Sam arrugó el ceño, carcajeó al escucharlo.
—¿Vos me pensás llevar con él? —se mofó riendo—. Soy mayor de edad, y mi papá no puede disponer de mi vida como se le antoja —gruñó y sus mejillas enrojecieron de ira.
Renato la tomó del brazo y la obligó a ponerse de pie. Samantha forcejeó con aquel hombre.
—¡Suéltame! —gritó, y lo mordió en la mano, enseguida elevó su rodilla y lo golpeó en la entrepierna, el joven cayó al suelo gruñendo adolorido, de inmediato dio la orden a sus escoltas de atrapar a la chica.
Óscar se levantó, sintiendo como la adrenalina lo recorrió al observar cómo aquel hombre por el que no sentía ni un poco de simpatía tocó a Sam. Lade&oa
San Francisco, Temezontla, TlaxcalaÓscar sostenía las bolsas con ropa que Sam compró, cedió el paso a su acompañante e ingresaron a su casa, encendió la luz, ya que anocheció en el trayecto. Entonces, ya que aclaró los sencillos muebles del interior de su hogar, se distinguieron.—Aquí es donde crecí. —Señaló, y sonrió con sencillez—. Bienvenida.Sam observó todo a su alrededor. Los muebles estaban cubiertos con tapetes tejidos a mano. En la mesa de centro se observaban carpetas de otro diseño. Los muros colgaban algunos pequeños cuadros, así como varios abanicos, cuadros de santos. Luego la mirada de la chica se clavó en una especia de altar. Contempló a la mujer del cuadro, y notó que la expresión de su mirada era muy similar a la de Óscar.
Óscar se encontraba en el jardín de la casa encendiendo el asador, sonreía sin poder evitarlo, al tener la presencia de Sam en su humilde morada. Su corazón latía con bravura, ante este nuevo capítulo en su vida que estaba comenzando. El sonido de las brasas ardiendo lo hizo salir de sus cavilaciones, para colocar la parrilla y empezar a cocinar la carne y el chorizo.Después de poner en el fuego los alimentos, se movió a la hamaca que tenían mientras esperaba a que Sam saliera de cambiarse. Su mirada se dirigió hacia
La respiración de Samantha se cortó por segundos, su corazón bombeó desenfrenado, miró a Óscar a los ojos.—Si me juras que esta vez será para siempre —solicitó parpadeando, mientras su pecho subía y bajaba agitado.—Nada más deseo que sea una eternidad completa —indicó con aquella limpia mirada que tenía—. Te amo con todo mi ser —confesó.Sam suspiró profundo y sus brazos rodearon el cuello de Óscar, enseguida sus labios se posaron en los del joven, y lo besó, demostrando en aquella caricia que ella sentía lo mismo por él.Sin pérdida de tiempo se puso de pie, y ayudó a su chica, entonces la sostuvo entre sus brazos y la llevó hasta su alcoba, la colocó sobre el lecho, a continuación, sus ojos la contemplaron. Se inclin&oacut
Puerto Escondido, Oaxaca.Paula María, la hermana adoptiva de Óscar, se encontraba en su casa, había recibido la visita de su antiguo amigo: Carlos Gabriel Duque, un joven colombiano, muy atractivo. Llevó hasta la pérgola donde charlaban una charola con fresas con chocolate y un vino espumoso, para poder conversar con él.Luego de colocar las cosas sobre la mesa, acomodó el corto vestido en tono azul cielo a los hombros, que lucía y se sentó frente a él, sonrió con calidez.Enseguida, ambos chicos intentaron ponerse al tanto de sus vidas, pues habían pasado años sin verse.—No pensé que te volvería a ver —expresó—, te alejaste sin dar explicaciones, jamás entendí el motivo —reclamó y bebió un sorbo de vino—, me va a dar m
Paula María y Carlos Gabriel estaban sentados en la cocina comiendo algunos mariscos; sin embargo, después de lo que ocurrió se encontraban un poco tensos al saber que Óscar tenía que viajar hacia allá. Sin poder evitarlo, la joven observaba a cada rato su móvil, esperando algún mensaje de él, pero luego de que le respondió la última vez, ya no se había contactado con ella.No podía evitar sentir un hueco en su interior al imaginarse que lo fueran a detener sin estar su papá o su tío presentes y que lo pudieran auxiliar. Se dirigió a la nevera para sacar un poco de hielo cuando el fuerte ruido de la puerta que conectaba al helipuerto rechinó, por lo que brincó asustada.Carlos Gabriel enfocó su mirada en aquel portón que se abrió de manera imprevista, observó al par de jóvenes que ap
Bogotá - Colombia.Por los pasillos de la casa de Nariño, los tacones de la secretaria de relaciones públicas sonaban por la reluciente baldosa, la chica corría sosteniendo su iPad, agitada, una vez que llegó al despacho presidencial, tomó una gran bocanada de aire, y golpeó la puerta.—Adelante —escuchó en voz del presidente.—Señor, tenemos graves problemas —expuso la chica intentando recuperar su respiración—. Su popularidad ha descendido gracias a las declaraciones que hace minutos su hija expresó en un video que se hizo viral.Francisco arrugó el ceño, negó con la cabeza, entonces miró en esa Tablet las declaraciones de Sam, palideció por completo, y presionó sus puños con fuerza.<
Francisco Mondragón enfocó su oscurecida mirada en el novio de su hija. No dijo una sola palabra, no podía protagonizar un nuevo escándalo, cuando intentaba limpiar su imagen, entonces solicitó a los miembros de su gabinete suspender la sesión, y hablar a solas con los jóvenes. —¿Cómo fuiste capaz de humillar a Óscar? —reclamó Samantha observando a su padre con decepción. —¿Te olvidaste de dónde vienes? Francisco se aclaró la garganta. —Jamás —expresó—; sin embargo, nunca me he aprovechado de la culpa para obtener beneficios, todo lo que tengo y soy, lo he ganado con base en mucho esfuerzo —aseveró y miró al novio de su hija. —¿Si no fuera por los Alvarado crees que hubieras salido de aquel pueblo? —indagó. Óscar pasó saliva con dificultad al escuchar aquellas duras palabras en boca del padre de la mujer a la que tanto amaba, en el instante se sintió ofendido.
Quince días después. San Andrés Islas - Colombia. Por pedido de Angélica, Samantha no tuvo otro remedio que asistir a aquel evento, puesto que todo lo recaudado en boletería iba a ser destinado a la creación de un comedor comunitario para indigentes. Flavio Santander salió de su avión privado enfundado en una elegante camisa blanca y unos pantalones beige. Estiró su mano para ayudar a Samantha a descender. Cuando tomó la mano de la chica, la miró a los ojos, y contempló su particular belleza. Sus oscuros ojos se ensombrecieron, y la recorrió de pies a cabeza. Samantha lucía un vestido corto, acampanado, lila, que le llegaba más arriba de la rodilla, el escote era discreto, pero se podía apreciar sus firmes senos, y sus pies calzaban unas sandalias de plataforma. —Vas a pasar el mejor fin d