella oficina, notó el rostro de Norita lleno de chocolate, al igual que su ropa, y sus manos. 

—¿Qué desastre hiciste? —reclamó inspeccionándola—. Mira, no más cómo estás. —Resopló—. Cuantas veces te he dicho que no debes tomar cosas ajenas, ahora tendremos que disculparnos con el administrador de este lugar, pagar por todos los daños que causaste, y pensaran que yo no te educo bien. 

—El dueño es mi amigo —expresó ella mordiendo sus labios—. Me dijo que podía venir cuando yo quisiera y comer todos los chocolates que guste. 

Sam abrió sus ojos de par en par al instante que la niña mencionó eso, su corazón se agitó con fuerza. 

—¿Quién es ese hombre? —indagó poniéndose de pie. —¿Se atrevió a tocarte? ¿Te hizo algo? —cuestionó con la respiración agitada. 

La pequeña mano de Norita señaló hacia el sitio desde donde Óscar apareció.

Sam giró, y sus labios se abrieron en una gran O, palideció por completo que tuvo que sostenerse de una de las sillas, su corazón palpitó con fuerza, y negó con la cabeza, no podía creer que luego de tantos años él reapareciera en sus vidas.  

Óscar miró a Sam sin evidenciar el dolor que estaba atravesando su corazón, por lo que permaneció unos instantes sin decir nada, hasta que sintió que encontraba la compostura.

—No hay problema por el desorden —mencionó arrastrando la voz.

Las palabras no salían de los labios de Samantha, cinco años después de lo sucedido estaba de nuevo frente a él, y lo único que deseaba era salir corriendo de esa oficina con su hija. 

—Pagaremos por los daños causados —expresó intentando sonar serena—. Norita, despídete del señor —ordenó a la niña. 

—Cualquier cosa que la pequeña haga en mi propiedad, corre por mi cuenta —expresó de inmediato—, porque es de ella también —refirió.

Sam negó con la cabeza, bufó al escucharlo, clavó sus azules ojos en él. 

—Primero comprueba que sea tuya —gruñó con resentimiento—, puede ser hija de cualquiera de los millonarios que me encanta seducir —expresó agitada. 

Óscar bufó.

—Eso es más que obvio, pero sí así lo deseas, lo haré —refirió con extrañeza.

—No me amenaces —advirtió ella—. No te tengo miedo, si quieres guerra, la tendrás —bramó y cogió de la mano a su hija para salir de la oficina. 

—Solo hago lo que tú estás pidiendo —mencionó—, no pongas palabras que no dije —refirió—. Hará lo que sea de manera legal, no tengo ninguna guerra contigo —aclaró.

Cuando Sam escuchó que todo lo haría por la forma legal, sintió que su cuerpo tembló, el temor de que él por venganza le quitara a Norita se apoderó de ella. Lo miró con atención, y ya no parecía el humilde joven del que se enamoró, ahora vestía como todo un importante empresario, observó a su alrededor y notó el lujo de la oficina, ahora los papeles se habían intercambiado, él era el millonario, y ella se ganaba la vida trabajando como una persona normal para sacar adelante a su hija. 

—No me importa que ahora seas poderoso, no me la vas a quitar, antes tendrás que matarme —advirtió y caminó con Norita hacia la puerta del despacho. 

—¿Por qué peleas con él, mami? —cuestionó la pequeña, sus ojos estaban llenos de lágrimas, se veía asustada. 

Sam parpadeó, y tragó la saliva con dificultad. 

—No estoy discutiendo, solo le estoy aclarando a este señor que vos no puedes venir a hacer travesuras, recuerda que este sitio no es tu casa —explicó. 

La niña miró a Óscar con pesar. 

—Dijiste que no nos ibas a acusar con la policía —reclamó a punto de llorar—, si mi mamá se va a la cárcel, yo no tendré quién me cuide —gimoteó y se abrazó a Samantha. 

Óscar se acercó hasta donde se encontraba la niña y se puso en cuclillas, para poder mirarla a los ojos.

—Las cosas van a cambiar y podrás venir con toda la libertad, las veces que quieras. —Retiró un mechón de su cabello—. No tengas miedo que nadie se llevará a tu mamá —mencionó con lágrimas en sus ojos—. Nunca te van a separar de ella, lo prometo —murmuró con dificultad.

Sam negó con la cabeza, bufó al escucharlo. 

—Promesas falsas —murmuró bajito, y salió con la niña del despacho. 

Una vez que se alejaron, Óscar se dirigió a su escritorio y tomó el teléfono para marcar con urgencia, ya que ahora que se había enterado de que tenía una hija y que Sam no tenía pareja, no estaba dispuesto a dejarlas alejarse de su vida sin luchar. Se fue a sentar a la sala entonces desde ahí logró observar un objeto debajo de su escritorio por lo que se movió para ver qué se trataba, sonrió sin poder evitarlo al tomar aquella muñeca como las que Sam coleccionaba en el pasado y que ahora le pertenecía a su hija. La abrazó con ternura. Supo que ya tenía la excusa perfecta para buscarlas lo antes posible.

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